CRÍTICAS BREVES (72): FORCE MAJEURE: LA TRAICIÓN DEL INSTINTO / TURISTA
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
Force Majeure: la traición del instinto/ Turist, Ruben Östlund, Noruega-Suecia-Francia, 2014 (***)
La crueldad y misantropía de su anterior film titulado Play, como también sus piruetas formales permanecen aquí fuera del registro y de la aproximación a los personajes en esta comedia en la que un grupo familiar de clase alta pasa sus vacaciones en los Alpes. El conflicto central surge de un fenómeno inusual: tras una avalancha filmada o inventada digitalmente de un modo formidable, el centro turístico situado en el medio de las montañas permanecerá intacto. En ese momento, varios turistas y la familia protagónica están almorzando en la terraza de un restaurant del hotel. Los comensales contemplan maravillados el fenómeno. Es sin duda una explosión majestuosa de la naturaleza, hasta que esa masa de nieve amenaza con acabar con sus vidas. En verdad, no pasará nada, pero la reacción del padre, más preocupado por salvar su I-Phone y sus lentes de sol que por proteger a su mujer y sus dos hijos, precipitará una avalancha de otra naturaleza en el balance emocional de toda su familia, en especial su esposa que no podrá procesar la reacción egoísta de su marido. “Soy un esclavo de mi propio instinto”, dirá el padre en cierto momento de catarsis. El trabajo formal Östlund es de una precisión admirable: la relación que establece entre los turistas y el espacio de ocio, entre una clase social pudiente y el personal de servicio que prácticamente es invisible pero siempre observa, conlleva a una lectura doble: por una lado, se pone a prueba una concepción metafísica del hábitat. Las panorámicas del centro de esquí permiten entender en escala el carácter rudimentario de la construcción en torno al mundo incivilizado de las montañas nevadas, la indefensión de los hombres frente a la naturaleza. A gran escala, el centro es una maqueta inmensa, una esfera de protección falible. Por el otro, la opulencia de una clase y sus placeres efímeros son insuficientes para garantizar un bienestar deseado y pagado. Deslizarse por la nieve y descansar en un lugar privilegiado se ve dislocado permanentemente debido a ese gesto paterno de avaricia ontológica. Película ingeniosa, acaso de tesis, cuya resolución es tan divertida como apabullante.
Roger Koza / Copyleft 2014
qué interesante que venga una nueva de Ostlund. Las dos anteriores que vi (especialmente PLAY) me parecieron muy buenas. Saludos, M.
Cuando en un filme, como en éste, predominan las palabras y los gestos más que las acciones, me suelo preguntar, qué justifica que el resultado sea una película y no una obra teatral. ¿Qué elementos estrictamente cinematográficos, y por lo tanto irreproducibles por el teatro, presenta el filme? Me anticipo a decir que “Fuerza Mayor”, tiene bien justificadas sus credenciales como obra filmada. Y además, es una película bien hecha. Si bien predominan los diálogos, la forma de filmarlos son extrañas pero justificadas por la necesidad de crear la tensión que la escena requiere. Pondré algunos ejemplos: En unos de los diálogos mejor filmados, Tomas y Ebbe, el matrimonio protagonista, está compartiendo una cena con invitados. Ebbe le habla a Tomas, pero la cámara no opta ni por el recurso del plano y contraplano, ni a filmar a ambos miembros de la pareja en simultáneo. Östlund, pone la cámara detrás de la silla de Ebbe, con lo cual solo vemos su espalda. Además su silueta en primer plano, tapa por completo la figura del esposo situado en el extremo opuesto de la mesa. Los invitados, aparecen de perfil a los costados, como testigos obligados de la disputa, y es por sus gestos, además de las palabras de Ebbe, que vamos tomando conciencia de la tensión de la escena. En otras de las secuencias, mientras Ebbe enuncia uno de los pocos discursos algo extenso, la cámara filma el rostro de Tomas en primer plano, y en forma continuada. Sus gestos, que pasan de una sonrisa canchera a un estado que parece bordear el pánico más extremo, es la prueba del impacto demoledor que tienen sobre él, las palabras de Ebbe.
El guión es magnífico. Cada término que se pronuncia parece el indicado para la situación. La economía discursiva es encomiable. Las palabras brotan, y se acompañan de silencios agobiantes. Los protagonistas no se desbarrancan en extensos discursos, sino que parecen buscar con esfuerzo las expresiones justas para dar cuenta de sus estados de ánimo y sus ideas.
Hay que destacar el retrato de exteriores, en especial las escenas de noche, donde los edificios y la nieve del centro de esquí en que se desenvuelve la acción, parecen cobrar vida propia y de lo más siniestra. Unos extraños disparos, como de cañones, se escuchan de improviso, y son en estas escenas lúgubres y solitarias donde suena la poca y precisa música extra diegética que tiene el filme. Esta música carga aún más de tensión a estas escenas haciendo presagiar alguna catástrofe, y contribuye a potenciar el misterio de la noche en ese lugar.
El retrato de la familia los muestra unidos por un afecto sincero. Así, se los ve juntos la mayor del tiempo que pasan en el centro de esquí, y disfrutando de la mutua compañía. La foto que acompaña estas líneas, correspondiente a una de las escenas del filme, con los cuatro miembros acostados en la misma cama, es un síntoma claro de esa intimidad compartida.
Hay dos temas morales que vertebran el filme. Uno es el reproche de Ebbe por la supuesta cobardía de su esposo, que ante una situación de peligro, opta por huir y salvarse solo, dejando abandonada momentáneamente a su esposa e hijos pequeños. Pero el asunto más importante, lo que más tensiona el enfrentamiento de la pareja, es la incapacidad del hombre para aceptar sus fallos, dando cuenta de un ser inseguro, que necesita ocultar sus defectos por el miedo al juicio ajeno. Esto descubre ante Ebbe a un hombre desconocido. Tomas ya no es el mismo que ella imaginaba. Un velo se cae, y lo que aparece a la mirada de Ebbe no es placentero. Ella misma se muestra temerosa en extremo, y descubrir los miedos de su marido parece llevarla al borde la desesperación. La baja autoestima de Tomas, parece afectar también al personaje de Mats, un barbudo pelirrojo, amigo de la pareja central, que se ofende profundamente cuando su novia actual insinúa que no se ocupa de sus hijos como lo harían otros padres.
Östlund, sin embargo, les da a ambos hombres una oportunidad de reivindicarse. Tomas salva a su mujer de un accidente en plena montaña, y Mats, maneja con maestría una situación colectiva que parece descontrolarse arriba del ómnibus que los lleva de regreso.