EL BAFICI ANTES DEL BAFICI 2016 (07): CONSIDERACIONES ACASO INNECESARIAS SOBRE CUALQUIER FESTIVAL Y SUS CRÍTICOS, PERO ACASO NECESARIAS ANTES DEL BAFICI 2016
Por Nicolás Prividera
Iba a esperar el fin del Bafici para dejar la habitual reseña en el blog, pero algunas corridas por derecha e izquierda me obligan a esta entrega anticipada. Más que como una innecesaria aclaración, la tomo como una oportunidad para refrendar una vez más todo lo dicho a lo largo de los años…
En su muro de Facebook (comunidad a la que no pertenezco, como bien sabe quien no espera respuesta), el animador cultural Federico Karstulovich cita una nota mía sobre El diálogo (en la que daba cuenta yo de su estilo de intervención) y escribe: “Con un par de años de diferencia, Prividera pasa de criticar al Bafici y sus criterios de programación a trabajar para él. Bienvenido Nico!”. Paulo Pécora le responde: “es jurado, igual que vos, y ninguno trabaja en el Bafici”, a lo que Karstulovich arguye: “Si. Pero de renegar absolutamente del festival de la derecha asesina a ser jurado (que es un trabajo, sino sería aplicar una lógica neoliberal: solo hay trabajo si hay remuneración), hay un trecho”. Una vez más, es notable como unas pocas líneas le bastan a Karstulovich para demostrar su calaña.
Evidentemente no es inocente la elección de la palabra “trabajo”, ni su cínica referencia a la “lógica neoliberal” que aplica en el resto de su efusión, queriendo dar a entender que acepté un cargo y que eso implica haber cambiado de parecer… Ni una cosa ni la otra: se trata de desempeñarse circunstancialmente como jurado (sin perjuicio de que se pueda trabajar en el Estado sin militar para el gobierno de turno, lo que debiera ser patente), y por otra parte no hago más que reafirmar lo que escribí en la citada nota sobre el modo en que ciertos personajes se adueñan de los festivales, lo que el talante de Karstulovich no hace más que confirmar.
Porque hay una diferencia entre “criticar al Bafici y sus criterios de programación”, como desarrollaré en mi respuesta a la segunda intervención. Pero digamos ya que lo primero sería absurdo, como escribí en más de una ocasión (o sea: cada vez que por criticar alguna política de un festival se me acusaba torpemente de criticar al festival mismo), porque criticar un evento estatal como si fuera un ente o esencia del mal solo puede caber en la mente que acusa de “renegar absolutamente del festival de la derecha asesina” con un discurso tan burdo. Lo segundo en cambio es propio de toda crítica que se precie, y lo que de hecho hacen con mayor o menor vehemencia muchos críticos, discutiendo cada programación festival tras festival.
Distinto es el caso de quienes actúan corporativamente incluso no formando parte, como deja en evidencia el “bienvenido” final. Por mi parte, no me considero parte del festival porque una de mis películas haya sido programada (incluso aunque fuera en el homenaje a sus 15 años de existencia) ni expulsado porque otra no haya sido incluida (a menos que alguien suponga que por polemizar al respecto me lo merecía…). Así que simplemente acepté la invitación que me hizo su actual director (con quien también he polemizado en varias ocasiones sin caer en las ofensas, como es de bien entre personas que no insultan su inteligencia), justamente porque era un reconocimiento de que alguna de aquellas críticas no estaba tan errada, y al mismo tiempo un modo de demostrar que no hay por que temer al necesario disenso.
Desde ya, era consciente que mi participación podía ser leída como una capitulación, cosa que estas líneas vienen a desmentir, si es que alguno cree que no voy a refrendar una posición que mantengo desde hace años, con coherencia que no tienen quienes siguen aplicando el doble estándar (así en el cine como en la política). De hecho se podría decir que aquel texto mío que cita Karstulovich terminó siendo profético en su título, ya que del “diálogo” preconizado en la campaña electoral se pasó al “copamiento” (en una muestra más del típico mecanismo pendular de la sociedad argentina). Pero más allá de algunas notorias hipocresías, debemos decir que nada de lo que sucede puede sorprender.
