EL BAFICI ANTES DEL BAFICI 2013 (06): EL CALEIDOSCOPIO INDESCIFRABLE: TRES MIRADAS
Acerca de Post Tenebras Lux
Escribí sobre la cuarta película de Carlos Reygadas en mayo 2012. Fue un texto muy largo en el que intenté acercarme a una película extraña y controversial, y ayudar, hasta donde mi mirada alcanzaba, a darle el valor que ésta tenía (aquí se puede leer mi extensa crítica); tuve la impresión que se trataba de una película diferente e importante para el cine contemporáneo.
Sospecho que la antipatía que despierta la persona del director, quien suele, a mi juicio, exacerbar su gusto por la provocación, no permite ser justo con el film e intentar ver en él sus logros. Creo que si llevara otra firma (algún apellido exótico proveniente de Oriente, o simplemente un ignoto director de algún lugar poco conocido), muchos detractores del film serían apologistas entusiastas de él. Es una hipótesis, tal vez exagerada, pero atendible.
A continuación se podrá leer un muy buen texto de Fernando Pujato, seguido por un texto mío (breve y diferente al que escribiera en su momento en Cannes) y finalmente ver un diálogo sobre la película que mantuve con Scott Foundas en noviembre del año pasado en el marco del Festival de Cine Internacional de Mar del Plata. Los responsables de la programación del BAFICI en esta edición 2013 tomaron una muy buena decisión: incluir Post Tenebras Lux en la programación 2013, a pesar de que el film de Reygadas ya se había visto en el país y en el festival citado. Es una decisión valiosa porque privilegia el cine, y un film como éste, por otra parte, sólo se aprecia debidamente en una sala. (Roger Koza)
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LA (MI) CÁMARA DE FREUD
Por Fernando Pujato
Hablar acerca del inconsciente psicoanalítico pareciera ser ya, casi, un lugar común; forma parte de nuestro vocabulario cotidiano, es citado, refutado, vuelto a citar y, ahora que la New Age ha reflotado esa noción jungiana un tanto esquiva y fácilmente aprehendida que se denomina inconsciente colectivo, hasta los periodistas televisivos se atreven a elaborar hipótesis sobre el comportamiento de las personas y de grupos sociales, de países y civilizaciones, en cualquier rincón de nuestro planeta. Todo puede ser explicado a través de esta fórmula nacida en aquél siglo que parece siempre tan cercano, donde también nacieron los conceptos marxistas que intentaban dar cuenta de los horrores del sistema capitalista y con los cuales algunos teóricos también pretendían explicar todo lo que ocurría a su alrededor; el mismo siglo en el que el otro dejó de ser una postal colonial aunque algunos aún lo piensen -y lo muestren- como un status inconmovible, el siglo del arte que cambió, definitivamente, nuestra mirada sobre este ancho y venturoso mundo. La edad dorada de nuestra inocencia se convirtió, de una vez y para siempre, en un mito contado alrededor de unas hogueras imaginarias proyectadas en la oscuridad de una sala de cine; la luz y las sombras aún resplandecen en este lugar.
