COSMOPOLIS
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
TODO LO ABSTRACTO NO SE DESVANECE EN EL AIRE
Cosmopolis, Canadá-Francia-Portugal-Italia, 2012
Escrita y dirigida por David Cronenberg
**** Obra maestra
Otra película clave de David Cronenberg, destinada al menosprecio y a la incomprensión, un film de una solidez formal admirable, el que materializa la era del capital abstracto y su correlato subjetivo.
Cosmopolis no es la película ideal para las amantes teens del vampiro de Crepúsculo, aunque el film de Cronenberg es tan crepuscular como aquél y el personaje de Pattinson, Eric, bien podría considerarle como un vampiro, pero de otra estirpe. Eric pertenece a esa élite planetaria empresarial, los amos del capital financiero, que sin trabajar fácticamente duplican sus ganancias desde un ordenador y que también succionan virtualmente la vida de miles de criaturas inocentes. “Hay un espectro en el mundo y es el del capitalismo”, se puede leer en un cartel luminoso al promediar la película. Cronenberg en una entrevista al canal oficial del festival, insistió con esa cita, la que proviene del libro pero que él subscribe y entiende como el contexto de su película.
Basada en la novela de Don DeLillo de título homónimo, el motor de la trama pasa por el intento de Eric Packer de cruzar Manhattan en su limusina para cortarse el pelo. Es un día de protestas y de embotellamientos: el presidente visita Manhattan. Así, lentamente, avanza la carroza blanca millonaria y distintas personas vinculadas a Eric se suben al auto: allí se puede desde discutir el destino del euro, tener sexo con una amante pretérita de alto vuelo (Juliette Binoche) o ser examinado por un proctólogo. En el final Eric tendrá un enfrentamiento con un (des)conocido. Tal vez pierda la vida. (Su posible asesino, como él, se descubrirá un poco antes de que el suspenso alcance su mayor tensión, tienen próstatas asimétricas. La fijación de Cronenberg con el ano merece un estudio aparte, pero no es aquí el momento indicado)
Cosmopolis exige demasiada atención; para ciertos colegas eso significa tener permiso para decretar la pretensión intelectual de Cronenberg como excesiva, incluso insinuar que ese juego con el Logos no es otra cosa que una cortina de humo: el film no cuenta nada, o en él nada sucede, excepto por unos agentes discursivos que poco tiene que ver con personajes. En verdad, en Cosmopolis sucede de todo y por todos lados. Es cierto que los escenarios son escasos: una limusina, una librería, un taxi, una discoteca, un departamento, una plaza con una cancha de básquet. De allí que los críticos más agudos han insistido, como si se tratara de un carácter negativo del film, la propensión teatral de Cosmopolis. La película podría ser –según ellos- una obra teatral, una suerte de teatro cartesiano y marxista, divida en actos en donde Eric discute y expone sus prácticas y un “teórico” le explica qué piensa y lo cuestiona.
Sin embargo, la propuesta de Cronenberg es antiteatral por excelencia. El universo blindado de la limusina, al inicio presentada en un plano secuencia que recorre el perímetro del vehículo, no es meramente un reducido topos del encargado del diseño de arte. El vehículo es una metafísica de la abundancia ilimitada, la del capitalismo del XXI, y sus interiores constituye la segunda naturaleza y piel del protagonista. Todo es táctil y deleznable. Tal como sucede en la novela, Cronenberg reproduce el grado cero de sonido exterior que Eric busca obtener dentro de su automóvil. El mundo exterior debe enmudecerse y en lo posible desaparecer. Los vidrios polarizados, no obstante, funcionan como pantallas. Incluso lo real que se introduce desde la ventana adquiere un semblante de imagen reproducida, una distancia aséptica. En ese sentido, Cronenberg aprovecha a fondo el embotellamiento y la obligada velocidad mínima con la que se desplaza la limusina. Las ventanas introducen así una profundidad de campo de lo real, pero como si ésta estuviera mediada por pantallas. Lo que vemos es una variedad asombrosa de episodios sociales: protestas varias, anarquistas colerizados, pobreza, incluso se verá a un personaje clave retirando dinero de un cajero automático.
