DOC BUENOS AIRES 2024: UN HOGAR DE LAS PELÍCULAS

DOC BUENOS AIRES 2024: UN HOGAR DE LAS PELÍCULAS

por - Festivales
20 Ago, 2024 03:59 | Sin comentarios
Editorial del año y algunas palabras sobre las películas de apertura y clausura.

Viento del Este, de Maia Gattás Vargas, se estrenó el año pasado en nuestro DOC. El vocero presidencial dijo recientemente que apenas la habían visto 35 personas. En aquel día del estreno, la Sala Lugones estaba colmada. Dado la escala de nuestra muestra se exhibió una sola vez. Más de 100 personas estuvieron presentes, y la mayoría permaneció en la sala para el debate posterior con la directora. Vale aclarar al señor de los números imprecisos que los 35 espectadores a los que se refería fueron los que vieron la película en la ciudad de Córdoba durante el mes de octubre del año pasado en la única función del Festival de Cine de Córdoba que hoy, como tantos otros, no se sabe si se celebrará. Sobre este caso puntual habría que recoger la cantidad de personas que la vieron en otros festivales y en el discreto estreno que tuvo en el año en curso. Los números desmienten al inescrupuloso, pero todo esto no es una cuestión de números. 

Como tantas de las películas que se vieron y se verán en el DOC BUENOS AIRES, la posibilidad de que reúnan multitudes en las salas es casi imposible. He aquí un rol ineludible de todo festival, acá y en cualquier ciudad del globo que se elija: dar cobijo a las películas que no pertenecen al mundo del espectáculo. En breve, el universo político de Batman competirá en ubicuidad con el Altísimo. No habrá sala en el mundo en la que no se proyecte Joker 2. Será lo más parecido a un acontecimiento cósmico. Paradoja del presente: pueden existir cientos de plataformas e incluso acrecentarse el número de salas y también de festivales, pero la pletórica diversidad del cine contemporáneo tiende a permanecer en un gran fuera de campo. ¿Hace falta explicitar qué consecuencias tiene el ser trabajado por un sistema homogéneo del lenguaje audiovisual? No está de más recordar la clarividencia de Jean-Luc Godard: el cine es un país ocupado. 

El año que vivimos en peligro

Si el cine está ocupado, es probable que, por extensión, nuestro imaginario también. El goce por el denuesto al cine argentino es una prueba de que algo ha desvencijado la relación entre el cine y la imaginación. Que un modelo de finanzas haya impuesto sus reglas para determinar la existencia de una película es otro signo de una episteme economicista que pugna por imponer un criterio para cualquier acto humano. La lógica de la oferta y la demanda fagocita al deseo y fatiga a quien quiere detener el devenir indecente de nuestro mundo.

Por eso, se trata de dar espacio a todo aquello que se dirige en otra dirección. El prepotente régimen audiovisual regido por la aceleración horada disimuladamente la disposición a sentir el mundo a través de una imagen cinematográfica. Por esa razón hemos decidido inaugurar la nueva sección del DOC, dedicada a reconocer la trayectoria de un cineasta, con Gustavo Fontán. En esta edición se proyectará

Los ríos

Los ríos, una película que bajo los criterios (paranormales) de la producción actual del INCAA jamás se aprobaría. ¿Quién le daría un crédito a una película cuya fuerza estética primordial consiste en reanudar la percepción como punto de partida de toda experiencia posible? 

Debido a que el cinismo ha calado hondo, películas como la de Fontán pueden descalificarse como innecesarias. La gente quiere reírse, despejarse, entretenerse, olvidar, eso dicen. Los convencidos del mercado creen que la naturaleza inerme de esa película revela supuestamente su justificada aniquilación. Ante ese razonamiento, los versos de J.L. Ortiz o Viel Temperley son inútiles e impopulares. Es preferible publicar Mi vida y mi historia política que Estas primeras tardes… Hospital británico. La traducción cinematográfica resulta aún más antipática: los convencidos preferirían apoyar una hipotética 4X4 (segunda parte) que una versión cinematográfica de Nadie nada nunca

Otra manera de decir lo mismo, pero ya sin ambages: una forma restrictiva de sentir y mirar se ha vuelto posible y públicamente legítima. Un intelectual festeja que las balas de goma lastimen la piel de personas que protestan, y ese mismo hombre puede glorificar a los gritos la supresión de los derechos de quienes eligen una forma de vida que, según el parecer de este inquisidor del siglo XXI, ofende las buenas costumbres y las leyes de la naturaleza. Que en nuestra programación se pueda ver por primera vez en Latinoamérica Frente a Guernica, de Yervant Gianikian y Angela Ricci Lucchi, es un motivo de orgullo, porque esa pareja ha demostrado que toda imagen es una imagen del mundo, que el cine puede incursionar en la búsqueda de la verdad si se aprende a analizar qué es una imagen y porque toda su obra es una impugnación y denuncia al fascismo erigido como discurso y práctica en el siglo XX. ¿No es justamente por eso que Frente a Guernica es una película de nuestro tiempo? 

