EL APÓSTATA
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
LOS SIGNOS DEL YO
El apóstata, Uruguay-Francia-España 2015
Dirigida por Federico Veiroj. Escrita por Gonzalo Delgado, Álvaro Ogalla, Nicolás Saad, F. Veiroj
*** Hay que verla
La tercera película de Federico Veiroj confirma el talento y la calidez del director más interesante de cine uruguayo del presente
Al personaje de El apóstata, un eterno estudiante de filosofía, le habría gustado conocer estas líneas de Philip Larkin: “Y una vez que has recorrido la extensión de tu mente, lo que / gobiernas es tan claro como un registro de cargas; / no debes pensar que alguna otra cosa existe. / ¿Y cuál es el beneficio? Solo que, con el tiempo, / identificamos a medias las ciegas marcas / que todas nuestras acciones llevan, podemos hacerlas remontar a su origen”.
Gonzalo Tamayo ya está grande para estudiar. Ya ha pasado los treinta, probablemente, y si bien tiene un cómodo departamento en Madrid y trabaja dando clases de apoyo a chicos que todavía van al colegio, todo indica que está impedido de tomar las riendas de su propia vida. Como sucede con cualquier mortal, identifica un enemigo simbólico que lo retiene, contrincante que se encarna en una institución pero que tiene ramificaciones en otras. Para Gonzalo apostatar de la fe católica que jamás eligió es también trabajar un necesario distanciamiento y una ruptura aplazada con su propia familia, institución primaria que distribuye los primeros signos con los que toda persona leerá en principio el mundo de los otros y edificará su lugar en él. Es por eso que la tercera película del uruguayo Federico Veiroj no es otra cosa que la solitaria lucha interior de un hombre frente a esos signos que detienen su deseo, o las ciegas marcas que lo constituyen, pero que asimismo intuye que existen posibles desvíos y grietas en ese armazón de signos prestados.
Basada parcialmente en la propia experiencia del actor, Álvaro Ogalla, debut promisorio frente a cámara, El apóstata empieza con un requerimiento del protagonista a la Iglesia que puede resultar anacrónico pero que aún hoy sigue sucediendo: el feligrés que quiera apostatar encontrará que borrar los registros que lo unen a la institución que representa su fe caída supone casi una épica de la paciencia. La burocracia no es aquí una prerrogativa del Estado burgués sino también un funcionamiento arraigado en el sistema administrativo de asuntos espirituales de una institución medieval que evoca un poder invencible. El pastor cuida celosamente del rebaño, y persuadir al creyente, cuando este se entrega a la dubitación, es una misión salvífica, como también ridícula. Los encuentros de Gonzalo con el obispo Jorge son excepcionales porque combinan el costado dramático de la situación con su dimensión cómica, incluso onírica; acaso este último término puede entenderse como la vía de acceso a una poética general que establece y organiza el tono flotante y difuso del relato.
En efecto, una forma de mirar El apóstata es como un conjunto de fragmentos oníricos que se sustituyen y conforman el argumento general, una duplicación del flujo de conciencia del personaje: un hombre pelea por su libertad de creencia, un hombre ya no quiere pertenecer a nada, pero todo eso se cuenta como en un sueño disimulado. Sin embargo, hay algunas secuencias que son concebidas voluntariamente de ese modo, y una en particular es de una eficacia magnífica, ya que pone de relieve el deseo del protagonista y la presencia castradora de la madre. La secuencia es de una elegancia indesmentible y reúne a varias personas en una convención heterodoxa que se celebra en un edificio cifrado; es también un reconocimiento honesto y amoroso por parte de Veiroj a uno de los grandes cineastas oníricos de todos los tiempos, el gran Darezhan Omirbayev.
