DE TWITTERS Y BORDERS II: EL REGRESO
Dice Christopher Hitchens en su libro de memorias: “con mucha frecuencia, el test de lealtad que uno tiene hacia una causa es precisamente la disposición de quedarse cuando las cosas se tornan aburridas, correr el riesgo de repetir un viejo argumento, o enfrentarse otra vez a un público hostil o –mucho peor– indiferente”. Ese párrafo podría encabezar cada uno de mis intentos (de notas, libros y películas), así que sabrán disculpar la insistencia. Creo que la cita es lo suficientemente clara al respecto: los dos primeros puntos del “test” hablan de la inevitable repetición (ajena y propia), y el último de la necesidad de enfrentar la incomprensión o –mucho peor– la prescindencia.
Hay gente que escribe o filma desganadamente, o –mucho peor– lo hace por mera voluntad de poder, sin mayor amor por la escritura o el cine. Si alguna vez lo tuvieron, parecen haberlo olvidado: sólo les interesa acumular seguidores (se midan en entradas, “me gusta” o literales “followers”). Del mismo modo, rápidamente pierden la paciencia o el interés por argumentar: el mundo es como es (es decir, como a ellos les parece que está bien), y no hacen más que comprobarlo… Sus películas, sus textos y –finalmente– sus míseros140 caracteres lo reafirman. Y todo lo que vaya en contra de esa apacible certeza es desacreditado o directamente ninguneado. O ambas cosas, a través de una suerte de hipócrita petición de principios que (cuando evita el simple y llano insulto) se resume en: “hago el esfuerzo por interesarme en X, pero como comete el impugnador error y no puedo”, siendo dicho “error” no más que una literal errata (que basta para confirmar el pre-juicio…). Veamos el último ejemplo: “No podés tener razón si escribís mal ‘losers’”, dice Hernán Iglesias Illa (citando una nota de este blog –cuyo tema de fondo no casualmente es la fascinación por la delación– en la que esa palabra tenía una “o” de más…). Y eso basta para que se sume la claque, ya cebada antes de oler sangre (como el anónimo que bajo el simpático nombre de “agit-prop” te dice “psicópata” sin mirarse al espejo un segundo…). No esperes otro argumento, porque nunca lo hay: solo se trata de refrendar el odio visceral ante el que piensa distinto. Con repetido desdén, el cineasta y escritor Raffo juega a que intenta leerte “por morbo” pero no lo consigue. O el ex crítico Noriega asume que “hace mucho” que ya no te puede leer “aun cuando habla mal de mí”, cosa que “en general” suele apasionarlo. Todo esto dicho al pasar en twitter, claro (en algunos casos al menos un grado más allá del cobarde anonimato usual en los “comentarios de lectores”).
Y es que twitter es una herramienta perfecta para este tiempo: permite no profundizar (es decir, no pensar) y a la vez demostrar que en ese epigramático efectismo se asienta su módico poder de fuego. Es decir, en la posibilidad de demostrar en público como funciona la arbitrariedad en estado puro: como siempre, basta con hacer masa y palmearse las espaldas mutuamente, cosa que suele lograrse con más entusiasmo cuando se lapida a alguien… La turba siempre genera placer, incluso –o más– siendo virtual: ni siquiera hace falta agacharse a recoger una piedra (cosa incómoda, sobre todo cuando uno quiere pasar por un tipo cool, abierto y liberal).
Si tuvieran algo que decir que no fueran tales cretinadas, tendrían al menos el valor de dignarse en hacerlo en los comments de la nota de la que se burlan confesando que ni siquiera la leyeron…. Pero nunca se animan (al menos firmando con su nombre), visto que deberían arriesgarse a una respuesta que los obligue a estirar sus provocativos “argumentos” más allá de los 140 caracteres, y acaso sin la ayuda de la amistosa horda que suele festejarse entre sí como un atajo de mandriles. Porque todo se reduce a lo que finalmente alguien enuncia como acuerdo tácito: el mandato es “no hay que leerlo”. De eso se trata toda la farsa de diálogo: de burlarse no tanto del no-leído, sino de quien ose leerlo (salvo si se trata de un líbero, como Quintín, capaz de elogiar la misma nota sin miedo a la manada). Y es por eso que me molesto en describir y contestar a ese gozoso microfacismo, que naturaliza el brutalismo, virtual y real, que vivimos a diario.
