DE LA NEOABYECCIÓN
A PROPÓSITO DE SLUMDOG MILLONAIRE DE DANNY BOYLE
Por Nicolás Prividera
1.
Se ha escrito mucho sobre Slumdog Millonaire, la última película infame de Danny Boyle (no diré «la última película del infame Danny Boyle» porque ha hecho un par que aún podrían salvarlo). Y eso es lo notable: que a la repetición de ciertos films (ya sean los que presentan una versión violenta y cool del tercer mundo o los que presentan una visión moralizante de la guerra y el exterminio) le acompañe un módico debate que no empaña su éxito internacional, y que más bien se convierte en parte de su campaña de marketing (como si todo lo que se escribiera «de la abyección» fuera tan naturalizado como la abyección misma).
Hace casi cincuenta años ya que Jacques Rivette escribió su recordado artículo «De la abyección» en Cahiers du cinema (donde hizo famoso «el travelling de Kapo» de Pontecorvo). Allí decía: «El director se ve obligado a atenuar, para que aquello que se atreve a presentar como la «realidad» sea físicamente soportable para el espectador, el cual no puede sino llegar a la conclusión, quizá inconscientemente, de que, por supuesto, esos alemanes eran unos salvajes, pero que, al fin y al cabo, la situación no era intolerable, y que, si los prisioneros se portaban bien, con un poco de astucia o de paciencia podían salir del paso. Al mismo tiempo, cada uno de nosotros se habitúa hipócritamente al horror, éste forma poco a poco parte de la costumbre y muy pronto integrará el paisaje mental del hombre moderno: ¿quién podrá la próxima vez extrañarse o indignarse ante lo que, en efecto, habrá dejado de ser chocante?» La última frase de Rivette era inevitablemente profética, pero hoy su artículo sonaría hasta tibio (frente a lo que nos deparó el mundo y el cine), sino fuera porque poco logra suscitar ya en nosotros esa eficaz indignación.
Por el contrario, ya nada nos extraña, ni siquiera que numerosos críticos hayan escrito maravillas sobre un film abyecto como Slumdog millonaire. (Y que un crítico hable a favor de un film abyecto merece el mismo desprecio que Rivette reservaba a su autor, porque quien lo hace no sólo ha renunciado al pensamiento crítico, sino a lo que cualquier ejercicio crítico tiene de posicionamiento ético. Porque la crítica también, como continuación del travelling del cine por otros medios, es una cuestión ética… Y no nos referimos a ese ejercicio simétrico de hipocresía llamado «corrección política», sino a la inexcusable defensa de la forma.) ¿Qué ha pasado, entonces, para que sigamos asistiendo a la persistente producción de estos films y su receptiva o tibia crítica? Una respuesta posible es afirmar que «el travelling de Kapo» se ha convertido en estilo, y la abyección en estética.
2.
En el nivel más superficial (pero no menos hiriente) tenemos toda una serie de films (como la saga Saw) que giran sobre la «creatividad» aplicada a la violencia explícita. Pero ese abuso no es sólo propio de cierto género: atraviesa todo el cine contemporáneo, e incluso la televisión. Se diría entonces que es parte de un dispositivo de representación que apunta a «familiarizarnos» con el horror. La pregunta ya no es la que se hacía el cine (clásico y moderno), sobre todo después de Auschwitz: ¿cómo filmar el horror? («Hay cosas que no deben abordarse si no es con cierto temor y estremecimiento; la muerte es sin duda una de ellas, ¿y cómo no sentirse, en el momento de rodar algo tan misterioso, un impostor?«, se preguntaba Rivette). Ahora la pregunta parece ser: ¿cómo filmar el horror? (De qué manera novedosa convertir lo atroz en objeto de disfrute «inocente».)
Pero ya no se trata solo de mostrar el horror «gratuitamente» (guiado por un claro ánimo anestesiante), sino de trastocar el bien en nombre de la bondad (Nietzsche tendría algo que decir al respecto): Esto es, de la anulación de cualquier atisbo de cuestionamiento ético a través de la limpieza de conciencia (gracias a la conjugación de «catarsis» y exterioridad de la Tragedia). Decía Rivette hablando sobre el cine sobre el nazismo: «Por múltiples razones, de fácil comprensión, el realismo absoluto, o el que puede llegar a contener el cine, es aquí imposible; cualquier intento en este sentido será necesariamente incompleto («por lo tanto inmoral»), cualquier tentativa de reconstitución o de enmascaramiento irrisorio o grotesco, cualquier enfoque tradicional del «espectáculo» denota voyeurismo y pornografía.» Esta mesura clásica es la que está trastocada.