La escena recién aludida se delata a sí misma en su cierre como un sueño, pero ese mecanismo de juntar situaciones extrañas persiste, pues las formas de asociación que el personaje suele tener bien pueden atribuírseles a las intrincadas relaciones que la actividad onírica pone en juego. La secuencia inicial, por ejemplo, tiene ese misterio: un primer plano sobre una mano en el césped, seguido luego por un plano de Gonzalo sentado en el suelo y de inmediato contrastado con otro en el que se ve a un hombre entre los arbustos de una plaza con un grabador en la mano mientras suena un pasaje de Romance pascual de los peregrinitos, tiene muy poco de naturalista y mucho de paisaje de sueños. En otra escena, a través de una ventana de la iglesia en la que Gonzalo tiene que hacer todos los trámites jurídicos para conseguir su apostasía se verá pasar repentinamente a un penitente azotándose; en una comida familiar, la voz de la prima de Gonzalo adolecerá de una transformación paulatina hasta acabar sonando como en la infancia. La puesta en escena deliberadamente enrarece la propensión de lo cotidiano a prescindir de cualquier elemento disruptivo; lo onírico fagocita lo real.
¿Cómo sucede? A veces cambiando la escala de la percepción, como cuando Gonzalo va a firmar el documento que lo desvincula de la entidad eclesiástica: los planos contrapicados y los picados con los que se transmite la interacción entre Gonzalo y los religiosos, que también materializan la asimetría del poder, o la irrupción de un elemento absurdo (un religioso masticando un muslo de pollo en un contexto inadecuado) fomentan una cualidad inverosímil que reenvía la representación a un escenario onírico. Veiroj, además, es uno de los directores de su generación que mejor comprende la utilización de música extradiegética en las películas. Los momentos elegidos para que intervengan fragmentos musicales de Prokofiev y Eisler son sorprendentes, ya que no se relacionan con la configuración emocional de los personajes o un apoyo melódico de la naturaleza del relato sino con un tono que remite a la tradición del cine clásico. Veiroj no quiere ser clásico (es imposible), pero para ser moderno hay que reconocer la trama de innumerables relaciones que un filme establece con otros. Veiroj es un cineasta cinéfilo, alguien que no filma como si nada hubiera sucedido antes.
Hay dos subtramas en el filme que están en sintonía con el deseo del personaje y el inicio de otro período de su vida. La relación que Gonzalo tiene con su alumno, el hijo de una vecina de unos pisos más abajo de su departamento, es mucho más que un artificio retórico del filme para darle una actividad al personaje. Los intercambios visuales entre el niño y el profesor deparan algunos breves momentos de ternura que a su vez igualan a los dos personajes en una aventura que ambos tienen que abordar: el niño empieza a sentir atracción por sus compañeras; el profesor, tal vez aún un niño cruel, como lo describe su prima en una discusión que tienen un poco después de tener sexo, necesita una nueva vida.
En las películas de Veiroj, los personajes siempre atraviesan un período de transición determinante para sus vidas. En Acné, el adolescente descubre el sexo y el estado de enamoramiento; en la magistral La vida útil, el viejo cinéfilo que se ha quedado sin trabajo debido a que la cinemateca en la que trabajó toda su vida ha cerrado debe encarar la aventura de poner en escena los aprendizajes que hizo con el cine para encaminar su nueva etapa de vida; en El apóstata, el estudiante crónico necesita romper con todo su pasado para terminar su carrera y reconducir los dictámenes del deseo a una fase aún desconocida.
Todos ellos participan de una tarea subjetiva que no siempre las personas deciden asumir, la de al menos probar escribir por ellos mismos los signos que configuran esa urdimbre de palabras con las que alguien no es ni nadie ni cualquiera ni todos. El apóstata es un noble y breve cuento sobre la autonomía, también una pesadilla liviana acerca de las creencias que no se eligen y que tienden a suprimir cualquier atisbo de desobediencia. Nada más hermoso entonces que ese plano congelado en el final, cuando el héroe y su aprendiz le dan las espaldas a las instituciones que piden humildad y acatamiento.
