EL ARDOR
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
UN WESTERN MESOPOTÁMICO
El ardor, Argentina-México-Brasil-Francia-EE.UU., , 2014
Escrita y dirigida por Pablo Fendrik
* Tiene un rasgo redimible
La tercera película de Fendrik lo despega del universo indie de sus previos trabajos para aterrizar en el cine de género con otros parámetros de producción
Se anuncia y enuncia por todos lados: el cine de género (industrial) en Argentina existe, gusta y triunfa. Las cifras son incuestionables y lo que no es un argumento estético parece convencer incluso a los más escépticos e inconformistas. Éste es un modelo de cine posible.
El ardor es tan ambicioso como Relatos salvajes, pero el filme de Pablo Fendrik es ostensiblemente más personal y no milita en el desprecio. Como sucede con la película de Szifrón, éste cuenta con estrellas internacionales: Gael García Bernal y Alice Braga son rostros universales (y hermosos); los planos ampulosos tampoco faltan: la panorámica aérea inicial sobre la selva misionera es la primera evidencia, y habrá muchísimos contrapicados para registrar el espesor de la selva y su ecosistema frondoso. La seducción por filmar la naturaleza virgen es a veces mayor que el interés por delinear a los personajes.
La historia es prácticamente un bosquejo: por mucho tiempo los moradores de la selva misionera han trabajado su tierra, pero también desde siempre han tenido que enfrentar peligros. La amenaza de antaño tal vez se trataba de los colonos europeos, la de hoy se circunscribe a una mafia regional que buscar anexar por la fuerza más tierras a su favor. La primera escena dramática pasa por un apriete: un campesino tendrá que firmar un boleto de compra-venta. Si no lo hace, su vida estará en juego, aunque para los forajidos de turno ni la palabra ni la ley tienen peso. Se quedarán con la tierra y se llevarán a la hija del viejo propietario.
Existe, aparentemente, una antigua tradición de la región según la cual frente al peligro se invoca la protección de los ríos. De esas aguas espesas y marrones emergerá el personaje sin nombre, sin zapatos y sin camisa (aunque tatuado) encarnado por García Bernal. ¿Es él una fuerza telúrica hecha hombre? Un poco guerrero, un poco chamán, este hombre misterioso, capaz de meditar fumando pipa en medio del peligro, puede hasta comunicarse con las bestias, aunque no se privará de ciertos placeres más propios de mortales. Lógicamente, el héroe mesopotámico luchará contra los malos y protegerá a los débiles.
A diferencia de la tradición del western, que siempre está en consonancia con la historia de una nación, la lenta imposición civilizatoria sobre el imperio de la fuerza y el anarquismo tribal, y la invención de las leyes (lo que también hace de ese género un laboratorio experimental de la moral en la vida anímica de los personajes), en El ardor es la superstición y la alusión difusa al mito lo que contextualiza el enfrentamiento de los personajes. De lo que se predica una suerte de apelación universal a la lucha entre el bien y el mal en su grado cero de exposición, y por lo tanto a una moral pueril de supervivencia. Primitiva abstracción que se combina poco felizmente con el kitsch folklórico acompañado de música de cuerdas y parlamentos telegráficos.
El ardor alcanza su mayor esplendor en los últimos minutos. El mejor Fendrik, el mismo que hizo ese pequeño gran filme llamado El asaltante, se da el gusto de poner en escena un espectacular duelo, como si estuviéramos viendo una película de Sergio Leone, aunque la secuencia, hermosa en su materialidad, no detiene la fatal tendencia a la solemnidad que somete el filme, de principio a fin, a una amable ridiculez.
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior durante el mes de septiembre 2014
Roger Koza / Copyleft 2014
La clave está en este párrafo:
«A diferencia de la tradición del western, que siempre está en consonancia con la historia de una nación, la lenta imposición civilizatoria sobre el imperio de la fuerza y el anarquismo tribal, y la invención de las leyes (lo que también hace de ese género un laboratorio experimental de la moral en la vida anímica de los personajes), en El ardor es la superstición y la alusión difusa al mito lo que contextualiza el enfrentamiento de los personajes. De lo que se predica una suerte de apelación universal a la lucha entre el bien y el mal en su grado cero de exposición, y por lo tanto a una moral pueril de supervivencia. Primitiva abstracción que se combina poco felizmente con el kitsch folklórico acompañado de música de cuerdas y parlamentos telegráficos.»
