DAS GLÜCK MEINER SCHWESTER / MY SISTER’S GOOD FORTUNE
Das Glück meiner Schwester/ My Sister’s Good Fortune, Angela Schanelec, 1995
El sentido común igualará de inmediato el escabroso drama pasional de la ópera prima de Angela Schanelec como un film sobre la triangulación del deseo. En principio, lo es: un fotógrafo se enamora de la hermana de su mujer. La síntesis del conflicto se ve llegando al final, en un crepuscular plano general en el que los tres están tendidos en una cama. No están desnudos, ni siquiera se insinúa una perversidad contenida. Más bien la escena expresa el cansancio de atravesar sin resoluciones veloces una experiencia afectiva fragmentada y dolorosa. Es decir que el film también puede ser leído como un retrato de la fatiga espiritual que se pone en juego en situaciones de esta naturaleza.
Ninguna de esas dos descripciones es inmerecida, pero ambas son parciales e involuntariamente injustas. Lo que filma Schanelec aquí es la contingencia de toda decisión, el carácter arbitrario o también la escasa fundamentación que tiene por detrás cualquier decisión. El momento de una decisión –decía Kierkeegard- es un momento de locura. No es que Christian padezca picos de exaltación. La máxima expresión de iracundia le toca a Ariane arrojando algunas cosas al suelo o gritándole a su madre que no sabe explicarle muy bien qué es lo que la diferencia de su hermana. Lo que Schanelec también consigue hacer aquí es mostrar cómo afecta los prolegómenos de la toma de toda decisión vital., tanto a quien tiene que decidir y a quienes afecta la decisión. En cuestiones amorosas, y más todavía cuando son tres y no dos los comprometidos, el dramatismo cala en la misma estructura de la identidad. Sin énfasis alguno, esa dimensión de la angustia se materializa sin excesos verbales.
Pero el mayor placer de este film pasa por observar la evolución de la posición del hombre y su eventual decisión y preferencia a partir del avance y retroceso –según cada caso- del lugar en el que interactúa con las dos mujeres. El interior y el exterior, la casa (o el auto) y la plaza u otros espacios públicos suelen fijar la posición de quién de las dos mujeres habrá ser la elegida. El drama pasional se preanuncia entonces en las formas de habitar el espacio y en la naturaleza del mismo.
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