CINECLUBES DE CÓRDOBA (47): RELATOS GENIALES
Por Roger Koza
El mayor cineasta chino en actividad se llama Jia Zhangke. Él y Wang Bing son las dos figuras clave de lo que se conoce como la Sexta Generación. Ambos directores han escrito en imágenes las transformaciones sociopolíticas de las últimas décadas, han sido sismógrafos de una nación cuyo devenir es tan extraño como impensable. Wang Bing ha elegido siempre el documental como forma de registro; Jia, por su parte, si bien ha realizado un par de notables documentales, ha preferido la ficción. ¿Qué vienen contando? La constitución delirante del nuevo comunismo neoliberal, una combinación siniestra de lo peor del extinto sistema soviético y del triunfante sistema capitalista.
Su última película, Un toque de pecado (2013), es un giro extraño en su carrera. Por primera vez en su cine la violencia explícita tiene un lugar preponderante, una incorporación en la puesta en escena que puede desorientar a los acólitos del director. Un toque de pecado, que Jia ha denominado como un film perteneciente al género wuxia pian, poco tiene que ver con melodramas anacrónicos y caballeros voladores luchando con espadas medievales y desafiando a la gravedad, pues las cuatro historias que articulan la película tienen que ver con la aniquilación de la libertad y con una enajenación estructural en el ánimo de sus personajes que los empuja a situaciones extremas y catárticas. Lo que irá sucediendo con un minero indignado por el enriquecimiento infinito de sus jefes, una empleada de un sauna enamorada de un hombre casado, un padre de familia devenido en ladrón y asesino, y un joven obrero que va de una fábrica a otra sin hallar su lugar en la sociedad china denota un malestar general.
¿Se trata entonces de Relatos salvajes en la nación de Xi Jinping? La clarividencia sociológica de Jia, la delicadeza con la que acompaña a todos sus personajes, la forma de mostrar las prácticas sociales en este comunismo neoliberal del siglo XXI están en las antípodas del celebrado film de Szifrón, cuya visión social se reduce a un hobbesianismo pueril y sus decisiones formales se limitan a dos o tres trucos de cámara. Jia es un maestro del cine contemporáneo: cada decisión formal es una demostración cabal de una idea de cine. Véase, por ejemplo, el magnífico plano final: el rostro del pueblo nos mira, y si bien la película transcurre en China, sus personajes se convierten en nuestros hermanos. (Miércoles 17, a las 21hs, en Cinéfilo Bar).
Jugando con Demy
Los programadores de “El séptimo”, cineclub que funciona en el Museo Caraffa, han organizado un ciclo denominado “El universo de Jacques Demy y Agnès Varda”, un cosmos cinematográfico digno de visitar con pasión, pues este matrimonio cinematográfico tiene en su haber películas magníficas y fundamentales en la historia del cine.
Este miércoles 17 de septiembre a las 20.00hs se proyectará La bahía de los ángeles (1962), segunda película de Demy, un film ligero y transicional sobre la psicología del jugador, un poco antes de que Demy reinventara en cierto sentido el musical y llevara el género al universo de la clase obrera. Como si hubiese canalizado la belleza ingenua de Marilyn Monroe, la extraordinaria Jeanne Moreau interpreta a una mujer cuya religión es literalmente el juego: “El casino es mi iglesia”, dice en algún momento. Por azar, como corresponde, se encontrará con Jean (Claude Mann), otro joven que por la influencia de un compañero de trabajo también se entregará al juego como una forma de vida. El film transcurre en la Costa Azul francesa, y si bien Demy evita la postal turística, no deja por eso de señalar las relaciones que se establecen entre el ocio propio de las vacaciones y los juegos de azar, de lo que es un ejemplo cierta afirmación enigmática por parte del personaje de Moreau, que siente culpa al ganar en la ruleta, como si el dinero ganado lo hubiera robado. A pesar de que se trata de una película sobre una adicción, ella no transmite jamás el peso de su trama. (Museo Caraffa)
Moverse y habitar
La tercera película del ciclo “Ciudad y Modernidad”, programación a cargo de Alejandro Cozza, es Perpetuum Mobile (2010), una de las películas más accesibles de Nicolás Pereda. El mítico Gabino (infaltable en el cine del director mexicano) vive con su madre y trabaja junto a un amigo haciendo mudanzas. La interacción con los clientes le permite a Pereda ensayar una lectura sobre la relación que se establece entre las personas y los inmuebles, y sugerir un cierto estado anímico de la clase media mexicana que se revela en cada mudanza. Uno de los mejores momentos del filme tiene como protagonistas secundarios a los escritores argentinos Noé Jitrik y Tununa Mercado; es una secuencia breve, no exenta de humor, en la que uno de los cónyuges ha decidido mandarse a mudar (otra curiosidad es un cameo del músico Michael Nyman). El desenlace de Perpetuum Mobile se confronta con lo opuesto del título de la película: el fin del movimiento, el fin de la vida. Secuencia magistral, pletórica de sugerencias y sin apelar a la palabra para dotarla de significado. (Viernes 19, a las 19hs, Av. H. Irigoyen 114
Esta nota fue publicada en el diario La voz del interior durante el mes de septiembre 2014.
