CONTRACAMPO: CUANDO LAS NUBES ESCONDEN LA SOMBRA
No hay colectivos, no hay taxis, no hay ubers. Tras un vuelo desde Buenos Aires y un barco movedizo, María llega y parece que en Puerto Williams no hay nada. No está ni el equipo de filmación con el que se supone que debería trabajar. Cuando las nubes esconden la sombra es una de esas películas del género “personaje llega sólo a un pueblo desconocido y pasan cosas”. Pero en este caso, con una salvedad: al personaje de María las cosas ya le sucedieron. Hay pena del pasado que, con cada encuentro con los personajes de esa población, va saliendo poco a poco del fuera de campo. Torres Leiva es un cineasta de la catarsis.
La espera deriva en paseo, el paseo en ocio, y el ocio en imaginación. María se inventa el hobby de registrar sus caminatas con una grabadora de sonido, un artefacto que registra los ambientes de los paisajes de montañas, lagos y campos llenos de caballos y potrillos. Pero que también la escucha a ella, casi tanto como los pobladores de Puerto Williams. Todos los personajes que se encuentra María parecen vivir con la experiencia del viaje encima. Y no es para menos, Puerto Williams y toda la Isla Navarino son parajes de navegantes. El agua separa los territorios: en la ribera del Canal de Beagle conviven la armada chilena y la población civil; mientras que detrás del Río Ukika se reparte lo que queda de la comunidad Yagán. La historia de este remoto lugar de exploradores, científicos y conquistadores, parece permear en la sensibilidad de sus pobladores. Unos kilómetros más al sur de Ushuaia, Torres Leiva retrata otro fin del mundo, con su gente del mar, mujeres y hombres marcados por la soledad, pero siempre abiertos a la curiosidad y entregados a la conversación.
Cualquier situación en esta película significa una oportunidad para hablar a corazón abierto, ya sea una espera en la guardia de un hospital o un viaje en auto con una desconocida. Las escenas se resuelven en uno o dos planos; con imágenes siempre cuidadas y económicas, que cortan en el momento justo en el que aflora una nueva emoción escondida. No hay ampulosidad, sino tacto para poner la cámara en un lugar preciso y siempre cercano que deja traslucir lo que cada encuentro azaroso significa para María. Torres Leiva es un cineasta que cree en el espesor de los sentimientos de sus personajes: una voz quebrada por el llanto contenido no representa la consecuencia de una acción dramática; acá la lógica es otra. En Cuando las nubes esconden la sombra los arrebatos de emoción son como notas nuevas que emergen de una pieza musical, pero que parecen haber estado siempre ahí, esperando aparecer entre el resto de los arreglos. Esta no es una película llevada adelante por acciones, sino por distintas emociones. Mayormente, desahogos llenos de verdad.
*Texto publicado originalmente en el catálogo de CONTRACAMPO.
Tomás Guarnaccia / Copyleft 2024
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