Y de paso aprovecho para recordarle a Noriega que nunca hablé mal de él, sino de su poco rigor como crítico (¿será desde entonces que no me “puede” leer?), o decirle a Raffo que no es el morbo lo que me motiva a leerlo, sino tratar de seguir la titilante agonía de una razón extraviada en su propia ceguera (representando todo lo que dice odiar, como cuando tuitea que “la arbitrariedad es lo que te va acostumbrando al fascismo”…). Y finalmente explicarle al sarmientino Illa lo que ya sabe: que la descalificación vía corrección gramatical es una falacia (y una boludez), pero peor es usarla para tirar frases mezquinas en las redes, como quien arroja carne (podrida) a los perros…
Porque el problema de fondo es que se trata de una escuela. No en vano todos ellos proceden de igual modo y con igual objetivo, cascoteando al “progresismo” (¡la verdadera bestia negra de la historia argentina, claro, como no nos dimos cuenta!) con el mismo estilo canchero y abusivo (de confianza… siempre excesiva visto lo torvo de sus vagos razonamientos, impermeables a la honestidad intelectual). Finalmente, el cazaprogres no es más que una versión (apenas) más sofisticada del “mataputos”… Y por eso el prejuicio es más fácilmente detectable que cuando se escuda en el mero gusto del crítico.
No olvidemos que sus volátiles epigramas son tan caprichosos como ese gusto que cierta crítica de cine (que no en vano también tuvo su epicentro en Noriega & Cia) enarbola como único patrón. Nos quedaría el consuelo del tiempo que vendrá, de pensar que en unos años esos olvidables pretextos serán leídos solo por algún historiador interesado por la vieja crítica y su decadencia (no por culpa del progresismo precisamente), o por algún antropólogo cultural como signo de la “vanitas vanitatis” de la época. Pero no podemos olvidar que –como también dijo el poeta– la vida es breve. Y todos nos merecemos otra crítica… Pero para tenerla necesitamos otros alumnos, más que otra escuela.
Nicolás Prividera / Copyleft 2014
No uso twitter y no me interesa caer en la crítica del medio en si mismo -de hecho, uno podría pensar que la limitación espacial podría resultar un desafío interesante para el intelecto y para la búsqueda de síntesis o, exagerando un poco las pretensiones, estimular la escritura aforística, que puede ser muy rica en inspiraciones-. El punto, me parece, es que es evidentemente poco propicio para el intercambio, el diálogo o la discusión inteligente y, como apunta la nota, sirve de pasto a las fieras de la irreflexión, la chicana barata y el exabrupto supuestamente canchero. De todos modos, creo que hay algo más problemático, amplio y profundo que excede a twitter: la tecla SEND de los dispositivos celulares nos convierte a todos en posibles autores instantáneos de la primera estupidez que se nos cruza por la cabeza. ¿Cuántos se toman el trabajo de volver a leerse?
En paralelo, una discusión en general sobre la crítica (y hacia el final en particular sobre la cinematográfica) con Quintín:
http://lalectoraprovisoria.wordpress.com/2014/01/29/intrascendencias-31/#comment-107334
¿Qué tiene que ver esto con la temática del blog?
Yo podría preguntar con más pertinencia: ¿qué tiene que ver esta pregunta con la temática del blog? Porque la «temática» del blog excede la mera reseña: incluso cuando cubre los estrenos lo hace desde una perspectiva amplia, entendiendo el cine como un fenómeno cultural, y la cultura como un campo en tensión. Por lo que las discusiones (internas y externas) no tienen nada de extraño. Lo extraño es, insisto, que alguien que haya llegado hasta aquí no lo perciba, al menos, si no quiere celebrarlo.
Estimado Jorge:
1. Este artículo de Prividera es la segunda parte de un artículo publicado en noviembre de 2013 sobre una presunta nueva crítica cinematográfica y la relación de ésta con las redes sociales, en particular Twitter. Es posible que en este caso usted encuentre más pertinente ese artículo que éste. Aquí puede leerlo, si usted lo desea.
2. Este nuevo artículo de Prividera gira en torno a un conjunto de lecturas que se hizo sobre una crítica que él escribió sobre el último film de Scorsese. Es decir, que tiene todo que ver porque es un respuesta directa a los lectores que eligieron Twitter para hablar sobre ese artículo y no este lugar.
