EDUARDO COUTINHO (1933-2014)
Por Roger Koza
Mi querido amigo Victor Guimaraes me había informado que Eduardo Coutinho estaba muy enfermo. Fue hace un año y medio, cuando Victor me lo contó en el Cineclub Municipal de Córdoba. Los dos admiramos la obra del cineasta brasileño, y nos apenaba profundamente la posibilidad de su muerte. Debido a su edad, 81 años, era previsible, si su salud estaba muy resentida, que su tiempo de vida podría ser menor. Pero, ¿quién podría haber pensado que su muerte llegaría de la mano de su hijo?
Aparentemente, su hijo padece de trastornos mentales, pero no quiero escribir sobre la desgraciada muerte del director, y menos aún sobre los móviles del asesino. El parricidio como tal es de por sí de una violencia extrema, fenómeno casi inexplicable que trastoca nuestro orden simbólico; hay algo ominoso y siniestro en él. Espero, eso sí, que los urubúes de la prensa amarilla no construyan un melodrama a imagen y semejanza de las novelas que provienen de ese país.
No escribiré mucho sobre el cine de Coutinho porque en las cuatro críticas que se podrán leer a continuación se desprende por qué siempre me pareció un cineasta importante. Su método socrático de conversación, su precisión sociológica para entender las distancias y cercanías (refrendada en la puesta en escena) con los grupos humanos que interactuó en sus películas y la economía formal (y de producción) de sus películas definían su singularidad. Bastaba una cámara y un equipo mínimo de trabajo para filmar la biografía del pueblo brasileño en el presente. Es que por cada película de Coutinho se vislumbraba un momento particular de Brasil. Todo sujeto era una singularidad irrepetible, y a su vez él o ella estaba atravesado por la Historia dejando esta última inscripciones en el habla e incluso en la postura corporal de éste. ¿Quién podrá hacer hoy películas como las suyas?
Temo que su muerte me obliga a saldar una deuda que nunca me perdoné en su momento. En Cannes 2013, se proyectó Cabra Marcado Para Morrer, su película clave y la que lo llevó a ser conocido. El rigor kantiano del deber no me permitió transgredir la agenda que debo obedecer por mis compromisos profesionales. No recuerdo que vi ese día, pero sí recuerdo pensar que me estaba equivocando. Mi corazón estaba en otro lado, mis ojos en la función que estaba.
Hoy, unos minutos antes de enterarme de la muerte de Coutinho (y de Seymour Hoffman), leí un artículo notable sobre Juan Gelman. En las postrimerías de su propia vida, Gelman escribió:
<<“Esqueleto saqueado, pronto no estorbará tu vista ninguna veleidad. Aguantarás el universo desnudo”. No mentirás>>
Desde que llegué a México no dejan de visitarme mis propios muertos en los sueños. No sé a qué se debe, tal vez a que he visto varias veces Dialogue d’ombres, de Jean-Marie Straub, donde se la ve a Danièle Huillet de muy joven. Hay algo tan poderoso en ese amoroso film de Straub por su compañera muerta que no puedo desentenderme de sus efectos. Desde entonces, los fantasmas me visitan en la noche. Creo que por eso la frase de Gelman me sacudió tanto, y me ha sido imposible no asociar estas muertes indeseables a esta experiencia interior.
Espero no desconcertar a los lectores con este final. Es demasiado personal.
