CINECLUBES DE CÓRDOBA (92): LA PANTALLA SIMBÓLICA

CINECLUBES DE CÓRDOBA (92): LA PANTALLA SIMBÓLICA

por - Críticas
28 Mar, 2016 05:10 | Sin comentarios
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Betty

 Por Roger Koza

¿Qué vemos en todas las películas? Siempre lo mismo: un orden del mundo y sus discursos, los modos en que se organizan las relaciones, el lugar de los objetos y la relación con lo que llamamos naturaleza. El cine permite ver de otro modo lo que el ojo ve sin esfuerzo. La puesta en escena es en el cine la irrupción de una voluntad de representación del mundo que no es idéntica a él; el mundo en el cine no es como aparece frente al ojo (y al oído); es su fantasma, una réplica incómoda, que nunca devuelve un doble sino más bien un fragmento espectral situado en una mirada.

Ejemplos, algunos ejemplos.

En la sala principal del Cineclub Municipal Hugo del Carril, los responsables de la programación, junto con la colaboración tripartita de la Embajada Francesa, el Instituto Francés y la Alianza Francesa de Córdoba, ponen en consideración algunas películas de la década de 1990 del gran Claude Chabrol, presentado el ciclo propuesto como “El Hithcock francés”.

Título ingenioso y vendedor, el elegido, propio de la astucia de un estudio de marketing, aunque ostensiblemente reduccionista. Sin duda, el maestro inglés fue fundamental para Chabrol, pero su cine es enteramente autónomo. Se dirá que en este caso la cuestión se justifica en la medida en que lo que une a Inspector Lavardin, El infierno, Betty y La flor del mal (la única que es del nuevo milenio) es la culpa, uno de los temas predilectos de Alfred Hitchcock, y que en un libro temprano en sus respectivas carreras el propio Chabrol y Eric Rohmer supieron tematizar. En las películas seleccionadas para el ciclo, la idea de culpabilidad está indudablemente presente, pero poco tiene que ver con su costado cristiano; ni siquiera se trata aquí de su “transferencia”, forma cualitativa en la que la culpa funcionaba en Hitchcock, como supieron ver Rohmer y Chabrol.

Betty (1992) es de las cuatro películas elegidas la más temprana. En su momento, se trató de un filme que restablecía el prestigio del director. ¿Es la culpa su tema? Probablemente no, o en todo caso, su ausencia, en la medida en que uno se sienta compelido a interpretar en un marco semejante la inescrupulosidad del personaje. El tema no es estrictamente moral sino psicológico; más que la conciencia del bien y el mal lo que se pone en juego aquí es la constitución del deseo en una clave que no desestima su costado sombrío; sin duda, los psicoanalistas tendrán material para ejercitar sus categorías. A Chabrol no le hubiera molestado.

 Betty arranca con la protagonista caminando por las calles de noche y metiéndose en un bar para tomar algo. De ahí saldrá con un médico e irán directo a un antro denominado El agujero. En plena velada, el médico empezará a discurrir sobre los múltiples gusanos que habitan en el interior del cuerpo. A esa altura queda claro que Betty toma en demasía; un poco después, que ese médico es un adicto. Una mujer más grande rescatará a la joven de la potencial amenaza que proviene del delirio de ese hombre. Por un tiempo, esa mujer se convertirá en una especie de hada madrina. La cuidará, quizás identificándose un poco con ella, junto con su amigo-amante, dueño de ese bar. En los diálogos que tendrán las dos mujeres se irán sabiendo paulatinamente algunas cosas sobre la vida de Betty: divorciada por infidelidad, madre de dos hijas, una mujer atraída por formas de experiencia sexual poco convencionales.

 Chabrol trabaja magistralmente la dosificación de información sobre el personaje, al que jamás juzga ni neurotiza. La indeterminación general que le confiere al relato su peculiar misterio es un efecto directo de un uso absolutamente genial del flashback, que abarca tanto el pasado reciente del personaje como su adolescencia y sus primeras incursiones eróticas, yuxtaposiciones del tiempo del relato en el relato que tienen en ocasiones una duplicación en los encuadres y denotan incluso hasta la posición física del personaje entre una época y otra.

 Cine narrativo del mejor, paradójicamente liviano como incisivo, y con la hermosa Marie Trintignant, cuya carrera cinematográfica fue fatalmente interrumpida una década después por los puños de un hombre.

 El orden conservador

 Gracias al Cine Arte Córdoba (27 de abril 275), desde el próximo jueves 31 al domingo 3 se podrá volver a ver en Córdoba La acusación (2014) , la magnífica ópera prima del director indio Chaitanya Tamhane. El centro narrativo de la película pasa por la inverosímil responsabilidad de un cantante popular y maestro de literatura en el suicidio de un humilde limpiador de alcantarillas de Bombay. Tamhane se vale del irrisorio e injusto juicio al que es sometido el acusado para observar el orden simbólico de una cultura compleja a través de sus formas jurídicas. Los planos generales elegidos para seguir el juicio y las vidas fuera del estrado del abogado defensor, la fiscal y algunos testigos no solamente proponen una distancia de observación sino que también desmarcan al observador de cualquier forma (in)directa de identificación, lo que no entraña un desentendimiento conveniente por parte del director, que mantiene una perspectiva asumida y precisa durante todo el metraje. Extraordinaria.

Este texto fue publicado en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de marzo 2016

*Aquí se puede leer una crítica completa de La acusación.

Roger Koza / Copyleft 2016