Disomnia / Awake, Mark Raso, EE.UU., 2021.

El estereotipo es una comodidad dramática. Fija una conducta a un carácter, suministra signos reconocibles de lo que representa y delinea un semblante. Es un puro conductismo estético con una misión precisa: evocar lo universal, un concepto específico de lo que es igual para todos. Disomnia es un objeto ideal para un estudio del empleo de los estereotipos en la cultura del espectáculo. Desde la insistencia manierista en sacar ventaja del plano de una arruga cerca de la comisura del labio derecho de Gina Rodríguez hasta la secuencia en la que un exadicto y ahora pastor convencido instintivamente de su fe interpretado por el carismático Barry Pepper le enseña las marcas de jeringa a la niña heroína, una de las pocas mortales que todavía puede dormir en el planeta Tierra, ningún personaje, ninguna acción, ningún movimiento de cámara, como tampoco las decisiones cromáticas y sonoras, y menos aún la aproximación general para retratar una catástrofe psíquica y física mundial, conjuran el lugar que este bodrio sociológicamente relevante merece: ser el más cabal estereotipo reciente de los estereotipos en el cine. La premisa es ingeniosa: un cambio geofísico inesperado interrumpe el funcionamiento de todos los artefactos e instrumentos electrónicos y también nuestra posibilidad de conciliar el sueño; esta doble desgracia suscita situaciones incompatibles con la supervivencia: la comunicación y el funcionamiento de la vida cotidiana son imposibles, la estabilidad psíquica también. Lo que podría haber sido un ingenioso espejo deformante sobre el último año y medio de la vida en la Tierra ni siquiera supera la estructura narrativa de un videojuego: apenas una carrera de obstáculos en la que desfilan grupos humanos (locos, neohippies, reos, militares, científicos) groseramente estereotipados. 

Roger Koza / Copyleft 2021