3. Es cierto que hay un costado personal, y es por ahí en donde leo su interrogante. Creo que Prividera habla más de una cultura de la crítica (y por tanto este texto puede ser leído como una crítica a la cultura), o tal vez, directamente, se trate de una crítica de la crítica en relación a la articulación de un discurso crítico minimalista en Twitter. Eso me parece más que pertinente, y como editor y responsable del blog, me pareció bien que se publique. Las cuestiones personales, o qué sucede entre algunas de las personas mencionadas y el propio autor de la nota no me incumbe. En la medida que exista respeto y argumentación yo permito la libre expresión de quienes aquí escriben y comentan.
Espero haber respondido a su inquietud.
RK
Nada personal. En la anterior nota no di nombres justamente para refutar sin personalismos, pero una de las citadas se quejó de que no la mencionaba e incluso pretendió con eso impugnar lo dicho… Así que aquí los dichos van con nombre y apellido (e incluso autodefinición, como «cineasta y escritor» tal como dice de Raffo su columna en Perfil). Y como siempre, las citas son textuales. De hecho solo los conozco por lo que dicen públicamente, y con ninguno de ellos crucé nunca dos palabras. Simplemente aprovecho para contestarles su generosa mención con la longitud que no prestan pero merecen. Porque no se puede dejar pasar estas cosas como si nada, ya que lamentablemente representan algo más que un grupito de cínicos o extraviados. Son la expresión de ese neoconservadurismo «moderno» que quiere pasar por cool.
Dejemos de lado chistes idiotas como el «sobran facultades» de Noriega (en referencia a Filo o sociales, facultades que efectivamente sufrieron cuando esas cosas no eran chiste). ¿Cómo tomar lo que Illa tuitea ayer nomás?: «en muchísimas cosas, esta Argentina es más democrática que la de 1970» y Raffo le contesta que «en términos relativos, no». Y antes que algún lector despistado pregunte lo obvio (y los extranjeros no lo entiendan): en 1970 la Argentina vivía bajo dictadura militar….
Es cierto, no es personal, pero entiendo que el lector lo debe haber pensado así. Y si es personal, en última instancia, es el inicio o lugar de enunciación para una discusión pública.
Por mi parte, solamente quiero dejar constancia de la profunda angustia que me produce la confusión ideológica en Argentina. La velocidad para descalificación y la identificación de quién es el otro, sea como partisano o rival, es algo que no deja de sorprenderme y doler.
Saludos a los lectores, abrazo para NP.
..Y para ello (en cuanto a esa descalificación/confusión) nada como twitter, ¿no?…
Juzstamente, en el Perfil de hoy, sale una interesante nota sobre twitter y la ética periodística (la recomendación final debería poner nervioso al colaborador Raffo…):
http://www.perfil.com/contenidos/2014/02/01/noticia_0085.html
Creo que el lector simplemente es uno de los que cree en las «temáticas» puras, que más que lo personal (o lo subjetivo, más bien, giro mediante) deberían estar exentas de lo político. En muchos eso se da por mero conservadurismo, en otros porque temen que la discusión termine en una barricada (como quien dice: no hablemos de política en la mesa).
Ahora bien, una cosa es la confusión ideológica, visible en los críticos mencionados (y en mucha gente más, incapaz de ver su propio desatino) y otra como enseguida buscan (y obviamente encuentran) un enemigo para sostener sus vagos argumentos (cosa que no hay que confundir con cualquier dialectica racionalmente fundada). En ese sentido, la ilusión de que el origen del mal es el «progresismo» no es más que la parodia de lo que la dictadura identificó como «subversión» (respecto a esto último, acabo de leer un excelente libro de la historiadora Marina Franco llamado «Un enemigo para la nación», donde muestra claramente como el huevo de la serpiente de la dictadura del 76 fue la creación de esa figura en los años previos….
Leí recién el artículo de Petrartca; es muy bueno. Tendré el cuenta aún más el libro que lo tuve en mis manos antes de partir rumbo a México. Abrazo. RK
El libro se publicó en 2012, y fue escrito en los años previos: en nada curioso paralelo con «Tierra de los padres»…
La verdadera incógnita es el lector que dejó el comantario tuitero que derivó en todo esto: no creo que vuelva para explicarse, así como ni siquiera se molestó en leer con cuidado la nota (que le responde ya desde la cita de Hitchens…). A cuantos representa de los miles de lectores de este blog, o de los lectores y ciudadanos en general, y qué es lo que piensa de estos temas? Lo que me recuerda otro libro interesante, en linea con el citado pero más sociológico, llamado «Los años setenta de la gente común». Entre los dos se entiende perfectamente porque fue posible la dictadura.
