CÓMPLICES DEL ENGAÑO / HIT MAN
SE PUEDE SER ASESINO A SUELDO LEYENDO LIBROS
La primera película de Richard Linklater tiene un título genial: No se puede aprender plomería leyendo un libro. El conocimiento en el cine de Linklater es decisivo, porque el lenguaje lo es y la conversación es inherente a la puesta en escena de todas las películas que ha hecho. Hablar es un acto que excede la comunicación. No hay otra forma de corroborar el pensamiento de los otros que prestar atención a la palabra proferida. Sin palabra no hay pensamiento. Aquel título inicial de su carrera, no obstante, indica un dilema: la experiencia no solamente se adquiere leyendo.
En Cómplices del engaño la incógnita pragmática reside en saber si un profesor de filosofía y psicología universitario puede imaginar y eventualmente comportarse como un asesino a sueldo. En el prólogo, Gary Johnson se presenta como un solitario que está a gusto con su trabajo académico y su vida doméstica acompañado por dos gatos (junguianos) y pájaros a los que alimenta meticulosamente durante las mañanas. Gracias a sus destrezas en electrónica, realiza horas extras desempeñándose como técnico de grabación de sonido en redadas policiales destinadas a detener a personas que solicitan los servicios de asesinos a sueldo. Una situación inesperada lo obliga a pasar de grabar la conversación que servirá de prueba para la detención a presentarse frente al cliente como aquel capaz de matar por dinero. Sorpresa para todos: Gary es un muy buen intérprete del asesino. Es un hombre de lecturas, un profesional de la palabra; de ahí surge la versatilidad de su imaginación a la hora de componer asesinos. De ahí en más, pasa a la “escena del crimen”.
Después de la apertura en la que Gary cita inexactamente a Nietzsche y juega con una de sus tantas ideas proclives a la banalización (“vivir peligrosamente”), el tono de la película es manifiestamente liviano, pero no insustancial. La sucesión de personajes que deciden contratar al (falso) asesino son deliberados estereotipos con los que se infiltra una dimensión cómica en el relato mientras se despliega amablemente una inquietud filosófica sobre la naturaleza de la identidad. ¿Puede alguien modificar esencialmente quien cree ser? ¿Acaso no decía el citado Nietzsche que lo mejor para un hombre sabio consistía en cambiar de piel como las serpientes? El cambio de rol de Gary es solamente un giro narrativo que evidencia una forma de indagación filosófica presente en casi todas las películas del realizador. ¿Una persona es la misma a los 20, 30 y 40 años? ¿Qué relación existe entre el niño que uno fue y el adulto que uno llega a ser? La primera pregunta corresponde a la trilogía de Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer.; la segunda no podría ser otra que Boyhood.
Cómplices del engaño también pretende desmantelar el mito de que existen asesinos a sueldo. Linklater sugiere a través de su personaje que ese oficio de no ser inexistente al menos es improbable. Sostiene, en la película y en algunas entrevistas, que es una fantasía popular, y añade que el cine ha ayudado a delinear esa figura. La inclusión de un clip veloz con heterogéneas películas del género, y no solamente estadounidenses, funcionan como una prueba lacónica. Puede que sea así, puede que no, pero esa incursión en el crimen introduce el género policial al relato, como asimismo lo que pasa entre Gary y una joven mujer casada que desea terminar con la vida de su marido matiza la trama con elementos propios de las comedias de segundas nupcias característico de la era clásica del cine estadounidense.
Lo más hermoso de Cómplices del engaño radica en observar la inmediata química entre Gary y Madison, la cual puede asemejarse a la de Jessie y Céline cuando por primera vez se cruzan azarosamente en un tren con destino a Viena. Es un enamoramiento problemático: ella cree que él es Ron, el asesino, no Gary, el profesor universitario. ¿Cuánto puede sostenerse una mentira? El guion saca provecho de ese punto de partida. Hay varios giros narrativos, tal vez previsibles, cuya astucia mayor no pasa por la deriva de los acontecimientos sino por los atributos ambiguos de la identidad de los involucrados.
A Linklater le ha interesado explorar en reiteradas oportunidades la vida de personas comunes que son partícipes de situaciones extraordinarias. En Bernie tomó el caso de Bernie Tiede, subdirector de una funeraria, ciudadano querido por toda la comunidad que mató a su mujer y tras hacerlo pudo convencer por un buen tiempo a sus vecinos y conocidos de que su esposa seguía viviendo con él. Una temática ominosa como la descripta la tiñó de comedia, una operación similar a la que pone en funcionamiento en Cómplices del engaño, cuya inspiración es también una historia real. La ilegalidad y la suspensión de la moral fascinan silenciosamente al cineasta, como también puede advertirse en una de sus mejores películas, La pandilla Newton, otro relato que se sirve de un hecho real. Sin embargo, los cuatro hermanos que robaban bancos en la primera mitad del siglo pasado no disparaban a nadie e intentaban solamente llevarse el lucro de los guardianes del dinero ajeno y no los ahorros de los clientes.
Ninguna película de Linklater descuida la palabra. La acción para Linklater proviene del habla. En ese sentido, Cómplices del engaño puede ser la puesta en escena de la imaginación de algunos de los personajes de Despertando a la vida, gran película en la que la conversación es constante mientras un personaje que sobrevuela el mundo de los vivos se esmera en distinguir entre la conciencia de vigilia y la del sueño. Que, en esta ocasión, se trate de un caso real no es un impedimento para desarrollar la filosofía especulativa pop que puede adscribírsele a Linklater y que depende del lenguaje. De lo que se trata acá es de lo que se enuncia en un diálogo inicial entre la exmujer de Gary y él, a propósito de la posibilidad real de cambiar que tiene un hombre o una mujer a lo largo de una vida. Los resortes de la personalidad es lo que estudia acá Linklater, inclinándose ligeramente a la indeterminación del yo. En vez del descubrimiento del verdadero yo, prefiere su invención. Por cierto: no hay planos secuencia para seguir la conversación de los personajes. El convencional plano y contraplano es la gramática elegida para los diálogos, siempre ingeniosos y sugerentes, cuya duración sí es extraña respecto de las convenciones del cine estadounidense.
Sería injusto omitir el notable trabajo de Glen Powell como Gary, quien coescribió el guion con Linklater, y cuya interpretación no es distintiva por la cantidad de personalidades con las que inviste a los asesinos, sino por la paulatina intersección de temperamentos entre Gary y Ron. La amalgama entre su yo “verdadero” y uno de sus personajes ocasionales se verifica en su asertividad. Es ese atributo el que puede constatarse empíricamente, cuando el yo de la ficción que encarna empieza a fagocitar al yo de Gary. Hace más de un siglo que esta forma de concebir al sujeto circula en boca de quienes tienen el oficio de pensar. ¿Una moda? ¿Una tendencia? La contingencia del yo es la figura que emerge en esta comedia del hijo dilecto de Austin, Texas.
Cómplices del engaño / Hit Man, EE.UU., 2023.
Dirigida por Richard Linklater.
Escrita por R. Linklater y Glen Powell.
*Publicado con otro título por Revista Ñ.
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