En nuestro calendario cinéfilo y en nuestra memoria, el 2 de junio, como sucede con el 4 de julio o el 13 de septiembre no será nunca más un día entre otros. Nuestro Edgardo Cozarinsky dejó de existir; vive en nuestro corazón, en sus libros y en sus películas. Era una cuestión de honor y amor recordarlo en esta edición. Y lo haremos con una película que merece un lugar en cualquier historia de cine que se precie: La guerra de un solo hombre. Bastará observar la alegría de gran parte del pueblo francés por la sumisión feliz ante el nazismo para sospechar que el asentimiento masivo frente a un delirio revestido de una ideología que lo maquille puede ser el camino directo a la ignominia. Es así cuando el no pensamiento gobierna el espíritu y se combate todo aquello que incita al pensamiento crítico. ¿No es esta la razón secreta de la embestida contra el cine argentino?

Ocho postales de un mundo ideal

Si en esta edición del DOC BUENOS AIRES hemos dado prioridad a las películas argentinas se debe a que nos parece inaceptable lo que está sucediendo con nuestro cine. Todo lo que vimos que nos pareció riguroso, pertinente y hermoso se incluyó en la programación. Una vez más, será una demostración de que a la vertiente del cine de no ficción también la rige la diversidad. En este sentido, que la película de apertura sea nada más y nada menos que Todo documento de civilización, de Tatiana Mazú González, es para nosotros un inicio que representa un principio. Glosa cabalmente el sentido de nuestra búsqueda, aunque podríamos decir lo mismo de Ulises plebeyo del otro González del DOC, un tal César, que vuelve a estrenar con nosotros una película de su autoría. 

Omitir nuestro agradecimiento a cineastas centrales del cine contemporáneo como Radu Jude y Matías Piñeiro sería una falta de educación y un signo de ingratitud. Las dos películas de Jude y la de Piñeiro apuntalan al DOC BUENOS AIRES y permiten que nuestro festival sea tenido en cuenta y considerado como un lugar para encontrarse con el cine de nuestro tiempo. Después de que ambas películas de Jude pasaron por Locarno, el DOC será el segundo festival en las que se exhibirán. Son dos cineastas muy generosos, porque nosotros solo les hemos podido ofrecer nuestra admiración y compromiso. 

Lo último que se verá en esta edición es La transformación de Canuto, de Ariel Kuaray Ortega y Ernesto de Carvalho; debe ser la película más libre (junto a Pepe) del cine latinoamericano reciente. Los gringos no la entienden, los europeos tampoco. Es hora de celebrar la auténtica independencia del cine de nuestro continente. 

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Películas de apertura y clausura

Todo documento es civilización, Tatiana Mazú González, Argentina, 2024

El título proviene de una afirmación conocida de Walter Benjamin en un pasaje de Sobre el concepto de historia; la frase completa, en verdad, añade su contrapunto dialéctico, porque el mismo documento es también documento de barbarie. Acá la barbarie la ejercita sin reparos el Estado, y ya no bajo la última dictadura cívico-militar terrorista como su égida perversa en el monopolio de la fuerza, sino en tiempos democráticos. El relato lúcido, furioso y amoroso de Mónica Raquel Alegre sobre la vida y muerte de su hijo Luciano Arruga a los 16 años en manos de la policía es puesto en escena a través de un empleo virtuoso y pertinente de documentos de catastro sobre el urbanismo de Buenos Aires y sus periferias, páginas ilustradas de un texto de Julio Verne, planos fijos del lugar del crimen y registros de protestas diversas que no reclaman solamente por la memoria y el esclarecimiento del caso Arruga, sino por tantos otros casos parecidos de pibes que desaparecen en democracia. El entramado visual y el relato de la mamá de Luciano tienen un acompañamiento sonoro notable, del que emana una crítica a las condiciones materiales y simbólicas en que viven inmersos tantos jóvenes. Solamente la anécdota que incumbe a Luciano encantado por la literatura y una situación sufrida con una supuesta biblioteca popular cristaliza el sistema de impedimentos que toda persona nacida en barrios desfavorecidos debe atravesar casi en cualquier ámbito de la vida. Si bajo esas circunstancias materiales resulta casi imposible cumplir el sueño de conocer el mar, tampoco está garantizada la posibilidad de hacerlo leyendo un libro.

La transformación de Canuto (Ariel Kuaray Ortega, Ernesto de Carvalho, Brasil, 2023

Canuto fue un hombre que devino en jaguar y murió de una forma inesperada y trágica. ¿Un mito? ¿Un cuento? El relato del abuelo de Ariel, uno de los directores, no parece ser una ficción. En verdad, en cada aparición del anciano que fundó la comunidad en la que viven más de veinte familias en el norte de Argentina y sur de Brasil se agrega algún dato desconocido y sorprendente a esta aventura cinematográfica indefinida. Conforme avanza el relato y se desprenden ramificaciones de situaciones inesperadas que implican mayor indagación y misterio, todo deviene fascinante: se aprende sobre la cultura de los mbya guaraníes, la persistencia de los latifundios en la región hasta principios de los ‘70, la lucha de los pueblos originarios por el territorio, la aculturación en la actualidad. Todo acontece felizmente bajo una elegante dialéctica en la que impera un modo propio de representación que rehúsa a ser domesticado por los modelos cinematográficos característicos del cine de hoy. El término “jepotá”, que alude a la idea de transformación, es operativo, porque la propia película parece constituirse como una criatura viva que muta de una cosa a otra: los directores pueden convertirse en personajes y hasta quizás uno de ellos puede ser Canuto. Lo que está garantizado es la transformación de la audiencia, porque fragmentos hermosos de una cosmovisión pretérita rejuvenecen impregnando la puesta en escena en la que se entrevé un sistema de creencias inconmensurable respecto de la exangüe perspectiva occidental.

Roger Koza / Copyleft 2024