EL BAFICI ANTES DEL BAFICI 2013 (06): EL CALEIDOSCOPIO INDESCIFRABLE: TRES MIRADAS

EL BAFICI ANTES DEL BAFICI 2013 (06): EL CALEIDOSCOPIO INDESCIFRABLE: TRES MIRADAS

por - Críticas, Festivales
30 Mar, 2013 07:03 | comentarios

Acerca de Post Tenebras Lux

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Escribí sobre la cuarta película de Carlos Reygadas en mayo 2012. Fue un texto muy largo en el que intenté acercarme a una película extraña y controversial, y ayudar, hasta donde mi mirada alcanzaba, a darle el valor que ésta tenía (aquí se puede leer mi extensa crítica); tuve la impresión que se trataba de una película diferente e importante para el cine contemporáneo.

Sospecho que la antipatía que despierta la persona del director, quien suele, a mi juicio, exacerbar su gusto por la provocación, no permite ser justo con el film e intentar ver en él sus logros. Creo que si llevara otra firma (algún apellido exótico proveniente de Oriente, o simplemente un ignoto director de algún lugar poco conocido), muchos detractores del film serían apologistas entusiastas de él. Es una hipótesis, tal vez exagerada, pero atendible.

A continuación se podrá leer un muy buen texto de Fernando Pujato, seguido por un texto mío (breve y diferente al que escribiera en su momento en Cannes) y finalmente ver un diálogo sobre la película que mantuve con Scott Foundas en noviembre del año pasado en el marco del Festival de Cine Internacional de Mar del Plata. Los responsables de la programación del BAFICI en esta edición 2013 tomaron una muy buena decisión: incluir Post Tenebras Lux en la programación 2013, a pesar de que el film de Reygadas ya se había visto en el país y en el festival citado. Es una decisión valiosa porque privilegia el cine, y un film como éste, por otra parte, sólo se aprecia debidamente en una sala. (Roger Koza)

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LA (MI) CÁMARA DE FREUD

Por  Fernando Pujato

Hablar acerca del inconsciente psicoanalítico pareciera ser ya, casi, un lugar común; forma parte de nuestro vocabulario cotidiano, es citado, refutado, vuelto a citar y, ahora que la New Age ha reflotado esa noción jungiana un tanto esquiva y fácilmente aprehendida que se denomina inconsciente colectivo, hasta los periodistas televisivos se atreven a elaborar hipótesis sobre el comportamiento de las personas y de grupos sociales, de países y civilizaciones, en cualquier rincón de nuestro planeta. Todo puede ser explicado a través de esta fórmula nacida en aquél siglo que parece siempre tan cercano, donde también nacieron los conceptos marxistas que intentaban dar cuenta de los horrores del sistema capitalista y con los cuales algunos teóricos también pretendían explicar todo lo que ocurría a su alrededor; el mismo siglo en el  que el otro dejó de ser una postal colonial aunque algunos aún lo piensen -y lo muestren- como un status inconmovible, el siglo del arte que cambió, definitivamente, nuestra mirada sobre este ancho y venturoso mundo. La edad dorada de nuestra inocencia se convirtió, de una vez y para siempre, en un mito contado alrededor de unas hogueras imaginarias proyectadas en la oscuridad de una sala de cine; la luz y las sombras aún resplandecen en este lugar.