Por no salir de nuestro ámbito: la intervención de Lopérfido no fue aquella vez menos penosa que la que le ganó ahora la enemistad del campo cultural (¿hace falta aclarar que el problema no es hablar del número de desaparecidos sino enarbolar de modo brutal la teoría de los dos demonios?). La diferencia es, a decir de Marcos Vieytes (en la segunda intervención a la que me quería referir), que “esta es la primera edición del festival en que esas políticas del macrismo, para el que sus funcionarios han trabajado y trabajan como operadores culturales y propagandistas, ya no son sólo de alcance municipal sino que afectan a toda la nación”. Efectivamente, esas políticas han ganado terreno, entre otras cosas porque se dejaron pasar muchas cosas (entre ellas, esos discursos que comenté solitariamente en aquella nota, ya que no había ningún crítico ni periodista en dicha función…). Y el poder, por su misma condición, tiende a permear como el agua donde no encuentra resistencia.
Pero el tamaño o incidencia del poder no cambia el fondo de las cosas. Y al mismo tiempo no podemos escandalizarnos ahora de lo que ayer parecía un simple asunto municipal. Digo: no seré justamente yo quien niegue que un festival de cine es un evento político más, pero tampoco creo que pueda simplemente asimilarse al “apoyo a políticas que fomentan la discriminación social y la concentración de la riqueza en detrimento de la mayor parte de la población”. Me consta que muchos participantes del festival (tanto funcionarios como cineastas) están en la vereda opuesta (y otros muchos aún sin poder ver la relación entre sus ideas y esos actos). Y lo peor que podemos hacer es precisamente abandonarlo(s) a su suerte, en vez de reforzar con nuestra presencia esa impugnación, invisible si amablemente dejáramos el festival en manos del gobierno de turno. Cosa que es precisamente lo que nunca debiéramos hacer, porque un festival no le pertenece a sus organizadores ni a sus representantes: es un evento público que debe ser fortalecido como tal.
Por eso yo, como muchos otros, creemos que hay que participar de los espacios y fisuras que se abran, sin que eso nos haga “colaboracionistas” (palabra oprobiosa que alguien usó con demasiada ligereza). Lo que no significa tampoco estar en el mismo lodo con “periodistas nacionales y populares hasta ayer hoy carmelitas descalzas del statu quo por una sinopsis en el catálogo”, o “directores que se publicitaron a sí mismos como anarquistas se desviven por estar ahí”, como también lanzó Vieytes en Facebook. “Se parecen a los senadores vendiendo el país por treinta monedas o a Lázaro manyando las migajas del banquete”, agrega, y son esas hipérboles quintinescas las que no ayudan a comprender la complejidad de cualquier situación (¿eran “buenos” esos senadores antes?), pues del mismo modo se podría decir que Vieytes tardó demasiado en despegarse de El Amante y su escuela, en lugar de ver en ello el devenir de una conciencia… La crítica, como toda política, implica precisamente intervenir en un campo cuya hegemonía está todo el tiempo en disputa. Y es ahí donde no podemos ser prescindentes ni neutrales.
Por eso (y porque lo considero uno de los críticos actuales que es imprescindible leer) creo que Vieytes se equivoca al asumir esa continuidad sin fisuras y esa respuesta maximalista. Venimos de una década en la cual esa estrategia de clivaje ha revelado sus debilidades, no repitamos los mismos errores. Espero entonces que se haga presente en el festival, para que pueda asumir su necesaria critica. Por mi parte, más allá de mi rol institucional como jurado podré volver a ejercitar el de cineasta, ya que soy parte de Cine Escuela, segunda película colectiva realizada a instancias del Museo del Cine luego de Sucesos intervenidos. Ese corto también será, por supuesto, una declaración de principios. Nos vemos en el Bafici.
Nicolás Prividera / Copyleft 2016
Prividera. No entiendo tres cosas. La primera es por qué tenés que justificar tu presencia como jurado en el festival.
Segunda. Ser convocado como jurado es una distinción, un honor. Ese es el lugar de los jurados. Podés aceptarlo o no. Pero si lo aceptás, lo que hacés no es «reforzar la impugnación» ni «participar de los espacios y fisuras». Aceptás el honor de ser jurado, independientemente de lo que pienses de Lopérfido o de Macri.
La tercera es personal. Por qué me metés a mí en esta discusión con Vieytes («hipérboles quintinescas») de un modo retorcido y dando por sentado que cualquier lector sabe qué significa ese término, si es que significa algo.
Q,
1) No es una justificación, sino una respuesta a una mención directa y a una indirecta. Justamente para los que no entienden que lo hago “independientemente” de lo que piense sobre el gobierno de turno.
