DESDE MI CIELO

DESDE MI CIELO

por - Críticas
20 Feb, 2010 02:45 | comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Alan Koza

SUSIE EN EL PAÍS DE LAS DESVENTURAS

Desde mi cielo / The Lovely Bones, EE.UU-Nueva Zelanda., 2009.

Dirigida por Peter Jackson. Escrita por Fran Walsh, Philippa Boyens y P. Jackson.

* Tiene un rasgo redimible

La nueva película del responsable de llevar Tolkien a la pantalla grande exacerba lo peor de sus películas precedentes, aunque algunos pasajes permiten inferir que después de todo y tantos efectos digitales, es una película fallida de un hombre de cine.  

Como sucedía en King Kong, los primeros minutos de Desde mi cielo introducen un mundo, un tiempo y la vida de sus personajes, más allá que la voz en off de una criatura celestial organice el relato desde un trasmundo. Un libro de Hesse y uno de Camus y, posteriormente, un manual sobre crianza infantil, son suficientes para delinear la vida espiritual de los padres de una familia, signada por la desgracia. Cada objeto y detalle remiten a una clase social y década específica. Es 1973, y en ese tiempo todavía no se habían naturalizado los asesinatos de niñas y adolescentes.

Susie tiene 14 años. Estudia, ama a sus padres y a sus hermanos y jamás besó a un chico. Su vida en Pensilvania es apacible y feliz, y así como su padre se obsesiona con su hobbie, introducir barcos diminutos en botellas de vidrio, Susie está apasionada por la fotografía. Captar un instante es retener el tiempo inaprensible, cazar lo fugaz en una película, una pasión prematura que tendrá otro sentido cuando, de regreso a casa, un vecino, divorciado y solitario, la invite a conocer una construcción insólita y siniestra bajo tierra en un maizal después de la cosecha. A partir de allí, Susie permanecerá suspendida entre dos mundos: aquel en el que vivimos y aquel que corresponde a la hipotética e imprecisa eternidad que espera por nosotros. Es un espectro aferrado todavía a su pretérita existencia, tanto por amor a su familia como por sus ansias de justicia.

Desde mi cielo, basada en el best-seller “The Lovely Bones”, de Alice Sebold, es una película en tensión: su flanco metafísico kitsch rivaliza con su costado perverso. Aquí, Jackson combina fallidamente esa tendencia ostensible en la iconografía esotérica New Age de El señor de los anillos con el sadismo amoral de Criaturas celestiales, aunque Desde mi cielo es esencialmente un drama familiar y un melodrama adolescente. En ese sentido, todos los pasajes vinculados al asesino y sus obsesiones metodológicas trabajan sobre un registro realista que se contrapone dialécticamente con el limbo paradisíaco en CGI. Así, todos los primerísimos planos de los dedos de Stanley Tucci (quien interpreta magistralmente al asesino serial en cuestión), o los siniestros planos detalle sobre unas muñecas, momentos previos al asesinato, constituyen los mejores “efectos especiales” del filme, pues allí Jackson demuestra que el cine es también un lenguaje y una forma, y no un sospechoso arte derivado de la literatura, ahora auxiliado por un nuevo estadio digital capaz de plasmar en imágenes cualquier capricho de la imaginación. La secuencia que transcurre en la casa del asesino, entre la hermana mayor de la víctima y el homicida, es un prodigio de suspenso: basta un primer plano y el trabajo inteligente sobre el sonido para provocar físicamente al espectador.

Pero esos logros ocasionales son neutralizados por un sinfín de excesos digitales con los que se persigue materializar un reino suprasensible en el que la lógica de los sueños parece estancada en una concepción de lo bello que desestima la austeridad como mejor aproximación a lo extraordinario. El kitsch secuestra imagen tras imagen, y solamente un trigal devenido en mar y una versión gigantesca de los veleros paternos tocando la costa de una tierra vacía se desmarcan de ese fulgor celestial empecinado en vender una espiritualidad vaga que probablemente no contará con el beneplácito de Evo Morales, ni será prohibida en la tierra de Mao y Confucio (como sucedió recientemente con Avatar, otra película de cuño New Age), aunque el sumo pontífice, seguramente, tampoco le dará su consentimiento.

Vivimos en un mundo aciago, pero existen, para Jackson, Sebold y los crédulos del mundo, otras realidades, más luminosas y etéreas, en donde incluso a una púber violada y asesinada le esperan nuevas aventuras. Aquí, la ilusión tiene un precio, la ridiculez, que alcanza su paroxismo en una escena que incluye un beso (precedida por los gags a cargo de Susan Sarandon como la abuela de la casa). Los últimos tres planos de la película no están muy lejos de la perfecta imbecilidad, momento en el que se postula una concepción de justicia. La esperanza y la justicia son anhelos de este mundo: sobre lo que viene después más vale callar y esperar en silencio. Después de todo, el cine, como diría Kracauer, es la redención de la realidad física.

Esta crítica fue publicada en otra versión en el diario La Voz del Interior en el mes de febrero 2010.

Roger Alan Koza / Copyleft 2010