EL 2014 EN PELÍCULAS: LOS PLANOS INOLVIDABLES

EL 2014 EN PELÍCULAS: LOS PLANOS INOLVIDABLES

por - Top 10 anual
30 Dic, 2014 10:09 | comentarios
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Ein Proletarisches Wintermärchen

Por Roger Koza

Las cifras enloquecen, ceban, producen panegíricos que pasan por argumentos estéticos, sofismas que convencen por su repetición y contundencia ante el consenso. Un millón, dos millones, la adición es una adicción. No hay duda de que el acontecimiento cinematográfico del año, al menos para la “industria” cinematográfica argentina, es el éxito de Relatos salvajes. ¿Cuál es su secreto? La película de Damián Szifrón, aparentemente, ha sintonizado con el malestar de muchos, como si los seis episodios autónomos que la constituyen funcionaran como la objetivación lúdica de una fantasía iracunda que exterioriza el hartazgo generalizado de un vasto sector de la población frente a un orden social específico. Paradigmáticos de una bronca sin objeto identificable, los “cortos” con los protagónicos de Sbaraglia y Darín alcanzan su mayor exposición ideológica. El sorete cayendo en un parabrisas y la explosión de la sucursal de una empresa de recaudación de multas podría sintetizarse con un solo grito: ¡Basta de Aristóteles! ¡Basta de política!

Como preanuncian las bellas criaturas literalmente salvajes que acompañan a los créditos iniciales, la filosofía es sencilla: todos somos animales. En otras palabras, el animal que habla se desvincula de su pretérita adjetivación, que superaba su condición inicial, acaso bestial. Es la derrota del animal político. Lo político se tacha en nombre de la comedia y, al amparo de una suspensión narrativa de la ética, la crueldad y el desprecio triunfan como materia humorística.

Con el respaldo de los números, Relatos salvajes se impone como modelo general y sus responsables se pavonean sin disimulo. Ya estuvo en Cannes, arrasó con la taquilla vernácula y parece que no hay ciudadano del planeta que no termine convencido por la cualidades mágicas del producto. Su seducción es insoslayable. Firme candidata a quedar entre las nominadas para el Oscar, incluso de ganarlo, ¿quién puede dudar de su eficacia y calidad? Pero los números no son un argumento estético.

En las antípodas de esa lógica narrativa y poética de cine que abiertamente se asocia con la lógica de las nuevas series, el milagroso estreno de Adiós al lenguaje de Jean-Luc Godard opera como un negativo perfecto de la estética del desprecio del film de Szifrón. En principio, no hay necesidad alguna de convertir la crueldad y la misantropía en sustancia cómica; el horror, el exterminio y la injusticia constituyen la sombra y contrafuerza dialéctica de la hermosura que Godard propone en su lúdico inventario de las cosas bellas del mundo.

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Adiós al lenguaje

No faltó el coro de indignados frente al montaje fragmentario (y a la distancia; nunca Godard estuvo más cerca del concepto de montaje del gran Artavazd Pelechian) que obliga amablemente a reunir las piezas dispersas de este ensayo elegíaco sobre el siglo XX que es también una interrogación sobre el siglo en curso. Puede gustar o no, pero desestimar Adiós al lenguaje como un galimatías audiovisual es una sentencia de necios u observadores perezosos. La última película de Godard, como también sucede con la magistral Cavalo Dinheiro del gran Pedro Costa (que se vio en el festival de Mar del Plata), los cines del siglo XX y XXI se entrecruzan y yuxtaponen. Ambas películas, a través de una forma cinematográfica que se apropia de los dispositivos contemporáneos, sugieren la transición del cine fotográfico a uno de naturaleza posfotográfica.

