Por Roger Koza

La Sapienza, Eugène Green, Francia-Italia, 2014

En los siete minutos iniciales, el excéntrico Eugène Green despliega y condensa con elegancia y rigor las coordenadas simbólicas de su quinta película: varios planos generales sobre la catedral que inspira el nombre del film vienen acompañados de un canto coral de connotaciones religiosas. La arquitectura es aquí tanto una cifra formal como espiritual. A continuación, en el momento en que recibe un premio, el arquitecto interpretado por Fabrizio Rongione ofrece un discurso de agradecimiento y explicita su visión del mundo y sus edificios: “Soy un materialista… Un verdadero defensor del secularismo francés”. En esa tensión amable entre dos visiones de mundo, el protagonista y su mujer –una psicoanalista heterodoxa– se irán de viaje por unos días y, a propósito de un accidente y encuentro fortuito con una pareja joven (que en verdad son hermanos), el atribulado arquitecto irá tras las huellas, acompañado por un estudiante de arquitectura, del gran arquitecto barroco Francesco Borromini. Será tanto un viaje de estudios como uno terapéutico. El deliberado antinaturalismo interpretativo, sumado a los misteriosos plano-contraplanos frontales del director (quien tiene una aparición clave), funcionan como un sistema poético de purificación destinado a conjurar todos los elementos secundarios y a intensificar una experiencia perceptiva y anímica a contramano de nuestro modo de estar en el mundo.

Roger Koza / Copyleft 2015