EL BAFICI ANTES DEL BAFICI 2016 (05): EL HOMBRE DE LOS AROS: 10 PELÍCULAS, UNA MIRADA, UN FESTIVAL
Por Roge Koza
Cuatro años atrás conocí en Lima a Fran Gayo. Hasta entonces apenas había cruzado algunas palabras con él en ediciones del Bafici. Para mí era el español del Bafici, o como solemos decir en Argentina, el “gallego” del equipo de programación. Era inconfundible por su look: solía tener puestos unos aros de pirata y a veces usaba sombrero. Yo me había dado cuenta de que le gustaba reírse.
Nuestros días en Lima estaban determinados por nuestras tareas de jurado. El joven John Campos Gómez, el impetuoso director artístico de Transcinema, nos había elegido para esa función en el puntapié de un festival que desde entonces viene consolidándose como pocos. Era la primera edición del festival, cuyos organizadores y equipo de trabajo en promedio no tenían más de 24 años. Una experiencia insólita.
Había un tercer miembro del jurado. Decidió retirarse de sus funciones al otro día de haber llegado. Nunca supe la razón, pero sí pude entender de inmediato que esa ausencia impredecible operó como un facilitador perfecto en mi relación con Fran. Estábamos obligados a compartir más tiempo y a consultarnos momento a momento. En esos días vimos películas, discutimos de cine, fuimos a la famosa “cineteca” de Polvos Azules y hasta dimos una conferencia conjunta, en la que participaba también nuestro querido amigo Raúl Camargo, actual director artístico del Festival Internacional de Cine de Valdivia. El otro invitado internacional en esa edición de Transcinema era el maestro Ignacio Agüero, a quien se le dedicaba una retrospectiva. Confieso que nos divertimos muchísimo. Fueron días muy amables que todavía recuerdo con gran cariño y que dejó como resultado una nueva amistad. A mi edad se conoce mucha gente, pero no se suman amigos.
De inmediato reconocí en Fran a un meticuloso laburante; le encantaba su trabajo, todavía lo emocionaba y cuando amaba una película lo expresaba con precisión, determinación y un apasionamiento que no me era indiferente. Todavía puedo recordar sus palabras apologéticas y entusiastas por The Joycean Society. Le había fascinado la luz de la película.
Era evidente que el asturiano tenía oficio y un gran amor por lo que hacía. Contaba con una larga experiencia en España trabajando en el mejor momento del Festival de Gijón, cuando este prometía ser un hermano fiel del Bafici. Allí había aprendido todo lo que se necesita entender de este trabajo, un oficio un poco extraño que puede ejercitarse con gran pasión y una desmedida dedicación, o con un cierto cinismo automático propio de los funcionarios públicos sin sueldos importantes que los motive y comprometa más allá de la propia voluntad. Curioso descubrimiento de años: en los festivales de cine hay incluso personajes desencantados y displicentes que desprecian en su indiferencia una labor que requiere pasión y deseo. Pero Fran era uno de los buenos; un tipo aguerrido y un cinéfilo deseante. Por razones que no logro todavía comprender muy bien, el asturiano suele molestarse cuando se le describe como cinéfilo. Tal vez prefiere identificarse con la literatura. No lo sé.
En esta nota Fran responde algunas preguntas que le hice sobre el festival y recomienda algunas películas menos conocidas que se verán en el Bafici.
***
Roger Koza: Ya van varios años en el que trabajás en el Bafici. Tu experiencia previa, en tu caso en España, fue como programador y durante la época dorada del Festival de Cine de Gijón. Contame un poco cómo veías en aquel entonces al Bafici y cómo lo ves ahora, después de haber sido parte de este festival porteño en el que has trabajo por varios años en el departamento de programación y bajo tres direcciones diferentes?
Fran Gayo: Yo trabajé en Xixón entre 1997 y 2009, y creo que ese margen de años es lo suficientemente amplio como para atravesar en él algunas etapas; lo que recuerdo con más cariño de los primeros años era que dábamos un poco palos de ciego. En 1997 tanteábamos con más intuición que otra cosa el tipo de festival que queríamos hacer, porque el planteamiento era romper con todo lo que se había hecho antes ( y ten en cuenta que el festival de Xixón se había fundado a mediados de los 60).
