DESPUÉS DE LA TIERRA / AFTER EARTH
¿Sueña Will Smith con ovejas eléctricas?
por Santiago Gonzalez Cragnolino
En Después de la Tierra, M. Night Shyamalan (director de El sexto sentido, pero también de El último maestro del aire) dirige a Will Smith y a su hijo Jaden Smith en la última fantasía pos- apocalíptica de Hollywood. La Tierra ha sido devastada por la humanidad, que debe encontrar nuevos planetas que habitar. En uno de estos planetas se encuentran unos aliens letales, una especie de arácnidos mutantes que detectan a los humanos al oler las feromonas que despedimos cuando sentimos miedo. En el combate con estos monstruos forja su reputación el militar que interpreta Smith padre, un tipo capaz de suprimir sus emociones y así ser “invisible” para estas criaturas, a las que mata con la eficacia de una máquina. Su hijo es un cadete que quiere seguir los pasos de su padre pero no alcanza semejantes resultados. El padre, siempre severo y demandante finalmente le da una oportunidad a su hijo al llevarlo consigo en su última misión. Para infortunio de ambos la nave que los transporta sufre un accidente y quedan varados en la Tierra. Para empeorar las cosas el padre se rompe las piernas y queda postrado en la cabina de la nave. Será tarea del joven Smith cruzar parte del inhóspito planeta y dar la señal de rescate. Esta será la premisa de Después de la Tierra, con el accidente como desencadenante de la aventura de iniciación del joven y también cómo una excelente excusa para que Will Smith realice una de las actuaciones más perezosas que se hayan visto en los últimos años.
El hombre se la pasa sentado, con cara de malo, hablando en un tono monocorde; el rostro se mantiene rígido en su gesto serio, medio enojado. El rictus de Will Smith funciona como metáfora de la película: una obra de un solo tono, un ejercicio desposeído de sentido del humor y una tarea mecánica. Después de la Tierra parece dirigida por un robot, o tal vez por un grupo de científicos que formulan una serie de algoritmos que resultarían en una película de aventuras. Es en realidad un film aséptico, casi totalmente carente de imaginación donde la forma (cinematográfica) se convierte en fórmula.
Se puede rescatar algún mérito de Después de la Tierra, como algunos planos aislados que son visualmente alucinantes, pero sería más que nada un elogio a la técnica. Y si los efectos especiales son el fuerte de la película, el soporte de filmación elegido no les hace justicia: la filmación en HD, con su textura hiperrealista, hace un enorme contraste con las imágenes realizadas por computadora y las deja en evidencia. De esta manera se hace imposible suspender la incredulidad ante la fantasía y dejarnos sorprender por lo que vemos, involucrarnos emocionalmente con lo que sucede en pantalla.
La película de Shyamalan remite a algo parecido a un software. Si la película tiene algún público, si los amantes de los efectos especiales pueden apreciar algo en Después de la tierra, en cuestión de meses probablemente buscarán un reemplazo, una versión actualizada y mejorada.
Hay que decirlo, hay un momento sorprendente en la película. Ocurre en los primeros minutos: cuando se narra el proceso de cataclismo de nuestro planeta se utilizan imágenes reales de tsunamis, incendios y diversos desastres naturales. La fuerza de esas imágenes puestas en la pantalla grande es quizá lo único verdadero en la película de Smith/Shyamalan. Sin embargo, con el correr de los minutos ese momento auténtico se diluye. Se percibe más como un glitch, un error informático, una falla en el programa.
La película futurista Después de la Tierra es entonces paradójicamente una película de actualidad y lo es en el peor sentido. En unos años será una pieza de museo, un caso de estudio para los arqueólogos de imágenes. En un futuro más lejano será para sus espectadores una muestra de las curiosas imágenes que creaban con computadoras los seres humanos hacia el año 2013.
Santiago Gonzalez Cragnolino / Copyleft 2013
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