CRÍTICAS BREVES (65): KUNDUN
Kundun, Martin Scorcese, EE.UU., 1998.
Las dos grandes películas religiosas de Scorsese jamás se estrenaron en Argentina. La última tentación de Cristo, una verdadera película sobre la experiencia de la fe, llegó al cable en carácter de estreno, pero las aduanas de la verdad detuvieron la transmisión (aunque años más tarde, ya sin escándalo, se distribuyó en videos y ocasionalmente se pasó en canales privados). La otra es Kundun, una suerte de hagiografía del Dalai Lama, en donde todas las virtudes (y también defectos) del realizador de Taxi Driver están presentes como nunca, siendo una película fascinante y problemática. Fascinante porque la cultura tibetana es materializada visualmente por Scorsese bajo un esplendor formal pocas veces visto en el cine. Los movimientos de cámara son coreografías; algunas secuencias son inolvidables, por ejemplo, un plano secuencia que nace en un primerísimo plano para finalizar en un plano general cenital sorprendente, momento en el que muchos monjes tibetanos han perdido la vida. Kundun es prodigiosa por donde se la mire. Como en todo el cine de Scorsese el problema radica en su propensión a reducir la historia y la política a una contienda entre buenos y malos; aquí condensado en un encuentro entre Mao y el Dalai Lama, cuya representación está a un paso del ridículo. Sostener que los tibetanos son los buenos y los chinos los malvados no sólo es un reduccionismo, sino un prejuicio propio de una ideología ramplona. Pero eso no impide que Scorsese sí dé una visión precisa y exquisita del Budismo Tibetano y de la vida de su actual líder, y el modo elegido para hacerlo es casi una epifanía.
Roger Koza / Copyleft 2014
Decís: «La última tentación de Cristo, una verdadera película sobre la experiencia de la fe» y estoy de acuerdo, creo que pocas películas han logrado imaginar y transmitir no solo las ideas, sino la forma de sentir la vida por parte de Jesus.
Respecto a Kundun, no la vi, pero veo que está disponible en la web para bajar y también se consiguen los subtítulos en español. Así que pondré «manos a la obra» para verla.
“Reduccionismo”, «Reduccionista» resulta ser una palabra clave del Pensamiento débil. La relatividad de todo, al menos en contraste con el Infinito, no soporta se tome ningún partido. Alta mirada. Si alguien lo tomo y así lo expone: se equivoca. Siempre se equivoca. Podría sugerir, dar a entender, inclinar, eso sería aceptable, lo correcto. Sospecho de esta mirada relativista. Es demasiado fácil pensar desde lo alto. No es que no sea correcto en términos abstractos, es que es ilusoriamente neutro. Y si se alcanza ciertamente una mirada que supera la dualidad, es que el viaje no ha concluido, hay que pensar más y mejor hasta sentir la toma de posición. No es posible no tomar partido. Implica necesariamente desconocimiento y, paradójicamente, falta de profundidad, la profundidad que da el contacto real con las cosas y los hechos, lo visceral que esclarece. No estoy hablando a favor del reduccionismo, temo al reduccionismo que implica pensarlo todo como fruto de interpretaciones: una mirada vacía, remedo del shuniata pletórico de posibilidades, ese aroma, esa fragancia es lo que nos atrae en realidad y sentimos verdadero, muy distinto a ese “tic” del intelecto que estigmatiza cualquier cosmovisión y desdeña llamar al pan pan y al vino vino. Un grito, un beso, una trompada es tan universal como radical, aunque pueda pensárselo como ideología ramplona. Aguante el Dalai Lama, for ever good. Abrazo.