En ese intentar darle una personalidad definida había dos eventos en los que nos fijábamos especialmente: Rotterdam y el BAFICI. Es imposible no fascinarse con un festival que tiene como invitados a Maggie Cheung, Assayas y Jarmusch, un festival que sale adelante en pleno 2001, de donde sale Los rubios o Mundo grúa, supongo que lo veíamos con un romanticismo que es importante no perder en este oficio nuestro. Preguntarme por mi visión ahora mismo, a pocos días de la edición de este año, es casi como pedirme que salte de un auto que va a 200 kms/h por la autopista, que caiga de pie y sonría a la cámara. Creo que mi visión actual es obviamente distinta, tengo 46 años, vivo en Buenos Aires, trabajé tres años como Coordinador de Programación, lo que te lleva a conocer la parte más ingrata del festival, las tripas, el país es otro, la ciudad es otra… aún así debo decir que a veces soy capaz de mirarlo desde afuera, aunque sea por unos instantes, y estoy convencido de que conserva algo de esa vieja mística; a veces me pregunto si no seremos nosotros, quienes hacemos y vamos a festivales desde hace unos cuantos años, quienes nos hemos vuelto más impermeables a esa sensación de urgencia, de misión común que hace 10 o 15 años teníamos; me gustaría pensar que voy a volver a enamorarme con el mismo arrebato con el que me enamoré en 2004 de Tropical Malady o Juventude em marcha, pero creo que estos tiempos, de vimeos circulando por mail, de Festivalscope y torrents, de discos rígidos conteniendo 300 películas en 1080, no son muy buenos para la lírica.
RK: ¿Cómo se trabaja la programación en el Bafici? ¿Todos ven todo? ¿Se elige por consenso y se discute absolutamente todo? ¿Cómo piensan la cantidad de secciones?
FG: Se ve todo, pero no todos vemos todo, es decir, este año se inscribieron unos 1000 largos internacionales y unos 250 de cine argentino, más unos 450 cortos; es imposible que todos veamos ese volumen de películas y las discutamos una a una. Nos repartimos entre todo el equipo lo que hay inscripto y en cuanto existe la mínima duda sobre un título en concreto sigue circulando hasta que se toma una decisión. Hay de todo. Desde películas que entran por consenso hasta películas que todavía a fecha de hoy , a 10 días del festival, seguimos discutiendo, independientemente de que hayan entrado en la programación o no. El consenso absoluto no existe, pero me parece sano aprender como programador que en un momento dado está bien ceder en tus posturas y confiar en el criterio del resto del equipo.
RK: ¿Qué ha cambiado de la última edición dirigida por Marcelo Panozzo y esta nueva edición en la que debuta un programador ya “veterano” del festival como Javier Porta Fouz en su dirección? Hay una evidencia innegable: una nueva competencia.
FG: Creo que para hacer un análisis como el que pides se necesita más tiempo; podemos ir a hechos puntuales, como la creación de esta nueva competencia de cine LatAm “no canónico”, pero nos estaríamos quedando en la superficie. Creo que en Panozzo había una intención de cuestionar, de problematizar el modelo de festival que estábamos haciendo: recuerdo que su primer año la palabra que más se escuchaba en las reuniones era “Diversión”, lograr un festival divertido, menos agresivo con el espectador que no tuviese una formación cinéfila “avanzada” (por decirlo de algún modo); un festival al que pudiese sumarse gente no habitual del BAFICI y que no acabase siendo un reducto nostálgico de la cinefilia convencida de que cualquier momento pasado fue mejor. Obviamente esta es una empresa complicada de sacar adelante, pararse frente a un evento de 400 películas y decir “¿seguro que tenemos que seguir este modelo? ¿No podemos inventar otro?, no estamos un poco cansados de ver la matanza de un cerdo en un plano fijo de 20 minutos?”. Me parece que cuestionar ya es un paso adelante, aunque eso a veces te lleve a un callejón sin salida. Creo que Porta Fouz responde también a esa intención de repensar el modelo de festival, de hacer mucho hincapié en los géneros y tratar de ampliar público y no limitarnos a la cosa del happy few. Obviamente los dos tienen personalidades muy opuestas y eso tiene que notarse a la fuerza en la propuesta final.
RK: ¿Cuáles son las 10 películas que no se deben perder antes de morir en mayo?
Ahí van:
Le moulin (Huang Ya-Li)
Communication and Lies (Lee Seung-won)
In The Last Days of the City (Tamer El Said)
Malgre la nuit (Philippe Grandrieux)
The Island Funeral (Pimpaka Towira)
Flores silvestres (Pablo Pérez Lombardini) / Imagine Waking up Tomorrow and All Music Has Disappeared (Stefan Schwietert)
The Brick and the Mirror / A Dragon Arrives (Ebrahim Golestan / Mani Haghighi)
A Magical Substance Flow into Me (Jumana Manna)
Las letras (Pablo Chavarría)
RK: ¿Hubo alguna película que deseabas y por alguna razón quedó afuera?