En Godard, el 3D tiene una función doble: por un lado, en la propia lógica del dispositivo, aparece la comicidad. Las dos secuencias en las que el plano se divide en dos y el espectador tiene que cerrar uno de los ojos para poder seguir una de las dos acciones produce una sonrisa automática. Es, desde luego, una broma cognitiva. Pero hay un corolario, una moraleja. En el cine estereoscópico digital los objetos tienden a desbordarse. Lo real suele expulsarse del límite rectangular de la pantalla. Este concepto de lo real anabólico, hinchado por un efecto óptico, no es otra cosa que la apoteosis de la pasividad del espectador. En Adiós al lenguaje hay una incitación a ponerse en movimiento, a participar visualmente. Y también auditivamente, pues la concepción sonora del film también implica escuchar de otro modo. Además, y esto no resultará menor, Godard propone una intensificación de la percepción de las entidades físicas y vivientes del mundo a través del registro en 3D. Lo que sucede con las hojas de los árboles, la nieve, los ríos, las flores, incluso con los cuerpos de los hombres, resulta una propuesta de modulación de nuestra forma de mirar el registro de lo real. Se trata de extraer las cualidades hermosas de los entes y los objetos que en la mirada cotidiana se han vueltos opacos y ordinarios.

Primer plano inolvidable: hojas secas otoñales flotando en una bacha llena de agua.

Los americanos

El cine estadounidense, llamado por muchos cine “americano”, invade nuestras salas. ¿Qué sería para nosotros el cine si no estuviera hablado en inglés? Y no se trata solamente de que los actores hablen el idioma de Whitman y Dylan. Los planos, la lógica de la puesta en escena, en cierta medida, también hablan en inglés.

La invasión de vampiros fue moderada, y si bien los superhéroes estuvieron presentes, la figura dominante del cine masivo llegado de Hollywood fue otra: los jóvenes atletas nacidos en un futuro sin referencias, que viven entre desamparados metafísicamente y predestinados a cumplir con una tarea trascendental. Estos ciudadanos de distopías del porvenir tienen siempre que luchar por un lugar en el mundo. Entrenarse, superarse, competir son los verbos que determinan la psicología pragmatista de los jóvenes de películas como Divergente, El dador de recuerdos, Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte I, entre otras. Es posible que esta sublimación de la posición de los jóvenes en el mercado laboral de nuestro tiempo obtenga el beneplácito acrítico de sus espectadores ideales debido a que canaliza una angustia muda en términos lúdicos y en clave de heroísmo, anclaje conductual del pensamiento mágico en el cine contemporáneo.

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Boyhood: momentos de una vida

La cartelera juvenil se definió por estos títulos, y no tanto por Boyhood: momentos de una vida, de Richard Linklater, un film que en realidad está mucho más condicionado por su experiencia del espacio que por el paso del tiempo, y que también podría hablar más directamente a los jóvenes si no fuera por el excesivo retrato positivo del sueño americano. En esta versión lavada de las “perspectivas democráticas” que Whitman imaginó un siglo y medio atrás, se sugiere que cualquier joven sensible puede encontrar su lugar en el mundo si es fiel a sí mismo. La obsesión por el tiempo en Linklater no es una novedad, y si bien la idea de filmar durante trece años a un grupo de personajes tiene su costado seductor, es quizás la película más reveladora para entender los límites de su cine.

Segundo plano inolvidable: el personaje de Ethan Hawke le regala un (inexistente) disco de los Beatles a su hijo, un momento en el que todo lo mejor de Boyhood se ve enteramente.

Las mejores películas estadounidenses fueron aquellas que interrogaron a fondo el costado negativo de ese sistema de vida universalizado a golpes de relatos. El lobo de Wall Street no deja de ser una película problemática, pues la distancia respecto del punto de vista de su millonario protagónico no es del todo clara. Mímesis formal admirable, la aceleración adictiva del personaje de Di Caprio se duplica en la puesta en escena. Así, los planos cocainómanos del filme de Scorsese transmiten perfectamente una conducta general propia del capitalismo desaforado de fines de siglo: el consumo es infinito. En este sentido, las drogas funcionarían como un suplemento dietario de la subjetividad capitalista, y es esta figura conceptual el gran aporte de la película.

El gran problema de El lobo de Wall Street es cómo filmar a los estafados, esa masa silenciosa de trabajadores que son las víctimas del engaño que enriquece a Jordan Belfort. Scorsese apenas puede imaginar a ese sujeto empobrecido, que prácticamente está elidido en su película hasta que aparece como una figura vencida y exhausta que viaja en subte. Es un plano demasiado breve.

