CINECLUBES DE CÓRDOBA (42): LOS REBELDES
Por Roger Koza
Es uno de los grandes maestros del cine moderno, a pesar de que para el gran público es (y será) un desconocido. Su nombre es Philippe Garrel, de muy joven empezó a filmar y tiene películas notables como La infancia secreta y Los amantes regulares; una de esas películas discretamente milagrosas se titula Los besos de emergencia, y los jóvenes críticos de Cinéfilo la han programado para que los amantes del cine de Córdoba la conozcan. Es por eso que mañana será una noche magnífica. Un film de Garrel se verá en una pantalla grande.
El gran tema del cine de Garrel es la desorganización afectiva en materia amorosa entre hombres y mujeres, fenómeno que corresponde a la generación posterior al Mayo francés. Todos sus films ponen atención ante la desavenencia del deseo. Una pareja se puede amar un día, y no mucho después ese amor habrá culminado. Esta clarividencia amarga viene a menudo acompañada por otra característica: el cine de Garrel está hecho en primera persona. Su propia experiencia deviene en guión, la puesta en escena duplica la propia vida del cineasta.
Sucede que Garrel suele incorporar eventos personales en sus películas, los cuales pueden estar interpretados por quienes en cierto sentido vivieron la experiencia que se transforma luego en la materia de la película. ¿Exhibicionismo narcisista? ¿Un sofisticado reality? ¿Psicodrama público? No. En Garrel, el cine y la vida se confunden, un poco como en el propio relato de esta película en la que vemos a la propia mujer de Garrel, como a su padre, madre e hijo interpretarse a sí mismos aunque con otros nombres. En Los besos de emergencia el centro de discusión pasa por si la mujer del director en el filme se interpretará o no a sí misma en una futura película por rodarse, debido a que el director prefiere a otra actriz. Esto despertará una patología de la vida cotidiana que Garrel filma con exquisitez y como nadie: los celos, sentimiento tan banal como inevitable.
La precisión del tiempo de las escenas, los movimientos de cámara en función de determinar el espacio dramático y la austeridad con la que se tratan los sentimientos es admirable. Entre tantas escenas hermosas hay una que permanecerá luego de la proyección: el hijo pequeño (interpretado por Louis Garrel a sus 6 años) duerme en los brazos de su madre mientras regresa en tren de un viaje de fin de semana. Instante utópico que durará tanto como la coloración de una nube en el horizonte durante el atardecer. (Martes 12, a las 21.15 hs)
Jonas Mekas no tocaba la guitarra, pero la presunta rebeldía del rock la ejercitaba con su cámara Bolex. En Walden, una película paradigmática de la década del ’60, el director lituano consolidaba entonces su poética: a través de una cámara se puede escribir un diario, imágenes que le importan a él pero que también revelan una época iconoclasta e inconformista; el Yo como superficie en donde el mundo deja sus huellas. Mekas registra con la misma delicadeza y relevancia tanto la nieve que cae en los bosques cercanos a Nueva York durante el invierno como también toda una mañana ante la presencia de John Lennon y Yoko Ono. El procedimiento responde a su curiosidad. Se trata de filmar el mundo, la evidencia de su hermosura, sus hombres libres, los instantes de felicidad. “No busco nada, por eso soy feliz”, dice Mekas en cierto momento, sentimiento ubicuo que atraviesa los 180 minutos de la película, tiempo extenso que se disuelve en la percepción conquistada por la fuerza poética de las imágenes y los sonidos. (Jueves 14, en el Cineclub La Quimera, Teatro La Luna, Pasaje Escuti y Fructuoso Rivera, a las 20.30 hs)
Este artículo fue publicado en otra versión por el diario La voz del interior durante el mes de agosto, 2014.
Roger Koza / Copyleft 2014
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