Y todo esto (porque twitter al menos es un termómetro) deja claro que se viene un rebote neoconservador (que en otras áreas se notará más que en el cine argentino, donde lo político no alcanzó a inquietar la «temática»…)
Abrazo.
Mi idea de Twitter es que hay algo de striptease inconsciente, un Gran Hermano del discurso, que alentado por un deseo narcisista general a mostrarse inteligente y veloz, permite ver la posición del sujeto del discurso. Y por eso es un termómetro.
Esto me recuerda a otra cosa. Creo que es hora de empezar con nuestros intercambios abiertos, nuestras cartas de cine. Tendríamos que retomar nuestros artículos sobre Gravity.
¿Qué te parece?
RK
PS: no tuve noticias de Buenos Aires. Envié yo un nuevo mail. Espera un poco para el tuyo.
Señor NP, mi inquietud no es por «neoconservadurismo» ni por ninguno de los otros términos que menciona. Simplemente me parece que el post responde a cuestiones personales de las cuales estoy fuera. Aclaro que no estoy al tanto de los problemas que usted tiene con esas personas (…o que ellos tiene con usted) y que obviamente que se puede hablar y reflexionar sobre twitter. Sin embargo, no creo que sea necesario poner una cuestión personal como ejemplo. Me parece que se podrían quitar nombres y la reflexión sobre el uso de twitter no perdería fuerza.
Por otro lado, y al igual que a RG, me sorprende «la velocidad para descalificación y la identificación de quién es el otro». No enrtiendo a que viene eso de «neoconservadurismo».
Por último, me tomo el atrevimiento de darle un consejo: Si ellos lo ignoran ¿Por qué no hacer lo mismo?
Jorge: no se que entienda usted por «conservadurismo» (sea neo o tradicional), pero su modo de expresarse me parece como mínimo «atrevido», como dicen en el barrio: usted entra a este post dejando primero una frase agresiva que ya se responde con la nota misma, y luego con esta parrafada que además de la nota parece no haber leído lo que agregué aquí arriba para los poco atentos: no hay ninguna «cuestión personal» ni «problemas» que no sean públicos (pero su «de las cuales estoy fuera» aclara bastante su punto de vista al respecto…). La anterior nota no tenía nombres, como usted sugiere, y aunque eso tenía un sentido fue un error: así como conviene citar textualmente, también es necesario explicitar los autores. Es parte de la transparencia pedida, tanto para con ellos como para con los lectores. «Ignorar» es un juego que no me parece noble: si los susodichos me siguen mencionando o no, yo los seguiré leyendo igual, como a todo el mundo que diga algo (aunque sea a su pesar) sobre la cultura contemporánea… Pero, en fin, si usted cree que ignorar es lo mejor: ¿por qué no ignora esta nota y me libra de contestar estas obviedades?
Siguen llegando adhesiones: “Las redes sociales le dan derecho de palabra a legiones de imbéciles que antes hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la colectividad”.
http://www.perfil.com/cultura/Para-Umberto-Eco-las-redes-sociales-generan-una-invasion-de-imbeciles-20150616-0025.html
Así que mejor tomárselo con humor:
Sí, podemos coincidir en líneas generales con Eco. Él tiene bien ganada su autoridad intelectual. El problema, de todos modos, es cuando bajamos a los casos particulares. Hay opiniones que son obvias, como las del video de Youtube, pero otras ideas se descalifican con argumentos que son discutibles. La pregunta clave es: ¿Quien tiene el derecho a decidicir quien es un imbécil o no? Ciudado, porque la historia de las ideas está plagada de opiniones de reprobación sobre personas que después fueron reivindicadas como genios. Y para no ir más lejos, solo cabe pensar en Galileo.
Ok. Cada vez que un idiota se sorba los mocos en twitter con palabras que ofenderían a un mono pensaré en Galileo…
Prividera: ya hay más quejas tuyas porque la gente te boludea sin argumentos sólidos por Twitter que gente boludeándote sin argumentos sólidos por Twitter. Ya está, lamentablemente así es Internet, y nada ha cambiado demasiado ni va a cambiar desde que te expresaste hace un año y medio al respecto. Vengo disfrutando y puteando en partes iguales con tu libro y sé que seguirás siendo una referencia muy considerable en futuras discusiones sobre cine. El asunto Twitter ya lo agotaste. Disculpas en nombre de los tuiteros a vos, Eco y Frémaux 8http://www.theguardian.com/film/2015/jun/05/cannes-film-head-thierry-fremaux-twitter-festival), y movamos a alguna otra cuestión, por favor.