El gran contracampo de El lobo de Wall Street es Nebraska, la extraordinaria película de Alexander Payne. Sus personajes son justamente los olvidados del filme de Scorsese. Pocas películas estadounidenses han podido retratar la precariedad económica y simbólica de un país como Nebraska. La obsesión del viejo jubilado que cree haber ganado la lotería denota las coordenadas simbólicas del imaginario estadounidense.

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Nebraska

Tercer plano inolvidable: el personaje de Bruce Dern y su hijo observan la famosa estatua de los presidentes estadounidenses en el Monte Rushmore y constatan metafóricamente la decadencia de su país en el estado deplorable del monumento.

La síntesis dialéctica de El lobo de Wall Street y Nebraska, sin duda, es la genial y vitalmente imperfecta Welcome to New York, del maestro Abel Ferrara. La lectura del caso Strauss-Kahn que pone en juego Ferrara termina siendo la reunión o coincidencia perversa de los opuestos. No porque el funcionario del FMI intente abusar de la mucama de un hotel de millonarios, sino porque cuando enfrenta su propia decadencia puede restituir un punto de vista traicionado que supo definir su juventud. Creía en el conocimiento y en la justicia distributiva, pero un tsunami llamado capitalismo lo devoró y transformó en un hombre infame. La voracidad sexual del personaje de Depardieu, acompañada de una panza trofeo que también habla de una gula insaciable, es la inversión física de lo que le sucede al personaje frente a un sistema imbatible.

Cuarto plano inolvidable: el personaje de Depardieu empieza su monólogo, su striptease ideológico, y Ferrara posiciona ese cuerpo inflado en contraste con los edificios de Manhattan que ostentan el poder eréctil de un sistema.

Fotogramas vernáculos

Más allá de Relatos salvajes, el cine argentino tuvo un año estéticamente excepcional. El rostro de Gustavo Fontán, Carta a un padre de Edgardo Cozarinsky, El color que cayó del cielo de Sergio Wolf y Escuela de sordos de Ada Frontini son cuatro películas excepcionales que pasaron por los cines. No reunieron cuatro millones de espectadores, pero hubiera sido justo y edificante que esas películas sobre fantasmas, herencias familiares, meteoritos y el lenguaje como determinante de nuestra forma de estar en el mundo hubieran tenido un público mayor.

¿Qué decir de películas como La tercera orilla, Jauja, Dos disparos, estrenadas en las competencias de tres festivales fundamentales como Berlín, Cannes y Locarno? La tímida respuesta del público y los acalorados debates sobre Jauja, de Lisandro Alonso, tal vez no permitan pensar a fondo sobre la importancia de este film maldito. El costado fantástico de Jauja no solamente constituye una finta insospechada en el cine de Alonso, sino una forma de apropiación poética por parte de un cineasta que sostiene firmemente un camino y en su tránsito incorpora la ficción y la descubre como instinto. No es otra cosa lo que sucede en la famosa cueva en la que Mortensen se encuentra con una “bruja” en el medio de la Patagonia. La respuesta a la pregunta de la mujer sobre qué es lo que mueve al mundo es la propia película, que en su devenir revela los mecanismos de cómo la ficción se instituye.

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Dos disparos

Quinto plano inolvidable: en la cima de una montaña patagónica, Mortensen descansa en una noche nublada. En su mano sostiene un muñequito que lo reúne imaginariamente con su hija.

Y hubo varios títulos más, como Jersey Boys: persiguiendo la música, Museum Hours, Cae la noche en Bucarest, Al filo del mañana, Guardianes de la galaxia, que constituyen una demostración empírica de que el arte cinematográfico es mucho más que una práctica de dispersión y entrenamiento. El cine es, secretamente, una forma que modula nuestra sensibilidad y pone en movimiento nuestro pensamiento.

***

Las listas

Estrenos comerciales (2014)

He escrito sobre prácticamente todas las películas de mi lista de estrenos, excepto El Gran Hotel Budapest, película sobre la que pienso escribir en el futuro para un libro en preparación.

