FICUNAM 2017 (02): REY
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
La percepción a secas, o la percepción de la Historia. Ya en Lucía el realizador chileno comprendía que la relación entre imagen e Historia se había vuelto ineludible. En aquel film la textura de la imagen también importaba, y en Rey, un viaje al pasado patagónico y al delirio de un europeo que quiso instaurar un nuevo reino en consonancia con las remotas creencias de los pueblos originales, las texturas de las imágenes son talismanes. Invocan sucesos olvidados, convocan a leer otra historia, con el auxilio de una mediación específica nacida a fines del siglo XIX: el cine, que alteró las reconstrucciones del pasado.
En 1858, un abogado del sur de Francia, Orélie-Antoine de Tounens, decidió partir para Chile con la descabellada idea de fundar el Reino de la Araucanía. De 1860 a 1878 fue rey, quizás proclamado con el consentimiento de los mapuches, a pesar de ser un winka, un hombre blanco. Dividida en varios capítulos, la mayoría vinculados al juicio por traición que este soñador anacrónico enfrentó ante el estado chileno, la película aprovecha los testimonios jurídicos para representar la aventura monárquica del acusado, a veces desde su punto de vista, y también el de su guía, un gaucho.
La fluidez del relato no prescinde de la puesta en abismo; la cadenciosa narración, que en ocasiones es intervenida con diversos materiales de archivo que sugieren concebir la Historia como una superposición de estratos de memoria, se despliega con elegancia e ingenio. Atallah puede incluir primerísimos planos de animales y flores, citar películas silentes, introducir registros documentales pretéritos, todas secuencias que enrarecen adecuadamente tanto las escenas del juicio como los recuerdos de la travesía de Orélie.
Así como las creencias autóctonas se representan con honestidad y sin pudor, con la misma confianza se ridiculizan las instancias del juicio sustituyendo el rostro de los presentes por máscaras, una forma de evidenciar el desacuerdo con la perspectiva del fiscal y el interés del estado chileno. La teatralidad de las escenas en el tribunal constituye una expresión certera de su farsa.
Atallah no reivindica, tampoco condena, la gesta de su héroe alucinado, pero sí la vigencia de los derechos de todos los pueblos que han sobrevivido a la purga civilizatoria. Esa reivindicación nunca está por encima de la película: Rey es lo opuesto a un panfleto con imágenes y sonidos; el cine está primero.
Roger Koza / Copyleft 2017
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