CINEFILIA ONLINE (24): CONTRA EL OPIO DEL PUEBLO BRASILEÑO
A diferencia del cine argentino independiente, cuyas ficciones le dan la espalda a la experiencia colectiva más inmediata y en ocasiones belicosa que se inscribe en una época, como si la única fuente digna para filmar residiera en los intersticios de las angustias y felicidades personales, la ficción brasileña ha sabido impregnar en los relatos con la rabia y el malestar manifiestos en una sociedad en tiempos tensos.
Para esto, los cineastas brasileños ni siquiera han obedecido al clamor estético que suele ser el camino para casos como estos. Han desestimado el realismo, y más aún aquel característico que avalan los festivales europeos, el realismo sucio, por el cual los latinoamericanos en general no son más que gente salvaje cuyas diferencias se resuelven a tiros y puñaladas. Los mejores cineastas del país vecino no tomaron el camino más fácil y políticamente prestigioso: copiar actos y situaciones del llamado mundo de la vida y devolverlos intactos, más allá de alguna licencia inevitable al recrear una experiencia. La denuncia convence, tiene efectos retóricos y tranquiliza a todos porque en esa modalidad de representación se reafirma lo que ya se sabe. Pero los cineastas más prodigiosos del cine brasileños tomaron otro camino.
En el ciclo Nuevo Cine Brasileño que se puede ver en MUBI, no todas las películas son ficciones, pero las que sí respetan esa denominación permiten constatar la inteligencia de algunos cineastas para absorber los signos del presente, retomarlos en el juego libre de la imaginación y recontextualizarlos en relatos que pueden aludir a viajes en el tiempo, a protagonistas fantasmas o al terror en lo fantástico, si se trata, por ejemplo, de una historia asociada a la licantropía. Películas como Era uma vez Brasília, As boas maneiras, Chuva é cantoria na aldeia dos mortos, A febre, por citar algunas entre los doce títulos elegidos en esta curaduría, no pueden rastrearse en otras cinematografías de la región. El empleo de los códigos propios de los géneros cinematográficos incita a lecturas más lúcidas del mundo circundante, porque la ficción en sí propicia una distancia y un género delimitado asegura un modo de extrañamiento. Era uma vez Brasília, del cineasta más extraordinario que ha dado Brasil en los últimos años, Adirley Queirós, ya visualizaba un país asentado en un orden político reaccionario en el 2017.
La propuesta de MUBI no se ciñe solamente a películas de ficción, y los distintos documentales que son parte de la selección también dan cuenta de una renovación de la estética del cine de lo real en Brasil. Chão, de Camila Fleitas, es un exponente incuestionable: la película transmite la lucha por la tierra en Brasil, una temática incesante en la política brasileña, y que el propio relato expone con precisión sin prescindir de un registro delicado, capaz en ciertos pasajes de transformar el polvo del suelo en un efecto perceptivo que se puede advertir en la pintura de un artista consagrado. Lo mismo podría decirse de Apiyemiyekî?*, notable cortometraje en el que se combinan animación, archivo y registro para recuperar la figura de Egydio Schwade, gran pedagogo y militante, quien dedicó gran parte de su vida a la alfabetización de los waimiri-atroari en el Amazonas.
El cine de Brasil goza de un presente tan vigoroso como paradójico, pues la llegada al poder de un hombre que desestima la justicia distributiva, el conocimiento, la diversidad cultural y sexual tiene siempre una connivencia con sectores de la sociedad. De esa misma sociedad salen cineastas rabiosos y libres que realizan películas en las antípodas del conformismo. Y en MUBI se pueden ver.
Dos diamantes del Nuevo Cine Brasileño:
As boas maneiras (Marco Dutra y Juliana Rojas)
Extraordinario relato en el que se conjugan sociología, mito y romance con gran fluidez y equilibrio: una mujer de la clase alta paulista, a poco tiempo de tener su primero hijo, contrata a una mujer negra como empleada doméstica. No solamente vivirán una pasión amorosa entre las dos, sino que la segunda se hará cargo del hijo, una situación de por sí compleja, más aún cuando la criatura no es otra cosa que un niño lobo.
Era uma vez Brasília (Adirley Queiros)
La clarividencia de Queirós consiste en proponer como sostén del relato la llegada de un viajero intergaláctico con la misión de asesinar a Juscelino Kubitschek, presidente brasileño de mediados de la década de 1950, aunque el tiempo del filme luce como el nuestro, más aún cuando se escucha en cierto momento el discurso de Dilma Rousseff tras quedar afuera de su gobierno. Los otros dos personajes que se suman son un músico y una mujer que recién ha salido de la cárcel. El ingenio estético de Queirós es admirable: Ceilândia parece un set futurista, propio de una distopía filmada en Hollywood, aunque el presupuesto de una superproducción semejante le alcanzaría al cineasta para rodar unas 200 películas.
*Fotograma de portada
*Este texto fue publicado con otro título por el diario La Voz del Interior en en el mes de julio 2020
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