Y este problema no ha dejado de ser interrogado, al menos en cuanto a la representación de la Shoah (sin que la película homónima haya podido impedir la de Spielberg): Hay una línea directa (denunciada por Lanzmann) entre Kapo y La lista de Schindler, que llega hasta El niño con pijama a rayas… Y no en vano a habido muchos niños en estos films (Spielberg ha hecho de los «juegos prohibidos» casi un subgénero), puesto que todos ellos proponen una mirada «inocente» a la hora de enfrentarse con el horror (que trasladan de la película al espectador). Y donde más acabadamente se ha puesto en escena esa inversión infame de la frase de Fanon («todo espectador es un cobarde o un traidor») es en esa cumbre de la abyección llamada La vida es bella (de la cual Slumdog millonaire es directa heredera). No se trata sólo de que la película de Benigni represente el exterminio con liviandad (invirtiendo la libertaria inversión carnavalesca de la risa y transformándola en un instrumento del poder, disfrazado de poder de negación), sino que Benigni propone que su espectador ideal sea como el niño de su film (como él mismo: hombre-niño), y se deje engañar por un cine devenido en padre protector: un cine conciliador, que nos regala fábulas amables (aunque a veces tristes) para complacernos (y olvidar nuestra responsabilidad) con una mirada tan «dura» como absolutoria.
FOTOS: 1) fotograma de Slumdog millionaire y Jacques Rivette; 2) fotograma de La vida es bella.
Copyleft 2009 / Nicolás Prividera
Hola. Fui antes de ayer a ver Slumdog Millionaire y después de verla me quedé pensando en lo que, después de varias lecturas, identifiqué como esta terrible humillación de que habla Nicolás. De Danny Boyle vi Trainspotting y ahora que hago memoria, es la forma lo que me remite su nombre, por lo tanto me parece muy acertado cuando dice «la defensa de la forma». Si del resto se trata, bueno, en primer lugar no podía creer la inverosimilitud de la historia: parece que a propósito se reniega de las dos o tres primeras secuencias del flashback -que me contaron bastante de los slums (por lo menos para enriquecer lo poco que sabía de bombay)-, para girar ciento ochenta grados en la hora y media restante y querer convencerme de que un pibe de lo último último de la sociedad se convierte en un guía turístico que aprende inglés a la perfección, incluso con acento británico, y que llega a un programa de televisión que no es precisamente «Hindúes por su nombre». Pero lo que más me dio por las que ya saben es cuando toda la India se pone a ver ese programa de televisión, hasta en los slums, hasta en el Taj Majal!!!! De lo que pasó en el barrio bajo, con los nenes que dejan ciegos para explotarlos mejor, ni noticias, nada… ni de cómo Jamal consigue su trabajo, ni de cómo Salim se aburguesa… nada! parece que todo responde a la consigna del final, todo estaba escrito, la cosa tenía que ser así porque sí, qué triste, no? Leyendo otros artículos también me encontré con que los dos nenes que interpretan a Latika y Salim, siguen viviendo en el mismo lugar en que se los ve en la película, y que los productores le depositaron plata para cubrir toda su educación. ¿Qué es esto? ¿Un juego? ¿Un circo en que los habitantes de los barrios bajos están para entretenernos? ¿Por qué los turistas estadounidenses abrazan a Jamal después de que los marginados les robaron todo y la policía lo muele a golpes al inocente que pretendía mostrarles «la verdadera india»? ¡¿Por qué después le dicen: «esto se arregla como en casa», y le dan dinero?! ¿La solución es que a la India lleguen más turistas? ¿En qué piensan los realizadores, en que van a hacer una película sobre la India o que van a hacer una película sobre lo que occidente quiere ver de la India? No cabe otra forma de ver una película deliberadamente abyecta.