En realidad todo sigue allí, el inconsciente, las fuerzas productivas, las clases sociales, la otredad, y ese lenguaje tan particular y pretencioso que anula las distancias a la vez que anuncia la radical imposibilidad de sortearlas, que sostiene una mirada eterna por unos cuantos segundos, que naufraga en una explicación quizá porque no es necesario explicar nada, que evoca lo inevocable, que imagina un conjuro, que inventa una vida, que seduce con sus rabiosos colores y su inconmensurable paisaje y sus contradictorios personajes. Es difícil asegurar que el cuarto film de Reygadas sea sólo esto -sea todo esto- quizá porque es más cómodo disparar sentencias, interpretar obviedades y, por supuesto, buscarle una historia, intentar encontrar el hilo conductor del film, la llave que permita su entera accesibilidad, el alivio de una explicación. Cómodo pero un tanto inútil, porque es tan fácil decir lo que no es Post Tenebras Lux, caer en la cuenta de que no es un encuentro de dos clases sociales diferentes en una misma geografía o la historia paralela de esas dos clases personificadas en un patrón y su servidor, que no es un diablo resplandeciente en 3D con su caja de herramientas dispuesto a trabajar sobre los sueños de los mayores y la vigilia de los niños, que aquí hay algo más, o diferente y no tan oculto, que un caos de imágenes subjetivas casi indescifrables ni, mucho menos, una provocación burguesa de bellas imágenes al estilo Von Trier o una bofetada directorial de crudas causalidades al estilo Iñarritu. Tal vez más cerca de Lynch en su exploración del inconsciente, aunque parezca ser el del propio director y no una indagación sobre sus personajes -y seguramente porque Reygadas es absolutamente consciente de aquello que filma y Lynch no parece serlo tanto- y también del Mizoguchi de Cuentos de la luna pálida, en una escena en la que Siete, el espejo campesino de la burguesía acomodada de Juan, ¿imagina?, ¿delira?, ¿encuentra fantasmáticamente? a la familia que ha perdido a causa de las drogas y el alcohol, a causa de la relación incestuosa de su padre con su hermana, a causa de todas las causas que han llevado a personas como él, a toda una clase social, a embrutecerse, a delinquir, a trabajar siempre para otro, a soportar la violencia simbólica de aquella otra clase social que se embrutece en refinados baños de vapor, hablando en francés, entregando su cuerpo desnudo, el cuerpo desnudo de la mujer que se ama, a esos otros que son como yo, y por eso los muestro (me muestro) así, desnudos, en la desnudez de mis temores, de aquello que al fin puedo ver fuera de mí, en una pantalla de cine. Y de mis sueños y pesadillas, en ese inicio magistral de una niña chapoteando en el barro, rodeada de perros, vacas, y caballos, mientras cae la noche, mientras se acerca la tormenta, la inocencia primordial cercada por la naturaleza, sola, indefensa, al arbitrio de aquello no imaginado. No son tantas las escenas que comienzan un film, en esta breve historia de este arte quizá perecedero, que contengan la maravilla de lo no visto nunca, que anuncien un estado del mundo, que encapsulen un por venir (Las armonías de Werckmeister, de Béla Tarr, seguramente algunas más, pero no muchas más) en un film que no se parece a nada de lo ya filmado por Reygadas porque aunque exhiba muchas de sus preocupaciones anteriores y muestre la misma prolijidad formal, hay aquí una diferencia de grado con respecto a la vista del México turístico, mestizo, religioso, violento, y una diferencia de especie con respecto a una posición autorial al asumir los riesgos que significa poner en escena indelebles trazos de una mentalidad burguesa que intenta verse a sí misma sin olvidar nunca que ella es porque los otros también son. Y si Siete ¿muere? porque no resiste más su vida y porque ha quitado otra, tan sólo como está siempre, tan en silencio como siempre, en el medio de una cancha de fútbol mientas cae una llovizna que no puede limpiar nada, y si Juan ¿muere? después de haber escuchado My Love de Neil Young, desentonado por su esposa, acompañado por sus perros y confesando que no sabe si los grillos de su niñez han desaparecido o simplemente los ha dejado de escuchar, no es porque Reygadas pretenda homologar la muerte, es una distinción de clase, aún en un morir.
La última escena de Post Tenebras Lux, esos adolescentes jugando al rugby y hablando en inglés, es tan sólo, tanto como esto, una limpida y cegadora declaración: de allí vengo, espectador, esto es lo que puedo imaginar, y no trabajo con tus miedos o con tus recuerdos o con tus anhelos o con tu sordidez, trabajo con los míos; non son tus pulsiones las que puedes ver en esas imágenes que me atrevo a mostrar, son las mías. El cine aún puede exhibir este respeto.
