DOBLE O NADA / LAY THE FAVORITE
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
EL LADO LUMINOSO DE LA TIMBA
Doble o nada / Lay the Favorite, EE.UU, 2012
Dirigida por Stephen Frears. Escrita por D.V. DeVincentis.
**Válida de ver
La simpatía de sus personajes y cierto interés sociológico sostienen este film fallido de Stephen Frears, cuya carrera combina aciertos y desaciertos por igual.
Estados Unidos es un país de locos. Una versión delirante de ese supuesto paradigma del progreso económico es el retrato obsceno en la sólida (y mejor) película de Harmony Korine, Spring Breakers: viviendo al límite; otra versión del delirio americano es el que, sin grandes esfuerzos ni ambiciones, un poco como su protagonista, ofrece Stephen Frears en Doble o nada. Aquí, los ciudadanos estadounidenses no son otra cosa que una comunidad de jugadores compulsivos.
Basada en una historia real convertida en libro por la propia Beth Raymer, interpretada en el filme por Rebecca Hall, Doble o nada es la reconstrucción de un relato que nada tiene de extraordinario: una chica provinciana, cuya candidez y amabilidad no le impedían bailar cada tanto en la falda de sus clientes, parte para Las Vegas en búsqueda de un futuro mejor. Allí conoce a Dink (Bruce Willis), un jugador profesional que vive de las apuestas y que cree que Beth es una buena señal para sus negocios.
Ver a Beth pasearse por la oficina y las calles con unos minishorts podría indicar seducción y acoso, pero el sexo entre jefe y empleada es apenas una motivación inicial. A la mujer de Dink le bastará con decir: “No te acuestes con mi marido”. Beth conocerá a un periodista de Nueva York, se irá a vivir con él y administrará las apuestas de Rosie, otro jugador empedernido, amigo de Dink.
Película menor de Frears: su característico sentido de comunidad, que podía constatarse en filmes como Alta fidelidad y La camioneta, se percibe tenuemente, no así su sofisticación visual, propia de una película como La reina. Por ejemplo, el plano de Beth recostada en un deck al atardecer mientras en el fondo del plano reina el descontrol esboza una preocupación formal fuera del piloto automático con el que se pasa de una escena a otra.
Resumiendo: una banda de jugadores viene a recordarnos que los valores de la economía no necesariamente están reñidos con los que se desprenden de un humanismo instintivo en el que todavía hay que responder y velar por los otros. Cuando se gana una apuesta, la alegría colectiva excede a la satisfacción material. Anomalía discreta para una sociedad articulada por el juego y la especulación.
Esta crítica fue publicada en La voz del interior en el mes de julio 2013
Roger Koza / Copyleft 2013
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