Esta crítica fue publicada por la Revista Ñ en el mes de agosto de 2016
Roger Koza / Copyleft 2016
Roger:
Como sostuve ya en un intercambio en facebook con un colega tuyo, me da la impresión que la amistad de muchos críticos con Veiroj y el tema mismo de la película influyen para que se la vea mejor de lo que es. Y respecto a congelar el plano final, me pareció una manera de que ambos personajes (el grandulón siempre sonriente y el pibe que parece salido de un aviso publicitario) no se salgan con la suya.
Mientras la veía, extrañé a Buñuel.
Fernando: mi gusto por el film no tiene nada que ver con mi relación (que no es de amistad, sí de respeto mutuo y un afecto concomitante) con Veiroj, a quien conozco personalmente; debo haber compartido menos de 4 encuentros con él, en un lapso de tiempo de casi 10 años (ya que programé en Hamburgo sus tres películas). No es mi amigo, dicho de otro modo. Por otro lado, creo tener la suficiente madurez y honestidad para entender qué pienso de un film y qué siento, eventualmente, por el realizador. Un ejemplo: defendí las primeras películas de Campusano, no las últimas, y a José sí lo considero una persona más cercana. Pero no siento ningún tipo de obligación con ningún cineasta.
Por otro lado, lo que escribo no lo invento; es lo que veo en el film y escribo fundamentando mis pareceres; que un lector, y, eventualmente, crítico, tenga una mirada diferente me parece razonable, pero que de ahí se juzgue o se sospeche del equlibrio racional de quien siente honestamente redactar el elogio sobre un film, me parece una presunción y un prejuicio; que a vos no te guste no significa que a otros les tenga que pasar lo mismo, o que tu mirada sea la regla del gusto con la que se debe juzgar a otros.
Yo no extrané a Buñuel, porque no veo las películas esperando que coincidan con un imperativo platónico de perfección a la que se debe adecuar. Soy aristotélico, no platónico.
Y subscribo enteramente lo que pienso de este film. Si lo hubiera hecho Campanella, Subiela y quién fuera, hubiera pensado lo mismo.
RK
Roger:
Sólo compartí una impresión que tengo, y hablé en forma general. Es la impresión que tuve cuando empecé a leer críticas negativas o con reparos de algunos críticos outsiders y extranjeros, mientras, al mismo tiempo, críticos rioplatenses de institucionalizado prestigio se deshacían en elogios y leía que el film había ganado un premio de Fipresci en un festival. Más allá de este caso, siento que a veces se genera una suerte de cerco en torno a ciertas películas: TIENEN que gustarte.
Respecto a tu razonamiento (que a vos no te guste no significa que a otros les tenga que pasar lo mismo): he leído posteos tuyos indignado porque a algún crítico no le gustó una película que a vos sí, o por las decisiones de los jurados de algún festival.
Y en cuanto a mi referencia a Buñuel: fue una manera de decir que sobre el mismo tema se han hecho obras más maduras y audaces. Creo que es inevitable, al ver una película, relacionarla con otras de temática similar. Pero puedo estar equivocado, de la misma manera en que puedo equivocarme con mi opinión sobre El Apóstata. Por algo te sigo leyendo, desde hace años: para seguir aprendiendo. Permitiéndome cada tanto dejar alguna impresión personal.
Gracias por el espacio.
1. Es cierto que existen películas protegidas, pero no creo que se trate de una decisión consciente de una corporativa de críticos institucionalizados que toman una decisión conjunta de defender (o atacar) determinados títulos; igual siempre aparecen voces de disidencia, aun en esos grupos establecidos.
2. Yo nunca discuto la honorabilidad y capacidad del crítico; discuto un argumento, una perspectiva, una idea de cine. Y en la medida que puedo no apelo a la descalificación, lo que no significa que elija, cuando la situación lo amerita, una forma de discusión fuerte y confrontativa
3. Mis apariciones por Twitter ante los premios de festivales -de las que en ocasiones siento una ligera vergüenza- son más del orden de lo lúdico que otra cosa, aunque me hago cargo de lo que digo. Aún así, mis rabietas (adolescentes) van siempre dirigidas contra el poder.