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Los primeros minutos son extraordinarios: en un cancha de fútbol en el campo, una niña rodeada de animales (perros, vacas y caballos) camina mientras está a punto de desatarse una tormenta. No es necesariamente una postal de terror, pero la soledad de la niña tiene acaso una dimensión de indefensión cósmica; es un preámbulo superior al amanecer teológico de Luz silenciosa, y un aviso de que todo el film será un prodigio perceptivo. Después, un Belcebú anaranjado visita el hogar de un niño, quizás un recuerdo o un sueño pretérito de Juan, que vive con sus dos hijos y su mujer en una epecie de paraíso pastoral a un par de horas del DF, no exento de conflictos: la tensión de clases entre él y sus empleados es ostensible, y no menos problemático resulta el estatus del deseo en el seno de la pareja protagónica (sí, la famosa secuencia de la orgía tiene que ver con el desencanto matrimonial, pero aquí no habrá ni sordidez ni provocación gratuita; se trata de un pasaje de beatitud dionisíaca en el que se conjura el escándalo y se apuesta por la ternura). Reygadas no sólo inventa un caleidoscopio visual a través de una lentilla (sólo usada en exteriores) que duplica y altera la realidad viviente que pasa frente a la cámara sino que también prueba un sistema narrativo no lineal más cercano a un modelo cognitivo y onírico, como si todo el film fuera la recolección de fragmentos episódicos de la vida de su personaje principal, quizás ya en otro mundo. Materialmente fascinante y narrativamente desafiante, Post Tenebras Lux es una bienvenida y necesaria anomalía en el contexto del cine contemporáneo; un film libre, sin precedentes.
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UN DIÁLOGO CON SCOTT FOUNDAS SOBRE POST TENEBRAS LUX
Pujato-Koza / Copyleft 2013
Post Tenebras Lux, Carlos Reygadas, México, 2012
VI 12, 14.10, A. Belgrano 3;
MI 17, 16.50, V. Caballito 7
Muy acertado definirlo como film materialmente fascinante y narrativamente desafiante. Del mismo modo, la alusión a la mirada por un calidoscopio (no lo había pensado) e incluso la alusión a la secuencia en el baño turco (yo no la llamaría orgía) como de una «beatitud dionísiaca». Y desde ya que los primeros minutos son, realmente, extraordinarios.
Pero -sobre todo teniendo en cuenta el texto de Pujato, al que siempre leo con mucho interés- me pregunto hasta qué punto puede justificarse la falta de rigor estilístico.
Tarkovski decía que los pensamientos y los recuerdos aparecen en la vida de las personas sin avisar y de manera no del todo separada de lo que vemos y oímos en el presente, con la misma fluidez los plasmaba en sus películas, donde no había cambios de registro disparatados. En POST TENEBRAS LUX, en cambio, hay escenas que parecen de un culebrón y alguna como sacada de un film de zombies.
Roger, así como sospechás que algunos son duros con Reygadas por la fama que se ha hecho, pienso si, al mismo tiempo, esa misma fama no lleva a que le justifiquemos cualquier capricho.
Fernando, no creo que no exista rigor estilístico en Post, más bien todo lo contrario, y si bien no tiene la perfectibilidad formal de Luz Silenciosa, el film es magistral en algunos pasajes, y sobre todo en su inicio, después en relación a Tarkovski, hay aquí una voluntad de quebrar el registro, de darle la impronta de lo que son los recuerdos, o el inconciente, oambos a la vez, en nuestra vida: un caos más o menos ordenado (todo depende del orden que pueda y quiera darle uno) de imágenes subjetivas, ese mosaico fragmentado de lo que uno imagina que ha ocurrido, que ocuure, y que ouede ocurrir, en torno a una existencia que se piensa a sí misma en relación con los otros, con su mundo inmediato. Ysi el film, en alguna escena, en algún plano, puede semejar un culebrón, tal vez sea porque aquello que está mostrando Reygadas «es» así pero, sobre todo, porque el México de postales turísticas está completamente ausente; fijate las escenas en el mar y en los bares, por ejemplo, son dos registros, en apariencia, irreconciliables, pero son dos registros que respetan el espacio, la forma de manejarse en ese espacio de las personas, las personas que transitan esos espacios, y una manera de mostrar como dos clases sociales ocupan espacios tan disímiles porque su vida, su manera de situarse en el mundo, es absolutamente diferente. No estoy muy seguro que sean caprichos los de Reygadas, más bien diría que es un film tan libre como lo puede permitir una conciencia burguesa que pone al desnudo todos sus miedos, su manera de situarse frente a ellos, y su manera de ver (mostrando) la propia vida desjagada en pedazos de memoria y parte de la vida de los otros en retazos de una memoria constuída en relación a otros que, claramente, no representan nada más ni nada menos, el complemento material y simbólico para sostener una clase social; hay que ser valiente para exponerse de esta manera, hay que ser valiente para exponerse.
