CRÍTICAS BREVES (03)
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
Poesía para el alma / Shi, de Lee Chang-dong, Corea del Sur, 2010 (****):
Es comprensible que se crea que el lenguaje sirve esencialmente para comunicar. Noción pragmática, concepción incuestionable del sentido común: hablamos y escribimos sólo para entendernos. Pero el lenguaje es algo más. Determina nuestra experiencia de estar en el mundo, define secretamente nuestra percepción y nuestra relación con las cosas, constituye quiénes somos. No es extraño entonces que Poesía para el alma, originalmente “Shi” (sólo “Poesía”), se articule filosóficamente a propósito de dos situaciones: una mujer de 66 años empieza a olvidar algunos términos. Su médico no tardará en decirle el nombre de su problema: Alzheimer. Al mismo tiempo, Mija, que trabaja de asistente de un discapacitado de su misma edad, se anotará en un curso de poesía. La doctrina elemental de su profesor se sintetiza así: “Para escribir poesía hay que ver. Lo más importante en la vida es saber ver”. No son sólo las palabras del maestro, también expresan la concepción de Lee Chang-dong, el cineasta contemporáneo más importante de Corea del Sur. En efecto, para ver (y hacer) cine hay que aprender a ver. El plano inicial combina serenidad y espanto: sobre las tranquilas aguas de un río viene flotando un cadáver. En menos de 10 minutos, Lee orquestará situaciones, eventos y detalles: la progresiva enfermedad de Mija, el nieto enajenado que vive con ella, su paciente, el suicidio de una adolescente, la madre de la adolescente, la investigación policial están finamente urdidos en la trama desde el comienzo. Un ejemplo: no es casual que “cartera” sea una de las primeras palabras olvidadas por Mija. Sociología imperceptible pero señalamiento lúcido: la relación con el dinero atraviesa la conducta de todos los personajes, de lo que se predica una mirada crítica sobre la sociedad coreana. La sentencia de Hölderlin “poéticamente el hombre habita sobre la tierra” alcanzará su magnificencia en los últimos 7 minutos. Dos voces “leerán” una poesía. Dado que el lenguaje puede ser música, Lee jamás impone emociones a través de una banda de sonido. Las palabras y las imágenes son casi siempre suficientes, hasta pueden materializar un fantasma y conjurar su tristeza.
Las acacias, de Pablo Giorgelli, Argentina-España, 2011 (***):
El plano general en contrapicado sobre un bosque de acacias abre la película de Pablo Giorgelli. El plano final es un sostenido primer plano sobre el rostro de uno de sus protagonistas, un camionero, que suele viajar desde Paraguay llevando troncos de ese árbol magnífico y noble. Los 80 minutos entre un plano y otro son discretamente extraordinarios. Del inicio al final, se podrá verificar la mutación silenciosa de Rubén, el solitario conductor de esta road movie, transformación jamás subrayada, siempre sugerida y, fundamentalmente, involuntaria. Serán una mujer paraguaya y su hija de 5 meses los motivos y estímulos de su cambio. Respondiendo sin mucha convicción al pedido de un amigo, Rubén llevará a Jacinta y Anahí a Buenos Aires. En un par de días de viaje, la cabina de su viejo Scania anaranjado se transfigurará en un heterodoxo escenario amoroso. Las acacias limita su acción a una tarea casi científica: detectar y seguir el nacimiento de los sentimientos. Giorgelli demuestra que es posible filmar la ternura sin efectos especiales. Nada de música, pocas palabras: se trata de esperar el gesto amoroso y la invisible vibración afectiva que se erige en el espacio que va de un cuerpo al otro y los afecta. Así, ni siquiera los paisajes distraen, excepto, quizás, aquel en el que los tres protagonistas descansan frente a un río. Notable proeza: la dignidad de una mujer, la carencia afectiva de un hombre y la mera existencia de una bebé alcanzan para hacer buen cine.
Una misión en la vida / The Human Resources Manager, de Eran Riklis, Israel-Alemania-Francia-Rumania, 2010 (*):
La ganadora del premio del público en el festival de Locarno 2010 tiene un arranque poderoso: Yulia, inmigrante de algún país ex comunista de Europa del Este (no se especifica, pero es Rumania) y empleada extranjera de una empresa panadera en Jerusalén, muere en un atentado suicida. Un cheque la vincula con la compañía, lo que lleva a un periodista a publicar una historia sobre el maltrato de las empresas con los extranjeros. El director del departamento de Recursos Humanos intentará frenar la arremetida amarillista y terminará involucrado con el destino de los restos de la víctima en un viaje a través de la tierra de la difunta acompañado de su hijo adolescente. Algunas secuencias formalmente interesantes y elementos iniciales de la trama, como cuando el gerente entiende las razones del despido de Yulia, o el registro general de la vida cotidiana de Jerusalén, van desdibujándose a medida que el relato avanza. La transformación de un drama sugestivo en una comedia picaresca, que intenta ser una crítica de la burocracia y una alegoría sobre la condición errante del pueblo judío, todo matizado por el humanismo elemental característico del cine de Riklis, no alcanza para redimir un guión descabellado poblado de lugares comunes y estereotipos
Todas las críticas fueron publicada por La voz del interior entre noviembre y diciembre 2011
Copyleft 2011 / Roger Koza
Es comprensible que se crea que el lenguaje sirve esencialmente para comunicar. Noción pragmática, concepción incuestionable del sentido común: hablamos y escribimos sólo para entendernos. Pero el lenguaje es algo más. Determina nuestra experiencia de estar en el mundo, define secretamente nuestra percepción y nuestra relación con las cosas, constituye quiénes somos. No es extraño enton
todozs esos aÑOS estudiando filosofía para terminar con estas frases hechas de la Escuelita de periodismo?
No he estudiado periodismo, pero no lo desprecio. No creo que mi afirmación sobre el lenguaje sea un lugar común. Tampoco creo que gente como Wittgenstein, Brandom y Gadamer, por citar tres filósofos distintos entre sí pero que comparten una visión del lenguaje parecida y en consonancia con lo que yo dije en la crítica, pertenezcan a una escuela de periodismo o se estudie sobre ellos en esas escuelas. Perdón: podés seguir tirando fruta envenenada. Todo bien. RK