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CUATRO PELÍCULAS RECIENTES DE COUTINHO
Fin y principio (2005): El lúcido realizador carioca Eduardo Coutinho visita un pequeño poblado del norte de Brasil, el territorio simbólico y político del genial Glauber Rocha, y a través de su peculiar metodología socrática de indagación consigue que un grupo familiar muy numeroso revele las estructuras sociales y culturales que lo constituyen; sus cuerpos develan una historia; sus palabras, un sistema de creencias. En efecto, la paradójica intimidad distante que establece Coutinho con sus entrevistados extrae de éstos discursos teológicos, históricos y existenciales, una radiografía social, a veces de una riqueza conceptual inimaginable en un contexto en el que la sequedad es mucho más que una condición climática. Los primeros planos de los rostros dignifican; el realizador consigue que sus protagonistas se singularicen a través de sus respuestas, por momentos geniales y de un rigor filosófico insólito. Hay disquisiciones cosmológicas, exégesis bíblicas heterodoxas y variadas meditaciones sobre la vida y la muerte, lo que permite verificar un modelo de saber que no es ni académico ni cosmopolita pero estimable y legítimo, más allá incluso de cualquier caridad antropológica. El Brasil de Coutihno no es de postal; nada de garotas, Cristos, Ronaldinhos, carnavales y el ritmo de samba. Se trata de un Brasil profundo, curtido por su pobreza material pero redimido por su excelencia espiritual, sin por esto transformar la carencia en una virtud o en condición necesaria de una sabiduría popular
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Las canciones (2011): El último film del gran cineasta brasileño Eduardo Coutinho consiste simplemente en un conjunto de entrevistas donde los entrevistados deben cantar una canción significativa para sus vidas y explicar el porqué de esa elección, lo que lleva a una suerte de relato ligeramente terapéutico para los involucrados. Como en las películas del inglés Terence Davies, la música tiene una función simbólica: un sujeto puede inferir de las letras un sentido para su experiencia y sus recuerdos; es el sonido de la intimidad en un contexto universal, o como lo sugiere uno de los “cobayos” de Coutinho: “todos tenemos una canción que identifica algo esencial de nuestras vidas”. En la mayoría de los casos, un tema musical equivale a retomar una historia de amor, lo que parece definir el sentido de sus vidas, a veces auxiliado por un plus religioso que constituye un marco mayor de contención: el deseo y la fe, dos vectores de la vida anímica. Coutinho, a quien no vemos pero sí escuchamos, ha perfeccionado su método de indagación y consigue extraer de sus entrevistados situaciones e historias que sobrepasan la psicología de sus intérpretes y tienen oblicuamente un valor sociológico. No sólo habla y canta un individuo sino que a través de él o ella también resuena el discurso de una clase social específica. Este Sócrates con una cámara, que conoce a sus personajes en el momento mismo del registro, sostiene la totalidad de la película a través de una puesta en escena discreta y preguntas pertinentes: planos medios, algún que otro travelling hacia atrás o hacia delante, un zoom abrupto en ciertos casos, una concepción teatral de la puesta de luces y un oído finísimo para formular preguntas que den confianza e inspiren a su entrevistado. El gran misterio es que Las canciones, que bien podría ser un producto televisivo, es cine del mejor; el realizador reconquista la entrevista como una forma posible para el cine y compone un álbum viviente y popular, por momentos extraordinario.
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Juego de escena (2006): Juego de escena, del brasileño Eduardo Coutinho, es un ejemplo de cómo concebir el cine desde recursos mínimos pero guiado por un relevante proyecto cinematográfico en el que la conversación es el método de indagación del funcionamiento estructural de diversos agentes sociales, lo que está conjugado, a su vez, con una concepción precisa y económica de la puesta en escena. Juego de escena es fundamentalmente una película de entrevistas. A veces se ve la espalda de Coutinho, que por lo general está fuera de campo, aunque siempre se lo escucha. Su delicado modo de preguntar es inconfundible, a pesar de que su voz siempre se encuentra en menos decibeles que las voces de los entrevistados. A través de un aviso publicitario, Coutinho recluta a más de ochenta mujeres. Ellas hablarán sobre distintas temáticas de su vida; el espectro es muy amplio pero revela un patrón discursivo, síntoma de un orden simbólico determinado. Algunas de las historias son retomadas por actrices conocidas y desconocidas, que rehacen y versionan las historias originales. El dilema es que, si uno no conoce a las actrices, la distinción entre ficción y no ficción, entre quien interpreta y quien “confiesa”, entre quien recuerda y quien memoriza, permanece eclipsada por el procedimiento estético elegido, pero no por esto se diluye la veracidad y autenticidad de quienes hablan. Estas mujeres cuentan sucesos traumáticos de sus vidas: embarazos, anhelos personales y excentricidades varias. Pocas veces se articula un discurso social en el libre fluir del habla de las entrevistadas. Las clases sociales están expuestas en el modo de enunciación, y Coutinho, socráticamente, consigue que por ellas hable algo que está más allá de sus personajes: la ideología. En un momento hilarante, una mujer expone y explica oblicuamente su dolor como madre (e hija) respecto de su propia vida a través de Buscando a Nemo, lo que revela cuán profundamente cala Hollywood y sus productos en la constitución de la subjetividad e intimidad, e insinúa una tesis osada pero posible: los rostros que se ven no son los protagonistas ni hacedores de sus discursos. Es el habla el protagonista, y si bien todas las historias que se escuchan son interesantes, lo que se impone es la repetición del orden del discurso y no aquel que cree ser dueño de lo que dice.
