CRÍTICAS BREVES (194): UNDINE
Undine, Christian Petzold, Alemania, 2020
La antiquísima máxima geométrica de Euclides sobre las paralelas que nunca se juntan tienen por momento algún sentido narrativo en Undine, una película que no siempre articula coherentemente la hermosa y trágica historia de amor que devela, algunos apuntes históricos y arquitectónicos relacionados con Alemania y una alusión demasiado abierta y vaga al mito que tiene a las ninfas como protagonistas. Lo que sucede entre Undine y Christoph (o Paula Beer y Franz Rogowski, ya juntos en la extraordinaria Transit del cineasta alemán) es un pequeño milagro porque transmite el misterio de la transferencia en todo acto amoroso. A la inversa, algunos apuntes fantásticos son tan toscos como también lo es un giro de guion acaso vergonzoso que incluye un acto de violencia extremo fuera de toda justificación narrativa. Las escenas en las que la joven historiadora Undine delinea la historia de Berlín a propósito de distintos conceptos edilicios representados por algunas maquetas en el museo en el que trabaja son notables, no solo por lo que dice, sino también por la inteligencia del registro y el montaje, elegancia ostensible que se evidencia aún más ante los fallidos intentos de pincelar dialécticamente el rumbo de la historia con incursiones en el dominio sempiterno del mito. Después de ver la película de Petzold no habrá quien prescinda de escuchar los fragmentos del Concierto en Re menor de Bach empleados una y otra vez para matizar las peripecias amorosas entre la historiadora y el buzo, dos seres queribles e inolvidables, cuyo amor justifica una película asfixiada por excesos simbólicos que cortan la fluidez narrativa y la empatía afectiva respecto de las dos criaturas bendecidas por el hecho de haberse amado.
Roger Koza / Copyleft 2021
Me parece que si la película se resiente de algo, diría que es precisamente de un exceso de necesidad (¿habrá tal cosa?), no de capricho. Nada más justificado narrativamente -necesario, incluso, en el sentido de inevitable- que ese acto que decís «de violencia extremo». La articulación entre mito e historia la encuentro prácticamente perfecta. En fin, no deja de ser curioso, por más que pase todo el tiempo, cómo la misma cosa puede dar lugar a experiencias e interpretaciones tan diferentes. Abrazo!
¿Por qué sería perfecta la articulación? De todos modos, mi señalamiento respecto del mito no es con la historia de amor sino con la Historia de Alemania. Entiendo el intento de articular el mito con la historia de amor, pero a la vez me parece que todo lo que eso conlleva lleva a un desequilibrio de tono, el que se constata del peor modo en la esencia violenta y su reverso inocente: la voz del buzo en el instante previo a que se conozcan.
Perdón, Roger, voy a demorar un poco más todavía la respuesta porque estoy con mil cosas. Solo aclaro que yo hablaba de la articulación de la historia de la película (de la narrativa) con el mito y la tradición fantástica alemana, no con la historia de Alemania -que es otra cuestión, por lo menos igual de interesante y, en parte por eso mismo es que me voy a demorar.
No encontré materia suficiente en la película para esa línea mitológica que nunca se tensa lo suficiente. Pero tampoco podría decir que esto le sobra al film, ni sabría acertar a nombrar qué le falta. Tengo la impresión de que faltan costuras, lo que es ciertamente novedoso pensando en la obra previa de Petzold. En conjunto, me parece que es un film por debajo de sus pretensiones y de la obra del director, aunque con muy buenos momentos. Rogowski me parece un actor notable.
Saludos
Yo pienso exactamente lo que decís vos.
PS: Vi el jueves una película con Rogowski en la que interpreta a un homosexual que estuvo preso desde el Holocausto hasta 1970 por su condición sexual. Notable, notable. Es uno de los grandes intérpretes de hoy.
No sé, Roger… Estuve pensando mucho y me doy cuenta de que no sabría cómo hablar de la necesidad y de la justeza de esa escena si no interpretándola en cada detalle. O, mejor: sobre la necesidad, asumo que no hay nada que argumentar porque está anunciada en la primera secuencia, porque está presente en toda la tradición, es decir, tenía que ser así. De modo que entiendo que lo que cuestionás es ese “desequilibrio de tono”, lo que podríamos llamar su justeza.
Y es ahí donde me tienta largar un rollo acerca de lo reprimido y de lo barrido abajo de la alfombra de la Historia alemana, de la vida burguesa, o de la Zivilisation misma. Ahí, donde derrapo peligrosamente hacia la cita de Herzog. Donde corro el riesgo de -si elijo una, para justificar mejor mi haber querido decir algo y no más bien callarme- sugerir que solo esa interpretación es correcta, o que hay una experiencia mejor de la película. El caso es que encuentro la escena muy justa: la frialdad, el comportamiento animal de Undine, movida por otra fuerza, ella misma con una fuerza físicamente extraordinaria. La brutalidad desafectada. Ahí, hay una monumental articulación de mito, o mejor, de tradición, e Historia. Pero también, una revisión de la propia tradición alemana, que enroca (o por lo menos complica) los lugares del reparto: el mito vuelve no para reencantar nada, sino para volverlo a su cauce, y lo hace con el desapego, con la indiferencia de la máquina o de lo que ha sido ya maquinizado, asbtraído, despersonalizado…
En fin, voy hacia donde no quería ir. Así que mejor me callo. Abrazo!
Y también quiero decir que quizá sí haya una interpretación mejor, después de todo. 🤷🏻♀️; )