CINECLUBES DE CÓRDOBA (79): EL CLUB DE LA AMABILIDAD
Por Roger Koza
Cada vez se estrenan más películas. Cada vez duran menos en cartelera. La mayoría son mediocres y se parecen entre sí. La lógica del mercado, que es la ley de los exhibidores, consiste en tomar el recambio como una acción inevitable. “Este jueves van todas estas y salen tales otras”. Y así pasan los meses. Lo único que altera esa conducta automática son los picos de audiencia. Ni siquiera un fin de semana digno detiene la decisión de los programadores de las salas. Así las cosas, las películas que podrían hacer público a partir del boca en boca se invisibilizan. Sucedió con Te sigue, puede llegar a pasar esta semana con La maestra de jardín y Mi amiga del parque, y fue el destino de Terapia en Broadway. ¿Era la película de Bogdanovich una entre otras? De ningún modo.
Gracias a la reposición del Cine Arte Córdoba (27 de abril 275), quienes hayan perdido la ocasión de ver Terapia en Broadway en una sala de cine tendrán una segunda oportunidad. El octogenario director de La última película y Luna de papel no estrenaba una película desde 2001 (El miau del gato), y si bien su regreso no signifique el encuentro con una obra mayor en su haber, Terapia en Broadway es una comedia por encima de muchas en su género y muy placentera de mirar. Sucede que la elegancia clásica del relato es irresistible, y el amor democrático del director por todos sus personajes, un oasis ante la crueldad que sigue siendo el espíritu dominante del cine contemporáneo.
La historia es un gran flashback. Una tal Isabella Patterson repasa su vida en una entrevista. Alguna vez fue acompañante, pero un buen día se hizo real lo que soñó desde siempre inspirada por el cine clásico de Hollywood: devino actriz en Broadway, dejó la prostitución fina. Es casi un cuento de hadas para adultos, y el mismo personaje se encarga de contextualizar su historia de ese modo. Sin embargo, la nueva película de Bogdanovich es principalmente una comedia de enredos. En efecto, el director de teatro interpretado por el genio de Owen Wilson será el último cliente de Isabella, un día antes de una audición y del inicio de los ensayos de una obra que él montará en Broadway, cuyo protagónico lo tiene su esposa. Al otro día, en la audición, ante la sorpresa del director, la joven con la que se acostó la noche anterior es una de las candidatas a obtener el papel. De ahí se desprenderán una cantidad de idas y vueltas. Todos, por otra parte, parecen enamorados de Isabella. Es comprensible.
Fácilmente, el espectador desprevenido creerá que puede estar viendo una película de Woody Allen, lo que resulta una error de lectura: en Terapia en Broadway el director nunca está por encima de los personajes y jamás se burla de ellos. El modelo aquí es otro y está declarado: el cine del maestro Ernst Lubitsch, citado durante toda la película, no sólo por una línea que se repite a menudo (y un clip en el final), sino por la musicalidad de los diálogos, la construcción de las relaciones entre los personajes y una forma peculiar de trabajar sobre el lenguaje y la comunicación como materia humorística. Película menor si se quiere, pero frente a los títulos de la cartelera semanal, la última de Bogdanovich es puro brillo y amabilidad garantizada. Y además hay que decirlo: el trabajo de Imogen Poots es consagratorio. Ha nacido una estrella. (Del jueves 1 al domingo 3)
Loza en francés
Alguien señaló recientemente en una reseña sobre este filme una cierta pedantería encubierta en el hecho de que un filme argentino se titule en francés y que además una voz en off elija esa lengua para acompañar algunos (hermosos) fragmentos de los canales de Toulouse que se ven en él. Astuta táctica retórica para cuestionar a Si je suis perdu, c’est pas grave, pero infundada; en el cine de Santiago Loza, la sensibilidad es siempre dueña de la puesta en escena y la impostura está conjurada de plano.
Si estoy perdido, no es grave, estrenada en Córdoba un año atrás, y recién ahora en el resto del país, se vuelve a exhibir en la sala de Unquillo (Av. San Martín 1505), sala que cuenta hoy con un excelente equipo de proyección en DCP que permite apreciar como corresponde algunas películas que no siempre se han exhibido en óptimas condiciones en otras salas de la provincia.
El film de Loza es tan sencillo como secretamente conmovedor. El origen del filme fue un taller de interpretación en la mencionada ciudad francesa, del cual se ven fragmentos y breves escenas imaginadas por los asistentes al taller. Tales fragmentos alcanzan para componer un todo coherente en el que despuntan temáticas que se repiten en la obra del director: la fragilidad de los vínculos, la contingencia de la identidad, la contundencia de la soledad. Película pequeña y brillante, un cine amable, una rareza. (Sábado 3 a las 22 h, con la presencia del director, y domingo 4 a las 19.30 h)
Este texto fue publicado por el diario La voz del interior en el mes de septiembre de 2015
Roger Koza / Copyleft 2015
* Aquí se puede leer una crítica completa que escribí sobre el film de Loza.
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