CINECLUBES DE CÓRDOBA (59): UNA FANTASÍA AUTOBIOGRÁFICA
Última semana de la feria de clásicos en el Cineclub Municipal Hugo del Carril (Bv. San Juan 49), oportunidad de ver películas “viejas” (que no envejecen) o revisar grandes títulos que se olvidan. Hay películas imprescindibles, de esas que si no se han visto, éste es el momento para hacerlo: Retorno al pasado, Andrei Rublev, La criada, Umberto D., La tumba india, Corredor sin retorno, Stromboli, tierra de Dios y Los siete samuráis; cualquiera de estos títulos constituye una experiencia cinematográfica inolvidable. Es que son clásicos en un sentido estricto: han vencido al tiempo, sobreviven a las modas y sostienen su actualidad y universalidad.
Candilejas (1952) es la más conocida de las películas tardías de Chaplin, en las que el actor, guionista, compositor y director decide explicitar su punto de vista sobre el mundo y también su lugar en él. Si Monsieur Verdoux (1947) dejaba salir a la superficie la sociología lúcida y pesimista que organizaba simbólicamente sus comedias, y Un rey en Nueva York (1957) resultaba un ajuste de cuentas con el agravio que sufrió proveniente de un gran sector de la sociedad estadounidense respecto de su posicionamiento político, Candilejas funciona como una especie de fantasía autobiográfica en la que Chaplin lee su propia comicidad como si ésta fuera anacrónica y de una época ya acontecida. No sólo ha quedado desfasado del mundo sino que su propio paso por el mundo empieza a adquirir un carácter perentorio debido a una capitulación en ciernes; aquí Chaplin filma su propia muerte, una decisión que nunca puede ser pormenorizada, más allá de las declaradas intenciones de la escena y su eficiencia en la lógica del propio relato.
La historia de amor de Candilejas es típicamente chaplinesca: un viejo actor de vaudeville en plena decadencia y una mujer muy bella que no desea seguir viviendo se enamoran (platónicamente). Calvero le ayudará a superar su parálisis y a retomar su carrera como bailarina, un crecimiento profesional que paulatinamente los llevará a un eventual alejamiento. El método de rescate es sencillo y parte de una premisa muy común en el último Chaplin, acaso inspirado en Schopenhauer, al que cita abiertamente en Monsieur Verdoux: “La vida es desear, no tiene sentido. El tema de la vida es el deseo”.
Candilejas cuenta con varias secuencias memorables: véanse las coreografías de todos los números musicales; las decisiones de encuadre son prodigiosas y siempre están al servicio de comprender el desplazamiento de un cuerpo en el espacio en relación con la música. Pero Candilejas alcanza su mayor fuerza dramática, evocativa y cómica en el final, cuando llega el último número de Calvero, momento en el que aparece en escena el gran Buster Keaton, en un pasaje en el que los dos más grandes de la comedia clásica, tal vez olvidados o no del todo valorados, demuestran tanto su dignidad como artistas como el profundo lazo que unía a estos dos íconos del slapstick que jamás fueron rivales. (Hoy a las 18hs)
Roger Koza / Copyleft 2015
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