ABC CINE: DOBLAR ES ANALFABETIZAR
Sobre el doblaje y el subtitulado en el cine
por Roger A. Koza
Nota preliminar: Escribí el artículo que se puede leer a continuación durante el 2007. Debido a la cantidad de mails y preguntas que recibí en el día de hoy decidí publicar aquí este viejo artículo sobre el doblaje y subtitulado en el cine (y no en la televisión que me parece otro tipo de medio y con otras reglas y tradición). Mi posición respecto de este tema escapa a la coyuntura reciente que se ha dado al doblaje y el subtitulado en el cine. No he leído completamente la ley en cuestión, pero entiendo que no involucra al cine que se estrena en salas. Espero, sinceramente, que eso no suceda nunca.
La cita a continuación es compleja, aunque fundamentará una tesis concisa que no requiere ningún argumento cómplice en consonancia con una teoría general del signo. El enunciado habría de leerse así: doblar, dejar de subtitular películas, es analfabetizar.
La cita: “El cine en su totalidad vale tanto como los circuitos cerebrales que consigue instaurar, precisamente gracias a que la imagen está en movimiento… Sobre este asunto, el problema fundamental atañe a la riqueza, a la complejidad y a la textura de estos dispositivos, conexiones, disyunciones, circuitos y cortocircuitos. La mayor parte de la producción cinematográfica, con su violencia arbitraria y su erotismo blando, revela una deficiencia del cerebelo, en lugar de invención de nuevos circuitos cerebrales”. Las afirmaciones pertenecen a Gilles Deleuze, filósofo, cuya hija Émilie, es cineasta.
¿Neurobiología aplicada al cine? Por ahora algo más simple: señalar una tendencia en el modo que se experimenta el cine, delimitar respecto a ello un problema que afecta a la literatura, y, por añadidura, rotar y convertir el análisis de una práctica cultural menor, el doblaje, en una disputa política que involucra la libertad de pensamiento.
Hoy se celebra un nuevo mito: la adaptación cinematográfica de cierta literatura que incentiva a la lectura. Sí, el cine es literatura por otros medios; sí, el cine es cultura, no mero entretenimiento. En efecto, la generación Potter parece haber encontrado el pasadizo que lleva de la sala oscura a las páginas de un libro. La histeria colectiva por ver las aventuras paganas y aristocráticas de Potter en la pantalla grande, y quizás leerlo después, merece un comentario, tal vez un estudio a mediano plazo: ¿cuántos niños y adolescentes, tras ver un Potter en cine, se compran el libro y lo leen? Una entrada cuesta menos dinero y ver la película elegida lleva menos tiempo, variables de ajuste más que determinantes. Sin embargo, el fenómeno aquí implicado es otro, trasciende el trillado malestar conservador de “los chicos no leen”. Lo que está en juego es el desarrollo de una actitud perceptiva y un cerebro despierto.
Curiosa paradoja: la clientela de Potter, esa imaginaria comunidad de lectores púberes, elige su versión doblada en vez de subtitulada, disyunción entre la lectura de la imagen y el texto que viene impresa en ella, ruptura operacional entre el hábito de leer y ver. En verdad, se trata del triunfo de una cultura ágrafa que prescinde del texto para interpretar el mundo, una cultura clip y digital que se impone, lentamente, sobre una tradición enraizada en el texto, cuyos hombres y mujeres, ya pretéritos, pertenecen aún a una galaxia simbólica en vías de superación denominada Gutemberg; son hijos de la vieja era de la imprenta. En otras palabras, el fenómeno Potter (junto a Tolkien y sus añillos, y también ahora el mega evento evangélico de las crónicas de Narnia, inspirada en la obra de Lewis) es más bien un simulacro de literatura, cuya constatación inmediata es la predilección de su supuesto público lector por el doblaje. Y, ¿qué ocurre con el comportamiento cognitivo? El tipo de exigencia que implica la lectura de un subtítulo en sincronía con el trabajo de decodificación de las imágenes, además de la interpretación simultanea de aquello que se ve, queda abolido. Deleuze diría, supongo, que se resienten circuitos del cerebro, aquellos que pueden fortalecer la conciencia crítica, es decir nutrir y movilizar regiones de nuestro pensamiento. De más está decir que el problema excede al subtitulado, pues el tipo de narración cinematográfica (hollywoodense), la lógica audiovisual dominante, en su naturalización efectiva cristaliza la percepción, y, por consiguiente, también delimita una conducta cognitiva. En este sentido, una película de Kiarostami, de Tarr, de Weerasethakul, de Sokurov, no solo necesitarían del lógico subtitulado, sino que haría falta un hipotético subtitulado suplementario en el que el espectador hollywoodizado pudiera traducir un estilo narrativo y un tipo de composición estética inconmensurable respecto del lenguaje de Jackson, Spielberg y Lucas. De lo contrario, la reacción típica y acrítica es denostar y execrar tales obras como oscuras, incomprensibles, lentas y aburridas, categorías que detienen una actitud de aprendizaje.