Hay tres elementos que sí me gustaron mucho: una es cuando la cámara se ubica en contrapicado frente al Taj Majal y una persona, no sé si un guardia o un empleado dice «Aquí no se puede filmar», es una suerte de tomada de pelo a la rigidez y solemnidad de la inverosimilitud que pretenden internalizar en el espectador. La otra es el baile y la canción del final. La tercera no es una cosa, es Freida Pinto. ¿Que opinás Roger? ¿Merece el Oscar?
Yo no creo que estos nuevos directores sean muy conscientes de lo que hacen, ni que la gente que financia las películas estén tratando de acostumbrarnos al horror. Por el contraro, estos empresarios y proto artistas están tan arruinados por la sociedad como el público que consume sus peliculas. Si uno habla con ellos, y tuve la chance hace un tiempo, nota sorprendido que ellos no tienen doble discurso ni conscientemente se regodean en la pobreza sino que, por el contrario, creen que están haciendole un gran favor al mundo hablando de este tema. Obviamente saben que todo lo qyue tenga que ver con pobres del tercer mundo llama la atención en el primero (complejo de culpa?) pero aún así parecen uno de esos famosos de los SImpsons que van a limpiar focas. Es decir, por no ser conscientes del poder del medio en el que trabajan ni de la idea de la abyección de Rivette, son malos artistas, pero lo más extraño es que lo logran desde la estupidez y la ignorancia y no desde la maldad. Otra cosa increible es que los propios actores y la gente del lugar esta feliz con el film en cuestión, y cree que el director o el productor es el unico que se ha acordado de él alguna vez y que le ha hecho vivir cosas increibles, como si la vida fuera un gran Gran Hermano en el que todos esperan ser elegidos para «pegarla».
En fin… el tema es complejo.
Cuando Rivette escribió sobre “el travelling de Kapo” no existían los video-clips, y el cine no había sido absorbido por la estética de la publicidad… Nicolás: tu reflexión acerca de que hoy esos recursos tramposos se han convertido en estilo, y la abyección en estética, nos enfrenta a una realidad que a pocos les importa, ni siquiera, como se ve, a mucha gente del medio periodístico y cinematográfico. La verdad es que esa ignorancia mezclada con indiferencia da un poco de miedo.
En el grado cero de la escritura Barthes dice: «El lenguaje no es inocente» y si por lenguaje uno entiende no solo las palabras sino tambien las imagenes, es decir las imagenes como texto que puede ser leido, el aforismo se aplica a la perfeccion al cine. En consecuencia las lineas de Rich, «por no ser conscientes del poder del medio en el que trabajan ni de la idea de la abyección de Rivette, son malos artistas, pero lo más extraño es que lo logran desde la estupidez y la ignorancia y no desde la maldad», serian refutadas por tal idea. De todos modos yo creo que a pesar de lo notable y lo certero del apotegma de Barthes muchas veces, incluso más de las que sospechamos, los artistas en general obran no con maldad o abyeccion sino con negligencia, con ignorancia producto de cierta etica, moral naturalizada e incuetionada.
(En este sentido me parece que el cine de tarantino es un caso paradigmatico. Verbigracia: Desde el titulo de uno de sus guiones «asesinos por naturaleza» como si alguien naciera bajo esa condicoin y no fuera mas la consecuencia de condiciones culturales, hasta la escena de la niña en kill Bill que mata al pescadito por una pasion tanatica natural, madre asesina, por ende genetica hija asesina. Tal el antediluviano razonamiento tarantinesco)
Es un poco lo que sucedia cuando muchos norteamericanos apoyaban la politica belicista de Bush, y esto en palabras de Chomsky, no lo hacian por discolos, perversos o abyectos sino por creer que en verdad esa era la forma de expandir libertad y seguridad por el planeta, es decir por Ignorancia supina, la misma que lleva a mucha gente a seguir votando al politico que le promete lo que desea escuchar. En fin en el cine como en la politica, en el cine politico (valga el pleonasmo, todo cine, todo arte es inexorablemente politico) una miriada de veces bajo la mascara de la abyeccion se esconde la cara de la más cruda ignorancia
El lenguaje no es inocente (Barthes) y el poder es difuso (Foucault). Ergo: La abyección no es ignorancia. La «ignorancia» es parte de la abyección.
Incluida la del espectador o el comentarista…