4. Comparar es inevitable porque es una de las formas más a la mano de la lectura crítica; la distinción que hago sobre los críticos platónicos y los otros aristótelicos es que los primeros en la comparación encuentra un caso más modélico o ideal: un filme se acerca más, el otro se aleja; yo simpatizo por pensar el objeto en su singularidad, o al menos empezar ahí. Una de las razones por la que no suelo incorporar citas a otras películas en mi forma de hacer crítica.
5. Pensar juntos es mejor que pensar igual o en oposición a. Creo que eso es lo que venimos compartiendo a la distancia. Vos en Rosario, yo en Córdoba.
Gracias a vos siempre por aparecer aquí, y disentir, cuestionar, pensar y seguir adelante en una convresación sin fin; esto último es para mí las consecuencias de la crítica.
R
Los críticos no somos amigos de los directores, Fernando. Pero yo conozco a muchos que son de mi generación. Me parce que si no viste cosas que otros sí vieron en esa película que por otro lado a mí me gustó mucho, es un tema tuyo y de tu relación con esa película particular. No intentes hacer una búsqueda de aliados para estar en contra de una película, no es una final del mundial, no te preocupes que nada en la vida va a cambiar. Si no te pasó nada con una película y otro sí, y tenés curiosidad después de meses y algo de odio a los que sienten otras cosas más que vos, mirala otra vez. No seas necio. No vas a perder nada, y capaz vas a ganar algo y no precisamente verificar tus presupuestos antes de ver una película. Mirá las cosas sin flitro, no seas necio.
Al crítico que me trata de necio y de tener odio, desde el anonimato y sin conocerme: la próxima vez que vea la película de Veiroj estaré dispuesto a corregir mi opinión y apreciarla mejor. Siempre aprendo de ustedes «los críticos» (escribís en plural), aunque a algunos los respete más que a otros.
De todos modos (y sin ánimo de incentivar ninguna polémica, sólo de expresar mi opinión), permítanme decir que creo que no es nada fácil apostatar contra ciertas opiniones institucionalizadas o contra el prestigio con el que se inviste a ciertos directores o películas.
Saludos.
Estimado Fernando: no me meteré en la polémica entre un lector y vos.
Puedo estar de acuerdo con vos en que frente a ciertos consensos no es fácil apostatar; esta semana yo elijo apostatar de que Kubo y la búsqeuda samurái es una obra maestra. Sin embargo, para mí, lo más difícil es apostatar a mis propias convicciones. En cierta ocasiones, es un ejercicio necesario: pensar contra uno mismo y ver qué se ve cuando eso sucede. No estoy con esto diciendo que vos lo tenés que hacer; me estoy aprovechando de lo que decís para decir algo que no es en sí una respuesta o una corrección a tu posición. En la medida que puedo, nunca quiero que los demás piensen de otro modo.
Saludos.
RK
Roger:
Entiendo que no quieras intervenir, aunque el lector te incluye al hablar en nombre de «los críticos»; escribí, por otra parte, que no era mi intención incentivar ni continuar ninguna polémica.
Pero no creo que tomar distancia del consenso en torno a «Kubo» sea lo mismo que con un film de un director del Parnaso. Conozco personas que piensan de la misma manera que yo porque me lo han dicho (sin haber leído estos comentarios míos ni saber previamente cómo pienso), así que no creo que sea una manía mía. Trato en ese sentido, y siguiendo lo que vos decís, de no apostatar a mis propias convicciones. Aunque eso implique recibir algunas agresiones (las recibí hace poco de un director «consagrado por la crítica», ahora de un crítico «bloguero no conocido») y asumir cierta forma de independencia que termina teniendo algo de marginalidad.