Es cierto que el doblaje suministra empleo a una cantidad de actores no consagrados que encuentran en esta modalidad cierta viabilidad para su profesión. También es verdad que la democratización del DVD como formato ha tenido un efecto positivo respecto del subtitulado en algunos países en donde la tradición del doblaje era incuestionable. No obstante, ni el desempleo disminuye por ello, ni el DVD con sus múltiples opciones lingüísticas garantizan la elección por el subtítulo. Y no se debe olvidar, además, que el sonido original de una película y la voz natural de sus intérpretes son partes constitutivas de una ontología de la imagen, elementos de una realidad registrada.
Por alguna misteriosa razón, poco inocente por cierto, se acepta ver a un actor estadounidense hablando en castellano. Nótese cuán distinta es la experiencia, por ejemplo, de ver una película japonesa doblada al español. Imagínese a Takeshi Kitano profiriendo vocablos como coño, fierita, tío. El rechazo se explica porque vemos a un japonés como un verdadero otro; en cambio, un estadounidense hablando en español se lo recepciona como a uno de nosotros. Un dato ideológico no exento de importancia y muy revelador.
Doblar es analfabetizar. Doblar es debilitar nuestra habilidad de combinar signos con imágenes. El doblaje como demagogia encubierta en la que se supone a un público bruto, poco instruido, incapaz de acceder al cine, quitándole la oportunidad de realizar un esfuerzo edificante que resguarda, indirectamente, el acto de leer. El doblaje como operación política destinada a homologar la alteridad del sonido y las lenguas en un ficticio lenguaje nacional. El doblaje como ejercicio discreto pero eficaz de nivelar hacia abajo la tonicidad cognitiva. Ver cine doblado al español es como desconocer el placer del sexo sin condón.
Este artículo fue publicado en el diario Comercio y justicia durante el año 2007 y en La lectora provisoria durante el mismo año.
Roger Koza / Copyleft 2013
Primero, valga aclarar que se está reglamentando una ley que fue sancionada en 1986 (o por ahí), o sea durante el gobierno de Alfonsín. Por otro lado hay dos debates, a saber: 1) subtitulado vs. doblaje (el arte) y 2) subtitulado obligatorio vs. doblaje obligatorio (la ley).
