EJERCICIOS DE MEMORIA
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
POLÍTICA DE ARCHIVO
Ejercicios de memoria, Paraguay-Argentina-Francia-Alemania-Qatar/2016
Escrita y dirigida por Paz Encina
*** Hay que verla
Segunda película de la realizadora de Hamaca paraguaya. Film político y sensible sobre un tema que vuelve una y otra vez al presente: los desaparecidos
La memoria no es una cualidad de la naturaleza, lo que no significa que un ecosistema prescinda de una historia y en sus transformaciones no se puedan leer signos de una época. En esa confrontación entre el silencio del orden natural y los discursos de la Historia se organiza la sensible y adecuada puesta en escena de Ejercicios de memoria, segunda película de la realizadora paraguaya Paz Encina.
Hablarán aquí los testigos y los sobrevivientes de una historia aciaga, los descendientes del médico Agustín Goiburú, líder del Movimiento Popular Colorado, opositor al régimen del dictador Alfredo Stroessner, que gobernó Paraguay por tres décadas y media. La historia siempre tiene cadáveres y algunos ni siquiera adquieren ese estatuto físico por el cual la osamenta es la huella de que un hombre pasó por el mundo. La ominosa palabra “desaparecido” señala semejante atrocidad. Goiburú es un desaparecido. Cuando uno de sus hijos se refiere a esa condición ontológica el filme, sin proponérselo, pasa a ser de terror.
La potencia política de Ejercicios de memoria reside en su fuerza estética. Encina erige un collage paradójico. En escena se ven imágenes casi idílicas. Algunos niños se bañan en las aguas de un río, juegan, descansan, caminan. Una hermosa casa en el bosque es desmentida en su belleza por la disposición de los objetos, que sugiere un precipitado abandono. Esos planos paradisíacos son intervenidos por los testimonios de los hijos del médico, a quienes jamás se los ve y apenas se los escucha. Las otras imágenes que se ven son los archivos policiales, la burocrática producción de legajos de los sospechosos, siempre de una fealdad pasmosa, que aquí también es puesta en oposición a las fotos familiares.
Hoy, los hijos de Goiburú son adultos. Cuando recuerdan los episodios que determinaron sus vidas, en cierta medida hablan desde la infancia, estadio en el que tuvieron que incorporar hábitos y términos que a una temprana edad resultan de una violencia incomprensible. La máxima violencia política de Ejercicios de memoria consiste en sentir cómo un régimen obliga a un niño a aprender lo siniestro de una dictadura. Esos breves instantes dependen del sonido de una voz y de la entera disparidad de lo que se dice respecto de lo que se ve. En esa disyunción se cifra la poética del filme, que a su vez es también una forma de política. El buen cine político no descuida la forma.
El montaje en un documental es decisivo. Paz Encina toma decisiones pertinentes al respecto. La poética constitutiva de Ejercicios de memoria se define por un sistema de oposiciones. La primera es la ya mencionada disparidad entre la naturaleza sonora y visual de sus planos. La segunda también ha sido identificada: las fotografías distantes del espionaje policial, que aparecen en los archivos de los expedientes de los detenidos y desaparecidos, son inconmensurables respecto del encuadre de cada foto familiar que se introduce. Pero hay algo más.
El desparecido ocupa el siniestro fuera de campo de la Historia, aquello que los vivos insisten en reanimar gracias a los pocos restos materiales que desdicen el deseo del opresor por borrar una existencia. Las fotos familiares y policiales ofrecen una imagen del que fue, pero cada aparición fotográfica es lo suficientemente discreta para que la fuerza de la ausencia no se olvide. La figura del desaparecido despliega otro sentido del tiempo. Es por que los formidables minutos iniciales juegan con la dislocación del tiempo. Es el presente y también el pasado que sigue vivo en el presente. El gran dilema será entonces pensar si esos chicos que entran en escena son fantasmas de la niñez de los que hoy son adultos y que han sido detenidos en el tiempo, o si ellos y los objetos visibles en escena son una entera reconstrucción del pasado. La indeterminación es aquí fundamental.
El desaparecido trastoca un sentido lineal del tiempo, en tanto que la memoria no es solamente una cuestión de recuerdo, sino también de posición respecto de la ausencia que nunca deja de ser presente. La voz de los hijos se emite en dos tiempos: es el niño en el adulto y el adulto que llega fragmentado a su propio tiempo de adulto. Los efectos de una desaparición se sienten en la herida del que sobrevive a su fantasma sin descanso. No hay paz para el que desaparece. Diríase que el tiempo del sobreviviente está fragmentado, impedido de percibirse como una forma de desplazamiento en la duración; la fluidez de la memoria en el tiempo que transcurre se ve truncada. La puesta en escena general patentiza ese despedazamiento de la experiencia de la duración del tiempo, porque el desaparecido desaparece a toda hora y sin descanso en el inacabable sentimiento de su descendencia que lo conmemora.
Discreta pero potente película la de Paz Encina. No resigna jamás la sensibilidad para confrontarse con el poder pasado de un dictador y sus legitimadores, que ya no pueden imponer por la fuerza y el exterminio un orden del mundo pero que siguen operando en las sombras, siempre imperceptiblemente presentes. El fascismo, después de todo, es una compleja y profunda visión del mundo que desconoce las banderas políticas, muta con el tiempo e insiste en regresar.
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de abril 2017
Roger Koza / Copyleft 2017
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