CRÍTICAS BREVES (58) / MES FICUNAM 2014 (22): FORMAS DE AMAR
E agora? Lembrame, Joaquin Pinto, Portugal, 2013
Por Roger Koza
Una confesión de un sobreviviente traspuesta al cine, un tratado dialéctico y amoroso sobre teología y biología (o cómo Darwin, San Agustín y el Evangelio según San Juan pueden coexistir en las meditaciones de un alma sensible), una radiografía de la decadencia política europea, un gran retrato sobre un modelo familiar en el que los perros trascienden la condición antropocéntrica de mascotas obligadas a sosegar la soledad de los hombres, un testamento cinéfilo en el que participa en cierta medida la mayoría de las figuras rutilantes del cine moderno: Ruiz, Monteiro, Daney, por citar algunos nombres. Y un film que, aunque articula su punto de vista a partir de una lucha microscópica del protagonista contra el SIDA, llega a concebir los virus como entes legítimos de la evolución.
El diario fílmico de Pinto se estructura a partir de sus viajes a Madrid para un tratamiento gratuito con interferón que lo obliga a dejar cada tanto su casa en Las Azores, donde vive con Nuno, su esposo. En un principio, Nuno, que desconfía de las palabras y cree en el Altísimo, permanece en fuera de campo, pero a medida que el film avanza su protagonismo es mayor e imprescindible.
Pinto registra su cotidianidad, y eso implica el cuidado de la tierra y sus perros, lidiar con sus padecimientos físicos, el insomnio, sus recuerdos y obligaciones profesionales, las tareas domésticas, incluso su sexualidad. La película jamás es exhibicionista porque su testimonio surge de una necesidad. Del plano inicial de una babosa, pasando por una libélula y hasta los pavos que se ven en el último plano, el vitalismo del film se predica de una interacción amorosa con cualquier entidad viviente. A su vez, el obligatorio trato con la muerte lleva a Pinto a pensar en el tiempo, en el mundo que lo rodea, en si existe algún fundamento detrás de todo. E agora? Lembra-me es como el libro ilustrado de Francisco de Holanda: un signo eterno del misterio de la vida.
***
Celos / La jalousie, Philippe Garrel, Francia, 2013
En Garrel, el material autobiográfico es el comienzo de todo, exposición de la intimidad que adquiere una naturaleza universal. Su padre, él, sus hijos pertenecen al cine, una relación circular entre vida y cine que todos los amantes regulares de Garrel le agradecemos película tras película. Ahora ha decidido filmar una vieja historia de amor de su padre (Maurice), interpretado por su hijo (Louis), y ha elegido a una niña para el papel de su alter ego infantil. Se trata de una historia de amor triste aunque misteriosamente ligera sobre celos e inadecuaciones del deseo. Se podría haber llamado “El nacimiento del desamor”.
En blanco y negro, austera en su puesta en escena, contenida a pesar de su potencial trágico (habrá un intento de suicidio filmado con un soberbia elegancia que lo convierte en anécdota), la película empieza con una ruptura matrimonial. Louis le comunica a su mujer que se va de la casa mientras su hija espía por una cerradura. La subjetiva elegida implica una perspectiva. Elipsis mediante, Louis tiene una novia llamada Claudia. Los dos son actores y no es fácil vivir de lo que se ama. El pequeño cuarto que alquilan será luego un motivo visible de conflicto amoroso. Estar económicamente quebrado es admisible para Claudia, pero la pobreza es un experiencia inabordable. Mientras Louis ensaya una obra y cuida a su adorable hija, Claudia, que no tiene trabajo, irá buscando alguna solución para su indigencia ocasional.
La ligereza no es precisamente una cualidad del cine de Garrel. He aquí una excepción; algunos ejemplos: el primer encuentro entre Claudia y la hija de Louis, que culmina con un paseo en un parque, transmite un placer grácil; el pasaje en el que el mentor intelectual de Claudia le habla de Séneca. En ese paisaje emocional afable, Garrel postulará un limite para la experiencia amorosa, a veces incompatible con la fidelidad e impredecible por la naturaleza del deseo.
Roger Koza / Copyleft 2014
Me quiero enfocar en la relación con sus perros, ya que es llamativa la forma de amarlos y como vos bien decís, “un gran retrato sobre un modelo familiar en el que los perros trascienden la condición antropocéntrica de mascotas obligadas a sosegar la soledad de los hombres”. Hay hasta una escena, donde Pinto, muestra, y critica, la costumbre repudiable de abandonar a las mascotas en el medio de la ruta, donde es más probable que mueran atropellados antes de encontrar un nuevo dueño. Suele plantearse el lugar común que quienes aman demasiado a sus mascotas suelen ser seres solitarios que buscan en su relación con los animales, el afecto que no encuentran entre las personas. Pinto rompe con ese esquematismo, y demuestra que existen múltiples formas del amor.
Yo no se si será casualidad pero en el filme “Morir como un hombre”, de Joao Pedro Rodrigues, el/la protagonista muestra también un amor intenso por su mascota sin ser un ser solitario. ¿será una características de las minorías LGBT, el poseer una mayor sensibilidad para integrar a su vida amorosa a los perros en particular?