Roger Koza / Copyleft 2014
Estimado Roger: lamentablemente no puedo compartir tu entusiasmo por la peli de Jia. Aquí mi punto de vista sobre los 4 personajes y sus respectivas historias que se presentan en el filme:
¿Qué pasó con Jia en esta película? ¿Es una ruptura con sus puntos de vista y estilos narrativos que venía cultivando hasta aquí? ¿Son esos cambios, para bien del cine, o al menos de su cine? Tengo mis serias dudas de que esta película sea algo positivo en su carrera.
Coincido, en parte, con otras críticas, respecto que hay una cierta continuidad temática. Esto es verdad en tres de las cuatro historias en los que está dividido el filme. En esas tres secciones que yo identifiqué más abajo como Personaje Nº 2, Nº 3 y Nº 4, sigue siendo central la preocupación y el desconcierto por las formas que adoptan las dolorosas transformaciones sociales y económicas en China. Pero en este filme hay un cambio radical en la forma de mirar y de abordar el tema.
En realidad se trata de cuatro historias independientes, que solo tienen en común el momento histórico y el lugar geográfico, en sentido amplio. Todas transcurren en el presente, y su espacio vital es China. Aquí está claro que Jia está indignado. Ha abandonado cierta calma contemplativa y desata una furia que se expresa a través de personajes y situaciones hiper violentos.
El pasado, que aparecía evocado en “24 City” a través de los protagonistas de mayor edad, aquí está ausente. La geografía, urbana o rural que se transformaba, donde la mano del hombre iba destruyendo las viejas construcciones para levantar tristes y anónimos edificios modernos, tampoco aparecen en “Touch of Sin”. Estamos ya en una China ciento por ciento dominada por las reglas crueles de la economía de mercado. El desconcierto de sus filmes anteriores, muta ahora en un pesimismo oscuro.
Por lo demás, las historias y los personajes pueden analizarse por separado. Iremos realizando esta exploración, partiendo de la peor de todas, hasta llegar a la que considero la más rescatable, para que al menos al final de este análisis, no nos quede un sabor tan amargo.
Personaje Nº 1: El motoquero “chorro” y psicópata
Si hay un relato que no tiene nada que ver con lo que vimos de Jia hasta aquí, ese es el del psicópata motoquero. Se trata del único personaje que resulta fácilmente aborrecible, ya que no solo roba por dinero, sino que mata por placer. Es un demente con todas las letras. Como le dice a su esposa: disparar el arma es divertido, solo que le faltó aclarar que para que la adrenalina llegue al máximo, los disparos no deben ser al aire (como en los festejos del año nuevo) sino linchando gente. La matanza de los tres rateros al comienzo del filme, aunque ya muestra todo el sadismo de que es capaz el personaje, puede ser creíble (aunque no justificable), pero el asalto a la salida del Banco hacia el final, me parece un regodeo innecesario de Jia con la bestialidad. Es también una falta de respeto hacia el espectador, como si Jia nos dijera: ¿No entendieron todo lo malo que resulta ser este tipo? ¡Ahora van a ver algo mucho peor!
Pero lo más criticable de todo, es que el retrato de este personaje con sus actos de violencia insoportables, no aporta nada de nada a la mirada de la sociedad que pretende retratar.
Personaje Nº 2: El justiciero por mano propia
Me preocupa que Jia esté coqueteando con posiciones directamente reaccionarias. Digo esto pensando en el personaje de Dahai, que es demasiado parecido al yanqui encolerizado que interpretaba Michael Douglas en el indignante filme “Un día de furia” (1993). ¿Se ha dado cuenta Jia de lo que está planteando a través de Dahai? ¿O su enojo como director, transferido al personaje, lo ha obnubilado hasta considerar que el fin justifica los medios? Porque es cierto que los espectadores no podemos dejar de sentir empatía con la indignación de Dahai, ante el robo descarado y la corrupción que imperan en la empresa donde trabaja y en el pueblo donde vive. Pero de ahí a que encuentre como única salida la justicia por mano propia y la brutal matanza de los opositores, hay una distancia enorme que incluso Jia deja peligrosamente en estado de ambigüedad moral, al no darle un cierre al episodio.
Hay un hecho que me llamó poderosamente la atención en este capitulo de la película y que se relaciona con algunos datos que se mencionan en pasajes del Personaje Nº 4: Los ricos carecen de cualquier tipo de identidad nacional, aún en una sociedad que como la China, permaneció hasta hace pocos años muy cerrada al resto del planeta. Consumen los mismos bienes en cualquier lugar del mundo donde sea que gasten sus fortunas. Su canasta es siempre similar a la que muestra Jia: sean autos Audi o carteras Louis Vutton, la identidad de clase es mucho más importante que su identidad nacional. Compran lo mismo en Europa, EEUU o en China. Y generan, con esta ostentación, el mismo odio entre los desposeídos de sus respectivos países.
