CINECLUBES DE CÓRDOBA (80): EXPERIENCIAS Y EXPERIMENTOS
Por Roger Koza
La apreciación del sentido común es homologar el arte cinematográfico a la creatividad de contar historias. Literatura por otros medios, se dirá, y así la sonoridad y la imagen le otorgan a la novela una peculiar materialidad. Es una creencia extendida y una práctica consolidada. Pero el cine ha sido también desde su inicio una reinvención y una técnica de expansión de la percepción. A través de una cámara la realidad, según el modo del registro, y luego de acuerdo al montaje seleccionado, puede imitar la representación de lo real como tal o simplemente alejarse de la mímesis y alterar el hábito perceptivo. Las películas que cuentan historias permiten revisar formas de experiencia; las películas que priorizan el medio experimentan sobre la experiencia.
Nuestros nómades
En “Viví Francia: Tercera Semana Francesa en Córdoba”, organizado por la Alianza Francesa de Córdoba, el Institut Français y la Embajada de Francia en Argentina, cuatro películas procedentes del país galo se abocan a delimitar cinematográficamente una forma de experiencia precisa que es hoy la preocupación real y a veces cínica de Europa y sus dirigentes: la inmigración del siglo XXI. En el borde del mundo (2013), Gerónimo (2014), Brooklyn (2014) y Chicos del Este (2013) son las películas elegidas para esta muestra, unidas por su tema pero no por su poética, que podrán verse desde el jueves 8 hasta el domingo 11 en el Hugo del Carril (Bv. San Juan 49). Si bien el único director de renombre es Tony Gatlif, el director de Gerónimo, un filme que empezó su recorrido por el mundo en mayo de 2014 en el festival de Cannes, por lejos la película más ambiciosa y por momentos conmovedora es Chicos del Este.
La película de Robin Campillo empieza con una formidable secuencia sostenida en grandes planos generalísimos sobre la famosa estación de tren Gare du Nord. Toda la escena es magnífica porque la perspectiva elegida es una forma de apropiación de las cámaras de vigilancia sin ser al mismo tiempo cómplice de ese punto de vista.
Justamente en ese espacio –que es tanto una zona de robo como de ligue–, Muller, un hombre de buena posición económica, conocerá y le pagará al joven Marek, un inmigrante del Este, para que lo visite en su casa y tenga sexo con él. El primero, en verdad, se enamorará del segundo, pero en un principio el muchacho será una suerte de caballo de Troya: con él vendrá una banda del Este que desvalijará la casa del cliente. Esa escena, por cierto, es uno de los grandes momentos cinematográficos del filme. Pero algo sucederá entre Muller y Marek, lo que posibilitará una mirada más compleja en torno a la inmigración, aristas desconocidas y que aquí se visibilizan con precisión y altura.
Contra los hábitos
El cineclub La Quimera (Teatro La Luna, Pasaje Escuti 915) propone para este jueves 8 a las 20 h un conjunto de cortometrajes de realizadores experimentales. En esta ocasión, el colectivo ha programado cortos del cineasta japonés Takashi Ito y de su colega belga (aunque nacido en la República del Congo) Olivier Smolders. Poco tienen en común los métodos de trabajo de ambos cineastas, pero en los dos casos la percepción y un sentido firme de cuestionar las formas del relato son manifiestos.
Véase, por ejemplo, The Moon (1994) de Ito, película en la que se puede percibir desde el inicio la forma de trabajar del director con la fotografía y el fotograma. La foto estática de la Luna vista a escala da como resultado una idea de representación, pero un zoom hacia atrás sobre el satélite natural lo descubre como una ilusión óptica. En este filme, además, el trabajo consiste en plegar los planos y dividirlos paulatinamente, como si lo real estuviese siempre recortado o fragmentado. El motivo elegido se circunscribe aquí a una secuencia de un niño andando en bicicleta; las variaciones ópticas que surgen de esa simple acción son fascinantes.
No menos fascinante (tan sólo por lograr conjurar la repugnancia de su temática) es lo que lleva adelante Smolders en su trabajo más famoso: Adoración (1987). Inspirado en el ominoso caso del caníbal Issei Sagawa, aquí el director repite la cena y la escena del crimen en el que un joven estudiante japonés de literatura invita a su casa a cenar a una estudiante para leer algunos textos como excusa para finalmente asesinarla y devorarla. La descripción es atroz, pero la forma para filmar el episodio es lo suficientemente distanciada, permitiendo así una meditación pertinente sobre los límites del arte, el lugar de la mirada y el deseo como forma de violencia.
El programa incluye otras películas de Ito y Smolders, y un corto pretérito del gran realizador alemán Edgar Reitz titulado Comunicación (1961).
Este texto fue publicado por el diario La voz del interior en el mes de octubre de 2015
Roger Koza / Copyleft 2015
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