Querido Fernando: no sé quiénes son los críticos, tampoco los directores, y el bloguero anónimo pertenece a ese universo sin referencias; la alusión no suma.
Personalmente, al menos mi forma de pensar mi trabajo, consiste en preocuparme por entender un film, qué pienso de él y encontrar la mejor forma de escribir sobre él para darle cuerpo a lo que he visto, sentido y pensado. Lo que dicen otros críticos me interesa, pero no para mi primer encuentro con el film.
Conozco una cantidad de colegas que no les gusta El apóstata; otros que la endiosan. A mi me gusta, pero no la considero una película excepcional; tiene sí algunos momentos que lo son. La película que me apasiona de Veiroj es La vida útil; esa sí me parece excepcional.
De todas formas, yo solamente puedo hablar en mi nombre. Estoy en Otroscines, pero eso no me lleva a sentirme parte de una mirada oficial o del sitio; tampoco me siento asociado a otros críticos amigos o no conocidos. Leo algunos, me interesa saber sus miradas, pero trato de pensar con libertad.
Saludos.
RK
Vi hoy la película de Veiroj y me sorprendió muy gratamente, habida cuenta de que no me había convencido del todo La vida útil por la apelación a cierto pintoresquismo uruguayo que me resultó un tanto trillado.
Aquí el director trabaja con sutileza sobre un sujeto en una cultura y me parece que es muy interesante lo que se despliega en varias capas de sentidos debajo de la persecución de la apostasía por parte del protagonista: una lectura de clase sobre ese niño grande sostenido aún por los padres; una inflexión generacional en este mismo sentido que no termina de inscribirse como una ruptura y esa infancia / adolescencia prolongada en las formas de las prácticas sexuales y en la imposibilidad de tramitar los conflictos con otra herramienta que no sea la ideología: finalmente, nuestro módico héroe sólo puede apelar a otra travesura…
Veiroj se mueve con fluidez y con cierta elegancia, trabaja muy bien con una banda sonora que abre las situaciones en ve de subrayarlas o confirmarlas y encuentra para mi el tono justo para un film que muchos jóvenes directores argentinos deberían apreciar: no confunde levedad con falta de sustancia.
Un saludo cordial
Creo que Veiroj es uno de los directores latinoamericanos que mejor trabaja sobre el sonido y la música en general; subscribo la última oración suya enteramente; no así lo de La vida útil, que para mí es una de las grandes películas recientes. Saludos. RK
Gracias Roger, una pregunta: estaba suscripto al sitio y por algún motivo me dejaron de llegar los posts ¿Cómo hago para renovar la suscripción?
Gracias
Roger, en respuesta a tu último comentario dirigido a mí:
-Te comenté, en su momento, de un director molesto conmigo por algo que escribí sobre una de sus películas (tal vez ya no te acuerdes quién es, no tiene importancia), y en cuanto al bloguero anónimo sabrás quién es porque sus datos deben haber quedado guardados al dejar su comentario. Decir lo que uno piensa -y no lo que los demás (críticos «autorizados», realizadores mimados) esperan que diga- tiene su costo, podría ser la moraleja.
-La película de Veiroj es lo de menos: ya dije antes que estoy dispuesto a mirarla con mayor atención cuando tenga la oportunidad.
-Nunca pondría en duda tu responsabilidad y sinceridad. Pero cuando veo que alguna asociación de críticos elogia e incluso premia determinadas obras que algunos miramos con desconfianza o sin tanto entusiasmo, pienso que tal vez haya comentarios de colegas amigos que influyen, necesidad de de ponerle fichas a realizadores a los que (por diferentes motivos) se les tiene aprecio, o tal vez ese consenso general que suele rodear como un escudo a ciertas películas sea algo inconsciente. No creo mucho en las casualidades. Tampoco creo, sinceramente, que estas impresiones mías le importen demasiado a alguien. Gracias de todos modos por leerme, alguna vez tal vez tengamos la oportunidad de hablarlo personalmente.