CINECLUBES DE CÓRDOBA (88): VOLVER A CHAPLIN
Por Roger Koza
Cada tanto los agelastas se reúnen y conversan sobre libros y películas. ¿Quiénes son? Los hombres que no saben reír. El escritor checo Milan Kundera, a propósito de una sentencia de François Rabelais, así los llamaba y también los identificaba como uno de los tres enemigos de la novela. Los agelastas son aquellos que desestiman la comedia. El cine que equiparan al arte con mayúscula les resulta incompatible con ese género menor, según creen. La risa es sospechosa, o baladí, el arte está para cosas serias. Validan un conductismo abnegado y una virtud casi eclesiástica: el espíritu humano solamente se desnuda en el sufrimiento y jamás en el júbilo o el ridículo. Como sabemos, la risa fue por mucho tiempo un problema teológico, y es difícil asociar el Juicio Final a la carcajada.
Chaplin es el santo irreverente e inmortal que ríe de todo, un agente que los agelastas desdeñan en voz baja. Con él, el cine encontró una medicina eficaz para hacer frente al espíritu de gravedad. Comicidad, por otra parte, que nunca deja de ser política, incluso en situaciones disparatadas que no lo parecen. Por ejemplo, la relación que Charlot establece con los objetos.
Quienes quieran revisar La quimera de oro (1925) y Tiempos modernos (1936) en pantalla grande podrán hacerlo en esta semana en el Cineclub Hugo del Carril (Bv. San Juan 49; martes 16 y sábado 20 a las 15.30 h, respectivamente, y en la semana siguente en otros días y horarios). Son películas que seguramente se han visto, es innegable, pero puede ser una oportunidad para ver ambos filmes por otro camino que el argumental y constatar el genio de Chaplin en su habitual crítica a la metafísica de las costumbres.
En su libro sobre Charles Chaplin, André Bazin decía con una lucidez microscópica: “La función utilitaria de los objetos hace referencia a un orden humano a la vez utilitario y previsor del porvenir. En ese mundo, el nuestro, los objetos son útiles, más o menos eficaces y dirigidos hacia una meta determinada. Pero los objetos no sirven a Charlot como nos sirven a nosotros”. Prácticamente en toda la filmografía de Chaplin la relación de inadecuación entre objetos y usos determina en gran medida la comicidad de sus películas.
En Tiempos modernos, los gags de este tipo son numerosos. Se recordará sin duda el inesperado desperfecto de la máquina de alimentación: el cuerpo proletario de Charlot no puede asimilar el mecanismo hasta que este se acelera y estalla. Este es el pasaje más evidente, pero son tantas las escenas que se predican de la inadecuación mencionada más arriba, que identificarlas es un placer extra en este inolvidable relato crítico sobre los efectos de la segunda revolución industrial, en el que un obrero enloquece un poco, va preso por equivocación y después, ya en libertad, en compañía de una mujer que conoce en la calle, enfrenta la supervivencia en una sociedad desigual.
En La quimera de oro, Charlot, como muchos de sus coetáneos, se ve atraído por la búsqueda de oro. En su periplo por hallar el metal precioso, debido a una tormenta de nieve, tendrá que quedarse en un refugio en una cabaña en el medio de la montaña. Gran parte de la comicidad pasa en ese espacio en el que Chaplin concibe situaciones geniales con nada. La aparición de un fugitivo que convivirá con Charlot hasta que pase la tormenta le permite poner en juego un conjunto de gags en el que una vez más los objetos pierden su habitual función. El caso más ostensible es el momento en el que los cordones de los zapatos devienen fideos.
Este texto fue publicado por el diario La voz del interior en el mes de febrero 2016
Roger Koza / Copyleft 2016
Qué casualidad, justo ayer vi «Para nosotros la libertad», de donde Chaplin extrajo cuando menos dos escenas para su «Tiempos modernos»: la famosa secuencia de la línea de montaje, y el final con los amigos reanudando el camino. Y viendo la «fuente» te das cuenta que al lado del naif optimismo de Clair, la carcajada de Chaplin no es broma, ni (solamente) entretenimiento, ni evasión: los objetos (las máquinas, en particular) no son nuestros amigos. Abrazo.
A La quimera… la pude ver en el cine! La danza de los panes es LA escena.
Exactamente