CRÍTICAS BREVES (215): NATVRIS KHE / EL ÁRBOL DE LOS SUEÑOS
El comienzo solamente justifica la existencia de El árbol de los sueños, segunda película de la trilogía del cineasta georgiano Abuladze: una pradera, flores rojas, un caballo blanco, un niño, un viejo y un joven que ama profundamente al caballo. La tristeza invade la secuencia porque el caballo está muriendo. La escala de los planos y la articulación de la escena son de por sí un prodigio, a lo que se suma el ingenioso fuera de campo en el momento en que se le da muerte al animal. Así comienza la magnífica película de Abuladze, con un sacrificio, para culminar con una ejecución. El mismo joven dueño del caballo también deberá aprender a renunciar al amor, porque la familia de la joven amada ha decidido que esta se case con otro hombre de la aldea. El centro de la historia reside en esa situación desgraciada, pero el estilo de Abuladze, como sucede con otros cineastas de la región y de aquel tiempo, tiende al lirismo, acopiando escenas variopintas de las costumbres y creencias de ese microcosmos cultural que tiñen la historia de amor. Es una incursión a un mundo perdido y a una época del cine en que no existía todavía un estilo internacional y cada geografía expresaba con mayor fidelidad una poética, una idiosincrasia y un modelo de narrar.
Natvris khe / El árbol de los sueños, Unión Soviética, 1976.
Dirigida por Tengiz Abuladze.
Escrita por T.Abuladze, Revaz Inanishvili, Giorgi Leonidze.
*Se exhibe en el Bafici 2024.
Roger Koza / Copyleft 2024
El arbol de los deseos, desde su primera secuencia, el niño, el caballo blanco y su muerte, es un cuadro. Luego narra la historia melodramática de los campesinos en un pueblo medieval, donde el Sr. Feudal determina la vida de los aldeanos. Una puesta en escena fantastica, que te hace gozar del SEPTIMO ARTE a pleno. Una joya.