En el primero de los debates, a mi entender hay buenos argumentos a favor y en contra de ambas opciones. Por costumbre, prefiero el subtitulado, pero disfruto también de las pelis o series dobladas. Ahora bien, en tu ensayo no hacés ninguna mención al hecho de que la lectura de subtítulos (tener los ojos al pie de la pantalla durante todas las partes dialogadas de la peli) no estaba en los planes de composición de imagen del director o fotógrafo. El director quería que viéramos ese pequeño gesto, aquel pajarito u hoja seca, mientras escuchamos una poesía en off. Pero resulta que no, no estamos viendo nada de eso y estamos leyendo. Ni hablar de imágenes periféricas que no aparecen en el punto focal del plano en cuestión. La experiencia cinematográfica (para bien o para mal, diría Prividera) pasa a ser una experiencia literaria: en vez de ver imágenes, leo palabras. Otro ejemplo de cuando el subtitulado no funca: la primera escena de la primera peli de «El señor de los anillos». Se supone que el cine está todo oscuro, la pantalla negra y un relato en off de quien después sabremos es Galadriel. La penumbra del cine a oscuras y ese relato… bueno, no, en realidad la pantalla no está negra: ahí están los subtítulos que todo lo iluminan y perdemos lo que el director quería: que escucháramos esas palabras en la oscuridad total de la sala. Tampoco me inclino mucho a simplificar el tema con lo del doblaje ibérico. O sea, podemos poner los peores escenarios posibles para descalificar aquello de lo que argumentamos en contra, pero me inclino más a un debate más completo. ¿Se pierde algo con el doblaje? Uff, un montón, sobre todo si quienes lo hacen no son muy buenos. ¿Se gana algo con el doblaje? Sí, nada más ni nada menos que ver lo que el director quería que viéramos. ¿Y con los subtítulos? Se gana el escuchar la voz original y se pierde todo el resto, en ciertas proporciones, pero se pierde. Ambas opciones tienen sus bemoles, lamentablemente.
Con respecto a lo de la «analfabetización» de la gente a través del doblaje (o ausencia de subtítulos), no le veo mucho respaldo a la tesis. Nadie que entienda el idioma original se analfabetiza ni se aleja de la literatura por no leer subtítulos. De manera que eso no puede regir para quienes escuchen doblaje, a menos que escuchen un doblaje tan malo que sirva como para que se alejen de la literatura. Pero esto también regiría para un subtitulado malo, o sea que esa tesis no me parece del todo comprobable.
Por último y para un poco unir ambos aspectos del debate (política y arte) yo creo que lo que sea que hoy se doble debería doblarse acá. ¿Por qué le tenemos que dejar el negocio a México si lo podemos hacer nosotros? Los que se espantaron con el doblaje de «Los increíbles» eran, en su mayoría, viejos chotos como yo que están acostumbrados a «chanfle», «tortas de jamón», «órale», «le matare Cartwright» y eso les parece bárbaro, pero se espantan si escuchan sus equivalentes argentos. Esto es una cuestión de costumbre y nada más. Si todas las series y pelis infantiles que HOY están dobladas al español mexicano (que llaman ‘neutro’ pero no lo es, ya que está repleto de mexicanismos) estuvieran dobladas al español argentino, esos niños no se espantarían de escuchar nuestros modismos en películas o series dobladas cuando a ellos les toque ser viejos chotos. Me parece que lo más sano sería —como sucede en muchas películas infantiles que se estrenan en salas— que existan funciones con doblaje y otras con subtítulos.
Querido Ignacio: te respondo más tarde. Ahora no puedo; algunas cosas puedo aportar a lo que decís, y está bien, muy bien, el conjunto de objeciones que enuncias, sobre todo la primera y la segunda. Pronto, ni bien pueda. RK
La verdad es que se ha instaurado un riquísimo debate gracias a Roger, pero sobretodo a Ignacio. Me quedo con cosas de los dos. Hay algo que dice Ignacio que creo tiene que ver (sólo en parte, aclaro) con el distanciamiento o la directa ignorancia, cuando no con la furibunda crítica de los argentinos para con el cine argentino. Me apuro a aclarar que hay muchas otras razones para analizar acerca de esto que menciono de nosotros con/contra nuestro cine.
Pero lo que dice Ignacio en relación a lo mal que nos caía escuchar «Los Increíbles» con voces argentinas (una era Juana Molina no?) y yo agregaría que no sólo nos cae mal en las series y películas extranjeras dobladas al argentino; yo creo que nos cuesta mucho escucharnos a nosotros mismos en las películas.
