EL BAFICI ANTES DEL BAFICI 2013 (07): NO, UNA PELÍCULA POSMODERNA
Acerca de No
No, la película es una interpelación directa a la historia, a un pasado reciente, doloroso, que atravesó cuerpos y mentes. La película incomoda porque asume en su ambigüedad, riesgos políticos, estéticos y morales. Centrada en la campaña de 1988, a partir de la cual se derrocara la cruenta dictadura de Pinochet, cuenta los avatares de un publicista a quien le encargan la campaña del No.
Evidentemente son dos películas en una. Una de ellas pone en funcionamiento las estrategias y mecanismos publicitarios a la hora de planificar y diseñar una campaña y la otra película marca el recorrido de un héroe. La del diseño de la campaña es más moderna, más ambigua, más autoreflexiva sobre sus propios procesos de construcción y la otra, es más clásica: delinea el recorrido de este héroe urbano, con sus intereses y sus obsesiones. Dos líneas narrativas (una más moderna y otra más clásica) que se cruzan y se abrazan en un conjunto que produce incomodidad, en un pastiche –mecanismo semiótico posmoderno si los hay- donde las imágenes del pasado se confunden con las imágenes del presente. Como si la Historia de Chile fuera un texto “resistente” al análisis, el relato de este hombre (el de Larrain y el del publicista) intercepta la historia, distanciándola y a la vez volviéndola algo que puede reducirse a la alegría y a las comodidades efímeras que produce el relato siempre cosmético de la publicidad. Vender felicidad es el objetivo, da lo mismo que sea la política de un país o una gaseosa; justamente esta es una de las causas de la incomodidad que produce la película. Porque justamente con esa campaña donde se venden ilusiones y falsas felicidades de cartón es como se derroca al siniestro hombre de ojitos azules. Tomar conciencia de esto apabulla y a la vez desconcierta, efectos que la película reproduce con inteligencia y sensibilidad.
En su recorrido, este pequeño héroe urbano, que diseña la campaña publicitaria desde el living de su casa, entre trenes eléctricos que giran y giran por las mismas vías (como el país?), una mujer que se está yendo y volviendo siempre y un hijo curioso; se encuentra cara a cara con la Historia, con el pasado y con el presente. En el final, como en una película de Hollywood, se pierde entre la multitud con su hijo a upa, y no sabemos si se emociona por haber ganado desde lo laboral o por haber sacado al país de las ruinas en las que se encontraba. Contradictorio, ambiguo, extraño es este héroe moderno. Tal vez, porque también sea contradictorio, ambiguo y extraño el pueblo chileno, su manera de ver la historia, de pensar la memoria colectiva, de evaluar el pasado y planificar el futuro.
Larrain disecciona la piel de la historia reciente y no cierra la herida. Revuelve con un bisturí afilado y curioso la memoria de su pueblo y no la anestesia, no la cicatriza. Deja abierto, y justamente uno de los sentidos que produce esta herida nunca cerrada es la ambigüedad, la confusión. Mezcla dictadura, muerte, asesinato, represión, secuestro con alegría, felicidad, soles brillantes, gaseosas, payasos. Mezcla explosiva e inteligente que hace que la historia pierda rigidez, volviéndose más elástica y a la vez más tensa. Las imágenes de archivo se mezclan y se confunden con las imágenes del presente de la película, la textura y el grano de las imágenes de la época se confunden y nunca sabemos cuál es el límite, el documental y la ficción se abrazan en un diálogo profuso y contundente. Las velocidades de las imágenes, aquellas de archivo y estas del presente se confunden e imprimen a la película una contundencia que asombra. Las películas de Pablo Larrain en esta trilogía sobre la dictadura chilena, Tony Manero (2008), Post mortem (2010) y No, carecen de certezas. Es una obra moderna, que destila perplejidad y asombro, que está repleta de preguntas sin respuestas. Y sin dudas éste es el gesto más interesante de este interesante narrador contemporáneo.
Marcela Gamberini / Copyleft 2013
Función de apertura: MI 10, 19.30: Anfiteatro de Parque Centenario
Aquí otra crítica de No que se puede leer en el blog
Se pueden pasar horas discutiendo el concepto de «cine moderno», pero si un film es moderno por tomar distancia de la tradición procurando algo nuevo, no veo a NO como moderno. Es cierto que es interpelador, y me parece acertada esa observación de que el hecho de combinar momentos de la Historia con otros cotidianos le quita rigidez, pero me parece en cierta manera un film de fórmula, con buenos-malos, chico-chica, intriga en torno al final, etc. (hasta me hizo acordar un poco a cierto cine argentino de los ’80, como «Memorias y olvidos» de S.Feldman). Si fuera posible, Marcela, me gustaría que precisaras mejor por qué lo consideras moderno o posmoderno. Gracias.
…La conseguí en la web (no tengo otra forma de verla)pero todavía no lo hice… las opiniones críticas son contradictorias pero totalmente determinantes a favor o en contra (por ejp, Quintín la odia), habrá que ver… Siempre me gustó la ‘mirada’ de Marcela (de leerla en ‘El Amante’ y ahora acá, digo) y he coincidido en líneas generales (y cuando no, igualmente disfruté de su traza excelente)…
Hola Fernando: estaríamos horas debatiendo en torno a lo que es «el cine moderno», es verdad. Acuerdo justamente en lo que decís, parece en cierto modo una película de fórmulas, de conceptos que son contrarios entre si.
Creo que la modernidad o posmodernidad de la película radica en el uso de materiales «viejos» haciéndolos pasar por nuevos. me parece ver ahi, eso que algunos llaman «pastiche». La imposibilidad de distinguir lo nuevo de lo viejo, los materiales de archivo de la película en sus confeccion desde el presente.
Gracias por tu atenta lectura.
Saludos
OK, gracias por responder.
Hola Saint Jacob!!
Gracias por los piropos. En mi caso «la mirada» es siempre femenina y algunas veces determinante, pero no en todas!!
Cariños y gracias!!