Jotafrisco:
Nunca podría quejarme de que me boludean sin argumentos sólidos en twitter, por tres sencillos motivos: no es una queja personal, el que boludea es un boludo autoasumido, y -ante todo- porque no hay argumentos sólidos en twitter…
Por lo demás, no estamos en esa refriega de genios autoconvocados que tiran frases picantes como si fueran la reencarnaciòn de Billy Wilder, sino en un blog en el que escribo hace años, donde me siento entre amigos (me refiero a los coescribas, no a los comentaristas azarosos que van y vienen). Así que no podría decir «así es Internet», ni ninguna frase que empiece con un «asi es…». Se las dejo a los conformistas, que imagino como señores semi-vivos tipo Fayt, o de al menos 50 años, pero que no suelo esperar de gente menor que yo…
Asì que si venìs «disfrutando y puteando en partes iguales» con mi libro, sabrás que no me ando fijando en lo que está de onda o no discutir en las redes sociales hace un año o el que viene. No estar a tono con la moda es el único modo de seguir siendo «una referencia muy considerable en futuras discusiones» sobre cualquier cosa (salvo la chocotorta y demás huevadas). Así que «movamos a alguna otra cuestión», dale. Para cuando la nueva crìtica, o también era una jodita? Dejá de desperdiciar tu chispeante ingenio… O es lo mejor que tenés?
Prividera: tranquiliza saber que el torrente de insultos baratos fomentados por el anonimato y las distancias de Internet no te afecte (si «que no te afecte» significa volver a una nota de hace un año y medio para sustentar un argumento bastante firme con una opinión de Umberto Eco, como si fuera fundamental para la discusión). Por los contextos cibernéticos que querés diferenciar, sin embargo, has recibido mierda en Twitter, comentarios de La lectora provisoria y de este mismo blog, así que más allá de que tenés amigos en los coescribas de este espacio la gente que quiera romperte las pelotas no va a respetar fronteras. Por eso así es la Internet en su integridad, con usuarios más nutritivos que otros.
Lo de adjudicarme un conformismo de viejo choto por decir que Internet está llena de gente de mierda, como si te hubiera dicho «Prividera, los festivales de cine son así, no llores porque no te programaron la película», es una boutade que supone que venía a defender a Twitter como un espadachín: te estoy diciendo que tenés razón desde hace un año y medio, y que estás para más que volver a eso. También decís que no vas al compás de lo que está de moda discutir «en las redes sociales», cuando vine a escribirte acá mismo, y en más de 140 caracteres (aunque siendo sincero ese comentario tenía 585 caracteres, que equivalen a míseros 4,17 tuits). Es bastante obvio que Daney o Eisenstein no le habrían encontrado mucha vuelta a esta red social, pero sin ir más lejos a Roger le viene siempre bien para difundir los textos que aquí se publican, adelantar al instante los conceptos que plasmará más tarde en crónicas festivaleras o difundir novedades de interés. Es cuestión de para qué se lo usa.
La arenga del último párrafo me parece genial, sin un solo dejo de ironía. Pero me pregunto si se refiere a algo en concreto: ¿me estás pidiendo un libro? ¿Una colaboración en este blog? Reconozco el tiempo que derrocho con el microblogging del pajarito, pero el trabajo que me da de comer me provee de una computadora con Internet y ratos libres muy cortos, que rara vez puedo dedicar a escribir sobre cine. Otros como Roger y Ricagno me han cagado a pedos por lo mismo, pero este año estoy particularmente laborioso: llevo 47 películas reseñadas y voy retrasado como con 20, por la idea suicida y boluda de querer reseñar todos los estrenos argentinos del año, en el blog al que linkea mi usuario en este comentario. Por culpa de las obigaciones y trámites que impone mudarse de ciudad no me estoy dando el lujo de la extensión ni la revisión exhaustiva, por lo que podrás decir -con razón- que una pata de la nueva crítica está hundida en un mar de calificativos repetidos y reseñas burocráticas. No estoy conforme pero escribo mejor que el año pasado, va queriendo.
