EL BAFICI ANTES DEL BAFICI 2014 (08): DE CUERPOS FRAGMENTADOS
Por Marcela Gamberini
Atlántida, el primer largometraje de Inés Barrionuevo, trabaja con cuerpos. Cuerpos adolescentes, cuerpos jóvenes pero sobre todo cuerpos en formación, cuerpos que se proyectan hacia adelante, que están construyendo su identidad, que están encontrándose, en proceso de ser ellos mismos. Fragmentos de cuerpos en potencia que irán uniéndose para consagrarse en su identidad y en su deseo.
Atlántida abre con una imagen que será recurrente. Una colmena, un agujero, una mano que fumiga, que va por los bordes, que se mete en el interior. Abejas que se escapan, asustadas, tímidas y otras que abigarradas son extraídas de su lugar de pertenencia hacia el exterior. Barrionuevo expone en estos pocos minutos iniciales, todo un modo de contar el recorrido que harán las dos protagonistas de la película. Desde su casa, su lugar, su mundo, su tradición, su adolescencia, desde el núcleo familiar hacia el afuera, el exterior, hacia el mundo de los jóvenes donde el deseo, la sexualidad, la sensualidad están en constante vibración.
Dos hermanas jóvenes. Ni adolescentes, ni adultas. Jóvenes en construcción, en proceso. Elena, la más chica, tiene una pierna enyesada, es autoritaria, caprichosa, no sabe bien lo que quiere; la otra, Lucía, tampoco sabe lo que quiere pero es más misteriosa, más ambigua, tiene el deseo contenido en la comisura de los labios, la melancolía en los ojos, el no saber en las palmas de las manos. Ambas están solas en la casa familiar, los padres en un eterno fuera de campo, están de viaje, alguien se ha muerto ( o algo se morirá, tal vez). La casa familiar está a oscuras, se cortó la luz. Un perro, el de la familia, rodea a las chicas, las sigue, las prefiere, las protege. Elena pide, Lucía responde a veces, cuando puede, cuando tiene ganas, cuando no se va a nadar. El helado que se descongela en la heladera (como aquello que va perdiendo forma, que se transforma) es casi protagonista, es el elemento que trasporta el deseo, que recorre fugaz toda la película. En la heladera, en el piso, en la boca del perro, en la boca de las chicas. Porque indudablemente ésta es una película sobre la circulación del deseo y sobre su constitución, sobre los cuerpos, sobre la liviandad, sobre el paso de la adolescencia a la adultez; sobre la aparición, sutil y urgente, de la sensualidad. En definitiva sobre el difícil proceso de construcción de la propia identidad.
Atlántida está repleta de sensaciones, de texturas, de sensualidades, de deseos. Estas impresiones construyen un clima, una atmósfera que de algún modo define los modos de circulación de los personajes, sus gestos, sus palabras, sus reacciones. La tensión, sexual y sensual está presente en el aire, en la atmósfera; tensión que también es de clase, de edad, de pertenencia. Elena y Lucía deben elegir sus modos de pertenencia al mundo, este es el trayecto y a la vez el motor que combustiona el recorrido que harán a lo largo de la película.
Es relevante que la familia, como núcleo, como germen esté fuera de campo. En el cine contemporáneo, la familia es una potencia dinámica, por su ausencia o por su extrema presencia. Por ejemplo, en las películas de Lucrecia Martel, con las que Barrionuevo guarda algunas similitudes sobre todo en la mirada cruda sobre la familia con esa decadencia adherida a los cuerpos que traspiran, que sudan; esa decadencia social que en definitiva es la decadencia de la tradición, de la historia, del pasado reciente. La familia es, por lo general, una de las maneras en que hace su aparición lo político y en este caso el grupo familiar, sobre todo los padres, son el centro de gravedad, es la gran ausencia de la película. La familia está adherida a la conciencia de clase, como en buena parte del “fenómeno del nuevo cine cordobés”.
Inés Barrionuevo, logra con elegancia y eficiencia, tejer sobre la tensa superficie de la película, una historia que combina hermanas, con abejas, con amigas, con espacios, con soledades, con reconciliaciones. El deseo que transita, que se mueve, que se mete como la boquilla en la colmena y que seguirá circulando por esos cuellos, por esas espaldas, por esas bocas. En definitiva, por esos cuerpos ahora plenos que alcanzan el estado de reconciliación.
*Este crítica apareció en otra versión en el libro Diorama: ensayos sobre cine cordobés contemporáneo, publicación se presenta el jueves 10 de abril en el contexto del BAFICI 2014
Marcela Gamberini / Copyleft 2014
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