El padre / The Father, Florian Zeller, Reino Unido-Francia, 2020)

La memoria es la condición de posibilidad de la identidad. El deterioro de los recuerdos y su cortocircuito con los estímulos del presente constituyen un riesgo de primer orden para el núcleo insustituible que define que alguien no sea cualquiera sino quien es. Con este presupuesto sobre el psiquismo en su haber, El padre pone en escena el desmantelamiento indetenible de la percepción de un hombre mayor y de muy buena posición económica que empieza a confundir a su hija con una enfermera o a su yerno con un médico hasta perder incluso la noción de lugar y tiempo. El acierto del dramaturgo francés Florian Zeller es haber traspuesto su pieza teatral al cine circunscribiendo el punto de vista y la concatenación de secuencias a la percepción farragosa del protagonista, operación narrativa esencialmente imposible en la representación teatral. El otro acierto ostensible reside en la interpretación de Anthony Hopkins, un actor cuya intensidad dramática puede fácilmente fagocitar con gestos faciales y variaciones afectadas del tono de voz los matices que singularizan a un personaje:  acá encuentra el tono justo para delinear una entonación precisa y un repertorio de expresiones faciales ajustadísimas para plasmar la desesperación que siente el personaje ante la evidencia de que está perdiendo la razón. Zeller saca provecho de la fijación que el personaje tiene con su reloj pulsera y de la repetición de un acto clave como mirar por una ventana para corroborar si persisten los ritos y ritmos del mundo exterior, taras comprensibles en quien lucha minuto a minuto ante la descomposición de las certidumbres del Yo. Su último refugio no puede ser otro que el de la infancia, lo que se invoca de manera circunspecta en un desenlace en el que Hopkins da lo mejor de sí y el novato cineasta materializa sus ideas simples pero efectivas sobre la vulnerabilidad y la misteriosa hermosura del mundo natural. 

Roger Koza / Copyleft 2021