Fernando 1, Fernando 2: concuerdo con lo dicho por Fernando 2 en respuesta a Fernando 1. Si se tratara de una objeción no sería esta de carácter estilística.
Está bien cuestionar el film, incluso invertir dialécticamente mi hipótesis como Fer 1 lo ha hecho. Aun así, como intenté decir en la crítica que escribí un año atrás, nada hay de capricho, sí de exorcismo, y lo interesante es que CR pudo descentrarlo de la mera esfera privada. Saludos. RK
En principio, muchas gracias Fernando y Roger por contestar.
Estoy de acuerdo con la maestría de algunos momentos de P T LUX y con la libertad y la valentía de Reygadas. Pero no cualquiera al expresarse con total libertad obtiene una obra madura y respetable. Tal vez no dependa de la libertad para exorcizar sino de la claridad de ideas del propio artista: Tarkovski o Fellini exponían libremente todo lo que pensaban, soñaban o recordaban y no había ninguna nota falsa en sus films, mientras que en Reygadas o en el Leos Carax de HOLLY MOTORS, por ejemplo, no todo parece igualmente elocuente o sincero.
Me interesa Reygadas y celebro el sacudimiento que significa ver P T LUX, pero permítanme dudar un poco de su estatura como artista integral.
Gracias Santiago, la idea es justamente esta, se puede o no compartir lo que uno piensa de un film pero lo verdaderamente importante es que un escrito -como es este el caso- nos permita reflexionar, a quien lee y a quien escribe, por supuesto. Saludos.
El texto de Pujato es muy, muy bueno. No se si comparto su visión sobre la película, pero su crítica me lo hace plantear dos veces. Es realmente excelente, escrito con una fineza inusitada.
Bueno, me equivoqué de comentario; Fernando, no sé si Reygadas es un artista integral aún, este es su cuarto film, y también Tarkovski y Fellini tenían momentos y momentos, no toda su obra es compacta, y me parece muy difícil hablar sobre la sinceridad de tal o cual director de cine, si podría pensar en posturas más o menos provocadoras, más o menos pensadas para manipular al espectador ( y en el texto está Von Trier e Iñarritu como ejemplos, por ejemplo), no veo en Reygadas esto, ni una manipulación ni una postura, sí algo parecido a un exorcismo, si se quiere, o a una «dirección de la cura» personal, sin psicoanalista, si se quiere. En cualquier caso es un film para pensar, no son muchos hoy en día. Saludos.
Fernando Pujato:
No me refería a que toda la obra de Fellini o Tarkovski fuera compacta, sino a que sus películas fluyen con un estilo personal y a que ambos tenían clarísimo cómo expresar lo que sentían, incluso de qué manera comunicarse con el espectador. En Reygadas no veo un estilo uniforme o propio, sumado a esto cierta pedantería. Insisto en que alguien puede expresarse con libertad pero, al hacerlo, no tener cosas demasiado importantes para decir o no tener claro ni siquiera él mismo qué cosas le inquietan. De todas maneras, y a pesar de mis reservas, lo banco a Reygadas.
Un abrazo.