vlcsnap-2013-03-30-15h20m07s7En realidad todo sigue allí, el inconsciente, las fuerzas productivas, las clases sociales, la otredad, y ese lenguaje tan particular y pretencioso que anula las distancias a la vez que anuncia la radical imposibilidad de sortearlas, que sostiene una mirada eterna por unos cuantos segundos, que naufraga en una explicación quizá porque no es necesario explicar nada, que evoca lo inevocable, que imagina un conjuro, que inventa una vida, que seduce con sus rabiosos colores y su inconmensurable paisaje y sus contradictorios personajes. Es difícil asegurar que el cuarto film de Reygadas sea sólo esto -sea todo esto- quizá porque es más cómodo disparar sentencias, interpretar obviedades y, por supuesto, buscarle una historia, intentar encontrar el hilo conductor del film, la llave que permita su entera accesibilidad, el alivio de una explicación. Cómodo pero un tanto inútil, porque es tan fácil decir lo que no es Post Tenebras Lux, caer en la cuenta de que no es un encuentro de dos clases sociales diferentes en una misma geografía o la historia paralela de esas dos clases personificadas en un patrón y su servidor, que no es un diablo resplandeciente en 3D con su caja de herramientas dispuesto a trabajar sobre los sueños de los mayores y la vigilia de los niños, que aquí hay algo más, o diferente y no tan oculto, que un caos de imágenes subjetivas casi indescifrables ni, mucho menos, una provocación burguesa de bellas imágenes al estilo Von Trier o una bofetada directorial de crudas causalidades al estilo Iñarritu. Tal vez más cerca de Lynch en su exploración del inconsciente, aunque parezca ser el del propio director y no una indagación sobre sus personajes -y seguramente porque Reygadas  es absolutamente consciente de aquello que filma y Lynch no parece serlo tanto- y también del Mizoguchi de Cuentos de la luna pálida, en una escena en la que Siete, el espejo campesino de la burguesía acomodada de Juan, ¿imagina?, ¿delira?, ¿encuentra fantasmáticamente? a la  familia que ha perdido a causa de las drogas y el alcohol, a causa de la relación incestuosa de su padre con su hermana, a causa de todas las causas que han llevado a personas como él, a toda una clase social, a embrutecerse, a delinquir, a trabajar siempre para otro, a soportar la violencia simbólica de aquella otra clase social que se embrutece en refinados baños de vapor, hablando en francés, entregando su cuerpo desnudo, el cuerpo desnudo de la mujer que se ama, a esos otros que son como yo, y por eso los muestro (me muestro) así, desnudos, en la desnudez de mis temores, de aquello que al fin puedo ver fuera de mí, en una pantalla de cine. Y de mis sueños y pesadillas, en ese inicio magistral de una niña chapoteando en el barro, rodeada de perros, vacas, y caballos, mientras cae la noche, mientras se acerca la tormenta, la inocencia primordial cercada por la naturaleza, sola, indefensa, al arbitrio de aquello no imaginado. No son tantas las escenas que comienzan un film, en esta breve historia de este arte quizá perecedero, que contengan la maravilla de lo no visto nunca, que anuncien un estado del mundo, que encapsulen un por venir (Las armonías de Werckmeister, de Béla Tarr, seguramente algunas más, pero no muchas más) en un film que no se parece a nada de lo ya filmado por Reygadas porque aunque exhiba muchas de sus preocupaciones anteriores y muestre la misma prolijidad formal, hay aquí una diferencia de grado con respecto a la vista del México turístico, mestizo, religioso, violento, y una diferencia de especie con respecto a una posición autorial al  asumir los riesgos que significa poner en escena indelebles trazos de una mentalidad burguesa que intenta verse a sí misma sin olvidar nunca que ella es porque los otros también son. Y si Siete ¿muere? porque no resiste más su vida y porque ha quitado otra, tan sólo como está siempre, tan en silencio como siempre, en el medio de una cancha de fútbol mientas cae una llovizna que no puede limpiar nada, y si Juan ¿muere? después de haber escuchado My Love de Neil Young, desentonado por su esposa, acompañado por sus perros y confesando que no sabe si los grillos de su niñez han desaparecido o simplemente los ha dejado de escuchar, no es porque Reygadas pretenda homologar la muerte, es una distinción de clase, aún en un morir.

La última escena de Post Tenebras Lux, esos adolescentes jugando al rugby y hablando en inglés, es tan sólo, tanto como esto, una limpida y cegadora declaración: de allí vengo, espectador, esto es lo que puedo imaginar, y no trabajo con tus miedos o con tus recuerdos o con tus anhelos o con tu sordidez, trabajo con los míos; non son tus pulsiones las que puedes ver en esas imágenes que me atrevo a mostrar, son las mías. El cine aún puede exhibir este respeto.

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vlcsnap-2013-03-30-15h20m47s159Por Roger Koza

Los primeros minutos son extraordinarios: en un cancha de fútbol en el campo, una niña rodeada de animales (perros, vacas y caballos) camina mientras está a punto de desatarse una tormenta. No es necesariamente una postal de terror, pero la soledad de la niña tiene acaso una dimensión de indefensión cósmica; es un preámbulo superior al amanecer teológico de Luz silenciosa, y un aviso de que todo el film será un prodigio perceptivo. Después, un Belcebú anaranjado visita el hogar de un niño, quizás un recuerdo o un sueño pretérito de Juan, que vive con sus dos hijos y su mujer en una epecie de paraíso pastoral a un par de horas del DF, no exento de conflictos: la tensión de clases entre él y sus empleados es ostensible, y no menos problemático resulta el estatus del deseo en el seno de la pareja protagónica (sí, la famosa secuencia de la orgía tiene que ver con el desencanto matrimonial, pero aquí no habrá ni sordidez ni provocación gratuita; se trata de un pasaje de beatitud dionisíaca en el que se conjura el escándalo y se apuesta por la ternura). Reygadas no sólo inventa un caleidoscopio visual a través de una lentilla (sólo usada en exteriores) que duplica y altera la realidad viviente que pasa frente a la cámara sino que también prueba un sistema narrativo no lineal más cercano a un modelo cognitivo y onírico, como si todo el film fuera la recolección de fragmentos episódicos de la vida de su personaje principal, quizás ya en otro mundo. Materialmente fascinante y narrativamente desafiante, Post Tenebras Lux es una bienvenida y necesaria anomalía en el contexto del cine contemporáneo; un film libre, sin precedentes.

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UN DIÁLOGO CON SCOTT FOUNDAS SOBRE POST TENEBRAS LUX


Pujato-Koza / Copyleft 2013

Post Tenebras Lux, Carlos Reygadas, México, 2012

VI 12, 14.10, A. Belgrano 3;

MI 17, 16.50, V. Caballito 7