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Edificio Master (2002): Durante una semana, Coutinho y su equipo se adentran en un edificio de casi 300 departamentos en pleno corazón del barrio de Copacabana en Río de Janeiro, ubicado a una cuadra de la playa, para entrevistar a sus moradores y componer así un relato colectivo y multigeneracional en el que se pueden vislumbrar tanto algunas características del psiquismo de una clase social determinada como el misterio irrepetible de cada ser humano. El método de Coutinho es sencillo: a partir del discurso del entrevistado, el realizador casi nunca deja de preguntar sobre lo que encierra y no expresa del todo una afirmación al paso. La intimidad entre los personajes y la cámara es admirable, y el tono confesional suele imponerse. Desde el portero que dice aplicar Piaget y, si no funciona, el método Pinochet, pasando por una prostituta, un tartamudo sentimental, parejas de ancianos, músicos, hasta un ex empleado de aviación que cantó en una oportunidad con Frank Sinatra, se prestan al juego socrático del realizador. El resultado es magnífico y conmovedor, y una lección de austeridad cinematográfica
Roger Koza / Copyleft 2014
Edificio Master, de Eduardo Coutinho, Brasil, 2002
(Proyectada en el Cine club “Con los Ojos Abiertos”, el 5/10/2011 en la ciudad de La Cumbre, Córdoba, Argentina)
A través de este documental, el director brasileño Eduardo Coutinho, se propone retratar un grupo de personas que habitan en un edificio de Río de Janeiro, más concretamente, en la playa de Copacabana. Habita el edificio, gente de bajos recursos económicos, pero no sumida en la pobreza. Ante nuestros ojos, desfilan un conjunto de personajes que nos suministran un retrato amplio y representativo, de lo que suponemos, son las diferentes expresiones de los trabajadores cariocas.
Coutinho acierta en la selección de entrevistados, los que tienen anécdotas curiosas y algunas hasta inverosímiles, respecto de su vida actual o pasada. Esto asegura que el relato, que en otras manos podría haberse vuelto tedioso, transcurra de modo entretenido para el espectador. Pero no todo pasa solo por el entretenimiento, por el contrario, el gran mérito del filme consiste en que los relatos, exponen la manera de sentir y ver el mundo de los protagonistas.
La puesta en escena de Coutinho, pone de manifiesto ante el espectador, la condición de toda obra cinematográfica documental: el ser siempre una representación subjetiva de la realidad, una manera de exponer el punto de vista del realizador, en un lugar y tiempo determinado.
Los entrevistados, ponen de manifiesto su vocación histriónica, llegando en algunos casos a las lágrimas, cuando evocan asuntos del pasado. En otros momentos, escuchamos historias sórdidas y a veces dramáticas. Pero siempre se tiene la impresión, que aún el ser más sencillo, tiene alguna anécdota de su vida, que vale la pena compartir.
Coutinho, además, tiene la honestidad de hacer explícita la artificialidad de toda obra cinematográfica, cuando le pide a numerosos entrevistados que “repitan” anécdotas que el director ya conoce porque seguro fueron relatadas fuera de campo en los momentos previos al acto mismo de filmación. La coquetería con que lo reciben varias de las señoras, es un detalle que muestra también que las entrevistas fueron concertadas con antelación dándole al entrevistado el tiempo para preparase, y no solo en su aspecto exterior.
Se trata, en síntesis, de una forma original y honesta de pintar un fresco social de un sector bien determinado del Brasil del siglo XXI.
As Canções, Eduardo Coutinho, Brasil, 2011
Vista en el BAFICI 2012
Con su conocida maestría, Coutinho hace desfilar una variada galería de personajes que cantan frente a la cámara. Para ellos, las canciones son mucho más que un mero entretenimiento, son testimonio de un momento fundamental de sus existencias. Los cantantes, además, explican por qué lo que van a cantar es tan importante. Escuchamos a hombres y mujeres de las más diversas edades y condición social, interpretar temas que en la mayoría de los casos tienen que ver con el amor de pareja. El amor que se encontró y todavía se posee, entonces las canciones suenan como homenaje a este vínculo milagrosamente inmune al paso de tiempo. Otras veces, más melancólicas, pero no por ello menos sentidas, las canciones son la queja, el lamento, o el reproche por un amor perdido.