Pero disiento con la última línea: creo que se trata precisamente de combinar esa «primitiva abstracción» con el «kitsch folklórico», como si el NCA se reencontrara con Macondo, con ese realismo mágico que hasta Jameson prohijaba como salida: como si fuera posible hacer una síntesis entre Alonso y Ford -si se me permite el exabrupto-, cuando son todo lo contrario (no solo en cuanto a estéticas, digamos, sino en cuanto a éticas: el western clásico era una forma que ponía en discusión su tema, la dialéctica entre Mito e Historia).
uh qué pena… tenía ganas de verla. pensé que podía ser buena…
Estimada Julieta: mi mirada sobre este film no es compartida prácticamente por nadie. De hecho, hay una cantidad importante de críticos que piensan que es estupenda. Por otro lado, no quisiera escribir crítica para que la gente deje de ver películas sino para entablar una discusión sobre las mismas, una vez que el lector las ve. Por lo tanto: no deje de verla. Tal vez le guste. Lo que he escrito ha sido con las mejores intenciones, incluido la última oración. El adjetivo intenta tensionar al sustantivo. Eso es todo. Mucha suerte. RK
gracias por la respuesta! trataré de verla en cuanto pueda! tengo pendiente todavía relatos salvajes, que estoy segura de que no me gustará… pero hay que ver para poder hablar… saludos!
A mi El ardor me aburriò mucho….creo que es una pelicula fallida.
El aburrimiento habla más de la experiencia del espectador; lo fallido del film es de lo que sí se puede discutir. Lo primero es incuestionable en la medida que es del orden de la más impenetrable subjetividad. Lo segundo: estoy enteramente de acuerdo, y he intentado decir algunas cosas sobre esto. Lo que me sorprende es el convencimiento de muchos colegas de ver este film como algo casi perfecto. Saludos. RK
Roger…quizas para algunos de tus colegas tambien valga lo de la impenetrable subjetividad.
Siempre recuerdo cuando le insinuè a Quintin que no entendia que diablos veìa en Todos Mienten para sus halagos extremos. Me contestò simplemente….»es una cuestion de gustos».
Si bien no he visto hasta ahora las posteriores peliculas de Piñeiro -increiblemente valoradas por la crìtica confiable- me quedò la incòmoda sensaciòn que que algo no habia comprendido en Todos….y hasta un temor reverencial por volver a verla. Un abrazo.
Dufo: del gusto no se puede discutir o debatir; es una forma de cerrar una conversación. Saludos. RK
Querido Roger,
Si bien El ardor no ofrece la interesante propuesta de Sip´ohi, el lugar del manduré de Sebastián Lingiardi (aquí una buena reseña de ella: http://letraceluloide.blogspot.com.ar/2014/01/publicacion-bimestral-issn-n1851-4855.html), película que sí trata de enfrentar la otredad de una cultura ancestral fundada en sus mitos; y el tercer film de Fendrik puede resultar superficial en su alusión mítica, tanto como Los salvajes de Fadel; creo que dicha alusión se incluye en una apuesta mayor que la excede. Esa apuesta de Fendrik creo que es valorable en un punto.
En mi opinión, la película de Fendrik merece una acogida crítica que tenga al menos la disposición de leerla en contexto, en el contexto de su carrera al menos. Y ya que se trae a colación a Los paranoicos en este foro, lo saco a bailar también yo a Medina para poner en contexto a Fendrik.
Como Medina, Fendrik se podría haber quedado haciendo la misma película que en sus comienzos, podría haber hecho Los paranoicos 2, como mencionó en la charla posterior en el BAFICI, y sería celebrado por la crítica (te aseguro que sería más celebrado que ahora; y no he leído ningún buen comentario sobre El ardor, y no digo que no existan por supuesto).
Tanto Medina con La araña vampiro como Fendrik con El ardor son muestras de películas de directores que NO se quedaron en lo que “les salió bien”, no sacaron “la máquina de hacer chorizos”. Tomaron el desafío de romper con esa comodidad y ambos intentaron tocar otras notas del diapasón, algunas que no sabían si podrían tocar bien incluso (como salir del género en el caso de Medina o entrar en él en el caso de Fendrik); y como vemos, seguramente aún no tocan muy bien, pero lo intentan. Ahí están, ensayando, probando escalas, con menos guita que en un principio Medina, con mucha más guita y apertura a nuevos horizontes Fendrik.
Soy de los que celebra los intentos fallidos (Mala de Caetano) y los caminos sinuosos (Carri, Moguillansky, Frenkel) de los que asumen riesgos, antes que las certezas de los que trabajan sobre lo conocido y previsible (el genial camino de Rejtman, por ejemplo). Creo que vos también, Roger, hace poco celebraste muy mucho la última de Verónica Chen, La mujer conejo, que era, a su modo, otra forma de romper con su propia monotonía -si bien ya lo había atisbado en su anterior film, Viaje sentimental.