Hace varios años atrás, daba un taller de realización a adolescentes de la zona oeste del conurbano. Había un pequeño grupo de ellos, que ya habían hecho varios cortometrajes e inclusive un largo (hoy son bastante conocidos en el ambiente). Recuerdo que en sus cortos, los personajes hablaban una suerte de neutro., que si bien tiene su origen en México, es una más de las penetraciones culturales de los EE.UU. Evidentemente no se bancaban que sus personajes hablaran en argentino; probablemente no les gustara ese estilo aporteñado que generalmente no nos gusta al escuchar a varios personajes en varias películas argentinas. Ahora, ¿es el cómo hablan o es el ¿cómo actúan? ¿Hablan o exageran?.
Me fui un poco, pero pensando en eso que dice Ignacio acerca de que los chicos si se acostumbran a escuchar (en la tele) las series dobladas al argentino, tal vez, sólo tal vez, se habrá ganado una batalla (no la guerra) contra el escepticismo de los espectadores argentinos de cine argentino. También concuerdo con Roger con respecto a como nos paramos ante un japonés doblado al argentino, en diferencia a uno de los nuestros.
Habrá que ver, para inclinar la cosa a un lado u otro de las dos posturas, cúanto hay de costumbre en los procesos de ver cine. Particularmente elijo ver todo (incluso en la tele) en idioma original, a riesgo de perderme los detalles que menciona Ignacio. Y ahora, cuestionando en parte a Ignacio, ¿no es el sonido tan importante como la imagen en un film?; Creo que el director pudo pensar en un detalle de la imagen, pero seguramente pensó en que tal o cual actor era el indicado y único que le podía dar sonido a tal o cual personaje.
Es difícil (en el plano artístico, el político y hasta geopolítico no se discute) llegar a una conclusión. Gracias por sus aportes.
Hola. Para aportar al debate, les dejo un video (que quizás ya hayan visto):
http://www.youtube.com/watch?v=jqvW2Q4rTEA
Es una mesa redonda de 1978, sobre cine y literatura, con Cortázar, Roa Bastos, Saer y Sarquis. El registro está completo y toda la mesa es interesante, pero tocan específicamente el tema de la lengua en el cine —doblaje y subítulos—, desde el minuto 32:14 hasta 36:41. Y retoman en 51:21 hasta 53:20.
Algunos de los conceptos vertidos coinciden con lo dicho hasta aquí. Pensé que podría interesarles. Saludos,
M.
Estimada M: muchas gracias; sí, es excelente el aporte. Al resto de los participantes. Acabo de llegar de dar clases y cenar. Mañana respondo. Saludos a todos. RK
Estimado Ignacio:responderé por falta de tiempo en varias ocasiones.
1. Sobre tu primera objeción: es cierto que la lectura del subtítulo conlleva a una partición de la atención, y es sin duda cierto que los mejores directores no creen que en la palabra pronunciada y en el emisor estén las claves a seguir de una secuencia. Dicho esto, la gimnasia de lectura de subtítulos permite un conjunto de operación veloces en el que se puede mirar más allá del centro lingüístico de un film. Con práctica, la velocidad de lectura y la dispersión de la mirada por la totalidad del cuadro no son incompatibles. Sería distinto, naturalmente, que todos nosotros fuéramos sujetos con varias lenguas encima y por lo tanto tuviéramos la capacidad de poder entender lo que se dice sin leer. Pero esto es imposible.
Por otra parte, la sustitución de la voz de un actor por otra voz doblada altera no solamente las relaciones entre el cuerpo y su sonido más identitario de un intérprete sino también la banda de sonido en su conjunto. Aquí habría un cambio en la ontología del plano (que es mucho más que su orden visual), una alteración que tiene consecuencias mayores que la lectura del subtítulo. Aquí habría una modificación de la propia estructura de la obra.
RK
2. Es cierto que nadie dejará de leer por dejar de leer subtítulos pero es cierto también que una sociedad y una generación que lee menos la lectura del subtítulo resulta molesta e inadecuada. Lo cierto es que en nuestra cultura dominada por un universo que ha superado el legado de Guttemberg, la última década una cantidad de películas que son prohibida para menores de 13 años llegan a las salas enteramente dobladas. Es decir que se trata de un requerimiento que ya no tiene que ver solamente con la dificultad de lectura característica de un niño. En síntesis: quien está acostumbrado a leer le cuesta menos leer subtítulos.