El cambio de color en los títulos indica que, si se lleva el cursor sobre el título del film y se hace clic en él, se podrá leer una reseña en este blog. Del mismo modo, si hay una alteración de color sobre un nombre, eso indicará que hay ahí un link prefijado que llevará al lector a una entrevista con el director.

Hay varias películas que me han gustado pero con reservas, como sucede con Boyhood e Ida; otros films los he dejado afuera porque ya los he votado en otros momentos, o son, a esta altura, películas “viejas”, como es el caso de This Is Not a Film.

He decidido dejar afuera la lista de películas argentinas. He nombrado algunas en el texto principal de este artículo. Creo que fue un gran año para el cine argentino, mal que les pese a quienes piensan que el cine vernáculo está en crisis de calidad y cantidad. Se filmaron muchas películas, algunas ciertamente buenas.

Es una suerte que todavía se puedan estrenar películas como Adiós al lenguaje y El desconocido del lago, u otros films como Cuando cae la noche en Bucarest, Force Majeure: la traición del instinto, Sonidos vecinos, El rostro y Museum Hours, que no están en mi lista (y que podrían haber estado). En este sentido, distribuidoras como Z Films, LAT-E y Obra Cine merecen nuestro reconocimiento explícito, pues quienes están detrás de esas empresas pequeñas son verdaderos creyentes y militantes del cine. La cartelera, sin ellos, sería una vitrina estadounidense.

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Adiós al lenguaje

1. Adiós al lenguaje, Jean-Luc Godard, Suiza-Francia, 2014

2. ¿Y ahora? Recuérdame, Joaquim Pinto, Portugal, 2013

3. El desconocido del lago, Alain Guiraudie, 2013

4. Jauja, Lisandro Alonso, Argentina-Dinamarca-Francia-EE.UU.-Holanda, 2014

5. El blanco afuera, el negro adentro, Adirley Queirós, Brasil, 2014

6. Nebraska, Alexander Payne, EE.UU., 2013

7. Jersey Boys: persiguiendo la música, Clint Eastwood, EE.UU., 2014

8. El Gran Hotel Budapest, Wes Anderson, EE.UU., 2014 / Welcome to New York, Abel Ferrara, EE.UU., 2014

9. Avanti popolo, Michael Wahrmann, Brasil, 2012

10. Al filo del mañana, Doug Liman, EE.UU., 2014

Películas no estrenadas (2013-2014)

Debido a que durante el año pasado no publiqué en el blog (sí en otros sitios) una lista sobre los mejores films sin distribución de 2013, decidí incluir una lista que abarque dos años.

Hay muchas películas que quedaron finalmente afuera; elegir es también renunciar, y debo decir que en ciertos casos la renuncia me duele profundamente. ¿Cómo se puede dejar afuera títulos como The Immigrant, de James Gray, y Storm Children: Book One, de Lav Diaz?

En esta ocasión también he escrito sobre varios de los títulos que encabezan esta lista. Sobre los magníficos films de Yerzhanov, Mozos y Green escribiré en los próximos cuatro meses. El resto, lógicamente, se puede leer en el blog (y repetiré el procedimiento descripto más arriba).

El 2014 ha sido un año de grandes películas.

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Hard to Be a God

1. Cavalo Dinheiro, Pedro Costa, Portugal-Francia, 2014

2. Hard to Be a God, Aleksei German, Rusia, 2013

3. Stray Dogs, Tsai Ming-liang, Taiwán, 2013

4. Maïdan, Sergei Loznitsa, Ucrania, 2014

5. The Owners, Adilkhan Yerzhanov, Kazajistán, 2014

6. P’tit Quinquin, de Bruno Dumont, Francia, 2014

7. Die andere Heimat, Edgar Reitz, Alemania, 2014

8. La sapienza, Eugene Green, Francia, 2014

9. Favula, Raúl Perrone, Argentina, 2014 / Journey to the West, Tsai-Ming-liang, Taiwán-Francia, 2014

10. João Bénard da Costa – Outros amarão as Coisas que eu amei, de Manuel Mozos, Portugal, 2014

Óperas primas del año (2014)