FG: Hubo una película en concreto (no diré el título) que no tuvimos porque el distribuidor consideró que ir a un festival no encajaba en los planes que tenían para ella; es conveniente que nos vayamos preparando para el impacto que pueda tener (que ya está teniendo, de hecho) la “panacea” del VOD en los festivales de cine, como fuerza que los tiempos se adelanten y las prioridades se transformen; antes existía un modelo que pasaba por comenzar en un clase A, luego circular por festivales más pequeños, a veces la película se vendía, tenía su estreno comercial. Todo eso parecería ir a cambiar en un plazo no muy largo. No estoy diciendo que Cthulhu se esconda detrás de Netflix. Pero casi.
RK: ¿Cómo ves el cine argentino contemporáneo?
FG: No sé; me deja perplejo escuchar voces críticas con el cine argentino actual, hablar de una crisis de talento; yo no estoy de acuerdo, no es que tenga muchos argumentos, pero si piensas que en 2015 pasaron por las salas Mi amiga del parque, Placer y martirio, La calle de los pianistas, Cuerpo de Letra, Eva no Duerme, La patota, La princesa de Francia, Réimon, El incendio, La salada, La mujer de los perros, veo algo que tiene poco o nada que ver con una crisis creativa; a veces pienso en una equivalencia, en cómo sería el trabajo de programar una competencia exclusiva de 20 películas españolas más otras seis para competencias paralelas, y honestamente me entran sudores fríos.
RK ¿Cómo ves el cine español contemporáneo?
FG: Creo que ha pasado ya su “verano del amor”; para mí hubo un momento muy lindo en el BAFICI de 2013, el primero de Panozzo, cuando coincidieron en Buenos Aires Lois Patiño, Jonás Trueba, Ramiro Ledo, Eloy Enciso, Neus Ballús. Me pareció que algo podía suceder, una renovación, pero han pasado tres años desde entonces. El sistema de subsidios en España es cada vez más duro con este tipo de directores y no sé cuánto tiempo podrán permanecer en esa precariedad, en un estado de resistencia permanente sin caer en la desazón y optar por preparar unas oposiciones.
Roger Koza / Copyleft 2016
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Querido Roger:
Me permito compartir una sensación algo incómoda que me despierta el leer notas como ésta, sobre la edición del BAFICI de este año. Me animo a hacerlo porque sos uno de los pocos críticos-programadores-cronistas de festivales (de los que me importan, al menos) que responde y se interesa realmente por observaciones y comentarios que te dejamos quienes te seguimos.
Lo que me sorprende, es que en blogs y sitios especializados (no hablo de twitter, que es otra cosa) se escribe de este nuevo BAFICI limitándose a recomendar películas y evaluar si la programación es más o menos atractiva que años anteriores, si faltó tal o cual film que debería haber estado, etc. ¿Por qué no opinar, aunque sea con perspicacia o con una observación al pasar, sobre otras cuestiones que hacen también a un festival sustentado por funcionarios con nombre y apellido, condicionado por un particular contexto político, social y económico? ¿Por qué limitarse a la lavada confección de inventarios?
Está claro que en todo festival en el que interviene el Estado hay funcionarios poniendo la cara o dando discursos: en una de las últimas ediciones del de Mar del Plata entregaba los premios Boudou, por ejemplo. No sé si un crítico de cine debe necesariamente repudiar en sus crónicas a ciertas personas públicas, reclamar su renuncia o (¿por qué no?) defenderlas, pero cuando alrededor del festival (suponiendo que un festival de cine pudiera pensarse como una isla) hay una sociedad inquieta, preocupada, convulsionada por hechos resonantes, me choca un poco el hecho de opinar sólo sobre lo que se ve en las pantallas. Conservo recortes de notas sobre el Festival de Mar del Plata de la época de Márbiz: una de Clarín, firmada por Diego Lerer, se titula “Ir o no ir, ésa es la cuestión”, el crítico habla del “festival de la crisis” y entrevista a los realizadores de los films argentinos en competencia, que decían que prefieren no boicotear el festival. Otra, del mismo diario, era encabezada con “Lo que importa son las películas”, título discutible pero que, al menos, daba a entender que algo no andaba muy bien fuera de las salas. Del mismo modo, conservo notas muy duras sobre aquellas ediciones del festival de MdelP de críticos de Página/12 que hoy siguen trabajando en el diario. No digo que el BAFICI 2016 sea similar a las ediciones del Festival de MdelP durante el menemismo, pero me pregunto si declaraciones o decisiones actuales no merecerían, de todas maneras, objeciones. Salvo que se considere que no estamos atravesando un momento de crisis o dificultades económicas, o que no se quieran señalar ciertas cosas por cuestiones de autocensura o motivos personales.