Por otra parte, leer subtítulos implica una modalidad de compromiso cognitivo de nuestro funcionamiento cerebral que sí está relacionado a la escritura. Lo fascinante del cinéfilo capaz de leer y mirar es que su aparato perceptivo adquiere mayor plasticidad. Es lo que sucede en los pianistas y percusionistas, a diferencia de otros instrumentos. La famosa subdivisión, aplicado a este caso, suma complejidad y efectividad.
En un rato, vuelvo para responder la última objeción y decir algo más respecto de lo dicho por Mariano. Un abrazo a los dos y un saludo a los lectores. RK
3. Sobre el doblaje hecho en Argentina: sería necio creer que hacer los doblajes desde aquí equivaldría a un problema para el cine y la cinefilia. El tema no es hacer o no hacer doblajes en el país sino para qué uso y espacio de exhibición. No tanto el cómo sino el dónde y el para qué. Estoy de acuerdo que se trata de una cuestión de hábito, y en ese sentido, todo es una cuestión de hábitos para un animal definido por el hábito de conformar hábitos. De todos modos, la regla vigente, ese extraño modo denominado como «español neutral», implica que lo que eventualmente se dobla aquí no sonara muy distinto a lo que se traduce en México. He visto cómo los cordobeses consiguen hablar en este neutro y es casi imposible saber que las voces del doblaje viven en la Docta. Aquí se trabaja en el doblaje hace un tiempo. Y muy bien, a juzgar por los resultados.
De todos modos, lo que está por detrás de todo esto es la relación problemática que siempre ha originado el cine como cultura respecto a la nacionalidad y las cinematografías. Cierta tendencia internacionalista del cine como arte en sí escapa a la simpatía patriótica. En efecto, todo esto excede a la cuestión del doblaje, pero en la mudez de los argumentos la cuestión de lo nacional está presente.
Aquí, me temo, yo sí tan sólo creo en lo popular mas no tanto en lo nacional. Mi concepción nacional es nominalista y no sustancialista. Y creo, sinceramente, que ha sido el cine el principal modulador de este modo de pensar las relaciones entre el territorio, el lenguaje y el pluralismo intrínseco de las imágenes en movimiento.
Saludos.
RK
PS: un tema al margen. Alguna vez viendo porno argentino tuve una extraña sensación de incomodidad al escuchar los gemidos y sonidos en español argento. La cercanía de los sonidos destituía la distancia necesaria en donde lo real del sexo venía a entremezclarse con lo fantasmático o imaginario de su práctica. El sonido demasiado naturalizado y familiar me resultaba incómodo. Los gritos y pocas palabras pronunciadas de la actriz se parecían en demasía a los de mi mujer de aquel entonces. He aquí una dimensión nueva del problema del doblaje, o la ontología sonora de las películas.
Querido Mariano: en el 2000, la distancia del público argentino con el cine argentino parecía ser menor que en la década del ’80 y el ’90. Después de unos años, el problema vuelve a repetirse. Creo, sinceramente, que el cine argentino vive un muy buen momento. La variedad es una ostensible característica y la calidad es en línea generales incuestionable. Eso no significa que todo esté bárbaro. Pero acá se han hecho films como Tierra de los padres, Historias extraordinarias, Parapalos, Castro, La multitud, El último Elvis, Cornelia frente al espejo, La chica del sur, etc. ¿En qué cinematografía se encuentra una diversidad semejante?
El problema, al menos para mí, pasa por otro lado. Los mismos que rechazan al cine argentino, rechazarían al cine iraní, kazajo y turco. La americanización de la mirada no es un tema menor. En mi debate con El secreto de sus ojos, lo que intenté decir entonces fue que se trataba de un film que estaba hablado en español pero estaba «escrito» en inglés, y su aceptación masiva se revelaba estrictamente por eso (lo que habrá de suceder con Metegol)
Es un tema exigente y extenso. Creo, sinceramente, que en cada cosa que escribo, para bien o para mal, yo sí me hago cargo de ese dilema de época.