Confesión: podría haber agregado unas diez películas más de directores debutantes; curiosamente, ha sido un año de sorpresas en esta acotada materia. Es más: estuve muy cerca de confeccionar otra lista con las mejores segundas películas. Un buen ejemplo: dejar afuera No todo es vigilia, de Hermes Paralluelo, me incomoda, pues me parece una película notable en su propia pequeñez. Por cierto: el trabajo sonoro y lumínico de este film ha sido uno de los placeres perceptivos más grandes del año.

Escribiré en los próximos meses sobre muchas de estas películas. Excepto por Mauro, no he publicado nada sobre ninguna, aunque hay varios textos ya escritos y en preparación que se conocerán en los próximos meses.

Simplemente quiero decir que todas las películas aquí elegidas constituyen un ejemplo poético a tener en cuenta, un camino de construcción para el cine del siglo XXI. Todas dicen algo del cine contemporáneo o, dicho en otros términos, todas son películas que (me) ayudan a pensar y responder (abiertamente) a la vieja pregunta de André Bazin sobre qué es el cine, pregunta que no deja de tener vigencia, menos aún en una nueva era, la del cine posfotográfico.

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Ming of Harlem: Twenty One Storeys in the Air

1. Ming of Harlem: Twenty One Storeys in the Air, Phillip Warnell, Reino Unido, EE.UU, 2014

2. Ein Proletarisches Wintermärchen, Julian Radlmaier, Alemania, 2014

3. Forma, Ayumi Sakamoto, Japón, 2013

4. Court, Chaitanya Tamhane, India, 2014

5. Navajazo, Ricardo Silva, México , 2014

6. Mauro, Hernán Rosselli, Argentina, 2014

7. Violet, Bas Devos, Bélgica-Holanda, 2014

8. A Vizinhança do Tigre, Affonso Uchoa, Brasil, 2014

9. Memoria oculta, Eva Villaseñor, México, 2014

10. El corral y el viento, Miguel Hilari, Bolivia, 2014

Cortometrajes (2014)

En este año que ya termina, las circunstancias me han llevado a reparar con mayor atención en el cine de duración breve (así me gusta hablar de los cortometrajes). Esto se debe, por un lado, a mi incorporación al FICIC, festival que cuenta con una competencia de cortometrajes en la que quise evitar la acumulación de películas que se parecen a videoclips y comerciales encubiertos. Por el otro lado, fui jurado en el criterioso y estimulante festival de cortos de Belo Horizonte. Allí, fui invitado a dar un seminario titulado “La ilusión del tiempo”, en el que intentaba entender cómo la duración determinaba las elecciones poéticas y el sentido general de la puesta en escena. Esto me exigió repensar las películas que se definen por su breve duración. Este año he visto algunos cortometrajes extraordinarios y he hallado una nueva fuente de placer como programador y crítico.

Todavía, excepto por La reina, notable film de Abramovich, no he escrito sobre ninguna de estas películas aquí elegidas, pero esa deuda también será saldada en gran parte durante este verano en curso y el esperado próximo otoño.

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Iec Long

1 À propos de Venise, de Jean-Marie Straub, Francia, 2014

2. Réveillon, Cristi Puiu, Rumania, 2014

3. O Velho do Restelo, Manoel de Oliveira, Portugal, 2014

4. Iec Long, João Pedro Rodrigues y João Rui Guerra da Mata, Portugal, 2014

5. J’ai oublié, Eduardo Williams, Francia, 2013

6. Éphémerès, Yuki Kawamura, Francia, 2014

7. The Nest, David Cronenberg, Holanda, 2014

8. La reina, Manuel Abramovich, Argentina, 2014

9. Día Branco, Thiago Ricarte, Brasil, 2014

10. La estancia, Federico Adorno, Paraguay, 2014

Un fragmento de la nota fue publicada por la revista Ñ en el mes de diciembre 2014

Roger Koza / Copyleft 2014