2) No creo que ser convocado como jurado sea una distinción (ni para el convocado ni para el festival por hacerlo), pero sí al menos un reconocimiento. En todos los sentidos de la palabra. Y por eso acepté.
3) Nada es personal ni retorcido. A esta altura no creo que haga falta explicar a qué me refiero con lo de “hipérboles” (por eso lo menciono como ejemplo), y eso es precisamente por tus modos de intervención. No veo qué te extraña ni te ofende.
Sí, lo de reconocimiento está bien. Es más preciso. Pero la idea es más o menos la misma. Uno acepta el reconocimiento o no. Pero eso no tiene nada que ver con ocupar espacios de poder.
En cuanto al punto tercero, no me parece que use hipérboles para escribir. Y menos que sean por todos conocidas.
Q
Lo de “ocupar espacios de poder” habla precisamente de dos modos distintos de ver las cosas: yo no siento que ocupo ningún espacio de poder, simplemente a veces tengo circunstancialmente una tribuna desde la que poder decir estas cosas. Algo que todos los que las tienen debieran hacer, pero ya sabemos que la mayoría es por definición silenciosa…
En cuanto a lo otro, lamento decir que seguramente sos más conocido como twittstar que como crítico. Y me refería a un lenguaje hiperbólico, entre otras estrategias retóricas indignas de ese nombre y de tu inteligencia.
Nicolás:
En el comentario de Karstulovich, que solo conozco por tu cita, la canallada y la renuncia a la inteligencia compiten con chances tan parejas que desalientan por completo cualquier intención de respuesta.
Otra cosa es el artículo de Vieytes que, como hacemos los militantes de viejo tipo, he leído y difundído, no solo (e incluso no tanto) por estar de acuerdo, como porque marca una diferencia de conducta con respecto a la abrumadora mayoría de las intervenciones de la crítica que me parece digna de destacarse. No puedo ni quiero ser la intérprete de Vieytes, pero sí diré qué es lo que yo leí y destaco de su texto. El artículo no estigmatiza al festival, ni lo anatematiza, y mucho menos a quienes, en diferentes instancias y funciones, participan de él. Lo que sí hace es señalar a costa de qué renuncias participan algunos, sea porque se las piden implícita o explícitamente; sea porque consideran más conveniente no estar en el ojo de ninguna polémica; sea por cobardía, por comodidad o por una carencia básica de cualquier sentido de lo público y de los deberes que tenemos todos por ser parte de una comunidad política.
Y como de esto último se trata, la situación exige que se consideren sus particularidades. La intervención de Lopérfido en la presentación de El diálogo (yo no estuve; a eso te referís, ¿no?) puede haber sido igual de penosa, pero sus efectos eran infinitamente más acotados; y como aquí no se trata de juzgar la naturaleza moral del ministro (cosa que prefiero dejarle al Jucio Divino), sino las consecuencias de sus actos en la vida del país, efectivamente, esto es mucho más grave que aquello. El tamaño sí cambia las cosas, entre otras razones, porque no hay “fondo de las cosas”. Las cosas son lo que son en cada situación específica. Del mismo modo, un senador que antes “votaba bien” y ahora “vota mal” antes era bueno y ahora es malo. No hay gente buena y, por lo tanto, lo que haga será el bien Y gente mala, que, por lo tanto, lo que haga será el mal. Es perfectamente al revés y es por los efectos que los conocemos. Y es en cada ocasión, pudiendo prever esos efectos responsablemente, que tomamos partido por unos o por otros.
La pregunta no es si debemos seguir participando de BAFICI (vos ya respondiste a eso y no tengo nada que objetar), sino a costa de callar qué y de naturalizar qué es que vamos a participar. Si David Irving pisa Austria, va preso. A mi, incluso, no me parece bien, fijate. Ahora, entre mandar preso a un negacionista y nombrarlo ministro de Cultura y que todos nos sentemos a escuchar las barbaridades que dice, o aun cualquier otra cosa que diga acerca de cualquier otro tema, como si fuera de lo más normal, hay una distancia muy grande. La responsabilidad de que los que niegan las reglas más básicas que nos permiten ser una comunidad, una ciudad, un país, sean muertos civiles es de todos. Siempre. Y, quizá, especialmente ahora, cuando también el poder político reconoce y premia a quienes lo hacen.
Carla:
El problema con el texto de Vieytes es que generaliza, y al no dar nombres sobre los “algunos” extiende un manto de sospecha sobre todos.