Jotafrisco:
Vuelvo a una nota como lo hago en mi libro. Esa es la diferencia con twitter, cuyos 140 caracteres van instantáneamente hacia el olvido. Acá podemos volver atrás, y seguir discutiendo o profundizando cuestiones. No se si es este el caso, claro…
La gente que quiere romper las pelotas nunca respeta fronteras, y esta época se lo hace demasiado fácil. Pero no creo que sean la pelusa del durazno y me los tenga que bancar porque “así es internet”. Internet es muchas cosas, y uno elige donde estar y qué contestar. Yo no estoy en twitter, y te contesto por acá porque todavía creo que podés hacer algo mejor que ser un tuitero agriado en su cinismo cool.
Pero no, no te estoy pidiendo nada. Y supongo que el mundo tampoco lo hace. Esto dicho “sin un solo dejo de ironía”. El mundo nunca pide nada, más bien se contenta con lo primero que le tires, como en twitter. Evidentemente tiempo no te falta si llevás 47 películas reseñadas “por la idea suicida y boluda de querer reseñar todos los estrenos argentinos del año”. Me parece bien ponerse metas, pero mejor que no sean suicidas y boludas, no?
En fin: no se cuáles son las patas o los patos de la nueva crítica, si tal cosa existe. El problema no son solo las reseñas burocráticas. Para ser “nuevo” hay que diferenciarse de lo viejo, pero tampoco alcanza (como queda claro en el NCA). Sea como sea, no soy yo quién les puede decir lo que tienen que hacer: yo también hago lo que puedo. Si eso es nuevo o ya viejo lo dirá el tiempo, y los que vengan a por nuestras cabezas. Espero que sea para superarnos, y no para seguir hablando de la chocotorta y Michael Mann.
Parecerá una taradez pero todo lo que mencionás al principio se puede hacer por Twitter, más allá de que sea infinitamente más cómodo y ventajoso hacerlo por vías como esta. Si quisieras, podrías escribir un post entero e ir encadenándolo para que se leyera en orden, agarrar todos los tuits que te llevó esa idea y guardarlos aparte para que los revise quien sea. Insisto, no pretendo que te abras una cuenta, ni vengo a defenderlo como medio de expresión como si estuvieras juntando firmas para cerrarlo, pero nomás señalo esos matices porque de la manera en que lo pintás parece una reunión de consorcio de cinco horas trabada en un tema intrascendente (muchísimas veces lo es), pero tampoco es el gran culpable de la decadencia en el discurso crítico sobre el cine y sus personajes. En todo caso eso será problema de los trolls, hinchapelotas o como quieras llamarlos. Y remarco lo que dije en mi anterior comentario, porque no estoy siendo conformista al respecto, como tampoco creo que traer a colación a Umberto Eco un año y medio después sea fundamental para definir una postura que por sí misma era razonable (en definitiva eso es irrelevante: el primer comentario en revivir este post era esporádico y corto como un tuit). Es un espacio en el que te topás con una pasada de factura por Nisman y a los dos minutos alguien tira un link para ver, no sé, Mauro (y que se tranquilice Rosselli porque eso no está sucediendo realmente). Es un poco -más bien mucho- como el abanico de gente pelotuda e interesante que uno se cruza en cualquier ámbito de la vida. Espacios como este blog no tienen el nivel de agresión vacía que hay en Twitter, pero basta con una dirección de mail para venir y poner «PRIVIDERA BOLUDO». Ningún rincón de Internet está libre del trogloditismo.
La idea de mi blog actual me surgió en octubre de 2014: si la pateaba tenía que estar un año esperando, y al ritmo en que crece la producción para 2016 sería imposible de concretar. Con algo más de tiempo quedaría más conforme con lo que publico, pero no puedo negar que todo el asunto me está divirtiendo muchísimo. Si existe una nueva crítica no sé si tiene tanto que ver con mis proyectos virales: desde nuestra infame mesa en 2013 Lucía Salas y los cordobeses están echando humo de sus cerebros, cada cierre de Cinéfilo es un cruce entre montones de textos sobre un rango de cuestiones cada vez más amplio (las posturas de los distintos redactores se fueron desarrollando y con algunos tengo similitudes que parecieran arregladas) y en el blog Las Pistas ese fenómeno se produce con mayor inmediatez. Se están diferenciando y construyen un discurso original sobre lo viejo que descartaron, algunos de ellos tienen sus carreras en la dirección, y lo más importante es que aprovechamos cuanta ocasión nos aparece para juntarnos, y las discusiones sobre cine surgen solas, son intensas y nutritivas. Es un grupo numeroso y heterogéneo, lo suficientemente estimulado para disparar en diferentes direcciones, y sé que que en un futuro no muy lejano van a pegar un salto bastante grande, cuando deban tomar las riendas y las decisiones sobre las cosas que les gustan (así lo dijo el riojano Fuentes Navarro, y suscribo). Si llegaran a largar todo y se dedicaran por el resto de su vida a la botánica y la carpintería, habrán dejado un buen cuerpo de cosas escritas.