Coutinho logra su cometido, filmando en un solo plano secuencia la canción de cada intérprete, y con muy pocos planos más el resto de la entrevista, lo que hace más auténtico aún, lo que estamos viendo y escuchando, tanto sea el relato de las circunstancias que inspiraron el tema como de la propia interpretación. Coutinho nos presta sus ojos para que sintamos que estamos allí sentados en alguna de las butacas del teatro solitario donde transcurre la acción y logra transmitirnos la emoción del momento. Otro detalle importante que caracteriza su puesta en escena, es que los silencios son tan importantes como las palabras. Momentos de tensión o emoción y hasta lágrimas son captados por la cámara sin cortes abruptos, y ayudan a crear el sentido de verdad de esta película. Sin embargo tampoco falta el humor, aunque lo gracioso nunca surge a costa del entrevistado, sino que Coutinho se ríe junto con él.
En las antípodas de la estética del videoclip, la cámara casi inmovil, confía en la fuerza expresiva de sus protagonistas. De sus voces y sus gestos, de sus ideas y creencias.
Otra cuestión a mencionar, es que Coutinho no está totalmente fuera de campo. No vemos su figura pero escuchamos su voz. Al revés de la mayoría de los documentales contemporáneos basados en entrevistas, en que el montaje se hace creando la fantasía de un monólogo del entrevistado, aquí el director pone sobre la mesa y muestra las reglas del juego. Él pregunta, orienta el discurso del entrevistado, quiere saber más detalles de hechos que le resultan llamativos. Hace explícita para el espectador su forma de construcción del filme.
En todo caso el mérito de Coutinho, consiste en seleccionar personajes entrañables, ante quienes el director muestra un enorme afecto y un profundo respeto, por lo que están haciendo en ese momento frente a la cámara y por las circunstancias de vida que inspiraron el deseo de cantar en forma sentida sus canciones.
El último poema de Gelman es extraordinario. Y lo es más sabiendo las condiciones en que fue escrito: ni una queja en la despedida. (Lo peor es que haya dejado otras cuentas por saldar, a las que la nota a la que te referís -supongo que la de Verbitsky- hace referencia: aquello que el mismo, hablando del Borges que reconocía sus errores, llamó «coraje», y que evidentemente tampoco le faltaba.)
Cada muerte tiene sus secretos, y cuando se acumulan (aunque siempre lo hacen, sólo que de modo ignoto y silencioso) parece que formaran una suerte de gran agujero negro. Pero cada una es singular. Y cada una remite a distintas incógnitas, sobre todo si son jóvenes o violentas.
Pero el parrricido es tan comprensible como el filicidio, desde Edipo y Medea en adelante…
También que en México nos visiten los muertos, incluso cuando no es su día. Recibámoslos con un abrazo, como esperamos que ellos nos reciban.
Abrazo grande, Nico.
Un ángel de la guarda lector del blog me dijo recién por Twitter: «»Los ausentes nunca hacen silencio. Hay que vivir con ese clamor». (Gloria Peirano).
el año pasado se editó un libro en argentina sobre coutinho. el primero en español creo.
Justa y sentida tu nota sobre la doblemente trágica muerte de Coutinho, Roger. Y tus lectores no se desconcertarán sobre el final de la misma, calificada por vos mismo como » demasiado personal»,al contrario lo agradecemos, y no sentimos menos solos en esta suerte de orfandades que nos dejan cuando se va algún o alguna indispensable» l.a muerte de por sí, en cualquier de su formas siempre es impersonal, y uno de los deberes de los que ( aún) estamos vivos ( por ahora), es sacarle el triunfo de la impersonalidad, » comérnosla» a lo mexicano, si se quiere, y recordar y tender puentes. Hacer memoria pero memoria viva sin la solemnidad broncínea del monumento cómodo. Nadie es inmortal, (salvo high lander, o los dioses que Pavese hizo hablar y que el dúo Straub Huillet les dieron cuerpo y otra nueva eternidad) pero hay seres que a través de sus obras ( de su obras, y a veces de sus actos, pero las obras son también, y sobre todo actos) nos hacen a nosotros inmortales, cadena de memoria, de emociones, re- ligue, del pasado con lo que vendrá. Alimento para esta tierra y en este mundo, cada vez mas impersonal y donde habitan otros mundos como decía Paul Eluard y son los poetas de la imagen , de la palabra, de la música los que nos ayudan a descubrirlos o revelárnoslos…
«La pelona» ha estado putamente voraz últimamente con seres que han intentado por medio de la expresión artística ( y por otros medios) hacer como decía Tuñón » que esto cambie de una vez», tratar de mirar al mundo con los ojos abiertos, señalar lo inadvertido para ampliar el horizonte, entender el arte no solo como mera mercancía o mero espectáculo, o mera «poesía eficaz para ganar concursos o participación en mesas redondas” ( o festivales en el caso del cine).