En cuanto a Lopérfido, no me parece que los efectos de su intervención “eran infinitamente más acotados”, sino todo lo contrario: si leés con atención la nota original, lo que yo expresaba era precisamente eso: que no hay discurso ni instancia menor, y no hay que dejarlo pasar sin señalarlo… Lamentablemente el tiempo me dio la razón, y solo me equivoqué en la última línea.
Yo no juzgo su “moral”, del mismo modo en que no me parece que el mismo senador “antes era bueno y ahora es malo”. Pero si juzgo la integridad y la coherencia, aunque debamos reconocer que en ese sentido Lopérfido tuvo más que los senadores… Y no hace falta llamarlo “negacionista” para repudiarlo. ¿O hace falta aclarar que no voy a aplaudirlo?
Del mismo modo, no callo ni naturalizo nada, y esta nota viene a cuento de eso. Pero por lo visto no contentará ni a Carlas ni a Quintines…
Mal leído:
Yo estaba razonablemente contenta con tu post, incluso antes de mi respuesta.
Y sigo razonablemente contenta.
En cuanto a este nimio intercambio atañe, claro.
Salud!
«no repitamos los mismos errores…». Qué notable imperativo entre tal fárrago de autodefensas.
Acá el único que usa imperativos sos vos, Cuervo. Y jamás rectificás, ni ante el evidente retroceso, como si no te hubieras equivocado en muchos de esos llamados. De hecho eso te parecerá una “autodefensa” y lonely are the brave. Así estamos. Mientras las almas bellas siguen sosteniendo desde sus impolutas tribunas las autistas posiciones triunfalistas que nos trajeron hasta aquí, algunos preferimos dar en el terreno la batalla perdida y ser consecuentes hasta el final. Claro que siempre queda más canchero hacerse el principista y después darse vuelta, como los citados por Vieytes… Así que espero no cruzarte en el Bafici.
Bueno, dale, batallador, mandame los errores que según vos cometí en la ddécada abominable así me rectifico, me arrepiento y logro blanquearme ante la nuevas autoridades del país y del ministerio de cultura de CABA. Pero te cuento que «no repitamos» es un imperativo.
Cuervo,
“No repitamos” puede ser técnicamente un imperativo, pero es obvio por contexto que en este caso funciona como un pedido… Me parece patético tener que estar aclarando esto, como si no fuera suficiente con la policía de pensamiento del “cambio”. Por eso mismo, no tengo ganas de rastrear en tu blog todas las muestras de la soberbia que solés ver en los demás pero nunca en vos. Pero alcanzaría con repasar todo el último año, campaña electoral mediante, para entender que el macrismo ganó también gracias a esos “imperativos” dictados desde una torre de marfil que tuvo el ala más cerrada del kirchnerismo (para encima luego insistir con que se perdió por falta de pureza…). Y así no solo se pierden elecciones, como ya estamos viendo.
Por lo demás, tus ironías bobas y lo de “blanquearme ante la nuevas autoridades” te pone al nivel de Karstulovich… Una vez más ilustrás mi punto mejor que yo, lamentablemente.
Los dos demonios: y entre ellos el equidistante. La equidistancia es un pasaporte al reconocimiento en esta nueva época.
Tu imperativo habla: porque tendrías que decir en nombre de quién hablás con ese «nosotros» y a quién le hablás. Si hablás en tu solo nombre, decí: «no debo cometer los errores de la década pasada». Con la vaguedad de » no repitamos los errores de la década pasada» vas bien con la campaña «Cedamos la palabra» de Lombardi o la de Majul «De Walsh a Lanata», y te exime hablar de la pérdida progresiva del estado de derecho que estamos viviendo, que preside el BAFICI bajo la dirección de Lopérfido. Lopérfido también tiene su lista de Schindler.
Por otra parte, sobre la dirección de la campaña electoral, no participé en ella, y no sé qué tiene que ver con el negacionismo de Lopérfido.(Ah, claro, los dos demonios y la equidistancia)
Seguí criticando a los fanáticos K que recontragarpa. Te van a aceptar.
Cuervo, guardate donde puedas «los dos demonios» y demàs bajadas que me adjudicàs de modo insultante y poco inteligente. Me cansan tanto como tus imperativos de guardian de la pureza (hasta para no votar al candidato que podìa ser menos dañino, y varias veces…). Nunca usè la palabra «fanàticos», pero cualquiere que te lea esto no ve màs que a un Quintìn invertido.