Personaje Nº 3: La dama solitaria
Esta historia es la más simple de todas, al menos para comentarla. Una bella y solitaria empleada administrativa de un sauna, que mantiene una historia de amor clandestino, termina matando en busca de preservar su dignidad y no ser sometida a algún tipo de abuso sexual. Y todo lo que ocurre después, es una huída de la escena del crimen en un estado de tensión emocional que la aproxima a un zombie. Finalmente, en un cierre que no dice ni sugiere nada sobre lo que siente o piensa el personaje, aparece buscando trabajo en una ciudad alejada del lugar del crimen. ¿Una denuncia sobre el maltrato y la cosificación de la mujer? ¿Un repudio a la servidumbre que impera en los prostíbulos? ¿Una reivindicación, otra vez, de la justicia por mano propia?
Personaje Nº 4: El adolescente desorientado y explotado
Si el director chino hubiera hecho de este capítulo toda su película, quizás hubiéramos podido decir que estábamos frente a una obra maestra. Salvo por el final.
Este es sin duda, el episodio más rescatable y con más puntos de contacto con la anterior filmografía de Jia. Por la centralidad que el trabajo representa en la vida de su personaje y por las estremecedoras consecuencias de la brutal explotación, en un país que parece evolucionar rápidamente hacia alguna variante del infierno. Ese vínculo que se expresa con la pasada producción de Jia, también está presente en una suerte de violencia simbólica más que física. Un adolescente profundamente insatisfecho con sus condiciones de vida y trabajo, va rotando de un empleo a otro hasta que recala en un bar lujoso que ofrece servicios de prostitución para ricos. Ese lugar, será también el inicio de un breve idilio amoroso.
Aquí Jia, con un poco más de sutileza, crea varias escenas dignas de elogio. Destaquemos un par. Las chicas que se ofrecen como prostitutas, son disfrazadas de militares y llevan un birrete con la estrella roja de cinco puntas, símbolo, entre otros, de la revolución comunista. Este uso frívolo de la iconografía socialista, es un fenómeno que no solo aqueja a China, sino a todos los ex países socialistas, y que luego se expandió por el mundo. En lugar de criticar o dejar en un piadoso olvido el pasado comunista reciente, rescatan sus símbolos más sagrados para denigrarlos o banalizarlos. Así aparecen bares o jeans marca “Soviet”, camisetas con la figura del Che, y como ocurre en este filme, prostitutas portando como si nada importara, la estrella roja. La otra escena que quiero rescatar, se juega en la charla íntima y distendida de los jóvenes que empiezan a flirtear. Están con sus celulares, y ella toma la iniciativa de navegar por la Web, por un sitio de noticias que deja abierta la posibilidad para que el visitante escriba comentarios. La chica lee en voz alta con desgano, malas noticias de su país, que van desde actos de corrupción hasta accidentes. Cada vez que ella lee una crónica y le pregunta a su amigo qué comentario poner, el chico como suprema reflexión siempre aconseja lo mismo: “¡Al diablo con eso!”. Es una escena en apariencia intrascendente pero pone en evidencia, la incapacidad de los personajes para relacionar el presente individual que sufren, con el contexto político de China, que se va desgranando con la lectura de las noticias. Su alienación de clase, les impide un mínimo esbozo de análisis y rebeldía.
El final de esta historia, sin embargo, es muy flojo. He leído muchas veces que cuando un director no tiene idea de cómo terminar un filme, hace que el personaje principal muera. Aquí Jia, en un supremo acto de pereza intelectual, recurre al mismo mecanismo. Ya vimos en las tres historias anteriores que a Jia le cuesta cerrar una historia. Con esto no quiero decir que no pueda haber un final abierto. Pero Jia, simplemente abandona a sus personajes con modos totalmente arbitrarios, o los hace morir, como en esta historia, sin que tampoco logre ningún impacto estético, ni moral ni emocional sobre el espectador.
Conclusión
Es cierto que Jia en sus películas anteriores tampoco planteaba ni esbozaba posibles salidas a las problemáticas que retrataba. Quizás, no sea tarea del artista encarar estas faenas. Mucho más importante es estimular la formulación de preguntas en el espectador. Pero al radicalizar su mirada, volviéndola más oscura y pesimista, Jia no deja resquicio alguno para la lucha, el amor o alguna mínima manifestación de fraternidad, ni para ninguna forma de resistencia, sea de índole individual o colectiva.
Con este filme Jia es un director que demuestra que ha perdido el rumbo. Ya no parece encontrar formas novedosas y dignas que le permitan volver sobre sus viejas obsesiones, ni ha encontrado otras nuevas en su reemplazo.