Esta dicotomía entre lo cerrado y lo abierto, entre la pulcritud de cristal y la amenaza distópica y caótica (el excedente de la riqueza) conforma otro discurso, una variación visual sobre lo que algunos personajes van diciendo en tono “académico”. La psicología de Eric sostenida en un consumo infinito y en el mero capricho (comprar una catedral, por ejemplo) es el reverso del exterior consumido. Naturalmente, el instante consciente y clave ideológicamente funciona en boca del personaje de Samantha Morton, encargada del departamento de Teoría. “La función narrativa del dinero ya no funciona” dirá. La tesis: el tiempo ha dejado de sujetarse al dinero sino que el dinero es en sí el horizonte de todo, incluso del tiempo. A su vez, la acumulación se ha liberado del papel impreso. La abstracción domina el imaginario de Eric.
En síntesis: interesante decisión tomada para un film que por su voluntad de respetar la descripción de la novela la absorbe a través de un travelling de tortuga. La lentitud, en este contexto, es una transgresión, y así Cosmopolis es una experiencia claustrofóbica en cámara lenta, que ni siquiera sus decisiones de encuadre y lentes habrán de variar.
Si en Un método peligroso Cronenberg proponía una genealogía elegante del discurso psicoanalítico y la cartografía mental del siglo XX, en Cosmopolis el realizador sintetiza la subjetividad capitalista de este siglo digital.
Esta crítica fue publicada en este blog durante el mes de mayo 2012.
Roger Koza / Copyleft 2012
Una vez tuve un alumno yanki de nombre Nathan: tipo educado, universitario, treintañero que después del 11 de septiembre del 2001 quería matar a todos los árabes del mundo por lo que se puso a investigar un poco acerca del tema… esa investigación lo llevó, entre otras cosas, a descubrir -vía google- cuales habían sido las políticas externas de su país en los últimos 50 años y como ese «ataque» fue más bien una reacción que una acción. Se sintió entonces estúpido porque consideraba que su país, su «sistema» más bien, lo había engañado como a un chico todos estos años y de la peor forma. Por lo tanto, de querer matar árabes, pasó a querer matar yankis a granel y se transformó en el típico «american» con vergüenza de ser «american». Lo interesante es que cuando yo le preguntaba que qué hacía él al respecto ahora que sabía medianamente la «verdad» acerca de su sistema, orgulloso me decía que iba a todas las manifestaciones «anti-bush» habidas y por haber etc etc… a lo que yo le solía decir «ok, pero después de la manifestación anti- bush, de seguro que volvés a tu casa en tu auto último modelo cargando nafta recién sacada de irak y al llegar, prendés la compu último modelo, después de mensajear quizás a otro manifestante con el celu último modelo, para prender el aire acondicionado último modelo de tu casa si hace calor y abrir la heladera y tomarte un par de cervezas bien frías gracias a los sistemas de refrigeración último modelo conque la tecnología de tu país te beneficia; es decir, después de la manifestación ‘anti-sistema’, volvés a disfrutar -¿paradojicamente?- el CONFORT que ese sistema te otorga». Él no me decía nada, se ponía colorado y de hecho, se mudó a vivir a Bs. As.
La cosa es que esta película -que es un buen ejemplo de como arruinar un buen libro- no pasa mucho más allá que eso: Cronemberg habla (de manera «reveladora» según él y he ahí lo fallidamente pretencioso de su film) de un «espectro» que hace (muy) mucho dejó de ser uno. De hecho, este personaje de pattinson es como una muy mala caricatura de aquel memorable Gekko de Douglas donde sí, el «capitalismo virtual» era una especie de novedad al menos cinematográficamente hablando. Toda la crítica al capitalismo virtual y/o empírico que hace supuestamente la película es tan obvia que por momentos aburre en extremo. Por eso la película es tan anacrónica que de (querer ser) reaccionaria pasa a ser, por momentos, infantil: de ahí que ese «sistema» que tan ocultas había tenido sus verdaderas intenciones para mi amigo nathan, en el fondo, es tan obvio que linkeando 3 páginas en google queda al descubierto: por eso coincido en un 200% acerca de la «cortina (venta) de humo» que es esta película.