Mi «nosotros» siempre fue màs amplio que el tuyo, que cada vez es màs cerrado, y ciego, ademàs de agraviante al pedo. Hacele caso a Cristina que «asì no vas a convencer a nadie»…
Por mi parte, yo hablo de todo y en todas partes. Si no fuera al Bafici serìa un lugar menos para hacerlo. Pero ni eso entiende tu alma bella, parece.
Y al final, después de forrear a medio mundo por «careta», Cuervo fue al Bafici a primera hora. «Es que yo soy un indeciso, la verdad es que nunca supe bien qué hacer», dice en su blog. Esperemos que al menos no tenga que cruzarse con Lopérfido y tampoco saber qué hacer… Pero los «cruzados» (en todo sentido, no solo en las palabras del ministro) se reconocen mutuamente a primera vista, como toda alma bella.
¿No es insólito que alguien deba explicar por qué aceptó ser jurado en el festival más importante del país? Es impresionante lo rápido que se han kirchnerizado la mayoría de los macristas. También impresiona lo fácil y lo impune que es escribir cualquier burrada por las redes sociales.
A propósito: hace poco, alguien que firmo la carta contra Lopérfido fue interpelado por un macrista en una función auspiciada por el Gobierno de la Ciudad. «¿Vos firmaste la carta?», preguntó inquisidor el macrista. «Sí», admitió el firmante. «¿Qué hacés acá, entonces?», reclamó el macrista, como quien dice «¿Que´hacés en mi casa?».
Cuando dicen «república», ¿Sabrán lo que significa?
Mariano:
Cuando dicen “República” lo dicen en el sentido platónico. Es “su” república, de la que quienes ellos definen como réprobos son expulsados. Y no es de ahora. Pero para no remontarnos a nuestro querido siglo XIX ni fuera de nuestro ámbito, basta ver a esta troupe de críticos replicando lo que hasta ayer denunciaban, pasando a formar feliz parte del “relato oficialista”… By the way, ese es el título de una nota sesgada y falaz de Fernando Iglesias fogoneada hoy mismo por Noriega y D’Esposito en las redes: http://www.losandes.com.ar/article/el-relato-oficial. Veremos si ahora que no hay “censura” logran que el cine argentino se politice (cosa contra la que nada curiosamente militaron desde El Amante hasta su devenir amarillo). No sabemos si aun así habrá más películas “antikirchneristas”, que las hubo señores, aunque nunca es fácil ser antioficialista, como comprobará ahora quien quiera hacer películas “antimacristas”…
Vamos dando bandazos de babor a estribor. El oleaje es intenso y huele a pescado podrido.
Quintín también se suma a la movida, antes de tuitear sobre «fanáticos nazis» (ay de los fanáticos, que por definición no tienen espejo). Y después pregunta por qué lo cito «de modo retorcido»…
Así que mejor dejemos las metáforas de lado: si vamos a hablar del pescado podrido pongámosle nombre.
Digamos que este tema no es nuevo, y la respuesta tampco…
http://www.otroscines.com/nota?idnota=9943
¡Insólito! ¡Prividera se auto- responde!
Supongo que te referís al comment y no la nota… Lo insólito es que uno de los casos que usan como ejemplo es Secuestro y muerte, y ahí te quiero ver.
Hay sectores en oposición cortados por el mismo cuchillo y no parecen advertirlo. «El Conicet puede desaparecer» como «TN puede desaparecer». Los caceroleros cagan a piñas a movileros de Duro de Domar; La Cámpora se violenta con movileros de ciertos medios de comunicación o sectores kirchneristas arman un escupidero para ultrajar la efigie de algún periodista. Son representantes de la misma política dicotómica y maniquea. El poder judicial es una famiglia, pero sólo cuando falla en nuestra contra, si no, es La Justicia. Hipócritas. No son dos demonios como, maliciosamente, señala Cuervo. Es uno solo. Y el equidistante no es tal, no equidista de nada. Más bien sale corriendo para que no le peguen.
¿Ejemplo de qué?
https://twitter.com/Gus_Noriega/status/719211963121864707
No entiendo nada ¿Qué es eso? Mejor dejo esta discusión: Las cosas de twitter me deprimen. ¿Qué tiene que ver Secuestro y muerte con lo que se estaba discutiendo?
Tiene que ver como las tramas superpuestas en ciertas películas… A buen entendedor.
Nicolas, soy periodista y investigadora de la Universidad de Brasília, en Brasil. Me gustaria hacer contacto para hablar sobre el documental M. Saludos, Patrícia