CINECLUBES DE CÓRDOBA (56): CATÁSTROFES PSÍQUICAS Y OTRAS CUESTIONES
Por Roger Koza
Suele suceder que muchos estrenos pasan desapercibidos debido a la prepotencia de ciertas películas que llegan con cientos de copias a las salas e invaden el espacio de comunicación. ¿Quién se enteró unos 10 días atrás que Force Majeure: la traición del instinto, una de los grandes estrenos del año, había llegado a una sala de Córdoba? La avalancha de cine adolescente no encegueció a Juan Fragueiro, el programador del Cine Teatro Córdoba (27 de abril 275), que inmediatamente la reprogramó. Quienes se acerquen para ver la reposición en esa sala le estarán enteramente agradecidos.
En Force Majeure: la traición del instinto una verdadera avalancha mueve el relato y la totalidad de la relaciones entre sus personajes. En principio, una familia de clase alta nórdica va a pasar sus vacaciones a un centro de esquí situado en los Alpes franceses. El lujo extremo y la impecabilidad de los espacios interiores son ostensibles, no menos que la presencia de la nieve y las montañas. Las panorámicas suelen advertir no solamente la ubicación del complejo en el medio de la nada, sino también establecer un contrapunto entre la vastedad del orden natural y cierta vulnerabilidad de las construcciones humanas: de cerca resalta el lujo arquitectónico, de lejos su contingencia frente a lo inmenso de las montañas silenciosas.
En un mediodía entre otros, la familia protagónica (papá, mamá y sus dos vástagos) está disfrutando el paisaje mientras toman algo en el balcón de un restaurante. El placer es innegable, incluso cuando ellos y otros pasajeros del hotel en cuestión ven que un desprendimiento de nieve tiene lugar a unos metros de donde están. Lo que empieza siendo una curiosidad natural se transforma en una amenaza real: la avalancha va directamente hacia los comensales. ¿Sobrevivirán? Por supuesto que sí, y en ese sentido, Force Majeure: la traición del instinto está muy lejos de inscribirse en el género de cine catástrofe. La catástrofe que le interesa a Ruben Östlund, un formalista que suele estar conceptualmente interesado en el malestar europeo, es otra. Sucede que el padre de la familia, en vez de responder instintivamente para salvar a los suyos, toma su iPhone y sus anteojos de sol y actúa en consecuencia para salvarse a él mismo. De ahí en adelante empezará la verdadera catástrofe, la que tiene lugar entre él y su mujer. Gran película de Östlund, capaz no solamente de seguir analíticamente y no sin humor esta crisis de pareja, sino también de incorporar sesgadamente una segunda vía de lectura dada por la relación que se instituye entre pasajeros y sirvientes. Notable. (Del jueves 27 al domingo 30)
Una criatura cinematográfica
Las playas de Agnès, la última película de Agnès Varda al día de la fecha, es una suerte de biografía tan amablemente narcisista como legítimamente universal. La directora belga fue sin duda una pieza (femenina) clave del giro moderno del cine francés de la década de 1960 en adelante, un cine ligado al mundo. Al seguir su trayectoria, el filme inevitablemente incorpora los mayores eventos históricos de las últimas cuatro décadas: el Mayo Francés, el hippismo estadounidense, Vietnam, Cuba, entre otros hitos del siglo XX. En el filme también van pasando las grandes luminarias de la Nueva Ola Francesa y Chris Marker, como también personajes vinculados a la vida de Varda, especialmente el cineasta Jacques Demy, el difunto marido de Varda, aunque la aparición del cantante Van Morrison y el actor Harrison Ford constituyen una verdadera sorpresa. El filme es sin duda una introducción completa a la filmografía de Varda, una cineasta tan libre que incluso es capaz de jugar con el kitsch estética sin perder nunca la compostura estética, algo que aquí es ostensible. La secuencia final en la que Varda se despide literalmente desde una casa imaginaria construida por películas es una síntesis de toda su vida: el cine ha sido más que un trabajo, ha sido una forma de estar en el mundo. (Miércoles 26, en el Museo Caraffa, a las 20 h)
El padre del cine coreano
Im Kwon-taek, de quien se verá Revivre, su último (y fallido) filme presentado en Mar del Plata, es el padre del cine moderno de Corea del sur, un cineasta que tiene en su haber más de 100 películas. Ebrio de pinturas y mujeres, un biopic fascinante y sensual sobre el famoso pintor decimonónico Jang Seung-up, acaso un hermano espiritual (pero no tanto en estilo) de Jackson Pollock, está entre sus mejores títulos. El trabajo del gran Choi Min-sik (Oldboy y Lucy) como el pintor en cuestión, predispuesto tanto a emborracharse como a irse con alguien a la cama constantemente, es una de las razones fundamentales para ver el filme, aunque la inteligencia de la puesta en escena (véase la secuencia final en la que el cuerpo del artista deviene en arte) y la solidez narrativa (la combinación entre la historia de Corea en el siglo XIX, con su su problemática relación con Japón, y la vida del propio Jang) son el soporte de una interpretación sobresaliente (A las 20.30hs en la sala de prensa del Club Atlético Belgrano . Ingreso por Arturo Orgaz esquina La Rioja)
Esta nota fue publicada en el diario La voz del interior en el mes de noviembre 2014
Roger Koza / Copyleft 2014
FALTA EL CINE CLUB Y LA DIRECCION DE «EBRIO…» UNA PENA. GRACIAS IGUAL.
En el diario salió. Ahora la subo.
La de Ostlund es de lo mejor que ha llegado a los cines este año y muestra a un director tan consistente como preciso. La escena de la avalancha -de nieve- es impecable: no está filmada como un espectáculo y se ajusta al milímetro a lo que constituye su núcleo dramático: lo que les pasa a los protagonistas ante una situación no convencional en la que se sienten, súbitamente, en peligro. Lo que sigue está narrado con mesura e inteligencia y se va abriendo desde el malestar de la esposa ante los actos de su marido -como dice Jorge, no sólo la huida sino también y acaso, sobre todo, la ausencia de reconocimiento y de disculpa- a una mirada más ancha y más profunda sobre ciertos rasgos estructurales de la familia burguesa siglo XX! -no olvidemos que el título original del film es Turist-. Donde todo parece en su lugar, previsto y cuadriculado, el encuentro con un incidente fuera de lo común puede trastocar no sólo lo que constituye los vínculos sino también la percepción de los seres cercanos sobre el otro.
Coincido con Roger sobre el papel de los sirvientes en el film, el portero debe ser uno de los mejores secundarios de los últimos tiempos. Es también notable la secuencia final, en la que todos han salido ya del túnel de la experiencia turística y vuelven a pisar tierra firme después de una reacción de la esposa que funciona como una réplica a la del principio, pero ni es idéntica ni pretende insinuar circularidad. Demuestra también que Ostlund no cultiva esa cínica misantropía tan afín a ciertos colegas europeos.
Scotti: aquí es tal cual como vos lo decís. No sucedía lo mismo en Play. Saludos.