Estéticamente Cronemberg siempre es impecable, pero, esta película es «tan» propia de «un» canadiense burgués, intelectual, ricachón, con pose de anti-sistema pero que vive muy bien de ese sistema que critica (haciendo una pose intelectual del mismo) que por momentos se vuelve intolerable: es tan obvio todo lo que muestra mostrándolo con máscara de revelación que, sinceramente, no termina por concretarse más allá de una «gran venta de humo».
Quizás si esta película hubiera sido hecha antes o durante los tiempos de la película de Oliver Stone, otra sería su recepción: acá, que me ponga a un chico hacker, pelilargo, de veinte años que factura millones simplemente usufructuando un lenguaje informático que muy pocos pueden o saben leer, y venderme eso como una lección reveladora de «subjetividad capitalista de este siglo digital» me parece muy caruso lombardi diciendo que iba a salvar del descenso a san lorenzo.
Saludos
Siempre es fascinante como de una cosa, en este caso una película, se obtienen opiniones tan dispares. ¿Dónde está la verdad? ¿Cada cual tiene la suya? ¿Hay de donde agarrarse para decir estas tres o cuatro cosas escapan a «la opinión»? Por mi parte, no voy a escapara a dar la mia; la verdad es que a los 20 o 30 minutos, decidí dejar de verla. Nada me interesó de todo lo que hasta ahí expone Cronenberg. Me parece que entre otras cosas, por aquello que dice Gros en relación al anacronismo del film. No es la «marca de autor» llamada «frialdad» de Cronenberg. Creo que Crash era un film frío pero que hervía por dentro (y no hablo por el contenido); en cambio éste, (hasta los 30 minutos que vi) me pareció que sólo se dedica a dar impresiones de unos personajes que no llego siquiera a conocer, menos entender y/o querer. Conociendo a Roger y su coherencia y creencia en lo que escribe, me tienta a volver a verla; mejor dicho a terminar de verla. Aunque este fin de semana viene cargado de Favio y dudo bastante. No se. En todo caso está bueno el nivel de discusión que se da en este sitio, a diferencia de otros.
abrazo.
que buena la crítica, Roger. Cuando un amigo me preguntó que me había parecido le dije que me había parecido también una obra maestra, y que percibí al Cronenberg de antes, solo que sin los elementos fantasticos. Segundos después me quedé pensando. ¿Realmente ha corrido lo fantástico en este film? Ahora lo dudo, y creo que no.
Saludos
Mariano, Gustavo y Matías: en la esfera del gusto todos tenemos razones para entender y atender qué le pasa a cada uno respecto de lo que ve; para mí se trata de un orden de análisis legítimo pero no definitivo. Después viene otra dimensión en donde se puede incluso ir más allá del propio gusto e intentar una aproximación al objeto (el film). Es un procedimiento paralelo.
Vi Cosmopolis en Cannes a las 8.30hs. Para llegar a las 8.10, momento en el que cierran el acceso, tuve que levantarme a las 7.20. Ese día fue cuando escribí, en la madrugada, mi defensa al último film de Reygadas (terminé como a las 4.30am). Había dormido muy poco, pero admiro profundamente a Cronenberg y no sólo tenía que estar allí por mi compromiso estético. Vi el film y no supe literalmente qué pensar. ¿Era genial? ¿Un film fallido? Sabía que había visto algo que me desafiaba y no se parecía a nada. Y de pura suerte, tenía libre de 12.30 a 15hs. Y entonces fui a verla por segunda vez. Dos horas más tarde estaba sentado viéndola por segunda vez. Y vi otro film, y encontré en la frialdad de siempre la temperatura justa del film, su indignación concentrada frente a la era de la abstracción en todos sus órdenes. Es un film muy personal para Cronenberg, algo que le importa.
Es cierto que es anacrónica, pero también lo eran Spider y Un método peligroso. Cuando vi esos dos títulos en su momento también tuve que atravesar una resistencia que no supe identificar y que aún hoy desconozco la razón de mi impericia para encontrar con esos filmes.
