CRÍTICAS BREVES (154): CASSANDRO, THE EXOTICO!
Cassandro, The Exotico!, Marie Loiser, Francia, 2018.
Lo más hermoso del segundo largometraje de Marie Loiser es su elección por no forzar jamás ninguna confesión de su personaje, un luchador queer mexicano, casi una leyenda, lo que en el universo de la lucha libre puede parecer extraordinario debido a la inmediata asociación que se establece entre ese deporte-espectáculo y una expresión tosca del patriarcado, acaso un prejuicio biempensante. La hermosura consiste en cómo ha elegido sostener una distancia estética respecto del elegido, que es también una forma de amarlo a través de la cámara y conjurar así la confesión y los placeres obscenos de la psicología “profunda”. Al luchador nacido en Juárez no le faltan méritos para convertirse en un freak y aprovechar entonces segmentos de su historia no desprovista de abusos y adicciones para develar el drama que lo singulariza, pero Loiser prefiere que todo eso apenas se enuncie y desestima profundizar en el sufrimiento. Es fácil imaginar lo que queda en fuera de campo y más difícil perseverar en el asombro frente a un personaje que ha hecho de su profesión un método de invención de su yo. Que Cassandro prescinda de las máscaras emblemáticas de los luchadores es un signo de su secreto, porque la cara descubierta es también una máscara, cifra de la puesta en escena. No menos intrigante resulta cuando a su semblante queer se le añaden rasgos decorativos propios de un chamán de una pretérita religión regional, como lo sugiere la repetición de rituales y rezos que Armendáriz lleva a cabo en su casa, hoteles y en el propio desierto mexicano. Loiser llega en el preciso momento en que su personaje ya no puede seguir adelante con su carrera, porque su cuerpo ya no admite nuevas heridas y operaciones, más allá de que en el combate el cuerpo de Cassandro continúe desafiando la gravedad y transformando la elasticidad en una virtud estética. La edad es un impedimento concreto, y tras más de tres décadas de carrera ha llegado la hora del retiro, un tema que no es menor en tanto que el cuerpo es aquí pura fuerza de trabajo. La textura del 16 mm con la que registra la cineasta es perfecta para la naturaleza del film, porque deja traslucir mejor la importancia del color y la luz en la vida del personaje y transforma los planos en un contrapunto dialéctico del propio encanto de Cassandro.
Roger Koza / Copyleft 2020
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