Caro diario

Por Roger Koza

Narrar, una obstinación sistemática por ordenar cada instante de tal forma que, en su conjunto, lo que sucede parezca tener un sentido y una lógica. En efecto, desde el inicio de los tiempos, nuestra pasión por relatar responde a una necesidad vital: contar historias es siempre una forma de significar. La invención del cine ha intensificado este método de conjura del sinsentido, lo que explica por qué goza de una simpatía multitudinaria y global. Pero hay formas diversas de narración y, por lo general, la insistencia y el acostumbramiento respecto de una única poética del relato (que corresponde a una cinematografía dominante) dejan afuera otras posibilidades de la narración.

Tres cuentos de otros cines

1. Al azar Balthasar (1966): Una de las obras maestras de las pocas películas rodadas por uno de los realizadores mayores de la historia del cine, Robert Bresson. El acaso organiza aquí los sucesos hasta el fin de una existencia. Sucede que el héroe del filme no es un hombre sino un burro que funciona como un testigo de la crueldad de los hombres y de los eventuales instantes de piedad que éstos pueden llegar a tener para con un animal. El relato es lineal: del nacimiento de Balthasar hasta su muerte, quizás una de las más extraordinarias vista en una película. Lo que pasa entre esos dos puntos biográficos inevitables se circunscribe a la interacción del burro con sus distintos dueños, lo que le sirve a Bresson no solamente para establecer un punto de vista metafísico peculiar sobre el hecho en sí de pasar por el mundo, sino también para retratar una época de Francia. (Lunes 13, a las 20 h, en el Auditorio Diego de Torres, sede centro de la UCC, Obispo Trejo 323)

 2. La vida útil (2010): Película amable y cinéfila como pocas. Un programador de una cineteca debe reinventar la totalidad de su vida cuando la institución en la que trabaja cierra debido a la falta de apoyo financiero, y descubre que él mismo puede convertirse en el protagonista potencial de cientos de películas que ha visto en el pasado, las cuales puede identificar en los actos cotidianos en los que participa. Los impredecibles giros narrativos del filme de Federico Veiroj son un punto para destacar. Los últimos 20 minutos son gloriosos: desde el momento en el que el personaje recita un misterioso parlamento de Mark Twain, la película adquiere un vuelo narrativo y poético no menos que genial. (Martes 14, a las 20.30 h, Cineclub La Piratería, en la sala de prensa del Club Belgrano, ingreso por Arturo Orgaz esquina La Rioja)

 3. Caro Diario (1993): probablemente, la mejor película de Nanni Moretti, en la que el director, como suele suceder en sus películas, está detrás y frente a cámara, más o menos interpretándose a sí mismo. Dividida en tres segmentos notables, Moretti se pasea en su famosa Vespa por Roma y así revisa la reciente historia italiana a través de su arquitectura mientras se cruza con la actriz estadounidense Jennifer Beals (Flashdance). La típica comicidad del director alcanza su más alto vuelo en el segundo episodio, en el que visita a un amigo que vive en una isla y se jacta de no haber visto televisión por años, ascetismo cultural que será puesto en riesgo y del que se desprenderán varios pasajes hilarantes. No menos humorístico, aunque también dramático, es el tercer episodio: el director pone en escena sus constantes visitas a médicos de orientaciones diversas para encontrar una solución a una picazón que lo enloquece. Lo que sucede con un par de acupunturistas es absolutamente increíble y explica sesgadamente el desamparo que suele experimentarse frente al pragmatismo no exento de ignorancia de los representantes de las ciencia médicas y el poder que ejercen con su presunto saber. (Martes 14, a las 23 h, en la sala Hugo del Carril, Bv. San Juan 49)

Este texto fue publicado en el diario La voz del interior en el mes de abril 2015

Roger Koza / Copyleft 2015