Estoy seguro de que las películas de Cronenberg son únicas. Ya no quedan cineastas como él. Un método peligroso es extraordinaria, pero esa cualidad está oculta. Temo que en esta pasa lo mismo. Y en Spider también sucedía.
Una de las películas que más he visto en los últimos años es Spider. ¿Quince veces? ¿Veinte? Conozco plano por plano el film. La inteligencia de su construcción es admirable, y me gustaría hacer lo mismo con Cosmopolis y Un método peligroso. Mis tiempos son fatales.
Francamente, veo una sola película entre las tres que nombré, o el desarrollo de una obra completa, todavía, y por suerte, en pleno desarrollo.
Pero sé que Cosmopolis será odiada, incluso por los fans de DC. Para mí se trata de una película intempestiva. Es del futuro, del presente y del pasado. Y no tengo duda de su relevancia política. Ya en Existenz, Cronenberg entendía el advenimiento de la abstracción como un régimen de organización del mundo, una experiencia cognitiva de la nueva ontología digital. Aquí lo despliega enteramente.
Si tengo la verdad (y Matías conmigo), si la tiene Gustavo Gros, o mi querido colega de Bariloche,Mariano, tal vez poco importe. La verdad es un concepto extraño pero no debe desdibujarse del todo, y menos aún en la discusión estética contemporánea. En esto estoy con Prividera hasta los tuétanos. El subjetivismo radical es insuficiente para ver, pensar y discutir un film.
Puedo aceptar el perspectivismo nietzscheano, pero eso no implica dejar de ir a fondo en una perspectiva e intentar sugerir que en ella el objeto de estudio se ve en toda su dimensión. No peleo por mi verdad pero sí en acceder a una verdad de un film, y eso me resulta imposible sin la conversación con otros, quienes me permiten dudar de mis certezas.
Saludos a todos.
RK
Extraordinario film de Cronenberg, en el sentido cabal del término. Y esto a pesar, de que, confieso, me sentí a veces un tanto abrumado por la discursividad de sus criaturas, que son criaturas más que personajes. Nadie más que Cronenberg puede hacer hoy un film como éste. Deslumbrante en su puesta y terrorífico en sus sentidos, preciso hasta el más mínimo detalle y ligeramente melancólico en el tono con el que se aborda el pasado o lo pasado.
El interés, el pensamiento, las ideas que se despliegan en el film son también emociones, no acuerdo con la noción de que se trata de un film frío o que se percibe vacío detrás de su intelectualidad aparente, entiendo que se ponen en relación ritmos contradictorios que en el film se integran o se complementan de una manera insólita pero muy eficaz en torno de las figuraciones personales o intelectuales que se despliegan. Si la materialidad del capital ha perdido su sustancia y nuestra propia percepción del tiempo se transfigura, Cronenberg parece capaz de hacer cine con esto y contarnos lo inmediato y sus restos y de sostener hasta el final una tensión entre tiempo y palabras cuyos extremos resultan irreconciliables.
Gracias Scotti. RK
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Querido Roger, estoy completamente de acuerdo con tu mirada sobre la película. No se me había ocurrido pensarla en continuidad con Spider y Un método…, me devolvió más bien a la obsesiva reflexión sobre la animalidad y la técnica de Crash, ExistenZ y hasta Videodrome y La mosca, pero puede que tengas razón. Por suerte, es una película todavía en construcción..
Hay algo inquietante que quizás entiendas mejor que yo en esta película. El viaje suicida de la limousine no es sólo hacia los suburbios, sino también hacia el pasado. Alguien, no me acuerdo quién, escribió que la peluquería funcionaría como el equivalente del Rosebud de Welles. Me parece una buena comparación, pero eso significaría que Cronenberg es ahora nostálgico del pasado (de un pasado también capitalista pero, digamos, más «humano»). Eso sería una novedad respecto a la serie de películas que me evocó. Claro que es una nostalgia sin esperanza: no hay nada en ese pasado, es otro fantasma. Pero igual su sola evocación es curiosa de parte de Cronenberg.
En fin, gracias amigo por tus textos, siempre me ayudan a pensar.
Un fuerte abrazo