DOC BUENOS AIRES 2024: EL PASADO EN EL PRESENTE: EL CINE DE JOSÉ LUIS GARCÍA
¡Fuck You!, el último show (2024)
Luca Prodan sabía que pronto iba a morirse, inusual clarividencia, porque dos meses después se cumpliría. Con esa certeza, le pidió a Rodrigo Espina que filmara el concierto del 10 de octubre de 1987 en el Estadio Obras. Era la presentación del tercer disco de Sumo, After Chabón; fue también el último concierto. El registro en VHS puede carecer de la nitidez del fílmico o de las cámaras digitales del presente, pero no podría haber sido otro: la imagen rota y sucia es congruente con el sonido de una banda colosal que estaba en las antípodas de la inteligibilidad musical del pop y cuyo espíritu pertenecía al vigor de las calles y no a la parsimonia silenciosa del estudio. El título se explica en el inicio, pero el sentido del insulto en inglés es contrapuesto a una preocupación que Luca repite en reiteradas ocasiones sobre el respeto por el otro. La lógica del montaje consiste en un ir y venir del escenario a los camarines sin seguir la progresión del concierto, una elección narrativa que establece un diálogo entre la performance y la espera, entre la música y la palabra. Luca no dice muchas cosas, más bien habla con su propio cuerpo y sus gestos. El registro lo permite, porque acopia instantes intrascendentes como enigmáticos sin explicitar jerarquía alguna. En esa lúcida decisión el observador podrá advertir, si la suerte acompaña, las pequeñas revelaciones que este documento audiovisual cobija de inicio a fin. En eso es libre como Luca.
Hinchas (1990)
Un superclásico como tantos a lo largo de la historia del fútbol. La hinchada de River, la de Boca. El partido se juega en Monumental de Núñez, época en la que todavía locales y visitantes copaban el estadio. Alguna que otra jugada se incluye en el desarrollo, pero lo que le importa a García es otra cosa: la pasión o, sin ningún eufemismo, la proscripción transitoria de la racionalidad. La euforia de un gol, los cánticos injuriosos, las peleas cuerpo a cuerpo, los insultos a la distancia, las declaraciones sobre la inferioridad del rival no son enunciados y fenómenos novedosos, pero todo junto, visto sin editorializar y sin preferencias de pertenencia de club, corre el velo de la protección simbólica con la que se pueden aceptar comportamientos tan violentos como folclóricos. García se limita a observar, más allá de que sus elecciones pueden ligeramente inclinar la interpretación, aunque mucho menos que la conveniente confesión de un barrabrava que se lee exactamente al final e induce a pensar todo lo visto de nuevo sin apelar al (pre)juicio que entrevé en la experiencia colectiva del fútbol una mera propensión atávica en la que se percibe ser miembro de una tribu antes que de una nación u otra entidad superior al yo y la institución familiar.
Prohibido fijar carteles (1983)
El año 1983 está escrito. Las paredes hablan de democracia, eso que está por venir tras siete años de terror, represión y censura resumidos en el imperativo de una ordenanza municipal que da origen al título de la película. Bastan menos de seis minutos, una idea poderosa, una puesta en escena elocuente y un acompañamiento musical en sintonía para poner en imágenes y sonidos un período clave de la historia del silgo XX en Argentina: el regreso de la democracia. Que los dos protagonistas tomen velozmente sus bicicletas y arranquen porque llega la policía en el momento en que pintan una consigna política en una pared permite reconocer la transición de una época a otra signada por una promesa de libertad. A medida que los militantes escapan y avanzan, se descubre todo el fervor democrático y la reaparición del sistema partidario en las hojas en blanco de la vía pública, evidencia porque ahora el deseo de democracia se lee en las paredes de las calles como si fueran distintos portales anónimos donde se constata el proyecto de otro país. García sostiene la acción del relato gracias a un montaje paralelo que oscila entre la marcha de unos granaderos sin ningún apuro y los militantes huyendo con cierta felicidad mientras suena “Macadam 3… 2… 1… 0…” de Riff. Un pasado tenebroso parecía ir quedando atrás.
Cándido López: los campos de batalla (2005)
«Hubo una vez en Sudamérica. Cuando los límites entre los países eran aún imprecisos. Una guerra que apenas figura en los libros de historia». Este es el inicio, y una mácula indeleble de la historia sudamericana. La sorprendente ópera prima de José Luis García materializa en imágenes lo que el historiador Tulio Halperín Donghi denominó «el orden poscolonial», es decir, el período histórico en donde se constituyeron los Estados-Naciones del sur de América Latina, a mediados del siglo XIX. El medio de reconstrucción del tiempo pretérito en cuestión se recobra a través de la pintura de Cándido López, el artista y militar manco que registró la sangrienta guerra contra el Paraguay perpetrada por la Triple Alianza. García concibe su película como si su viaje fuera un trabajo lúdico y riguroso de arqueología simbólica. En efecto, en su periplo el joven realizador espiga entre los desechos de la historia y encuentra que el pasado todavía proyecta su herencia en el presente. El imperialismo, la deuda externa, los efectos del vetusto orden poscolonial siguen vigentes, y su ejemplo más evidente es la proscripción del guaraní como lengua oficial del Paraguay, medida tomada tras la derrota en 1870, cuya validez caducó en 1992. Si los combatientes carecen de ojos en los cuadros de Cándido López, y solo los muertos tienen el derecho a poseer un rostro y una mirada, García le presta al espectador unos lentes poderosos para escrutar la historia que poco se sabe, aunque muy a menudo se repite por otros medios y sin que la memoria retenga lo inaceptable.
La chica del sur (2012)
En 1989, tres semanas después de la significativa protesta estudiantil en Tian’anmen, José Luis García, más por azar que por convicción, reemplazó a su hermano en un viaje a Corea del Norte para participar en un festival internacional de la juventud de distintas agrupaciones de izquierda de todo el mundo. Financiada por la Unión Soviética, esta internacional estudiantil discutió sobre la vigencia del imperialismo, el cese de las armas nucleares; incluso, los miembros del Partido Comunista inglés reconocieron la soberanía argentina en las Malvinas. Tiempo de palabras, manifiestos y gestos. García, ostensible cineasta precoz, registraba el momento como si ya fuera un cineasta experimentado: sus imágenes tienen un valor histórico y sociológico, y sus encuadres y movimientos de cámara ya revelaban la gramática de un cineasta. Su talento es evidente. También por azar, García filmaría al personaje de su futura película: Lim Su-kyong, una joven surcoreana que cruzaría la frontera y el pasillo de cuatro kilómetros que dividía y divide aún las dos Coreas, bajo un lema: la reunificación de Corea. La hazaña de Im fue un hito nacional y un dilema político, y para García fue la gran experiencia de su viaje. Pasado un tiempo, el joven cineasta se casó y se separó, se casó de nuevo y formó una familia; también hizo una película y se consolidó como realizador. En todos esos años, aquel registro de su viaje permanecía con él, y una inquietud: ¿qué habrá sido de la vida de Lim? La respuesta es la película.
Roger Koza / Copyleft 2024
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