En estos días la poesía todavía está atónita, casi muda, porque la pelona se llevó primero a Gelman ( y coincido con cada palabra que suscribe Prividera, desde lo poético y también lo político, con respecto al autor de Gotan y de Carta a mi madre, entre otra serie de poemas inoxidables, y dolientes como cuchillos de claridades ) y no contenta con ello, a un paa de días nomás, (como si le hubiera tomado gustito a la palabra clara y al misterio), se lleva a otro gran poeta, al mexicano en José Emilio Pacheco, que fue entre muchas cosas más, el co-guionista de El castillo de la pureza» de Arturo Ripstein.
Así que también el cine hace un alto, un salto, como si una escena faltase, o se hubiese perdido,( a frame is missing como decia Richard Wirmack en El rata.) porque encima ahora Coutinho, Seymour Hoffmann….
Uno se ve tentado a decir a decir, habiendo tanto hijo de puta vivito y culíando(nos), se lleva justo a estos!!! ( Sí, también se lleva a otros anónimos, que no tienen ni siquiera un obituario en la página de un diario, o en todo caso son “efectos colaterales” de alguna guerra o ajuste de cuentas ( bancarias), o alimento de la línea sangrantes de la crónica roja, o una tumba pobre en Siria o en el Chaco profundo, o en las cárceles de Brasil, y en las comisarías de la Pcia de Buenos Aires, en las tumbas de colectivas de Ciudad Juárez o en el limbo dantesco de Guantánamo, y una larga lista de etcéteras que también fueron vida, esperanzas, amor, ilusiones, rabia o dolor, finalmente polvo, pero no enamorado como quería Quevedo. Justamente en los rostros y las voces de esos anónimos como esos – como nosotros , en fin- fue donde la cámara de Coutinho, se posó como una mariposa inadvertida y juntó su belleza y verdad, por ejemplo con la de los habitantes del Edifico Master, con los diversos creyentes de Santo Forte, con las mujeres actrices y la mujeres que jugaron la ficción de su verdad – toda verdad hace relato de ficción y viceversa para revelarse mejor y hacer también misterio- de Jogo de cena, con los campesinos del sertao de Principio o fin. Y entonces dejaron el gran anonimato de la impersonalidad, le ganaron – para siempre- a la muerte, al dolor, a la soledad, y nos acercaron a nosotros mismos, porque allí desde la pantalla nos miraron a nosotros, y mirándonos, nos hicieron un poco mejores.
Y lo siguen haciendo todavía.
Un brindis entonces por todos ellos, y por que sus ecos nos acompañan, entre fantasmas, y tanta maravilla que espera todavía,
Un gran abrazo
Alejandro Ricagno, si dulcemente y tambien con rabbia.
(No, higlander no era el único inmortal. Salud, Juan, Emilio, Phillip Seymour, Edoardo, por los pedacitos de eternidad que nos regalaron, generosamente.
Este escriba, agradecido.)
Querido: debería no decirlo, pero mi emoción es grande al leerte y mi cuerpo responde como suele suceder en estos casos.
Los anónimos de Coutinho, nosotros, el mundo.
Abrazo.
RK
No soy de los que cree que una muerte santifica a la persona que ha fallecido, y menos cuando se trata de un artista. La obra de Coutinho es basta (en IMDB aparece con 20 obras dirigidas, entre cortos y largometrajes), y unas pocas películas no permiten un juicio definitivo. Coincido con Roger que las cuatro mencionadas en la nota son obras valiosas, pero también tiene de las otras. Me quiero referir a dos películas, que son cuestionables por lo que paso a exponer.
Peões (2004): Es una película hecha para promocionar la figura de Lula Da Silva, y se nota tanto en las entrevistas, donde todos hablan maravillas de este semi-dios del sindicalismo paulista antes de su llegada a la presidencia, como en los insertos de noticiosos de la época. Los diálogos de Coutinho con sus entrevistados, si bien logran extraer emociones genuinas, son dirigidos para que la persona que está frente a la cámara se ponga a hablar de los interminables méritos de Lula, transformando la película en un indisimulado panfleto.