Al final me parece que coincidimos bastante, aunque leo con preocupación un comentario en Micropsia en el que afirmás que no te gusta la chocotorta: ¡andá, Prividera boludo! ¡Amigo de Porta Fouz! Júntense a comer sus tortas reales, snobs.
Dejemos entonces la chocotorta y twitter, terrenos sobre los que no vale la pena sacar conclusiones ni tener esperanzas. Vayamos a los que nos une: el cine, y acaso la “nueva” crítica (no se cuando se deja de ser nuevo, pero peor es tener ideas viejas antes de tiempo…).
Les tengo aprecio a Salas y los cordobeses, y me parece bien echar humo y discutir hasta la madrugada. Pero aun no veo ahí “un discurso original sobre lo viejo que descartaron”. Creo que hace falta más que cinefilia y juvenilia (y demás filias y flias). La pasión es un motor, pero falta rumbo. Ahí es donde les falta dar el salto, pero si lo dan pueden hacer la diferencia (coincido con Fuentes Navarro). Por ahora los veo demasiado “modositos” (por usar una palabra que espero les moleste): como esas películas del NCA que deberían estar enterrando en vez de imitando… Se entiende? Se trata de ponerle más sangre y seso a la cosa: ambos ingredientes son imprescindibles, y sobre todo deben ir juntos. El seso sin sangre da como resultado aburridos académicos que hablan de un cine ya muerto, y la sangre sin seso da lugar al cahierismo bobo de El Amante Escuela… Hay que encontrar el punto exacto. Y saltar.
Saludos.
Creo que me pasé un poco al pintar nuestra situación juvenil y aguerrida, pero quería dejar en claro que estamos lejos de ser cactus con la atención reducida a las alertas de las redes sociales (el tío Ricagno, en realidad, nos exigía mayor discusión cinéfila en bares de mala muerte, ítem con el que siempre hemos cumplido en el escenario que surgiera). Más allá de establecer fórmulas con equilibrio de ingredientes, creo que la meta será ver cómo canalizamos nuestras influencias y qué hacemos con el terreno que nos allanamos destruyendo los paradigmas que construyeron otros. Ese salto será poder confirmar el estilo individual y/o colectivo que estamos moldeando (recuerdo que somos muchos, en distintas ciudades y con distintas crianzas discursivas sobre el cine). Además, todos nos debemos una charla sobre cómo fue que la crítica llegó a este presente, y una reflexión más dedicada de por qué bancamos o apedreamos a distintos títeres de nuestro ambiente. Por mi parte puedo decir que en su momento he mandado a cagar al director de este grupo de sitios sobre cine, y al encargado de uno de sus derivados (http://jotafrisco.tumblr.com/post/56450192972/la-tristeza-de-los-criticos-ricos). ¿Hago bien en molestarme por lo de modosito o no entendí bien el término?
El punto no es el tamaño de quien mande uno a cagar (si bien es más dificil cargarse a Rohmer que a Anderson, o los nombres que se puedan poner ad infinitum) sino que te tomen en serio. Los Cahiers no triunfaron por su discutible canon, sino porque convencieron. Y para eso debieron dejar de ser los «jóvenes turcos» para convertirse en la Nouvelle Vague. O creés que hgoy andarían haciendo chanzas en twitter?
Escriban. Y en serio. No hay otra.
Vi este artículo ahora, por primera vez, y mientras lo leía pensaba que qué bueno que su argumento no fuera el argumento elitista y viciado de desprecio que había leído a Eco hace unos días. ¡Y precisamente era esa declaración de Eco la que había reavivado este post!
Twitter (o internet, como dice Eco) «aprueba al tonto del pueblo como el portador de la verdad”, tanto como la hace la democracia de masas. Y, sí, ambos son hechos que hay que asumir y comprender en toda su objetividad y en toda su historicidad, no para condonarlos, sino para forzarlos a la prueba de la mejor crítica, una crítica como la del post originario, frente a la que el argumento de Eco es pobre, triste y conservador.