En Ojos Abiertos he leído, más de una vez, reclamos porque el cine argentino reciente no integra referencias a las circunstancias políticas que lo contienen. También, en muchas ocasiones, referencias indignadas porque algunas películas representan o exaltan el capitalismo o tienen una mirada turbia o negadora sobre injusticias y derechos humanos. ¿Será que la intención es abocarse exclusivamente a lo que “devuelve” el cine desde la pantalla, sin ocuparse de lo que ocurre a los costados? Teniendo en cuenta, por ejemplo, el contexto de aumentos de precios, reclamos sindicales, enfrentamientos, acusaciones, etc. tu pregunta a Fran Gayo“¿Cuáles son las películas que no se deben perder antes de morir en mayo?”, debo decirte que me hizo ruido.
Confío en que no te molestará toda esta lata y que me darás, seguro, una buena respuesta.
Querido Fernando: Estoy con una cantidad de cosas para resolver. Te respondo mañana o pasado. Y no me molesta ningún comentario, y menos uno tuyo, el que puedo leer su transparencia. Abrazo. RK
Querido Fernando:
Tengo unos minutos e intento entonces responderte.
Primero quiero agradecer el tono de tu inquietud para expresar tu perplejidad. No es menor para mí. Mi temperamento no es el de un guerrero y todo enfrentamiento tiene para mí un costo que no es normal. La confrontación me angustia y no siento ningún goce en los choques discursivos. Pelear es para mí la última opción.
He apoyado siempre al Bafici (y a otros festivales similares) desde sus inicios, porque fue en él donde me formé, por decirlo de cierta forma. Siguen siendo espacios de libertad y conocimiento, más allá de lo que se diga sobre éstos. Los directores artísticos y los gobiernos han pasado, y he puesto atención hasta qué punto el festival se dejó permear o no por los devenires políticos del país. Fuera del maquillaje, el Bafici no ha sido tan distinto respecto de toda su historia.
La predominancia del macrismo en la ciudad de Buenos Aires ha tenido algunos efectos verificables en la historia del festival. El mayor problema es probablemente el siguiente: nunca se consiguió que el festival alcanzara su legítima autarquía, la que alguna vez se llegó a enunciar como una posibilidad de resguardo institucional y político. Creo que eso sí significó un cambio real para el festival en estos últimos años; que el Bafici esté bajo la égida de los festival de la ciudad de Buenos Aires ha determinado modificaciones, las que sospecho debe incluir la conformación de presupuestos. Hay cineastas que ven en este giro institucional un problema grave para el festival. Me lo han explicado y nunca llegué a entender del todo, pero intuyo que saben cosas que yo no sé.
El otro momento en el que observé la injerencia del macrismo en la programación del festival fue cuando se programaron El olimpo vacío y El diálogo. No las vi en su momento, y después no encontré el momento para hacerlo. Siempre me sentí en falta por eso, aunque si alguien estuviera cerca de mí podría entender que en mi caso la falta de tiempo no es un eufemismo de pereza. ¿Cómo puedo decir entonces que ambos filmes responden a un interés extracinematográfico y que estuvieron ahí por otros motivos? Hubo una especial atención por parte de la organización y una preocupación ostensible por las dos películas, y en el catálogo, además, se llegó a decir de una de las películas que se trataba del mejor documental político argentino en años (algo que hoy el analista político Fernando Iglesias repitió en un artículo sin pensarlo dos veces). Sin embargo, tras haber dicho esto no he visto una traducción directa de la difusa ideología macrista en el festival en el concepto de programación general. Las omisiones de programación han respondido a una política del gusto, una forma de política de programación que me parece insuficiente y primaria. En este sentido, me llama la atención que una cantidad de películas centrales para la “tradición” del festival han dejado de estar en él. Que el Bafici no pase la última de Apichatpong y la trilogía de Gomes me resulta extraño y poco anecdótico; la ausencia de los últimos films de Straub, Andersen, Gianvito, por ejemplo, me cuesta entenderlo.