Abrazo.
RK
Yo pienso igual en relación al cine argentino. Puedo diferir en algún título, pero eso no importa. Es cierto que tenemos variedad, y desconozco si ésta se da en otros lugares del mundo. También creo que aquellos que rechazan al cine argentino, lo hacen con otras propuestas como mencionás bien; agregaría a todas las películas en blanco y negro, aún aquellas escritas en inglés.
Sin embargo, creo que en las ciento y pico de películas que hacemos por año, hay varias aparte de «El Secreto…» que comparten la misma forma de escritura, técnicos y actores similares, pero no logran convocar a los argentinos. Me dirás que la falta de publicidad y otras cosas, pero sigo sin tener una buena respuesta.
Recuerdo la película «Sin Retorno», con actores conocidos y una narrativa clásica. A mi me gustó ese film, pero lo vieron pocos argentinos. Tal vez, sea un conjunto de causas y, como mencionás, es un tema exigente y extenso.
De todas formas, la formación de un espectador se da mejor cuando más pequeños son. Por eso decía que el acostumbramiento de los chicos al doblaje argentino de las series y películas en la tele, puede traer más beneficios que problemas, en relación a un pequeño aspecto de la asimilación del propio cine.
Abrazo.
Hola! Me parece muy interesante su aporte, y debo decir que esto: «…En este sentido, una película de Kiarostami, de Tarr, de Weerasethakul, de Sokurov, no solo necesitarían del lógico subtitulado, sino que haría falta un hipotético subtitulado suplementario en el que el espectador hollywoodizado pudiera traducir un estilo narrativo y un tipo de composición estética inconmensurable respecto del lenguaje de Jackson, Spielberg y Lucas….» Me parece una genialidad. Hay textos sobre el aporte del sonido a la imagen, realizados por Pudovkin, Einsenstein, «Manifiesto del sonido» que claramente demuestra que el cine ha involucionado en las grandes salas (teniendo en cuenta la cantidad de películas norteamericanas, entendidas como películas de no-autor). Ni qué hablar de lo que mencionaba Moscarello en «La complicación semántica en el film, o los códigos y sus funciones poéticas». Entre estudiantes de cine he dialogado mucho sobre el tema, por supuesto todos apoyamos el subtitulado, pero inconscientemente, induce a un nivel de lectura audio-visual completamente diferente al que la película fue hecha. Ya que algunos detalles son perdidos a causa de esto. Un doblaje no tiene sentido, incluso los subtitulados muchas veces están mal hechos, cada lenguaje tiene sus juegos de palabras o chistes que no son comprendidos en Castellano, cito el ejemplo de una película con mucho de ello como «Hitchcock», por nombrar algo que vi hace dos días. No se si se ha planteado, y sería muy interesante, un juego al estilo Godard, que pueda volver a levantar el signo visual, textual y sonoro, conjugándose y contradiciéndose, para una experiencia rica. Según algunos juzgarán, elitista.
Muchas gracias por el aporte. RK
La verdad, decir que el doblaje analfabetiza me parece exagerar muchísimo y sacar las cosas de quicio. ¿Alguna vez ha escuchado una obra audiovisual doblada? Le invito a que lo haga, señor Koza. Le sorprenderá los palabrones que puede llegar a escuchar y que no usan los españoles en su vida diaria. De lo mejor del repertorio lingüístico.
Me imagino. La analfabetización es de otro orden; tiene que ver con una forma de movimiento cognitivo que se pone en juego en la lectura de subtítulos. Justamente, cuando hablo de H. Potter estoy diciendo lo que usted dice con cierto tono de indignación en plena gestación. Saludos. RK
hagan la revolucion , el Vietnam cinematogarfico. lo demás es silencio