Asimilar internet a la democracia, o la democracia a que todos los argumentos sean válidos, es una falacia. Sabemos bien que este mundo virtual es tan poco igualitario como el real, y también que el derecho a la opiniòn no entraña que todo el mundo tenga un argumento sólido para sostenerla. Si no empezamos a hacer esa distinción. Es obvio que Eco está hablando de esa «estrategia de la ilusión», no del voto calificado.
No estoy tan segura con respecto a Eco: «Eco acusa a las redes sociales de haber generado una `invasión de imbéciles´”. “Las redes sociales le dan derecho de palabra a legiones de imbéciles…» .
Eco está molesto ante el derecho mismo a la palabra de los que llama «imbéciles».
(Hace poco, tuve la desgracia de ver Belluscone, un despreciable precipitado de esa misma actitud, celebrado como «simpático», cuanto menos.)
Por lo demás, enteramente de acuerdo con vos.
«Si no empezamos a hacer esa distinción caemos en una vieja trampa» (esa era la frase completa). En cuanto a Eco, habrìa que haber escuchado su alocución completa: el recorte del diario es tan poco confiable como internet…
Puede ser. En cualquier caso, hay que discutir con lo publicado, que es a lo que hay acceso.
El problema es que se invierte el razonamiento: No son imbéciles a priori y luego se les otorga un derecho a la palabra para el que no serían hábiles. Por el contrario, son imbéciles porque han usado la palabra y por el modo en que la han usado. Pero esto nos pone ya en ámbito del debate. Nada autoriza a decidirlo de antemano, que es lo que se sigue de las declaraciones de Eco o de cómo han sido transcriptas, lo que, en todo caso, es un síntoma de lo que muchos están dispuestos rápidamente a leer (y con complacencia).
Yo creo (o quisiera) interpretar que Eco habla de «imbéciles porque han bastardeado la palabra», y por eso habla del «daño a la comunidad». Hacer uso de la palabra deberìa implicar una responsabilidad, no habilitar alegremente la infamia (como se ve todos los dias en los comments de los diarios). El derecho implica una obligación, filosoficamente hablando: no se trata de una cuestiòn legal o moral, sino ética. Por eso yo prefiero no ser parte de un club que acepta el trogloditismo como método.
Y dale con Twitter…
El punto como bien decís no es la magnitud del aludido (menos tratándose de Batlle, a quien desprecio sin problemas), pero yo tomé lo de modosito como si fuera incapaz de embarrarme por expresar una idea sin vueltas, o como si estuviera haciendo los deberes para caerle bien a alguien en vez de decir lo que se me cante con un nivel apropiado de pericia. Tiré el ejemplo de mi texto por defenderme en ese aspecto, no como si esto fuera un coaching y estuviera anotando tus sugerencias para ir moldeándome. Tampoco significa que te esté ignorando, si no que no vine a rendir examen.
Que nos falta un golpe de horno no es ninguna novedad. Nos falta mucho más, en realidad, y lo que mejoremos se podrá demostrar -o no- en algunos años. Me parece que también todo aquello que falta no es resumible en una fórmula estilo «dos tacitas de sesos, cuatro onzas de sangre…» o decir la obviedad de escribir «en serio» como si nos dedicáramos irónicamente a perder tiempo escribiendo y discutiendo por cero pesos. Hay que empezar a leer y leerse más, identificar puntualmente los problemas y dar nombres sin atrincherarse, ni citar el cahierismo fallido de los últimos amantes como si fuera un cuco. Vos le diste largo y tendido a la cuestión en tu libro, lo cual da la pauta de que son cosas que veremos cómo habremos resuelto en un tiempo, y que no se van a terminar en un tuit ni en un comentario.
No intentè resumir lo que falta en una «fórmula», ni darles «sugerencias»: tu forma agresiva de contestar no es preciamente a lo que me refiero con no ser «modosito»… No haca efalta «cagarse» literalmente en nadie, sino defender una idea con argumentos y persistencia. Qué es pèrdida de tiempo y què no solo el tiempo lo dirà. Lo que tampoco implica un resultadismo, sino todo lo contrario: la consistencia en cada posición. Todavìa no se cual es la tuya… Pero no se va a ver ni en mil tuits, no. Tampoco en estos comments, que tampoco son terreno muy fértil.