CRÍTICAS BREVES (74) / MES FICUNAM 2015 (02): LOS ROSTROS
The Settlement, Sergei Loznitsa, Rusia, 2001
He aquí una prueba cabal de la fuerza de un primer plano de un rostro, ese perímetro identitario que ha sido confiscado por el narcisismo global que predomina en la era de la imagen. ¿Cómo restituir la fotogenia primitiva que el cine había descubierto en sus inicios como una peculiar captura involuntaria de la lozanía y la dignidad de los hombres? En este extraordinario film de observación de Loznitsa hay una respuesta, y esta llega en el final. Antes, una extensa y meditada preparación: hombres y mujeres que jamás vemos en primer plano simplemente realizan sus tareas cotidianas: arar, sembrar, hachar, caminar, descansar, alimentarse. La gramática empleada suele circunscribirse a planos generales fijos, pero si se produce movimiento frente al lente y es necesario moverse en pleno registro, la cámara gira para seguir a sus personajes, ya que no hay dogma alguno que condicione la puesta en escena. La distancia propuesta en el registro reclama una mirada bien atenta: las acciones no siempre parecen orientarse a lo eficiente y ciertos detalles van inscribiendo cada labor en un orden que no necesariamente es productivo, pero sí terapéutico. Si se pone atención en las vestimentas, en el calzado y en los cortes de cabello se podrá intuir que no se trata de una comunidad de granjeros viviendo en el campo. Pero poco importa confirmarlo, pues aquí la revelación tardía de los rostros protagónicos desmarca a esos hombres de la calificación médica y la tipificación psiquiátrica.
Reflections, Sergei Loznitsa, Rusia, 2014
Simple y contundente. Si se tiene una idea de cine, el resto viene por añadidura. Entre los 13 directores europeos que participaron en el film colectivo Los puentes de Sarajevo, el film de Loznitsa (y el de Cristi Puiu, y en cierta medida el de Jean-Luc Godard) estuvieron a la altura de las circunstancias. Que se trate de un proyecto movido por un tema importante no significa que un cineasta se atenga a ilustrar las calamidades de los enfrentamientos bélicos sin trabajar sobre la forma del cine, lo que implica siempre una política. Loznitsa, quien entiende que un rostro es siempre lo que es en sintonía con un paisaje, yuxtapone planos fijos generales de los espacios públicos de Sarajevo en la actualidad con fotos de combatientes. Literalmente, el presente se ve a través de un vidrio que tiene una fotografía transparente con la cara de quienes lucharon en la Guerra de Bosnia, a principios de la década del ‘90. En síntesis: un álbum de fantasmas contrasta con el movimiento de los vivos en las calles. Lo viviente se define por la movilidad, mientras que los muertos han quedado inmóviles en una nada impenetrable que los determina. Cruce ontológico político, intersección de dos tiempos, 17 minutos de lucidez.
The Portrait, Sergei Loznitsa, Rusia, 2002
La lógica de los varios retratos de estos hombres y mujeres mayores que forman parte de la economía rural de Rusia a principios de este siglo (no hay ni niños, ni adolescentes, quizás porque para las nuevas generaciones la vida sucede en otra parte) responde a la lógica de un álbum. No se trata entonces de una familia numerosa, sino de una comunidad campesina pequeña perteneciente a un lugar no identificado de Rusia. Todos los planos generales fijos de cuerpo entero que constituyen estos cuadros vivientes sin movimiento se sostienen en su duración exacerbando la diferencia entre un retrato cinematográfico y uno fotográfico, a tal punto que un hombre con un serrucho a punto de cortar un tronco insinúa una comicidad inesperada. En general, cada hombre y mujer lleva consigo herramientas de trabajo. La apertura y el final establecen la inmensidad del paisaje y, junto con algunos paneos que suelen ir de izquierda a derecha sobre la geografía y el pueblo que habitan estas personas, se sitúa topológicamente a cada uno de los habitantes de la aldea. Como en casi todos los primeros films de Loznitsa, la palabra brilla por su ausencia, silencio discursivo que no se interrumpe con la distención de alguna pieza musical esporádica. Lo único que suena en The Portrait es el viento, fenómeno imposible de retratar en sí, pero sin duda un protagonista natural que dista de ser secundario.
Roger Koza / Copyleft 2015
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