Destaco, por último, algunos puntos menores en los que disiento de tu crítica:
– Si la película trabaja sobre un género, como bien destacás desde un principio, creo que el retrato que hacés del personaje de Bernal es, cuanto menos, desacertado, y por demás tendencioso. Lo mismo para cuando decís “la fatal tendencia a la solemnidad […] del filme”, cuando, que yo sepa, hay muchos magníficos westerns que destilan solemnidad y ni se nos ocurriría achacárselo, al menos yo.
– Hablás de “alusión difusa al mito”. ¿Pero, desde cuándo el mito aparece con la claridad que exige la razón, la razón occidental, obvio? Desde Homero en adelante, ¿en el arte no aparece de manera difusa? Y en el cine, ¿en las películas de Apitchapong? ¿en más de una de Pasolini acaso? En igual sentido, mencionás “que se predica una suerte de apelación universal a la lucha entre el bien y el mal en su grado cero de exposición”. ¿Pero centenas de mitos no apelan a esa lucha y en grado cero de exposición también? Tanto una afirmación como la otra me hacen ver que he leído terriblemente mal no sólo a Frazer, Eliade y Campbell, sino también al mismísimo Levi-Strauss.
– Afirmás: “Primitiva abstracción que se combina poco felizmente con el kitsch folklórico acompañado de música de cuerdas y parlamentos telegráficos”. Roger, vos sabés que esto es más propio de las vulgares críticas del portal donde ahora está colgado tu estimulante blog o los tweets de cualquier crítico de cine ninguneador, que de un tipo con el fuste y el nivel de argumentación que tenés.
El error es que los críticos asuma el discurso de los directores cuando les guiñan el ojo dicienedo que dejaron la «zona de seguridad» del NCA y ahora experimentan con al ´»género»: en este caso se ve claramente que más bien se va de una zona de seguridad (el indie canónico -o cannenico?) a otra (el indie que quiere ser mainstream). Me extraña que críticos respetables compren una película «de diseño» como esta, a la que se le ven las costuras por todos lados. Una película que mezcla todo sin aportar nada nuevo, es apenas un híbrido cuyo resultado es igual a cero. Tal vez escriba algo al respecto, porque ciertamente es un caso de manual.
He trabajado todo el día. Sé que te dije en cierta ocasión que te iba a responder y luego no lo hice. Espero cumplir en esta ocasión. Saludos. RK
NP, por lo general trato de no mimetizarme con el discurso de los directores (recordarás cómo fui crítico con el autobombo de Los posibles, así como lo había sido con El estudiante en un artículo de la revista En ciernes), sino de escuchar lo que intentaron hacer; incluso, y más aún -repito, y más aún-, cuando es un intento fallido como en este caso. Simplemente porque eso, a veces, te permite desactivar la lectura más obvia, en este caso, la que nos lleva a pensar que «el tipo claudicó» y va camino al cine qualité o «al pochoclo». Y esto no implica que al desactivar el sentido común mágicamente se active una lectura lúcida, no.
Coincido prácticamente con todo lo que decís: en que es una película «de diseño» y que eso que yo inocentemente llamo «apuesta» de Fendrik no implica sino pasar de una determinación a otra. Tanto un aspecto como el otro, desde la crítica, debemos marcarlo. Roger ha sido elocuente al respecto.
Ocurre que no todos los directores pueden «soltar amarras» tan fácilmente. Muchos prueban y arriesgan, módicamente, lo sé, como la última de Chen y La araña vampiro, otro ejemplo, este último, de película que podríamos fácilmente calificar de «fallida». Y me parece justo que la crítica marque las contradicciones en los caminos que toma un director.
Veremos qué camino toma Fendrik después de esta película, si vuelve al nido, si se acomoda en el mainstream qualité, o si toma, disculpenmé (por suerte no me lee Porta Fouz), una tercera posición.
Sassi: desde ya, soy el primero en reivindicarel discurso de los directores sobre sus películas (je). Lo que digo es que el lugar de la crítica es hacer su propia lectura (sin que deba ser meramente contraria o mimética). En ese sentido, no diría que Fendrik «claudicó»,porque eso sería creer que alguna vez pensóo quiso otra cosa. Y ese es justamente el error simétrico que cometen los críticos: defender o atacar según la trayectoria que ellos mismos imaginan. Pero el éxito limpia todo, y al que la pega ya nadie le reclama nada (en cambio si la pifia lo matan, como a Caetano o ahora Gugliota…)