EL BAFICI ANTES DEL BAFICI 2013 (12): DEL TRABAJO A CASA Y DE CASA AL TRABAJO
Acerca de Parapalos (02)
Ana Poliak la directora de Parápalos es coherente y consistente. Sus películas anteriores- lamentablemente todas han sufrido años de atraso en sus estrenos- se mantienen firme en la idea de mostrar un mundo íntimo, sensible. El mundo del trabajo es el que lentamente se acerca y se mezcla con el mundo de lo privado. Aquello que se despliega en el mundo público, el del trabajo, Poliak lo resignifica en los actos privados, íntimos, sensibles. Sus películas anteriores Qué vivan los crotos (1990) y La fé del volcán (2001), extienden una línea sutil con Parápalos, una cierta manera de percibir el mundo, una natural sensibilidad y sobre todo una mirada digna sobre sus personajes y sus historias. En Parápalos, el personaje, una jovencito que llega a la capital y se aloja en la casa de su prima para trabajar en un bowling, uno que aún resiste el armado manual de los bolos, experimenta su primer contacto con el mundo exterior: el trabajo, sus compañeros, su prima. No mucho más cuenta la película, pero tampoco mucho menos. Y esa es la estrategia de Poliak, nada es poco importante a la hora de narrar una historia, todo estalla de sentidos, de manera callada y se deja ver en una mirada, en un gesto, en unas voces. Toda experiencia es sensible y el mundo palpita allí donde menos se lo espera, por ejemplo en el trasfondo de espacio acotado, donde se acomodan los bolos; donde apenas entran los cuerpos haciendo piruetas pero a la vez ese lugar que los contiene apenas, estalla de voces que cuentan, a veces en off, historias de vidas, de trabajo, de íntimos placeres, de gustos privados. Y el protagonista es el que calla, el que escucha, el que absorbe como una esponja, las experiencias de vida de sus compañeros. Pura transmisión de lo empírico, la palabra como transmisora, la palabra como tradición, siguiendo la línea de la dignidad y la libertad de sus personajes que rápidamente devienen en personas, dejando de lado el registro artificial de construcción para quedarnos con la naturalidad de esas voces. Esa topología un poco claustrofóbico, asfixiante, opresiva es el lugar que elige Poliak para narrar y encuadrar a los personajes que contrariamente rebozan de libertad y buen ánimo. Una contradicción interesante que interroga acerca de la relación entre los personajes y sus espacios; en esta película se demuestra que a veces, los espacios no definen a sus personajes, no los caracterizan; sólo los contienen, son sólo escenarios de los discursos, que sí los definen. Tal vez esta sea uno de los modos en lo se expone el comentario social, sin remarcarlo, sin burdos subrayados, sin violencia. El valor de la palabra, de la dignidad, del trabajo es lo que se respira en Parápalos. Un entramado interesante y cuestionador, para una película íntima e inteligente.
Este texto fue publicado en la versión online de El amante en 2012
Marcela Gamberini / Copyleft 2013
Parapalos, Ana Poliak, Argentina, 2004
SA 13, 18.05, V. Recoleta 9
MI 17, 14.40, V. Recoleta 9
Trabajar de parapalos, deber ser una de las experiencias laborales más alienantes. Contiene todos los elementos de un típico trabajo basura. Un esfuerzo físico desmedido, un espacio ruidoso y sin luz natural, encerrado en una especie de cueva, arriesgándose a un accidente, trabajando de noche, y seguramente con un bajo salario y sin ningún beneficio social. Pero Ana Poliak, se las ingenia para que su filme no sea patético, y mostrarnos como su personaje, con gestos mínimos, va tratando de dotar de algo de dignidad a su experiencia laboral. La película tiene un comienzo desconcertante, cargado de un considerable erotismo. Con el pretexto de presentarnos los créditos, la cámara se dedica durante largos minutos al registro minucioso del cuerpo de un joven desnudo, con un físico armonioso, que luego sabremos es el protagonista, y que se prepara para el examen médico pre-laboral.
Desde estas primeras escenas, sabremos lo que le espera al muchacho. Ya el médico le advierte que no es un trabajo para hacer por mucho tiempo, sin consecuencias para su salud. En su nuevo trabajo, Ringo se muestra tímido pero curioso y de a poco va tejiendo sus vínculos de camaradería con sus compañeros y hasta con el que parece el encargado del bowling. Ninguno de los personajes de este filme, se muestra violento o agresivo, todos parecen buscar una contención afectiva, que las formas del trabajo parecen por momentos, hacer imposible. El optimismo y la ternura de Poliak, se ve reflejado en la forma en que el protagonista se va apropiando y va humanizando su mundo laboral. Charlas amables con sus compañeros al comienzo, luego aparecen colgadas las fotos y otros elementos significativos. Finalmente la armónica, que tanto placer le causa, es llevada al trabajo y ejecutada, en la que quizás sea la escena más poderosa del filme. En el extremo del largo y lúgubre pasillo, donde Ringo desarrolla, día tras día, su extenuante tarea, escuchamos al protagonista, en absoluta soledad, improvisar un tema. Poliak, con inteligencia, sienta al muchacho en el fondo y la cámara, que parece ubicada en el extremo opuesto, dota a la escena de una notable profundidad de campo. En los primeros planos, vemos las paredes descascaradas del foso donde los parapalos cumplen su labor, y en el fondo, mimetizado con el entorno, está Ringo con su armónica que suena en un marco de respetuoso silencio.
El guión expone otra idea interesante, en este lento camino por la apropiación del espacio de trabajo, y que se manifiesta cuando el protagonista lleva de día a su prima a jugar a los bolos, fuera del horario de labor. El lugar se transforma de pronto, en un espacio recreativo.
Poliak recurre a mecanismos que son habituales en el cine independiente: escenas morosas, cámara fija (el único travelling que vemos, es el de un perro jugando con los bolos), diálogos sin plano y contraplano. Sin embargo, pocas veces como en esta historia, esta forma de filmar, está tan justificada por la identidad del personaje y la naturaleza de la historia que se narra.
Otra cuestión a destacar es que los escenarios cobran vida propia. El siempre omnipresente foso, donde transcurre la labor de Ringo, o el departamento que comparte con su prima, que impone hacinamiento, son lugares que parecen existir para amargar la existencia del muchacho, sin embargo no son nunca un corsé que impida la expresión de emociones positivas y genuinas.
Un detalle que me parece importante señalar. ¿Cómo hace Poliak para transmitir este clima de ternura y placidez, sin volverse una película políticamente reaccionaria? Muy simple: dejando fuera de campo al patrón. No vemos en ningún momento del filme, aparecer en escena al dueño del lugar, al empleador, con lo cual debería haberse cambiado el tono de la película. Al hacer esto, Poliak mantiene una coherencia en el estilo.
La directora tampoco hace concesiones. ¡Qué fácil hubiera sido, crear por ejemplo, una sub-trama romántica! Nada de eso sucede, porque las condiciones de trabajo, apenas ofrecen pequeños resquicios, por donde incorporar algo de sentimientos pero sin lugar para milagros redentores. Pero además porque, de haber creado algo externo al lugar de la diaria faena, como un romance, hubiera significado negar la posibilidad de que el propio protagonista sea el responsable de encontrar recompensas dentro del ámbito laboral. A pesar de la sordidez y en el medio de ella, nuestro muchacho consigue recrear su espacio de trabajo y dotarlo de un poco de humanidad.