Dejé sin decir nada sobre el caso de Tierra de los padres. ¿Hace falta? Defendí ese film desde un inicio, y no lo hice porque desde 2006 me une una amistad con su director. La defendí porque esa sí es la película documental más importante de los últimos años, la que más cerca está de aquello que nos interpela a diario. La genealogía de la contienda doméstica se ve ahí mejor que en ningún lado. Me consta que hay algunos programadores que no le gustaba el film de Prividera, pero no encontrarle un lugar en el festival fue un error importante. De ahí que el gusto no lo es todo. Hay una zona de objetividad en al discusión, un lugar en donde se percibe la solidez de un trabajo y la honestidad de su propuesta.
De todos modos, tu pregunta va por el lado de una cierta contradicción de mi parte al no decir nada sobre la peculiar situación de un festival y la implicación de uno de sus responsables indirectos: Darío Lopérfido.
En primer lugar, quisiera decirte que todo lo que he manifestado sobre cuestiones políticas a lo largo de todos estos años en este espacio público lo he hecho en la medida que el tema elegido fuera pertinente respecto de su objeto, el cine. Este es un blog de cine, y si bien sé muy bien que lo político atraviesa cualquier mirada que se tenga respecto del cine, mi forma de entender la política y de expresarme al respecto no suele estar situada en un directo pronunciamiento acerca de la coyuntura inmediata del país. No soy militante, no estoy afiliado, y respeto a quienes sí lo están y militan. Cuando se me pide que clarifique mi posición sobre ciertas cosas no he dudado en hacerlo. Cuando una cuestión directa de la realidad política de mi país está implícita en el análisis de un film que tengo que escribir jamás he eludido la cuestión. Mi elección de trabajar de ese modo tiene que ver con una convicción política, tal vez cuestionable: no creo que escribir invectivas o trabajar discursivamente en plan de choque esté entre mis virtudes, si es que tengo alguna virtud intelectual real. Yo prefiero trabajar políticamente desde un antes de la disputa ideológica partidaria. Mi forma de trabajo está más orientada a trabajar en una operación de deconstrucción de ciertas posiciones políticas que se constituyen en toda mirada y que lleva muchas veces a ver como aceptable lo que es inaceptable. Este año he escrito con especial cuidado sobre El precio de un hombre teniendo muy en cuenta la realidad del país, y lo mismo hice cuando reseñé Spotlight, El hijo de Saúl, La Perla y otros títulos en los que entendí que había en ellos rastros indirectos de nuestro presente (y pasado). Mi política de la política consiste en intentar trabajar sobre la sensibilidad y el ordenamiento que deviene de ésta. Creo que si uno logra transmitir un modo de mirar la injustica y la inequidad, un desempleado militante no sería entonces reducido al anatema perpetrado con el nombre de una pasta. Así podría seguir con otros ejemplos.
Sobre el caso puntual de Lopérfido tuve una fugaz participación en la web, más específicamente en Twitter. Respondí a una pregunta formulada por Juan Villegas sobre la molestia generalizada de muchos (y yo estoy entre ellos) de los dichos irresponsables de Lopérfido. Le respondí con respeto diciéndole que las declaraciones del Secretario de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires eran intelectualmente irresponsables debido a que su lectura de la historia argentina y universal del siglo XX y la apreciación sobre los desaparecidos era imprecisa y sin ningún rigor intelectual que la avale. No encontré el tweet para citarlo, pero esa era la idea, la que aquí desarrollo un poco más.
Debo decirte que no sentí necesidad de decir nada en términos políticos respecto del Bafici de esta edición, porque todavía me parece que el festival es más fuerte que sus organizadores. Por otra parte, creo que los programadores tienen lecturas disonantes o no todos representan enteramente al macrismo.
Puedo discutir, cuestionar, dialogar con quien sea, pero no dejo de tratar de entender y hacerme entender. Eso no me enceguece frente a la realidad del país: yo sigo sufriendo al ver a alguien que duerme en la calle. Eso no me es indiferente, y a menudo, ante la vileza organizada y frente a la impunidad de los que detentan poder, tengo arranques irracionales y deseos profundos de abandonar el barco en el estoy junto a otros. Yo tengo una cantidad importante de defectos, pero sé que no tengo ni una célula de cinismo. Por lo tanto, lo que veo me duele y me afecta.
