CONQUISTA DE LO INÚTIL
UN TRAVELLING DE HERZOG
Por Roger Alan Koza
Los diarios son un género literario extraño. Un antiquísimo libro como Las confesiones es un antecedente de cómo desplegar (e inventar) la intimidad en prosa, reconociendo, a pesar del supuesto carácter de privacidad, un lector privilegiado, el Altísimo en el caso de San Agustín, y un imaginario lector desconocido, en el caso de cualquier escritor ligado a esta tradición literaria. Nadie escribe porque sí, y menos aún sin el deseo de que las pupilas de un Otro potencial reparen sobre las páginas que ya no están en blanco.
Los diarios de filmación no siempre suelen ser interesantes, y hasta cierto punto pueden ser insignificantes en términos literarios. Pero Conquista de lo inútil (Diario de filmación de Fitzcarraldo) más que un diario de filmación es la expresión subjetiva de Herzog. Abarca un tiempo específico (desde junio de 1979 a noviembre de 1981) y coincide, azarosamente, con los preparativos de una película y el rodaje de la misma.
No es cualquier película. Es Fitzcarraldo, una de las grandes películas de Herzog, en donde un hombre enamorado de la ópera atraviesa la selva peruana transportando un barco. Una empresa delirante, una proeza hiperbólica y ridículamente sublime. Leyendo las 272 páginas de Conquista de lo inútil más que aprender sobre los secretos de un rodaje se entrevé una mirada filosófica.
El cine de Herzog ha sido desde sus inicios una peregrinación en los límites de la civilización, lo que en su perspectiva es también un paso más allá de la razón. La locura, fenómenos extremos de la naturaleza, comunidades heterodoxas, utopías dementes constituyen los tópicos dominantes de su cine. Este diario abandonado, crónicas que Herzog describe como “paisajes interiores, nacidos del delirio de la jungla” y que revisita recién en 2004, momento en el que se publica, incluye transcripciones de un discurso filosófico desordenado aunque coherente en el que se destila una suerte de naturalismo darwinista poético cifrado en una curiosidad extrema, matizado por un pesimismo discreto. Dice Herzog: “La selva, exclusivamente en el presente, si bien está involucrada en el tiempo, permanece por siempre sin edad. Para todo ello algo como la justicia sería una contradicción”.
No obstante, el animal preferido de Herzog, tanto en el libro como en sus películas, es el hombre, esa criatura definida por el habla y el uso del pulgar. Herzog permanece atento a las diferencias culturales. La selva peruana, algunos viajes a países limítrofes de Perú, incluso ciertos pasajes en los que Herzog está en EE.UU. funcionan como datos empíricos para un ensayo lúdico sobre la naturaleza humana. “La vida, esa pasión inútil” (la pretérita provocación de Sartre) podría ser un lema de su escritura. Así, Kinski, el intérprete principal de la película, compite en importancia con la selva, las mujeres indígenas dan de mamar a los chanchos y a los perros, los resabios coloniales se materializan. Escribe Herzog: “Un sector de la asamblea se levantó con una hostilidad que yo sólo conocía por los relatos de antiguos navegantes, con la diferencia de que los nativos llevaban remeras con «John Travolta Fever» y «Disneyland»”.
Quienes busquen una meditación sobre el arte cinematográfico poco encontrarán en Conquista de lo inútil. El término plano, concepto cinematográfico por excelencia, rara vez es empleado por Herzog, excepto cuando imagina algunas panorámicas sobre la selva. Este diario de filmación contiene algunos chismes (sofisticados): Coppola, Jack Nicholson, Glauber Rocha, Syberberg, entre otros, aparecen en estas páginas, incluso Jagger, quien participó en el rodaje, aunque finalmente las escenas que involucraban al cantante de los Rolling Stones quedaron descartadas. Hasta el gordo Porcel y Olmedo forman parte del elenco impensable de este libro apasionante, un libro que conjura, en su lectura, “la fatiga de los hombres, la carga de los sueños y los suplicios del tiempo”.
Conquista de lo inútil (Diario de filmación de Fitzcarraldo), por Werner Herzog, Editorial Entropía, Buenos Aires, 2008, 272 páginas.
Esta crítica fue publicada por el diario La Voz del Interior durante el mes de julio 2009.
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