Boca de Lixo (1993) En el mismo DVD que alquilé con “Peões” venía este corto sin subtítulos en español. Si bien no pude entender los diálogos, supongo que la maestría del director lograba sacar de los entrevistados, confesiones valiosas. Pero el corto, nos muestra además a las personas trabajando. ¿Y cual es el trabajo que hacen? Revolver la basura de todo tipo en uno de los vaciaderos de las afueras de Río de Janeiro, para tratar de encontrar materiales reciclables. Y no solo esto, sino alimentos para comer. Estas escenas, repetidas varias veces, consistentes en revolver la basura hundidos hasta las rodillas en el chiquero, y las tomas en primeros planos de la ingesta de alimentos putrefactos, hace que el filme desbarranque en el miserabilismo.
Estimado Roger, encontré estas dos reseñas que habíamos hecho junto a Horacio González a principio de los 90 en Rosario para la proyección de la película . Yo tenía 22 años y había quedado deslumbrado por una copia en VHS traída desde Brasil de Cabra marcado para Morrer
Saludos
CABRA MARCADO PARA MORRER
Un equipo de cine de la unión nacional de Estudiantes –en el Brasil de 1964- es sorprendido por el golpe militar mientras realiza con un planteo épico, un film sobre las luchas campesinas, interpretado por la familia de un dirigente rural asesinado por los terratenientes. Veinte años después, vuelven al mismo lugar y se produce un choque dramático y emotivo en la dimensión de la memoria. El cine se coloca así en la situación de relatar el conjunto de la historia contemporánea del Brasil. El equipo de filmación ofrecerá entonces un contundente modelo de investigación sobre los hilos del pasado y la reconstitución de las biografías personales. El contraste entre el relato épico, el estilo documetal y una ficción sobre el papel del cine en la historia, consiguen un efecto sorprendente en un género muy frecuentado, “el cine dentro del cine”. Pero aquí, el distanciamiento habitual en estos casos, deja evidenciar con calma pero con dureza, todo el dramatismo de una historia de conflictos raciales. Pero “CABRA MARCADO PARA MORRER” es tambien la historia de criaturas atrapadas por formas de la historia que nunca se comprende cabalmente. De ahí que las conciencias fluctúen entre la inocencia y la resignación, entre el compromiso y el olvido. Como reflexión interna de los sectores intelectuales brasileños, el film señaló con agudeza la capacidad de una generación de valorar el ciclo político anterior, sin ninguna teoría de la historia. Apenas, con una idea de que la historia es un pleito entre la obstinación y la piedad.
Por Horacio Gonzalez
Su tumba no posee foto: recursos de un documental
Uno de los recursos de este documental es el de talking heads –primeros planos o planos medios de rostros hablando a la cámara-, y por ello, es a través de los rostros (como unidad mínima de expresión de un cuerpo) que se descubre una historia del Brasil. Una historia a través de las arrugas, las miradas, las texturas de la piel, la escrutación de los gestos.
Pero cuando las preguntas convergen sobre la figura del padre, la única respuesta que obtenemos es la de la foto tomada presuntamente en la morgue. La repetición de esta “figura” del padre muerto dentro del relato, no es inocente: sino que de algún modo señala la falta de un orden en la que cada hijo –como representante del campesinado brasileño- queda librado al caos de su propio destino.
El otro recurso del documental es el de la resucitación del pasado a través del cine dentro del cine. Un grupo de estudiantes en el Brasil del 60 realiza una película en la que los protagonístas son campesinos. El film nunca se terminó de rodar a raíz del golpe militar. Veinte años después un sobreviviente del equipo realizativo decide proyectar los restos de ése film a los que fueron los protagonistas, produciendo una dialéctica entre la imagen del pasado y la del presente registrada por otra cámara; y esta infinitud de una cámara registrando a otra cámara es donde se pone en evidencia al grupo realizador, como investigador de la historia de la que ellos también pertencen.
Por Pablo Romano
Estimado Pablo: ¿estamos hablando del exdirector de la Biblioteca Nacional, es decir de Horacio González? Gracias por dejar este comentario. RK
Si, Roger. En ese tiempo yo asistía a un seminario en la UNR que dictaba Horacio. Allí nos conocimos y decidimos hacer un pequeño ciclo llamado «El espectador de cine en la crisis de la cultura» en un bar que se llamaba «Los tiempos modernos» en Rosario. Las dos primeras películas que proyectamos fueron: «Los traidores» y «Cabra mardado para morir». Ahora encontré la fecha, año 94. uf, ¡Cuánto tiempo paso! Si me pasas una dirección postal puedo enviarte (si te interesa) una revista de cine que editamos a mediados de los 90 hasta el 2001. Allí le hice una entrevista a Couthino cuando estuvo unos días por Rosario. Saludos