CRÍTICAS BREVES (11)
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Rl camino de Meek/ Meek’s Cutoff, Kelly Reichardt, EE.UU., 2010 (***)
Por Roger Koza
La cuarta película de Kelly Reichardt confirma su lugar en el contexto del cine independiente estadounidense: es ella la directora por excelencia. Después de calibrar sutilmente los efectos psíquicos y sociales del difuso movimiento libertario de los sesenta en Vieja alegría y sopesar luego el malestar socioeconómico contemporáneo en la extraordinaria Wendy y Lucy, Reichardt elige un hecho verídico que tuvo lugar en 1845 en Óregon como punto de partida de un relato en el que interroga esencial y oblicuamente el mito fundacional de su nación: inmigrantes blancos e indios, religiones caucásicas y creencias paganas, civilización y barbarie constituyen los ejes simbólicos de este western minimalista que remite en cierto sentido a Caravana de valientes. Como John Ford, Reichardt aprovecha el paisaje desértico como una prolongación de un paisaje espiritual: la aridez de la tierra es un correlato perfecto de la aspereza de un mundo simbólico aún en su fase preliminar y en vías de constitución. Todavía las “mujeres son el caos y los hombres la destrucción”. Tres familias viajan con sus respectivas carretas lideradas por un guía poco confiable llamado Meek. El camino (más bien el atajo) elegido por éste no parece ser el más apropiado y las provisiones no son suficientes, de tal modo que ni siquiera hallar un “manantial” de oro resulta providencial; la escasez de agua, en ciertas circunstancias, es un valor supremo. En este contexto, la aparición de un indio puede ser tanto una salvación como una maldición, y los viajeros discutirán al respecto, a veces en un tono radical. “¿Agua o sangre”. El camino de Meek es materialmente fascinante: los majestuosos planos generales, los elegantes fundidos encadenados, los travellings perfectos, la claridad y oscuridad justas de sus escenas diurnas y nocturnas son inolvidables; en algún sentido es una película táctil. La relevancia política del film excede al tiempo histórico en el que transcurre el relato y, como se insinúa en su último acto a través de un plano-contraplano mediado por el hueco de un árbol en el que una mirada sintetiza un dilema político, confiar o sospechar de quien se presenta como un Otro desconocido define la política pretérita y presente de un país demasiado complejo como Estados Unidos.
Roger Koza / Copyleft 2013
* Este lunes 25 a las 20.30hs, en el contexto de mi presentación del seminario El ojo soberano 2013, se exhibirá el film de Reichardt. El curso tendrá inicio recién el viernes 26 de abril.
Hermosa película, con uno de los mejores finales del cine reciente. De Reichardt me gustó mucho también OLD JOY.
Excelente también.
Cuando vi la película, además de disfrutarla, así, tactilmente, pensé que bien podría filmarse algo similar con la conquista del desierto patagónico. Conservo ese preciado DVD que conseguí de casualidad en un videoclub marplatense. Una de las grandes películas de la década.
Me acuerdo haber dejado un comentario a propósito de la mención de este film hace ya un tiempo en este mismo sitio. Creo que el fundido encadenado del principio es extraordinario, de una sutileza no común no sólo en el cine norteamericano sino, me atrevería a decir, en general. Un atardecer con sus nubes amarillas y algo lilas en el vasto espacio que hay que conquistar –la vastedad es uno de los núcleos productores del western– que va transformándose poco a poco en pradera con caballos. Cielo que se funde y pradera que asoma para dar lugar al jinete conquistador y sus carretas como íconos de la gesta épica del Oeste. Pero sin embargo en algún momento se pierden las coordenadas del camino (el guía blanco Meek no era infalible y su «agenda» no resulta del todo clara) y comienza la lucha por la supervivencia entre la falta de agua, las sospechas entre unos y otros, las palabras quizá paranoicas y vengativas del texto bíblico leído, la exposición «filosófica» del hombre como destrucción y la mujer como caos. Y el caos arremete, sí, mientras que el personaje femenino principal (Michelle Williams) a punta de escopeta se encarga de salvar al indio de las garras violentas de Meek que lo quiere exhibir como culpable de las situaciones desgraciadas que se suceden. Ella (Williams) no es la que restablece el orden sino la que lo suscita, y abre, al mismo tiempo, el espacio de la comprensión y acercamiento a ese Otro y sus saberes (el de la tierra, del viento, las lluvias, los caminos, los ancestros). Film sobre la construcción de la nación con sus ficciones, sus violencias, sus Otros que nunca dejan de serlo.
Así es, Ema. RK
Uno de los mejores finales que vi. Lo presentí: ¿!No me digas que va a terminar ahora? Y terminó, nomás. Y estaba perfecto.
Me pasó igual que a vos Pancho. Supongo que a muchos.
Gran final, de colección.