CINECLUBES DE CÓRDOBA (82): DESPERTANDO A LA VIDA
Por Roger Koza
No siempre la sala oscura es el espacio del oscurantismo. Nunca hay que olvidar que en la oscuridad la luz del proyector dará lugar a una ilusión de materia y movimiento en la que entes de todo tipo habitan paisajes y sitios. La naturaleza de ese mundo duplicado inmaterial en la pantalla es espectral, pero más allá de la volatilidad de la existencia de las imágenes lo que se ve puede ser consustancial al deseo de saber un poco más sobre el mundo circundante.
En ¿Es feliz el hombre que es alto? (2013) el realizador francés Michel Gondry decide animarse a “animar” su encuentro con el famoso filósofo, activista y lingüista estadounidense Noam Chomsky debido al poder de verdad que tienen las imágenes y su efecto acrítico sobre los espectadores. Tesis: el montaje manipula invisibilizando los cortes y las discontinuidades entre las imágenes. Gondry advertirá que este mecanismo cinematográfico tiene un correlato en el funcionamiento del cerebro y que su entrevistado lo denomina “continuidad psíquica”. Según Gondry, si la entrevista con Chomsky estuviera solamente filmada como una entrevista cualquiera, la recepción sería menos proclive a la revisión crítica; de ese modo justifica injertar en el registro original la animación, la cual es enteramente artesanal y está al servicio de ilustrar las ideas de Chomsky.
El orden de la entrevista oscila entre la biografía del pensador y algunos conceptos centrales del filósofo. La elección del objeto es comprensible: a Gondry siempre le ha interesado la vida psíquica y el funcionamiento de la cognición; basta recordar dos de sus películas, La ciencia del sueño y Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, para entender que su encuentro con Chomsky es lógico. Es por eso que gran parte de la entrevista gira en torno a las relaciones entre el lenguaje y el mundo y a introducir gentilmente el ABC de la gramática generativa. A veces el maridaje de la filosofía y la animación triunfa, a veces no. Sucede que la ilustración pop y neurótica elegida por Gondry no siempre parece estar en consonancia con la forma pausada y afable de discurrir del filósofo, de tal modo que no siempre las elecciones gráficas para representar sus ideas resultan didácticas.
Si los acólitos de Chomsky esperan encontrar al pensador activista y crítico del capitalismo, esa versión del autor de Razones para la anarquía quedará en fuera de campo o habrá que ir a buscarla en otro filme como Manufacturing Consent: Noam Chomsky and the Media. Gondry prioriza aquí el costado personal del entrevistado y sus aportes lingüísticos. En efecto, en el momento en que Chomsky se desliza hacia los problemas sociales, Gondry lo intercepta con alguna pregunta pertinente o descolgada, lo que en ciertos momentos hasta habilita situaciones cómicas e incómodas. “¿Qué es la felicidad?”, le pregunta Gondry en cierto momento. La perplejidad del filósofo es ostensible, no menos que sus buenos modales para sortear un cuestionamiento que no está a la altura de su lucidez. Gondry propone, Chomsky dignifica. (Jueves 22, a las 20h, en el Cineclub La Quimera, Teatro La Luna, Pasaje Escuti esquina Fructuoso Rivera)
Niños y jóvenes
Es difícil saber que pensaría Chomsky, pero lo que propone Nadav Lapid en su sagaz segundo filme titulado La maestra de jardín parece ideal para algunos de sus intereses: un niño de 5 años siente una necesidad compulsiva por recitar una poesía no exenta de abstracción que nace de su fantasía, mientras una maestra de jardín interesada en la poesía intenta comprender y ayudar al niño. El contexto social es incompatible con la evolución de una sensibilidad semejante, al menos así se visualiza Israel, un país militarizado y entregado a la lógica del capital, que poco lugar tiene para sujetos sensibles como el poeta prodigio. Eso es lo que intenta La maestra de jardín, situar un orden sensible incompatible con una mentalidad dominante para así examinar un Estado que se define en cierta medida por su voluntad de excluir. (Del jueves 22 al domingo 25, en el Cineclub Municipal Hugo del Carril, Bv. San Juan 49).
Vuelve Los besos, de Jazmín Carballo, uno de los estrenos cordobeses del año. La joven directora, que también protagoniza el relato, circunscribe su filme a contar un reencuentro azaroso entre dos jóvenes, Jerónimo y Lisa, alguna vez novios. Lo que importa en este sensible filme de Carballo no estriba en si los protagonistas volverán o no a besarse, sino en todo lo que rodea la microsociedad de jóvenes de su edad en la que se desenvuelven. Lo más poderoso del filme reside en su registro delicado (y en un hermoso blanco y negro, que no es un capricho sino más bien una traducción cromática del estado de ánimo de todos los protagonistas) acerca de la cotidianidad y el retrato de una juventud de clase media cordobesa orientada a las artes que, si bien parece vivir cómoda y en su propio mundo, también exhibe su vulnerabilidad. (Jueves 22, a las 21h, en el Centro Cultural Córdoba, Bv. Chacabuco, 737)
Este artículo fue publicado en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de octubre 2015
Roger Koza / Copyleft 2015
Aquí se puede leer una crítica y una entrevista con Jazmín Carballo, directora de Los besos.
Aquí se puede leer una crítica de La maestra de jardín.
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