DESTELLOS DE BELLEZA
EL COLECCIONISTA DE INSTANTES
Acopiar estímulos con la cámara, prodigar atención a los fenómenos sin énfasis, detectar en la fugacidad de todos los eventos una cualidad pletórica de hermosura y combinar tales hallazgos con el registro de seres queridos (amigos y familiares directos), sin prescindir, aunque tampoco privilegiando, los forcejeos sociales en el drama de la Historia que tiñen cada época. Dichas acciones y coordenadas glosan la poética de Jonas Mekas, un cine de digresiones y fragmentos en el que la primera persona constituye un punto de partida y un principio de montaje por el cual lo múltiple comparece en una amable unidad con nombre y apellido.
De todos sus libros publicados en español, Destellos de belleza es el que mejor plasma en palabras lo que Mekas sabía hacer en planos cinematográficos. La versión magníficamente traducida por Pablo Marín cuenta con un añadido en su título: “Anécdotas y escenas de una vida”. La reformulación del nombre del libro es quizás mejor que el título en inglés: Un baile con Fred Astaire, nombre de la primera entrada de las 98 que tiene el libro en sus 361 páginas. El propio traductor en el prólogo justifica el título y deja constancia de sus razonamientos: ofrece una posición de lectura asumiendo en la modificación una mejor descripción del conjunto de anécdotas que evoca abiertamente la película más hermosa del cineasta lituano: Mientras avanzaba, ocasionalmente vi breves destellos de belleza (2000). El paralelismo entre el libro y la película es incuestionable, puesto que el concepto de anécdota articula los fragmentos y supone también una apreciación de los detalles siempre omitidos en las semblanzas, en las crónicas o capítulos canónicos de la Historia.
Al comienzo hay una aclaración pertinente sobre el término “anécdota”, una definición académica que ilumina en vez de clausurar la fuerza de esa palabra. Reza: “relación breve de un suceso interesante, muchas veces histórico y biográfico”. El libro demuestra con creces ese concepto, y la riqueza reside en las variaciones y en los alcances que puede adquirir una contingencia transfigurada en acontecimiento. Hay tantos ejemplos hermosos y curiosos para destacar: Mekas desacatando a los censores belgas y proyectando como respuesta Flaming Creatures en la habitación de su hotel con la presencia de Godard, Polanski y Varda; Mekas caminando a la deriva en la ciudad de Teresa de Ávila y confesando una experiencia sobrenatural al concluir ese recuerdo; Mekas aprendiendo de Henri Langlois a copiar películas sin permiso por el bien de la historia del cine; o Mekas compartiendo momentos insólitos y asombrosos con Arthur Miller, John McEnroe, Peter Kubelka, Maya Deren, Aldous Huxley, John Lennon, Yevgueni Yevtushenko, Timothy Leary o Ken Jacobs, nombres que denotan abundancia de referencias disímiles y mundos que no se circunscriben solamente al cine.
En la página 87 comienza “Cinco anécdotas de la vida de George Maciunas”. En 1967, el famoso artista lituano y miembro fundador de Fluxus –movimiento artístico en el que participaron Yoko Ono, Nam June Paik, Joseph Beuys, entre otros– despierta en la noche a Mekas para que lo ayude a plantar unos árboles. El compatriota los había robado de una playa de estacionamiento. Su idea consistía en volver a plantarlos, lo que implicaba una segunda acción ilegal, que en la reconstrucción de lo sucedido se explica en profundidad. El hecho suscita otras situaciones no exentas de comicidad. Los inspectores de Manhattan pidiendo que arranquen los árboles, el cineasta aludiendo que George se rehúsa a obedecer y comunicándoles que su amigo le ha pedido que los filme si deciden llevárselos. Por mucho tiempo, los dos árboles fueron los únicos miembros de su especie que habitaron en la calle Wooster. La anécdota culmina en 2013 con una resolución del Departamento de Parques de la ciudad de Nueva York. El epílogo viene acompañado por una foto de uno de los árboles en la que se ve a Mekas acariciándolo con su mano derecha. El destino de dos árboles puede resultar insignificante frente a instancias de mayor jerarquía ontológica y política, pero la anécdota revela una posición ética de Mekas y Maciunas, como también una obstinada praxis estética (porque cualquier ocasión puede ser restituida en una escena), y no deja de ser un caso manifiesto de cómo las instituciones persisten en su lógica y asimismo cómo las ordenanzas de un municipio delinean el espacio público.
Hay una diferencia sustancial entre el libro y las películas. El presente continuo es el tiempo de las películas de Mekas y el afán de atraparlo. En Destellos de belleza existe una admirable recuperación de las anécdotas en textos, a veces cercanos al relato en el tiempo, en ocasiones signados por décadas de distancia. La totalidad de los textos constituye un ejercicio de memoria que es también una arquitectura de los recuerdos. No hay duda alguna de que la memoria es siempre una operación de montaje y en ese sentido el libro no es otra cosa que la puesta en escena en palabras del detritus del pasado alojado en los circuitos del cerebro y el corazón del cineasta. El pensamiento cinematográfico comanda los párrafos trabajándolos en un montaje a distancia en el que una anécdota del inicio vuelve a imbricarse con otra que puede rastrearse en otro episodio tardío y así desbordar su condición necesaria de abreviación. Lo que parece un caos bienaventurado es en verdad una recolección que repone una historia. De ese modo pueden leerse, por ejemplo, todas las entradas sobre Andy Warhol, lo mismo respecto de la revista Film Culture o de la institución que fundó y sobrevivió a Mekas –Anthology Film Archives–, noble casa de preservación, difusión y exhibición del cine, sobre todo el independiente y experimental.
Si bien es un libro de anécdotas, hay también cartas, fragmentos de diarios, algunos textos sueltos autobiográficos y una reseña publicada en The Village Voice sobre Los inadaptados de John Huston. Lo que dice Mekas de la película interpretada por Marilyn Monroe es notable, y no es justamente una película que esté en las lides del cine experimental. Pero el cine es siempre cine con perfiles cambiantes, y Destellos de belleza nunca deja de ser un libro de cine. Dice Mekas: “Es extraño cómo el cine puede ensamblar un personaje pedazo a pedazo. El cine no tiene solo que ver con composiciones bellas o historias ajustadas. El cine no es únicamente patrones visuales o juegos de luces. El cine también crea personajes humanos”. Un poco después agrega: “¡Por qué no nos olvidamos de la literatura, el teatro y Aristóteles! Contemplemos el rostro de una persona en la pantalla, el rostro de Marilyn Monroe, mientras cambia y reacciona. Sin dramatismo ni ideas, solo un rostro en toda su desnudez y con todas sus sombras. En ese rostro, en el de MM, recae el contenido y la trama y la idea de la película, que no es otra cosa que el significado del mundo”.
Jonas Mekas, Destellos de belleza. Anécdotas y escenas de una vida , Buenos Aires, Caja Negra Editora , 2022. 368 páginas.
*Publicado en Revista Ñ en el mes de octubre
Roger Koza / Copyleft 2022
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