COSTA DA MORTE
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
EL PLACER EN LA MIRADA
Costa da Morte, España, 2013
Escrita y dirigida por Lois Patiño
*** Hay que verla
La ópera prima de este joven director español es la prueba que el placer visual es todavía una posibilidad legítima en el cine y que el asombro perceptivo no debe circunscribirse a los efectos especiales.
Para los que tienen la suerte de viajar en avión y son curiosos, mirar por la ventanilla ofrece siempre una perspectiva inusual: los paisajes son inmensos y la presencia humana diminuta. La distancia promueve una mirada colosal: el punto de vista es el de un gigante que observa las ciudades y los pueblos como si fueran de juguete.
En Costa da Morte el joven realizador Lois Patiño se ha animado a filmar toda una película en panorámicas y planos generales sobre una región marítima de Galicia. Los primeros protagonistas del filme son el mar, las montañas, los bosques, las praderas. El paisaje es la estrella del filme, un ecosistema variado que incluye, naturalmente, a los hombres. Nuestra especie cumple visualmente un rol secundario. Los hombres son figuras liliputenses; a veces se los ve pescar, apagar incendios, caminar al lado del mar, participar de fiestas populares, recoger frutos del mar. A diferencia de la lejanía vertical que propone la perspectiva desde un avión, la vasta mirada desplegada por el filme es horizontal.
En el cine, la panorámica suele ser un tipo de plano transicional: de una escena a otra, se ve un acantilado en un atardecer, una suerte de separador que indica cambio de espacio y tiempo. A veces la panorámica tiene una función descriptiva e informativa: en las películas de guerra, por ejemplo, el espectador puede constatar en un segundo la diferencia entre dos ejércitos. Patiño elige la panorámica como su gramática dominante, y eso implica para el que mira una modelización sensible de sus hábitos perceptivos. Por lo pronto: el plano se emancipa de un centro específico. La totalidad del encuadre adquiere importancia y todo es susceptible de ser contemplado. En este sentido, Costa da Morte desobedece el mandato técnico de nuestro tiempo: lo sensorial y el estímulo perceptivo no pasa por hinchar lo real en 3D sino por reinventar una forma de mirar justo cuando la panorámica en el cine estereoscópico digital tiende a distorsionar las relaciones entre la figura humana y el espacio abierto. La película de Patiño es un acicate para descubrir el placer de mirar.
Pero no todo pasa por la agudización del sentido de la vista. La dimensión humana irrumpe por la voz. Patiño incluye por primera vez en su cine de panorámicas sobre paisajes un conjunto de diálogos amables que resignifican la mudez y belleza del territorio gallego. En esas conversaciones hay mitos, viejas historias y anécdotas, y no faltan la sorpresa, el misterio y el humor. Ver y escuchar, imagen y sonido, registro y ficción: así se organiza dialécticamente el filme de Patiño, que no es ni un documental ni una ficción.
En tiempos en los que el desprecio, la misantropía y la pirotecnia visual cotizan altísimo en el cine, una película como Costa da Morte es un pequeño milagro.
Esta crítica fue publicada en el diario La voz del interior durante el mes de agosto 2014
Roger Koza / Copyleft 2014
Es una película con una gran coherencia formal. Prácticamente desde la primera secuencia hasta el final, con pocas excepciones, predominan los planos generales que retratan los grandes espacios abiertos que dan identidad a Costa da Morte. Casi lo único que está en “primer plano” es el sonido de los diálogos. Estos diálogos han sido filmados y editados con originalidad: mientras vemos bastante alejadas de la cámara a las personas que hablan, sus palabras suenan como si las tuviéramos al lado. Los diálogos tienen otra virtud: dan un toque de humor al filme y generan un cambio de tono con esas secuencias. Al bucólico retrato de los bosques y las costas marítimas neblinosas, se le intercalan reflexiones y datos históricos que mueven a la risa.
La forma en que son filmadas las personas son extrañas y originales. Estamos acostumbrados a que un diálogo se capture con la cámara a través de un plano medio o un primer plano. Casi siempre se trata que los rostros con su gestos, acompañen a las palabras. Pero en Costa da Morte, no vemos esto. Los diálogos se escuchan y las personas se ven muy lejos de la cámara, y queda a la imaginación del espectador el retrato del rostro. Las palabras además, aportan información sobre el espacio captado, leyendas, anécdotas y datos científicos se van desgranando para dejar constancia que estamos viendo un paisaje con identidad propia.
Hay otro mérito importante en este filme: el registro de los trabajos al aire libre, que están integrados al paisaje a la vez que lo modifican. Las duras faenas de leñadores, pescadores y recolectoras de mariscos, desmitifican el entorno, que sin la presencia humana parece pecar de demasiado paradisíaco.
Son todas estas formas de registro, las que evitan que Costa da Morte sea un filme turístico, y por el contrario, se constituya en un original testimonio de un espacio y las personas que lo habitan.
Genial…es todo lo que uno necesita saber para tener muchas ganas de ver una pelicula.
No se perquè pero me recuerda a un documental italiano -cuyo nombre no recuerdo- que vi en el anteùltimo BAFICI.