Al día de hoy no necesité decir nada estrictamente sobre la relación del festival y el gobierno nacional y de la Ciudad. Entiendo muy bien lo que otros colegas han dicho. Puedo compartir algunas descripciones y análisis, puedo tener duda respecto a ciertas conclusiones. Esto que te respondo es una forma de decir. Es evidente.
En todos estos años de radicalización política del espacio público he trabajado siempre a conciencia: en donde publique, en donde hable, en donde programe, en donde dé clases, no dejaré de luchar por un mundo más honesto y más igualitario. Me expreso como puedo y en lo que puedo. Jamás dejé de decir algo que pensaba. ¿Desde dónde escribo yo? Esta palabras de Victor Serge las hago mías, su certeza la tengo impresa en mi corazón y de allí miro y siento la vida a mi alrededor. La certeza de Serge era la de “vivir en un mundo sin evasión posible donde el único remedio era luchar por una evasión imposible”. Por eso veo cine y escribo sobre él.
Eso es todo.
RK
Muchas gracias Roger por tu respuesta tan extensa.
En realidad, no pretendía una definición tuya sobre las declaraciones o actitudes de Lopérfido, ni una evaluación sobre la evolución o involución del festival, o sobre las características de algunas películas programadas. Me inquieta que, particularmente este año, se hable del BAFICI con indiferencia a la situación económica y política que atraviesa el país: entre que te escribí y me respondiste, ya estuve viendo (en medios gráficos y digitales) nuevas listas de recomendaciones, lavadas de alusiones a índices de pobreza, despidos, detenciones, acusaciones, etc. que, creo, nos están rodeando de zozobra a los argentinos. Por eso te señalaba que aquello de recomendar qué películas ver «antes de morir en mayo» me sonaba temerario.
Me temo que la amistad con programadores, directores artísticos y funcionarios influye en esta mirada algo complaciente o demasiado diplomática.
En mi opinión, no se trata de defender más o menos el festival, o de aceptar participar del mismo (como realizadores, jurados, etc), sino de no ningunear la incertidumbre y los problemas económicos que nos golpean a los ciudadanos mientras se está brindando y aplaudiendo en el interior de las salas y lugares donde se desarrolla el evento. Y de que el crítico (así, a secas, generalizando) se indigne más porque fue alojado en una habitación con una cama poco mullida o porque le le entregaron menos entradas de las que deseaba, antes que por los problemas que atraviesa la gente que pasa a su lado.
Un abrazo.
Querido Fernando: «El antes de morir» de mi parte fue desafortunado, y no lo borro porque suelo hacerme cargo de lo que digo; no presté atención, pero ya está, ahí está. Naturalmente, era una forma de citar el famoso libro de las «1001 peículas que hay que ver antes de morir».
En el 2002 recuerdo ir al Abasto con la misma sensación de inadecuación entre un festival y la realidad. No es la misma situación, pero vemos que pasan los días y la situación general del país va empeorando.
Aquí ya no sé muy bien qué decir. Vengo de acompañar a mi mujer que fue a ver Lejos de ella. Cine lleno, shopping repleto. Y a su vez al llegar a casa lo opuesto: gente durmiendo en la calle. Frente a eso tengo que hacer silencio, pensar y trabajar. ¿Qué hacer? La pregunta remite a otro tiempo. Yo no sé, sinceramente, qué hacer. RK
Gracias por tus comentarios. Dejo aquí el link a una nota sobre un par de experiencias propias, relacionadas a ciertas actitudes de funcionarios del gobierno de la ciudad de Bs As y al BAFICI del año pasado, que creo que (directa o indirectamente) se relacionan con lo que estamos hablando, por si te interesa leerla: https://espaciocine.wordpress.com/2015/06/13/renan/
Abrazo.
Si el Bafici es un hecho cultural que traciende las distintas gestiones por las que ha pasado desde su inicio, es nuestro (de los cinéfilos) compromiso intentar defenderlo como tal y dar soporte a un intercambio de ideas que no sea falaz ( a tono de la época). En este sentido autarquía, presupuesto, criterios de selección y lugares de exhibición junto con el acceso gratuito en lugares como por ejemplo el anfiteatro del parque Centenario (esta vez despoblado de fims) son tópicos centrales que como uds dicen no reducen el Bafici a una selecciónde buenas películas para disfrutar.
Saludos
Patricia
Estimada Patricia: sí, y yo intento pensarlo en principio de ese modo. Es un tema muy complejo; yo trato de poner especial atención a lo que puedo leer de la programación y plantear ahí la discusión. Creo que he sido claro en mi respuesta a Fernando. Saludos. RK